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Entrevistas

22 de Mayo de 2019

Anita Alvarado: “Sí, mi Dios debe sufrir conmigo”

Hace una semana su nombre se convirtió en trending topic tras denunciar nepotismo entre la minera KGHM, donde trabajaba su ex pareja, y el Estado de Chile. Días antes, su hija mayor, Angie, narró los brutales episodios de violencia que Anita Alvarado vivía junto al mismo sujeto, un hombre a quien califica como el peor de su vida y del que se desestimó la denuncia de violencia intrafamiliar que la tiene hace un año y dos meses en vela. Hoy Anita jura justicia por sus propias manos. ¿Qué temas la rondan? ¿Qué reflexiones tiene sobre la violencia intrafamiliar en tiempos de feminismo? ¿Cómo se reconstruye tras vivir una de las mayores decepciones de su vida? Acá, en toalla y con cigarro en mano, entrega a The Clinic algunas luces de sus días, nos ofrece almuerzo y nos habla de la crianza, esa de la que ella es una fanática acérrima, pese a que todo el mundo piense lo contrario.

Por

A fines de los noventas Anita Alvarado incomodó las pantallas chilenas. Se trataba de una mujer que había ejercido la prostitución en Japón y volvió casada y forrada a Chile, ese país del que se fue por falta de oportunidades. Tenía una pequeña niña, Angie, que quedó al cuidado de su abuela. Después aparecieron ocho hijos más, casi todos de padres diferentes.

 Llegamos 5 minutos antes a la entrevista y tocamos el timbre. Es la casa de fachada azul, en un condominio de La Florida. Entre las cortinas se ve una silueta. Abren la puerta y se asoma ella, gritando a lo lejos: “pasen, pasen”. Ella, con toallas blancas cubriendo su cuerpo y su pelo, sube apurada. “¿Quieren un algo?”, grita a lo lejos. Pese a la negativa, baja y nos deja un jarro con jugo. Sube otra vez.

Suena el tiembre.

“¿Me puedes ayudar? Es que me traen un encargo”, me grita desde el segundo piso de su casa.

Salgo y recibo. “Son flores para Anita”, dicen.

Las pongo en su mesa y espero. Tienen tarjeta.

Anita Alvarado baja y se para frente al espejo. Ahora vestida con unas ajustadas calzas y polera gris. Toma su maquillaje y se tapa las ojeras.  De pronto comenta que su hija mayor, la Angie, se va a Australia.

-Le compré los pasajes, pero ella es la que tiene que tomar la decisión. Ella está en nada ahora. Por eso mismo se va. Es lo que dije ayer en la televisión: Chile es un país de oportunidades para los extranjeros, no para los chilenos. Y menos para mi hija. Chile no tiene una mentalidad normal -comenta, terminando de ponerse el corrector de ojos.

-¿Chiquillas, andan en auto?

-No, en taxi.

-¿Por qué, necesitas algo?

-Es que tengo que comprar algo para cocinarles ¿No les complica?

-No es necesario, almorzamos en la oficina.

-Qué fome, chiquillas oh.

***

El día antes de la entrevista con The Clinic, Anita Alvarado fue invitada al matinal de CHV, “Viva la pipol”. Allí hizo una denuncia de corrupción que involucraba a su ex pareja quien tenía un puesto gerencial en una minera internacional con residencia en Chile. Las redes sociales explotaron tras su aparición en el programa: acusaban censura.

Ayer hiciste una denuncia de nepotismo a la minera de tu ex pareja y el Gobierno. ¿No te da miedo meterte con peces gordos?

-A mí no me importa. Peleé con un país entero: Japón. Hace veinte años que estoy peleando con mi propio país, ¿por qué me va a dar miedo una minera? ¿De qué? ¿Por qué? No me interesa. Siento que Chile es para algunas personas, no para todas y que les guste o no les guste, que ojalá Chile no tuviera a la Geisha.

¿De verdad crees eso?

-Este es un país hipócrita, es como ese dicho que dice “tu pasado te condena”. Es como eso: “Ojalá no tuviéramos a alguien tan conocido y más encima prostituta”. Yo les digo esto: ridículos, hipócritas. Cuando aquí los más millonarios, los más cuadrados, son los que tienen amantes, pero no les llaman prostitutas. Entonces no me importa, no me interesa. No sé, me cansé.

