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Entrevistas

23 de Julio de 2019

Rómulo Aramburú, escultor del museo de cera de Las Condes: “Yo trato de captar la esencia del personaje”

El creador de las figuras vio el sueño de vida transformado en una pesadilla cuando éstas fueron cuestionadas por su poco parecido con los personajes de carne y hueso. En esta entrevista, publicada originalmente en Km Cero y cedida para The Clinic, cuenta cómo fueron los días después de las críticas y adelanta su próximo proyecto: animatronics.

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Rómulo Aramburú. Foto: KM Cero.

El domingo 23 de junio los usuarios de las redes sociales no tuvieron piedad. Rápidamente circularon fotos de figuras de cera de famosos chilenos como Stefan Kramer, Marcelo “Chino” Ríos y Felipe Camiroaga, entre otros. Las estatuas fueron cuestionadas por su poco parecido y se transformaron en memes. Incluso fueron criticadas por la Sociedad de Escultores de Chile y por los matinales nacionales. Las imágenes eran parte de la inédita muestra del nuevo museo de cera, que la Municipalidad de Las Condes, en conjunto con la Corporación Cultural, daban a conocer a la prensa. Pero detrás de esos kilos de cera con formas humanas había alguien de carne y hueso: el escultor Rómulo Aramburú (55).

Nacido y criado en la comuna de El Bosque, en Santiago, a los seis años se dio cuenta que le gustaba la escultura haciendo dinosaurios y lagartijas de plasticina. A los siete perfeccionó su técnica. “Hacía arañas para asustar a mi mamá”, cuenta. A los 14 entró a la Escuela Experimental Artística, donde se graduó. Luego ingresó a trabajar al taller de escultura del artista chileno Joaquín Mirauda, donde conoció la cera. Con esos aprendizajes, hizo su primera figura basada en el músico polaco Frederic Chopin. Un día, viendo la televisión, tuvo una idea: hacer el primer museo de cera de Chile.

¿Cómo es trabajar con la cera?
— Puedes llegar al máximo de detalle en las figuras, ese es el secreto de la cera. Primero se hace una matriz y después se llena con cera. Después se desmolda y ahí viene el maquillaje, la postura de ojos, que te quede la mirada, las cejas, los pelos… Si tengo que hacer un personaje que está vivo, voy y le hago las medidas. Si los personajes no existen, tengo que basarme en las fotos que hay.

¿Cómo nació el proyecto del museo de cera con la Municipalidad de Las Condes?
— Tenía una socia y ella tenía todos los contactos. De ahí, la Municipalidad supo del trabajo que estaba haciendo yo y ellos se interesaron en mí.

¿Cómo te enteraste de que las fotos de las figuras de cera ya circulaban por las redes sociales?
— No tenía idea, yo estaba esperando que el alcalde anunciara la fecha de inauguración del museo. De repente, supimos que salió en el diario. Me acuerdo que estaba durmiendo y mi señora me despertó. Yo dije: “Ya, que bueno que la gente lo esté tomando en cuenta, qué bueno que lo van a inaugurar luego”. Imagínate todo el tiempo luchando y, de repente, apareces en el diario. Me impresioné con eso. Estaba feliz. Pero después empezaron las redes sociales. Caí en cama. Ha sido terrible.

Decías en una entrevista que sentías que era una “pesadilla”…
— Claro, una pesadilla. Imagínate tanto tiempo luchando. Yo sabía que iba a meter ruido, pero no tan negativamente. Poco a poco esto fue remontando, mucha gente me comenzó a seguir con esta noticia. Todos me daban aliento, me decían que entraban a mi perfil a ver las figuras y no las encontraban malas. Incluso algunos me hablaban de Stefan Kramer…. ¡Si está un poco mal había que arreglarlo no más y punto! No era tan grave. Agradecí a toda la gente, porque en realidad el apoyo fue gigante y eso me levantó.

Te comentaban tus videos en Instagram…
— Fue positivo. Yo soy un poco inocente en algunas cosas, después me fui dando cuenta que todo se fue transformando en política. La idea de hacer este trabajo no era solo para pensar que yo era capaz de hacerlo, sino que porque cuando yo comencé se hablaba mucho de que al artista chileno no se le reconoce nada. Acá el chileno no vale mucho, pero puta que aplauden al que viene de afuera del país… Hay que destacar al chileno para que la gente sepa a quién tenemos nosotros. Ese es el asunto. La gente quiere perfección.

Siempre se habla de que los museos de cera quieren esa perfección. ¿Pensabas en eso antes de entrar a este proyecto?
— ¡Por supuesto! Es subjetivo. Si yo pongo a un Camiroaga todos van a decir: “Es más gordito”… ¿Sabes por qué es tan complicado un museo de cera? Porque las personas van cambiando, lo que hay que pillar en el rostro de la persona es la esencia. Que cualquier persona vea y diga: “¡Ah! Este es Camiroaga”. Te das cuenta que es muy complicado. Yo trato de captar la esencia del personaje. Es muy difícil. Es más fácil hacer un personaje que murió, como un presidente antiguo, porque todos conocen esa fotografía. Todos dicen: “¡Ese es Arturo Prat!”. La persona se va envejeciendo, algunos se enflaquecen, otros engordan.

