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Crédito: Agencia Uno

Entrevistas

27 de Julio de 2020

María Teresa Abusleme, socióloga: “Con la pandemia, perdimos el respeto a la experiencia de las personas mayores”

La académica señala que el principal problema de salud mental en los mayores de 60 años es la infantilización que la sociedad hace de ellos. Verlos sólo como “objetos de protección”. “Si a uno le dicen de manera permanente que es un ser que no sirve, obviamente me voy a mirar de esa forma”, explica.

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María Teresa Abusleme lo dice claro: “Con la pandemia perdimos el respeto a la experiencia que tienen las personas mayores. Los estados y organismos internacionales hicieron que los viéramos como objetos de protección, no como sujetos de derecho, donde valoramos su capacidad de tomar decisiones”. Sabe de lo que habla. Es socióloga, académica de la Universidad Católica y Máster en Gerontología y Atención Centrada en la Persona de la Universidad Internacional de Valencia. 

Según cifras del último Censo, el segmento de personas que tienen 60 años o más en Chile es superior a 2 millones, y representa un 16,2% de la población. La socióloga, quien en su carrera también pasó por el Ministerio de Salud y por el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), hace un análisis sobre la salud mental de estas personas en pandemia. Apunta a un deterioro, causado principalmente por la imagen negativa que la sociedad atribuye a la vejez. 

Socióloga María Teresa Abusleme – Registro Personal

¿A qué se refiere con “imagen negativa”?

– Cuando las personas idealizan la vejez como un problema o, por ejemplo, como una carga. Eso impacta por supuesto en la salud mental de las personas mayores. Como yo planteo siempre, si a uno le dicen de manera permanente que es un ser que no sirve, obviamente yo me voy a mirar de esa forma.

¿Cómo en pandemia se puede observar este fenómeno?

– Previo al coronavirus ya teníamos ese problema. Y éste mismo generó que ahora en la pandemia se mire como objeto de protección a las personas mayores. Hemos perdido de alguna manera esta idea de cuidarnos en conjunto. Lo que nos mostraban tanto los distintos estados como la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud era precisamente que los otros grupos etarios tenían que cuidar a las personas mayores. Los invisibilizamos, en el sentido que les daba a los más viejos para pensar: “Ellos nos cuidan a nosotros y así nos cuidamos entre todos”. Por ejemplo: no puedo plantear desde los organismos internacionales qué hay que enseñarles a las personas mayores a lavarse las manos. Ellos tienen una trayectoria de vida donde ya tienen la experiencia y han vivido más que nosotros.

“Cuando las personas idealizan la vejez como un problema o, por ejemplo, como una carga. Eso impacta por supuesto en la salud mental de las personas mayores. Como yo planteo siempre, si a uno le dicen de manera permanente que es un ser que no sirve, obviamente yo me voy a mirar de esa forma”.

Abusleme enmarca dentro de esta misma problemática, uno de los grandes conflictos que se han visto en el tiempo de cuarentena: “¿Por qué las personas de más de 75 años están obligadas a permanecer confinadas cuando ellos también tienen el derecho, por su dignidad, a decidir cómo hacen su vida? Hago la pregunta, sobre todo, por aquellas personas mayores que no tienen algún problema para tomar decisiones y que, por lo demás, son el 86% de ese segmento. Un 86% de personas mayores a 60 años, que son completamente autónomas y autovalentes”. 

ENCIERRO Y ANGUSTIA

En Chile hay tres principales enfermades que afectan la salud mental de adultos mayores, según menciona la investigadora de la UC: la depresión, los distintos tipos de demencias y los trastornos ansiosos. Sin embargo, ella tiene una crítica a la forma en que se detectan. “Hay un bajo conocimiento de las características particulares que tienen estos trastornos en personas mayores, porque ellos no tienen la misma sintomatología” explica Abusleme. 

Foto referencial – Agencia Uno

¿A qué se debe esto?

– Por ejemplo, con la depresión, si bien hay una garantía explícita en el sistema salud para tratarla desde los 15 años en adelante, hay una gran falencia para diagnosticarla. En vez de perder el ánimo, como ocurre en las otras edades, ellos pueden, por ejemplo, sentirse más enfermos, o solamente recluirse y quedarse en casa. Pasa lo mismo con la demencia, que afecta al 7% de las personas mayores en Chile. Tenemos una brecha en la capacitación en el personal sociosanitario, lo que provoca que se diagnostique alrededor del 10% de los casos efectivos, cuando en países desarrollados se alcanza niveles del 50%. 

 ¿Qué riesgos pueden tener estas enfermedades durante el encierro?

– Primero, es necesario señalar que ningún ser humano, a ninguna edad, es bueno para tolerar la incertidumbre. Por lo tanto, hoy vemos emociones exacerbadas, un bajo ánimo en general. Y nuevamente tendemos a infantilizar, no a pensar en las personas mayores como un igual sino como alguien a proteger. No validamos esos sentimientos que pueden ser a cualquier edad. 

“De hecho, los estudios sobre la realidad laboral de estas personas dan cuenta que ellos sienten que a partir de los 50 años ya son expulsados del mercado laboral, cuando hoy día una persona que cumple 60 puede vivir fácilmente hasta los 90 ó 95”, dice.