¿Tu sientes que el clasismo operó contigo?

-A mí me quieren o no me quieren. Yo no tengo términos medios, pero te quieren cuando les conviene y te odian la mayoría del tiempo. La gente es tan poco… ¿cómo te lo explico para que suene bonito? La gente no piensa, copia. “Ah, ella piensa esto, ah yo pienso igual”. La gente no tiene opinión propia, no piensa, siento de verdad que no lo hace. A mí me asombra que si no te gusta alguien le escribas para decir cosas malas. Yo jamás me metería al Instagram de Patricia Maldonado, porque no es una persona que a mí me interese. Si yo le caigo mal a alguien, por qué se meten a mi Instagram. Se forman peleas y te haces más popular. A mí lo que no me interesa, lo deshecho. No entro en eso. Pero la gente es poco inteligente, no piensa. Y a mí me gusta ser original: pensar, decir, decidir.

¿Piensas en las consecuencias de tus dichos?

-Me da lo mismo. Voy para adelante por lo que yo crea que es justo. Ahora, si voy a pasar a llevar a otras personas que no tienen nada que ver y van a sufrir, a veces, me retracto. Pero cuando es una manada de animales, de cochinos o injustos, no. No me importa.

¿Y tus hijos? ¿Se te aparecen cuando se te está arrancando la moto? ¿Nunca has medido las consecuencias para tus hijos por tu propia forma de llevar la vida?

– Es que es la mamá que les tocó. Y ellos tienen que aprender que tienen que tener opinión, y que no les interese lo que digan los demás, mientras ellos sean felices, está bien. Lo que pasa es que a veces la gente no es feliz por el qué dirán. A mí me sorprende el estatus que algunas personas llevan para demostrarle al vecino o la sociedad. Pero no son felices, están viviendo terrible mal. Yo les digo a mis hijos: mientras ustedes se sientan bien, está todo bien. Ahora si dijiste algo y no te sientes bien o estás incómodo, es porque no es correcto.

¿Tu les enseñas a seguir esa intuición o los dejas mandarse cagadas?

– ¿Cómo cuáles?

No sé, cagadas de adolescente: fumar pito, llegar curados/as…

-No sé, todo lo material no me interesa. Pero no vai a ver a algunos de mis cabros fumando pito cerca mío, porque la bofetada va. No estoy de acuerdo con que mis hijos fumen. Ahora, estoy de acuerdo con que cada uno de mis hijos haga con su vida lo que quiera. O sea, haz lo que quieras con tu vida. Yo vivo la mía a mi modo.

El año pasado te llamé para hacer esta misma entrevista. Me interesaba hablar contigo sobre el movimiento feminista, tus reflexiones sobre lo que estaba pasando,  y en ese momento me dijiste que no.

-Lo que pasa es que en ese momento estaba en pleno proceso por un juicio de Violencia Intrafamiliar. Lo dieron de baja, así que fue como que no existió. Pero no fue así, existió. No fue una pelea de blablá, fueron peleas que se convirtieron en golpes. Y oye, por más que yo hable fuerte, el hombre tiene más fuerza, si es hombre. Estaba pasándolo mal, había adelgazado ocho kilos. Después que amas a alguien tú dices “¿cómo esta persona puede ser tan malvada?” De todos los hombres que he tenido, este ha sido el más malo.

¿Cuánto tiempo estuviste con él?

-Cinco años y medio.

¿Vivió contigo y con tus hijos?

-Mira, los tres primeros años fueron maravillosos porque vivíamos en un condominio más arriba y era mi casa. Yo siempre he mandado en mi casa, siempre he llevado la batuta dentro de mi casa. Para mí el hombre es proveedor y hombre, cuando llega a la casa. Yo primero soy mamá y, después de las 9, ya soy mujer. Con el tiempo él se empezó a frustrar y, no sé si te acuerdas, pero yo siempre lo decía en televisión ‘que bueno es tener un gringo porque no son celosos, no son frustrados, son mejores para la cama, tienen una herramienta mejor, la usan bien, son más limpios, son más precavidos con respecto a usar condones”, y todo eso. Yo me jactaba de eso, yo hablaba bien de eso. Él se empezó a encargar de mis páginas de Facebook, de ese tipo de cosas.

¿En qué momento lo denunciaste?