¿Habías recibido críticas por tu trabajo alguna vez?
— Yo siempre he tenido críticas por mi trabajo, me decían que yo me había quedado pegado en el Renacimiento, pero nunca me habían dicho que hacía algo desproporcionado. Una crítica como la que me hicieron ahora me dolió. Fue doloroso, porque nunca lo había vivido. Pero lo tengo que aceptar, porque ese es el tipo de público al que me interesa llegar. A mí me sirve la gente que me critica, pero que vaya con ojo crítico serio, no que digan que está malo porque está malo no más. No quiero que se compadezcan de mí, lo único que pido es una opinión real.

¿Qué opinas de la carta que envió la Sociedad de Escultores de Chile, criticando el museo?
— A ellos yo no los quiero criticar, quiero que los critiquen cuando se inaugure y ellos vean el museo. Ahí los voy a atacar. Si me atacan tienen que tener fundamento. Ahora no voy a opinar de ellos. Todo el mundo comete errores. Ellos no me conocen a mí, pero les doy un saludo, nada más.

¿Cómo sobrellevaste las críticas?
— Nunca había sentido esto. Yo vi los matinales en la mañana, tomando desayuno con mi señora y vi que se estaban burlando de mi trabajo. Así lo noté yo. Muy negativo todo. A mí me comenzó a correr como una agua helada en la espalda, como una fatiga. Eso sentí. Todo lo que me ha costado hacer este trabajo y que te lo critiquen así, de un viaje, tan mal. Me dolió mucho. Me llegó.

¿Cuál fue su mayor miedo en ese momento?
— Yo vivo de ésto, imagínate que te vaya mal… Pensé que si a la gente no le gustaba mi trabajo me tendría que dedicar a otra cosa. Yo pensé: “Pucha, voy a tener que poner algún negocio”. La vida es así no más: dura. Es terrible pensar en eso, ¿a qué me dedico? Si yo nací para esto no más, no me siento capaz para hacer otra cosa.

¿Qué pensó de las cosas que decían en redes sociales?
— Eso es normal. ¡Critican hasta a Alexis Sánchez que es un campeón! Se burlan de él. Encuentro malo eso. En vez de tirarlo para arriba, lo tiran para abajo. Encuentro que hay que respetar a ese tipo de gente que es luchadora y da ejemplo. Imagínate, si se burlan de él, obvio que se van a reír de mí, que no soy nadie. Son duros y malos. Te tiran a partir por gusto no más. Hasta a mí me dan risa las cosas que ponen. Pero algunas me dan miedo, poco más y me amenazan.

¿Y qué es lo que siente ahora?
— Yo quiero que vean el museo. Vayan y véanlo. Véanlo para tener un recuerdo de nuestra gente, nada más. Todo el mundo quiere que le hagan un monumento. A los mismos jugadores de fútbol, cuando dicen: “A estos cabros hay que hacerles un monumento”. Lo que hago es un reconocimiento con el museo, algo bonito.

¿Cree que esas críticas afecten para futuros artistas que se quieran dedicar a la cera?
— Puede afectar, porque al que se tire a hacer este trabajo lo van a criticar demasiado si le queda malo. Lo van a tirar al horno.

Los malos comentarios que hubo en redes sociales también pueden servir como publicidad para que más gente vaya al museo. Como el dicho: “No hay mala publicidad”…
— Claro, como estrategia publicitaria podría resultar que la gente vaya en masa para allá, por morbosidad, por último. Pero va a durar poco tiempo si es así, porque la gente va a decir: “Ah, está horrible el museo”, y después nadie se va a acordar.

Después del Museo de Cera, ¿tiene más proyectos en mente?
— Estoy trabajando en animatronics. Estoy mezclando todo. En el animatronics tienes que dominar el plástico, fierro, articulaciones, goma, matricería, modelaje… todo. Yo creo que si Miguel Ángel estuviera vivo, estaría haciendo animatronics. Estoy haciendo personajes mitológicos, un centauro que mide más de dos metros de altura. Lo hago solo. Después va a venir un gigante. Lo que yo quiero es que se vean reales los movimientos. Ahí lo van a ver, la quiero romper con eso. Es importante que tenga buenas críticas en el museo para después conseguir auspiciadores, pero que sean críticas reales, que la gente sea verdadera.

¿Cuál es el aprendizaje que hay de toda esta situación?
— Te hace cambiar las perspectivas de todo. Respetar más a la gente, porque a veces uno es serio y no saluda a nadie, pero aquí yo veo a tanta gente que me ha saludado después de lo que pasó, que ni siquiera me conocen y me mandan buenas vibras. Yo tengo que hacer algo por esa gente algún día. Ya no luchas para ti ni tu familia, uno empieza a pensar qué más hacer para compensar a la gente.

¿Cree que algo cambió en usted?
— Sí. Me puse más sensible. Más tristón. En eso yo creo. En lo demás, sigo luchador. Pero ando más triste. Ya no ando prendido. Yo soy bien alegre pero ando así. Quiero ver qué va a pasar no más. En la noche uno no puede dormir, te pasas cualquier rollo. Yo tengo imaginación y voy viendo las cosas… Eso me pasa.

¿Qué le diría a toda esa gente que lo criticó y se burló de las figuras?
— Que me sigan criticando no más. Quiero que me critiquen. Incluso me gustaría que hubiera un cuaderno para que la gente escriba sus críticas del museo, pero que sean reales de lo que vean. Si me dicen: “Este está horrible”, yo lo voy a aceptar. Pero que lo vean, porque no se pueden guiar por fotografías. Yo quiero que la gente vaya. Es lo único que quiero y si no, tengo que dedicarme a otra cosa no más.

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