La académica agrega que, sumado a esto, “cuando las personas tienden a ver mas televisión y ven que quizás no sean sujetos de elección con relación a ventiladores mecánicos, etcétera, ven también más de cerca la muerte”. Dice que esto provoca que las personas “se comiencen a preocupar de cosas realmente importantes y así aumente su bienestar”, distinto de lo que se piensa masivamente. Aunque también, contrasta Abusleme, si el tema de la muerte no es bien trabajado, se pueden generar ciertos síndromes angustiosos. “A nivel occidental no trabajamos la muerte, no discutimos la muerte, y la muerte es parte de la vida. No hay vida sin muerte”. 

Foto referencial – Agencia Uno

PAÍS ENVEJECIDO

En Chile, la expectativa de vida al nacer se ha incrementado. De acuerdo con las proyecciones de población hechas en 2018 por del Instituto Nacional de Estadística, ésta sería de 77,9 años para hombres y 83,4 para mujeres, promediando entre ambos sexos 80,6 años. Abusleme sentencia: “Chile no es un país en envejecimiento, somos ya un país envejecido”. En relación con este aumento, la socióloga dice que “las personas quieren alargar también su vida productiva, porque en la medida en que seguimos siendo productivos, somos personas que seguimos siendo validadas”. 

¿Cómo se ve afectada esa intención de los mayores frente al fenómeno actual de pérdida de empleos y la precarización de éstos?

– El desafío de todos los países es que estos años que se están sumando de vida, sean años de vida con calidad. Vale decir, donde la persona pueda ser: autovalente, que haga las actividades de la vida diaria por cuenta propia; y autónomo, que tome las decisiones por sí mismo y se autogobierne. El no ser productivo hoy día te quita valor, entonces hay muchas personas mayores que hoy dicen “yo voy a trabajar porque quiero, aunque no lo necesite”. O también “yo trabajo porque necesito el dinero, porque tengo pensión baja. Pero, aunque tuviera una mejor pensión, seguiría trabajando”.

¿Con qué políticas se podría mejorar esta situación?

– Una de las mejores cosas que podemos hacer como país es entregar oportunidades para que la persona mayor pueda elegir si quiere jubilar o si quiere continuar trabajando, cosa que hoy en día no sucede. Con eso viene, justamente, la precarización laboral, porque las personas empiezan a trabajar de manera autodidacta o autoempleada. De hecho, los estudios sobre la realidad laboral de estas personas dan cuenta que ellos sienten que partir de los 50 años ya son expulsados del mercado laboral, cuando hoy día una persona que cumple 60 puede vivir fácilmente hasta los 90 ó 95. 

Señala que “previo a la pandemia teníamos una realidad de precarización del empleo, por lo mismo que te estoy planteando. Ahora, con la pandemia, tenemos una precarización aún mayor, además del aumento de la cesantía que viene arrastrada desde el estallido social del 18 de octubre”. 

RELACIONES SOCIALES

María Teresa Abusleme hace algunas aclaraciones respecto a cómo referirnos a las personas mayores. Por ejemplo, que “ya no se habla de ‘tercera edad’, porque esta refiere al rango entre los 60 y 75 años, y hoy en día tenemos muchas personas en la cuarta y en la quinta edad. Tampoco se usa el concepto de ‘anciano’, porque en la mirada social, el anciano es aquella persona muy mayor y con mucha enfermedad”. Dice que el término mandante, según la Convención Interamericana de Derechos de las Personas Mayores, es precisamente “persona mayor”, porque ésta “le vuelve a entregar el concepto de persona y neutraliza la imagen negativa de la vejez”. 

Foto referencial – Agencia Uno

¿Qué recomendaciones da para mantener una buena salud mental en la vejez?

– Ha habido varias iniciativas rescatables de acompañamiento. Por ejemplo, lo que esta haciendo el Senama: a través de contactos telefónicos, prioriza la seguridad y ayuda a bajar ciertos niveles de ansiedad que se pueden generar. Eso sí, un factor clave en estos acompañamientos es preguntar “¿Qué es lo que usted necesita?” como pregunta abierta y no direccionarla respecto de las ayudas con las compras, hablar con sus nietos, la ayuda con medicamentos. Hay que preguntarles sin invadir y realmente escucharlos. Por otra parte, municipalidades como La Pintana también han generado instancias semanales por Zoom donde las personas mayores se conectan, ayudados por sus nietos o hijos y se acompañan entre sí. Se da un espacio de intergeneracionalidad y de contención familiar importante. 

¿Tienen mucha relevancia en este contexto las relaciones sociales?

– Claro, porque la imagen negativa de la vejez genera que la persona se quede cada vez más en casa, se aísle y vaya perdiendo sus redes. Lo que esta infantilización provoca es que las personas pierdan la capacidad de estar y de relacionarse con otros. Si yo me siento un estorbo no pensaría en que puedo salir, qué puedo aportar y hacer otras cosas. Pero está comprobado que en la medida que nosotros tenemos más relaciones sociales, nuestra calidad de vida es mejor y vivimos más. 

La imagen negativa de la vejez genera que la persona se quede cada vez más en casa, se aísle y vaya perdiendo sus redes. Lo que esta infantilización provoca es que las personas pierdan la capacidad de estar y de relacionarse con otros”, dice Abusleme.

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