-Lo hice público disimuladamente y eso me jugó en contra porque yo comento que estoy separada, pero viviendo en la misma casa y que nos acostamos juntos, pero separados. Porque yo no perdonaba, o sea, ya me había cansado del maltrato. Yo lo miraba y lloraba, y soy muy buena para llorar, entonces, él se hincaba y me pedía perdón. Yo viví como un luto dentro de la relación: estaba enamorada, pero como que te vas desilusionando todos los días un poquito. Entonces un día cuento en televisión: “sí, de hecho se puso atrevido, incluso, me tiró una copa de alcohol en la cabeza”.

Esta situación le pasa a muchas mujeres en Chile

-Sí, imagínate el carácter que tengo yo. Obviamente que me daba vergüenza ¿Cómo iba a comentar que este otro me sacaba la mierda?

¿Y qué reflexión tienes respecto a denunciar la violencia doméstica? Tú la viviste ahora, la habías vivido antes y es una realidad en Chile, las mujeres se mueren por esto…

-¿Sabes lo que pasa? Yo creo que la gente no quiere denunciar y ahora las entiendo.  Yo llegué a la fiscalía y el fiscal me miraba mientras yo lloraba. Lloraba del alma, del corazón, del estómago, yo lloraba de pena, de tristeza, ¿cómo podía llegar hasta esto? Entonces, pese a toda esa humillación, ves que eso no sirvió de nada. Imagínate que yo soy pública, un año dos meses llevamos en esto y no pasó nada ¿y quieren que las mujeres denuncien? Honestamente, si me preguntan “¿les recomendarías a las mujeres que denuncien?”, “¡No!”, diría yo. Contrata a alguien y que le den un palo, que le peguen como te pegaba a ti, a ver si con un hombre va a ser tan valiente.

¿Tomar la justicia por las manos dices tú?

-Y de hecho lo dije en un matinal: “yo ya estoy preparada: si él se me acerca ahora, yo no sé qué es lo que va a pasar”.  Y ahí sí que me van a tomar presa.

Una de las cosas que me llama la atención, por ejemplo, esta relación, esta experiencia de violencia, de maltrato ¿cómo tratas esto con tus hijos y con tus hijas?

-No, es terrible porque al principio yo juraba que nadie veía, porque siempre hemos tenido como lugares aparte, porque no me gusta que los niños se involucren en los sitios de los adultos: los niños tienen la casa y los adultos afuera. Cuando pasaba el límite, cuando tenía excesos con el alcohol, yo mandaba a acostar a todos los niños y, claro, los niños veían por la ventana. Cuando realmente me enteré, fue cuando los llevé al psicólogo y me dijeron: ‘todos estos niños fueron perjudicados emocionalmente’.

Y tú ¿cómo te sientes después de todo este  proceso?

-Durante ocho meses estuve pésimo, pésimo. Me miraba al espejo y decía ‘yo no puedo estar así de delgada’. Había tomado la determinación de que nunca más iba a ser así. ¿Cuándo explotó esto? Porque las mujeres soportamos harto y sabes que era como ‘yo soporto y voy a seguir soportando, yo creo que este hombre va a cambiar’ ¡qué estupidez más grande! Esa persona ya está hecha y derecha, él ya tiene su forma. Un día él castigó a mi hijo arriba de un pozo y fue ahí donde yo hice click. Doy gracias a Dios que he tenido la suerte que ninguna de las parejas que se ha involucrado con mis hijos, se ha atrevido a castigarlos. Porque son mis hijos y  yo soy la madre de ellos y cada uno tiene su padre y listo. La que manda en la casa soy yo, él es mi pareja y yo soy muy cuidadosa. Los respetan, pero no tienen por qué quererlos. Pero ahí exploté, ahí dije no más. Las mujeres se demoran hasta que le tocan sus hijos.

¿Cómo se vuelve a tener confianza después de un episodio como este?

-He intentado salir con personas a cenar, porque yo no soy de las mujeres que me voy a quedar sin pareja.

¿No has perdido la fe en tener una relación?

-No, porque no todos los hombres son iguales y no todas las mujeres son iguales tampoco. Entonces, yo no me veo vieja sola, no, no me veo. Pero igual, tengo bien clarita la cosa. Todo al principio es maravilloso, después ya no tanto.

***

El año pasado salieron a la luz varias denuncias de abuso y acoso sexual en el mundo del espectáculo, ¿cómo viste toda esa ola de acusaciones?

