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17 de Junio de 2020

Héctor Romero, conductor de ambulancia Samu: “El paciente necesita sentirse querido”

Lleva 17 años en este trabajo. Hoy sólo está abocado al coronavirus. “Es un trabajo agotador. Pasas hambre, calor, frío. Pero es una vocación de servicio: trabajamos en una institución de emergencia y la gente sabe que si llama al 131, llegará la ambulancia. Tenemos que llegar”, dice.

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En los 17 años que lleva manejando una de las ambulancias del Samu, el técnico paramédico y ahora estudiante de enfermería Héctor Romero (52) ha vivido de todo: ha sido apuntado a la cabeza con pistolas, ha entrado a casas repletas de basura o ratones para hacer una reanimación, ha atendido accidentes de tránsito y víctimas de catástrofes, ha atravesado balaceras. Pero por estos días solo está abocado a esta emergencia sanitaria: no más paros cardíacos, accidentes de tránsito, traumas, solo el tema del virus. 

Ahora, dice, están trasladando alrededor de 10 pacientes positivos cada día, incluidos los traslados al aeropuerto cuando los pacientes son derivados a hospitales de regiones por falta de camas. Ahí, todo el protocolo lo hace el personal del Samu: sacar al paciente de la UCI, desconectarlo del oxígeno y de las vías, conectarlo en la ambulancia, llevarlo hasta el aeropuerto, subirlo al avión, llevarlo hasta la UCI de destino. Todo eso se puede demorar un día completo, un día en el que el personal pasa sólo con el desayuno en el estómago. “Es harto trabajo, un estrés parejo. Esto se desató de la noche a la mañana. Todos los pacientes pueden ser Covid. Mientras tú no tienes una claridad sobre la patología, te manejas en ese estrés. El otro día llegó un paciente a las 6 de la tarde y recién a las 4.30 de la mañana lo pudieron bajar de la ambulancia para que lo atendieran. Nosotros tenemos que estar con el paciente arriba todas esas horas, con frío, sin poder comer ni ir al baño. Es un trabajo agotador. Pasas hambre, calor, frío. Pero es una vocación de servicio: trabajamos en una institución de emergencia y la gente sabe que si llama al 131, llegará la ambulancia. Tenemos que llegar”, dice. 

“Es harto trabajo, un estrés parejo. Esto se desató de la noche a la mañana. Todos los pacientes pueden ser Covid. Mientras tú no tienes una claridad sobre la patología, te manejas en ese estrés

Héctor siempre quiso pertenecer al Samu. Le llamaba la atención de joven. En su casa, su esposa y sus tres hijos de 27, 16 y 2 años ya están acostumbrados a su trabajo y, además, están preparados para lo que venga. “Mi señora anda dos pasos delante de cada situación y está provista con cosas y comida para seis meses más. Tiene verduras, frutas, comida congelada. En a casa tenemos extintores, generadores de luz, máquina de agua. Tenemos un hijo con síndrome de Down y lo hacemos por él. Así, yo puedo estar tranquilo, ir y venir, llegar a mi casa a cualquier hora sin problema y hacer lo que necesite hacer”, cuenta. 

Duerme poco. Se acuesta todos los días a las 2 de la mañana y se levanta un poco antes de las 6. A las 7 ya está en su turno en el Samu. Su único miedo es contagiarse él. “Pero es un susto egoísta porque pienso que si me pasa, no voy a poder seguir haciendo lo que hago”, dice. Eso le preocupa. No poder seguir ayudando a otros. Y también, las condiciones en las que trabajan como equipo Samu: no tienen seguro de vida, tampoco un bono de riesgo como el que tienen las Fuerzas Armadas por esta contingencia. Ahora uno de sus paramédicos se infectó y entre ellos, estaban buscando dónde poder ser atendido. “Para un accidente de tránsito en julio: llega Carabineros con sus bototos, sus pantalones térmicos, su uniforme calientito. Nosotros de Samu, con pantalón, zapatillas y polera, eso es todo. Así, capeamos el frío; y el calor del verano. Generalmente mis compañeros tienen un segundo trabajo porque con lo que ganamos no alcanza para mantener a una familia. Nosotros hacemos la misma labor que Carabineros, con la diferencia que en vez de balas ponemos inyecciones. Es lamentable que para todo lo que necesitamos, hemos tenido que golpear la mesa, porque nosotros sí que somos la primera línea”, explica. 

“Generalmente mis compañeros tienen un segundo trabajo porque con lo que ganamos no alcanza para mantener a una familia. Nosotros hacemos la misma labor que Carabineros, con la diferencia que en vez de balas ponemos inyecciones. Es lamentable que para todo lo que necesitamos, hemos tenido que golpear la mesa, porque nosotros sí que somos la primera línea”

Lo que se le ha quedado más grabado de esta emergencia es ver cómo hombres grandes y fuertes se ven completamente debilitados por el virus. O ver que se despiden de familiares que después no vuelven a ver. Héctor les conversa, intenta que se sientan acompañados. “Lo que necesita un paciente es sentirse querido, que es tomado en cuenta”, dice él. Y añade: “Creo que esto le ha dejado a la gente una enseñanza. Tenemos que ver que lo más importante en la vida es el amor, el cariño, la comunicación, la piel, las personas. Vivimos tan ocupados que no nos damos cuenta cómo envejecen nuestros padres, cómo crecen nuestros hijos, vamos como caballos de carrera. Vivimos muy apurados y eso no nos deja tiempo para la importante”. 

“Tenemos que ver que lo más importante en la vida es el amor, el cariño, la comunicación, la piel, las personas. Vivimos tan ocupados que no nos damos cuenta cómo envejecen nuestros padres, cómo crecen nuestros hijos, vamos como caballos de carrera. Vivimos muy apurados y eso no nos deja tiempo para la importante”

Este texto es parte de la serie “Invisibles, pero fundamentales”. Puedes revisar el resto de los capítulos AQUÍ.

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