Opinión
2 de Mayo de 2019Columna de Marcelo Díaz: Las lecciones del triunfo del PSOE
"Esta es la primera lección o señal para nosotros, los socialistas chilenos: recuperar una identidad de izquierda significa recomponer nuestras fuerzas desde lo que somos, nuestra historia y valores; e interpretar el nuevo Chile, con un ánimo propositivo y de futuro".
Compartir
El triunfo del PSOE de Pedro Sánchez en España tiene tres grandes lecciones para los socialistas chilenos: la recuperación de la identidad del PSOE como partido de izquierda; la construcción de un programa que sintoniza con las preocupaciones de la sociedad española, que se hace cargo tanto de los cambios necesarios como de dar seguridad en un mundo de incertidumbres; y la fortaleza de un liderazgo coherente que ofrece conducción con energía y convicción y es capaz de detener la tentación del populismo de ultraderecha.
Sobre la identidad del PSOE
Cuando Pedro Sánchez apareció en la disputa interna del PSOE, con un discurso que instaba a recuperar su identidad como partido de izquierda, bajo el slogan “Somos el PSOE, somos la izquierda”, muchos miraban con escepticismo la jugada, asumiendo que este lugar del espectro político, la izquierda, ya estaba colonizado por Podemos.
Sin embargo, Sánchez probó lo contrario, con un contundente triunfo al interior de su partido, acompañando este discurso con un referencia directa de volver a trabajar con los militantes y con una visión sólida del País.
Esta es la primera lección o señal para nosotros, los socialistas chilenos: recuperar una identidad de izquierda significa recomponer nuestras fuerzas desde lo que somos, nuestra historia y valores; e interpretar el nuevo Chile, con un ánimo propositivo y de futuro. No hay un riesgo en esta decisión; por el contrario, solo de esta manera el PS proyectará coherencia y claridad. El PSOE, desde su definición de izquierda, incluso logró conquistar parte de su electorado del centro político.
Sobre el Programa
El triunfo del PSOE tuvo otra clave: su programa volvió a dibujar una visión del País, haciéndose cargo de las preocupaciones de los españoles.
Por una parte, desde su identidad de izquierda, cuestiona la agenda de debilitamiento del Estado de Bienestar desarrollada por el Partido Popular. Plantean sin ambages que España debe ser un país más integrado y justo, y esto implica un Estado que se hace cargo de los derechos sociales más relevantes: seguridad social y laboral, mejora en las políticas de salud y para los adultos mayores.
Por otra parte, también hace propuestas para una “España competitiva”, en íntima conexión con el foco de la generación de empleo, pero dirigiéndose además a la generación de nuevas oportunidades y un “marco estratégico de las pymes”, que las consolide como el centro del tejido empresarial y de generación de valor.
Es decir, hay una propuesta consistente, que mezcla defensa de derechos sociales con la preocupación por el empleo, el crecimiento y la competitividad, haciéndose cargo de los desafíos del siglo XXI.
Nuevamente, aparece aquí una clave relevante para nuestros debates, tan recurrentes en simplificar la discusión a dilemas reduccionistas, que oponen mecánicamente el desafío del crecimiento a los propósitos de justicia social, o ven en las propuestas de redistribución un riesgo fatalista de estancamiento económico o de populismo estatista. Estos clivajes, propios del siglo XX, se exacerban al dar la espalda a las preocupaciones del Chile real y su gente, y son ciegos a los riesgos y desafíos que impone el siglo XXI.
Debemos, en consecuencia, ser capaces de reinventar una izquierda moderna, que desde los principios y valores que nos convocan en nuestra identidad histórica, es capaz de proponer una visión del país sintonizada con una sociedad de derechos, que a la vez se hace cargo de las preocupaciones de seguridad y prosperidad que demandan los chilenos y propone un modelo de desarrollo, competitivo y justo, que responde a las nuevas realidades económicas, tecnológicas y culturales del siglo XXI.
Todo esto nos lleva al tercer elemento que señalamos al principio: el liderazgo
Pedro Sánchez fue capaz de avanzar en una propuesta que nadie vio realizable en un inicio. Se daba por sentado que el PSOE había entrado en un camino de decadencia y disolución, y se respiraba cierta resignación a que nuevas formaciones políticas tomarían su lugar. Por otra parte, predominaba cierta pasividad y perplejidad ante el avance “incontenible” de la ultraderecha, como respuesta a los problemas de España.
Sánchez revirtió esta resignación con convicción, claridad y coraje. Es cierto que el ultraderechista VOX apareció en escena, pero su crecimiento no fue tan grande como el que algunos vaticinaron, y como se ha comentado en España, expresa hoy más bien una “ruidosa minoría” que una amenaza inmediata. Por el contrario, el PSOE vuelve a ser la primera fuerza y podrá gobernar con fuerzas afines. Por su parte, en el espacio de la derecha, Ciudadanos, un referente más moderado y liberal, prácticamente logró el llamado “sorpasso” ante un golpeado Partido Popular.
En política no hay situaciones definidas. Las sensaciones de triunfo o derrota son importantes, pero nada está escrito, “lo más probable” se puede revertir con voluntad, visión, trabajo y decisiones afortunadas. Esta es la principal lección de las elecciones de España.