-Yo creo que hay muchos más. Me he enterado de otras más, pero, como yo no he visto, yo no hablo nada de lo que no sé.

¿Pudiste ver situaciones de ese tipo antes incluso de que se destapara la ola de denuncias?

-Sí, pero lo que pasa es que aquí había abuso de poder. Y yo creo que todavía hay, esta idea de ser como el jefe y abusar de esa posición.

¿Tuviste una experiencia así?

-No, y yo creo que es porque soy muy hocicona.

Fue como una defensa para que no te pasaran ese tipo de cosas

-Claro. Es que yo, imagínate, es que yo no me quedo callada, les respondo al tiro. Una vez fui a una entrevista con un personaje famoso y se puso a orinar ahí de espalda a mí. Yo quedé boquiabierta, porque encontré que era una falta de respeto. Estábamos la maquilladora y yo, entonces, eso lo encontré cochino, o sea, ¿cómo va a hacer eso si era la primera vez que lo conocía?

***

¿Qué te parece la discusión del aborto, por ejemplo? ¿Cuál es tu opinión y tu posición?

-Mira, antes yo era súper anti aborto y muy tajante, pero yo creo que ha habido tanto abuso sexual y tantas mamás que no quieren y no están preparadas para ser mamá, que creo que tienen el derecho a decidir ellas o por los mismos niños que ya vienen con problemas. Mi opinión es que decidan si es su cuerpo.

¿Alguna vez te planteaste, teniendo nueve hijos, la posibilidad de no tener alguno?

-A la Angie, la primera vez, pero, porque era niña y yo siempre cuento que me tiraba de la escalera para abajo en mi trabajo, pero era por miedo, no porque no la quería tener. El miedo a qué van a decir mis papás, qué va a decir la sociedad. Imagínate, la Angie va a cumplir 29 años y 29 años atrás era heavy la cosa: “la niña de la familia tanto tuvo una guagua”, etcétera. Después aprendí ¿qué me importan los demás?

Siento que esos cambios de mentalidad ocurren en momentos precisos, ¿cuándo lo aprendiste tú?

-Yo creo que cuando llegué a Japón. Es que ahí conocí otro mundo y aún más en esos años. Nadie está preocupado del otro, la gente no es envidiosa, la gente es como ‘wow, qué bien que tienes tus cosas’, nadie se mete con el otro. Aquí no, aquí andamos pendientes del otro y tenemos la embarrada en nuestras vidas, pero, nos importa más la vida del otro que cómo llevamos nuestra vida.

¿Cómo lo estás haciendo con la crianza, te estás haciendo cargo de todo o se están poniendo los papás de tus hijos?

-Sí, se ponen lo necesario. Aunque no sé qué tanto. Hay uno que da 50 lucas, hay otro que da 140.

Pero tú te llevas el peso, la carga…

-Sí po, y de repente se ponen choros y me dicen: ‘No, Anita esto…’ y no po, anda a freír monos si yo soy la encargada de que nada les falte y súmale la crianza. Soy feliz criando a mis cabros, pero, son bien patudos los papás.

¿Y cómo lo haces para solventar esta casa con cinco hijos?

-A puro evento. Pero no me falta. Mira, yo soy una agradecida de la vida, de Dios, porque no me falta y, en eso, soy súper organizada. Yo sé lo que hay que pagar, cuánto hay que pagar, qué días hay que pagar y si no soy organizada yo ¿quién?

Igual te insisto en este tema de la discusión feminista porque, finalmente, tiene que ver con esto, con igualar las cargas.

-Pero, es que yo prefiero que los hombres no se metan en mi rol.

Me llamó la atención una frase que dijiste antes: “El hombre proveedor y yo mamá y mujer en la noche”.

-A mí me gusta ser mamá, a mi me gusta ser dueña de casa, a mi me gusta cocinar, me gusta tratar, dentro de todo, que esté impecable la casa. Dentro de lo que se puede, cinco niños todavía viven conmigo. Después de que está limpia la casa ya no me importa que desordenen, una vez limpia la casa y que todo esté bien, no me estreso si los niños volvieron a desordenar, me gusta. Esto lo viví mucho con respecto a mi mamá: mi mamá era mamá y mi papá llegaba del trabajo y ella se encargaba de todo lo que era almuerzo y todo eso. Yo lo hago porque es lo que me gusta. Hay mujeres que no les gusta y que prefieren trabajar, la independencia y todo, pero a mí me gusta la casa, me gusta criar.  Que el día de mañana nadie me diga “¿y a quién salieron estos cabros?” Yo quiero decir ‘Ellos salieron a mí. Si tienen mal carácter, salieron a mí. Si son mañosos, salieron a mí’.

***

¿Te sientes conforme con la crianza que has dado?

-Y siento que hice un buen trabajo ahí, que no fue fácil porque hay una edad en que se ponen difíciles entre los 13 y los 17 años y si tú no le das un bofetón… Ahora todo es como ‘ay no, cómo vas a cachetear al niño’. Pero no, tienes que darle el bofetón el día ideal sino se te pierde. Entonces, ya sí, tiene mañas, tiene mal carácter o le dio la pataleta, no sé,  bien, aguanto. Pero no me vengas con esto de que vas a llegar curado antes de los 18 años ni tampoco después de los 18 mientras vivas en mi casa. En ese sentido soy súper pesada.

¿Estás vinculada a alguna religión?

-No, yo me crié dentro de una religión y vengo de papás cristianos también, pero, creo que las religiones te quitan mucho y es súper bueno creer en Dios y aferrarse a él porque los tiempos están tan malos. Imagínate que con tantos hijos que tengo, me podría haber pasado cualquier cosa. Hay mujeres tienen un hijo y se los violan, hay otras que tienen dos y les salen con alguna enfermedad. ¿Cómo no voy a ser agradecida? Yo soy agradecida de todo y todos los días agradezco.

Entiendo que fuiste criada en una familia evangélica

-Sí. Lo que pasa es que ahora las iglesias están pidiendo pura plata y siento que se les olvidó lo más importante: agradecer por lo que tenemos Todo es plata, plata y ya no estamos en esos tiempos… la plata no.

Y bueno, hoy por hoy las iglesias están bien desacreditadas.

-Claro, y de diferentes religiones. Es que las religiones no te ayudan, yo creo que creer en Dios es lo importante y no importa a la Iglesia que vayas si vas con la mentalidad de creer en Dios, servirle a él, está todo bien. No entiendo esa idolatría, no importa si el pastor se mandó un condoro, si tomas la decisión de no ir a la iglesia porque el pastor se portó mal, es porque no estás creyendo en Dios, estás creyendo en el pastor. Yo creo en Dios, todas las personas fallamos, entonces, no me complico por eso. Ahora, todos los domingos vamos a la iglesia a una Bautista que queda acá cerca. Pero no me importa la religión, honestamente, voy porque me siento cómoda y necesito escuchar el mensaje y necesito que mis hijos también lo escuchen en su escuela dominical.

¿Y qué crees que piensa Dios de ti? ¿Crees que lo haces rabiar?

-Sí, un montón. Yo pienso eso, que él debe agarrarse la cabeza y decir: “Ay, Anita de nuevo se mandó otro condoro”, pero me ama tanto que me los aguanta. Como nosotros los padres, tu cachai que cuando tus hijos se mandan un condoro pero sabes que ese hijo te ama, lo perdonas. Bueno, yo espero que con Dios sea algo parecido. Pero sí, mi Dios debe sufrir conmigo.

***

Te mantienes muy joven, ¿tienes algún rollo con envejecer?

-Sí, yo me cuido full, de hecho, la próxima semana me voy a poner botox.

Pero, ¿tienes algún complejo con la edad?

-Voy a ser una vieja indigna. Voy a hacer ejercicios hasta cuando me de el cuerpo. Amo hacer ejercicios, amo ir al gimnasio, me gusta cuidarme la cara. No, súper indigna, nada de que envejecer llena de canas, no. Además que soy súper canosa, entonces, no, chao pescado. Hay gente que dice: “hay que envejecer dignamente”, y no. O sea, mientras me pueda cuidar, lo voy a hacer. Y yo les digo a mis hijas, justamente porque tengo hartas: si ustedes no llegan igual a los 46 años, yo voy a ser la primera crítica de ustedes, siempre. Porque yo las incentivo que el deporte es bueno. Y además es rico ¿por qué no? En vez de estar haciendo dietas… Nosotros no sabemos hacer dietas, somos de comidas caseras. Acá se cocinan cazuelas, carbonadas, ajiaco, pantrucas. Todo lo que tiene que ver con comidas tradicionales, yo le hago chupete. Ahora, los fines de semana nos desbandamos todos: hamburguesas, pescado frito…

¿Y la llegada de la menopausia, te da miedo?

Me da miedo que me llegue la menopausia, porque siento que voy a dejar de ser mujer. ¡Mira qué estupidez! ¡Es una estupidez!, yo sé, pero yo me siento mujer cuando me llega la regla. Para mí es como ‘¡todavía puedo ser mamá!’. Igual estaría feliz si quedara embarazada, pero por mi edad no quiero que tenga riesgo el niño ni yo, entonces ni modo. Pero encuentro que es tan lindo ser mamá y la parte más preciosa es cuando le das pecho, porque como que lo ves y dices ‘este niño depende de mí’. No sé, es precioso. Yo creo que nací con eso maternal.

Volviendo a la discusión feminista, te iba a preguntar por el acoso callejero ¿Qué te parece la ley que se aprobó?

Qué lata que se paren los piropos, hay piropos muy lindos, entonces, yo siempre le recomendé a la Angie, que es la que tenía más baja el autoestima: anda donde estén construyendo algo, paséate por ahí y tu autoestima se te sube, se te eleva. Pero ahora se acabó todo.

Pero ¿no piensas que eso, de alguna manera, a cierto tipo de mujeres les pueda molestar?

-Sí, porque no falta el grosero, entonces la grosería mató al piropo bonito. Porque hay uno que te tira un piropo bonito, pero después viene el ordinario, entonces, por culpa de ese piropo ordinario, se acabó el resto.

Pero hay mujeres que no quieren escuchar ningún tipo de opinión sobre su cuerpo, ni buena ni mala.

-Me parece demasiado.

¿Sí?

-No sé, es que todos pensamos diferentes. A mí me gustan los piropos, a mí me gusta que me abran la puerta del auto, a mí me gusta que me manden rosas, me gusta que me sorprendan, pero, la ordinariez y no sé qué, no.

Y no tienes hijas que empaticen más con la discusión, vayan a las marchas feministas, que anden con el pañuelo verde…

-Son muy chicas todavía. Tienen 16, 14 y 12. Pero me acuerdo una vez uno de mis hijos me dijo ‘mamá voy a ir a una marcha por la universidad’,  y le dije: “¿Sí? ¿Verdad? ¿Vas a ir? Ah, ya, espérate porque a patadas te saco de ahí, inténtalo”. Y no lo dejé. Primero no tenía que ir porque no tenía necesidad de ir a protestar por nada. En otro momento me dijo ‘mamá, me voy a poner un aro en la oreja’. Y yo así como: “¿verdad? Que yo te vea con un aro”.  

***

Ayer dijiste a la cámara: “Conmigo no va a haber más corrupción”. ¿Estai chata con que nos metan el dedo en la boca?

-Me carga, me carga la corrupción, ¿sabes? Yo trato de ser correcta en la vida, le enseño a mis hijos que no tienen que tomar nada que no les corresponda a ellos, nada. O sea, todo lo que esté en la casa es de la casa, lo que está en otra casa no es tuyo y si te lo encontraste en la calle, busca a quien se le haya caído.

¿Qué te genera indignación hoy en día?

-La injusticia, porque yo trato de ser súper justa. De hecho, yo discuto con mis hijos, porque mis hijos ‘pucha mamá, es que esto’ y no, no me interesa. Si no eres justo, ¿cómo quieres que la vida te trate bien? No sé, me carga. Creo que hay mucha injusticia: en televisión los pitutos llueven, en el gobierno…

¿Y las instituciones?

-Me da lata porque igual siento que Carabineros ha hecho un buen trabajo. Me dio pena  y dije: ¡qué lástima! Por culpa de algunos, pagan el pato todos.

¿Por quién votaste?

-Voté por Piñera. Bueno, voté por él porque en realidad estaba contra Guillier.  Voté además por una tontera: como estaba con este tipo que trabajaba en la minera escuché que con la izquierda se iban a cobrar más impuestos a las mineras y las iban van a cerrar, entonces iba a quedar mucha gente sin trabajo. Y con Piñera, por lo menos, la gente de la minera esta se iba a salvar. Y ese fue mi razonamiento.

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