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Entrevistas

2 de Septiembre de 2020

Iván Jaksic entra a la contingencia: “Es importante condenar abiertamente la violencia; y legitimar la desobediencia civil y las protestas pacíficas”

Foto: Academia Chilena de la Lengua

Hace poco más de una semana fue galardonado con el Premio Nacional de Historia 2020. Dice que aún no ha tenido tiempo de celebrar, pero sí de recordar a sus maestros y experiencias que marcaron su vida personal y académica. Aquí, reflexiona sobre la importancia del pasado para comprender el presente. Y eso hace en esta entrevista: mirar la movida tierra de la actualidad.

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Han sido días agitados para Iván Jaksic. Desde que le notificaron el premio, no ha parado de recibir llamados de sus amigos, la familia y la prensa. Pero durante esta entrevista, el historiador encuentra el tiempo para aceptar el desafío propuesto: entrar a la tierra caliente de la contingencia y reflexionar sobre la importancia de la historia para comprender situaciones actuales como el estallido social, la pandemia y el proceso constituyente.

También recuerda algunos episodios de su pasado. Cuenta que su padre quería otro futuro para él. Deseaba que aprendiera un oficio y por eso lo impulsó a realizar sus estudios secundarios en la Escuela Industrial Superior de Puente Alto, donde estudió Mecánica Industrial y durante dos años fue dirigente del Centro de Alumnos del establecimiento y delegado de la federación nacional de estudiantes industriales. “Fue ahí cuando mi motivación dejó de ser principalmente lo que había destinado mi padre, la mecánica, y pasó a ser algo más político y filosófico”, dice.

En 1968, durante el gobierno de Frei Montalva, se hizo una reforma educacional que le permitía a los egresados de la enseñanza industrial postular a las universidades tradicionales. Esto le permitió entrar a estudiar Filosofía en la Universidad de Chile tres años después. Uno de los episodios que mejor recuerda como estudiante fue cuando estaba en una cátedra y podía ver por la ventana a otros estudiantes gritando consignas y agitando banderas en el patio. Dentro del aula, él pensaba: “¿Qué lugar tiene la reflexión en un ambiente tan tensionado como éste?”.

Tuvo como maestros a los filósofos Juan Ribano, Humberto Giannini y Gastón Gómez Lasa. “Eran personas admirables que enseñaban la importancia de reflexionar pese a estar en un ambiente tan conflictivo. Ahí me di cuenta que eso es lo que yo quería hacer de por vida”, cuenta. Sus profesores, dice, dejaron una huella profunda en su formación intelectual y más tarde en su carrera como docente. Ahora es presidente del Consejo Académico del Centro de Historia Política de la Universidad Adolfo Ibáñez y académico de la Universidad de Stanford en Estados Unidos.

Foto: Carolina González

Su pasión por la historia nació una vez que abandonó el país por la dictadura y la persecución contra el entonces Instituto Pedagógico. Ahí comenzó, como él dice, un terremoto político que repercutió en sus idas y vueltas del país. Mientras estuvo afuera, primero en Argentina y luego en Estados Unidos, trabajó en distintas cosas para financiar su educación en el extranjero: fue mecánico, carpintero, descargó vagones de trenes y limpió casas. La adversidad lo inspiró a querer conocer los orígenes de ese sismo que lo obligaba a mantenerse fuera de su propio país.

“Después del golpe, la pregunta por el qué pasó antes y cómo eso transformaba mi vida en aquel momento pasó a ser algo vital para mí. Quise saber más de la historia y dedicarme a ella”, dice. Ese pensamiento lo impulsó a hacer un doctorado en Historia en la Universidad Estatal de Nueva York, en Buffalo, y se interesó en estudiar la política contemporánea desde la historia. Esta le permitía buscar las conexiones entre pasado y presente, una práctica que sigue considerando fundamental hasta hoy. 

“Después del golpe, la pregunta por el qué pasó antes y cómo eso transformaba mi vida en aquel momento pasó a ser algo vital para mí. Quise saber más de la historia y dedicarme a ella”.

¿De qué manera el rescate de la historia podría ayudar a enfrentar situaciones actuales?

-Tradicionalmente, la historia intelectual ha estado marcada por las inteligencias de héroes y personas excepcionales. Pero hay que cambiar el enfoque y verlo como una plataforma desde la cual personas talentosas piensan su país en temas culturales, instituciones y política. Eso es relevante, porque estamos en una situación donde hay que repensar el papel de las instituciones, los partidos políticos, la calidad de la democracia, pero con un peso teórico mayor.

 ¿En qué radica la importancia de ese cambio?

-Hoy en día hay tanta incertidumbre y nos hace falta pensar juntos todos estos temas. La historia a uno le ayuda y yo confío en que nos motive ahora, que se está abriendo la necesidad de un nuevo consenso. Es importante condenar abiertamente la violencia; y legitimar la desobediencia civil y las protestas pacíficas, porque lo que viene después de la pandemia va a ser probablemente un resurgimiento de las protestas y mientras sean pacíficas, bienvenidas, porque en eso consiste una democracia. 

 ¿Cómo ayudaría esa nueva perspectiva?

-Ayudaría a ver cómo repensar una relación que ahora está tensa, como la del Congreso que ahora está fragmentado y con muchas tensiones, un Ejecutivo que se ve muy aislado, un aparato judicial que está teniendo cada vez más injerencia en temas constitucionales o políticos. Estas tres ramas del estado necesitan estar en equilibrio y ahora están fuera de cauce.

“Es importante condenar abiertamente la violencia; y legitimar la desobediencia civil y las protestas pacíficas, porque lo que viene después de la pandemia va a ser probablemente un resurgimiento de las protestas y mientras sean pacíficas, bienvenidas, porque en eso consiste una democracia”. 

 ¿En qué hechos se puede apreciar esa tensión?

-El Congreso está más preocupado de cargar contra el Ejecutivo más que pensar en el bien nacional. Se aprecia en la fragmentación y en la falta de consenso. Aunque creo que los acuerdos de noviembre fueron una señal esperanzadora al entrar a una discusión en torno a si queremos una nueva Constitución. Ahí hubo un acuerdo, pero lo que ha caracterizado la relación entre los poderes del estado ha sido más bien la tensión y la disputa antes que la búsqueda de soluciones.

Para Andrés Bello, a quien usted ha estudiado en profundidad, la calidad de las instituciones es un tema fundamental… ¿Cree que debería mejorar?

-Es necesario hacer reformas importantes para obtener una mayor transparencia de las instituciones y los partidos políticos. Toda la corrupción no ha sido lo más importante ahora porque estamos lidiando con la pandemia y otros problemas. Por ejemplo, la reforma de Carabineros o Fuerzas Armadas después de toda la corrupción que ahora sabemos que existía. Los procesos que se le han hecho a las autoridades son pasos importantes, pero tenemos que llegar al fondo del problema: ¿Por qué la Contraloría no podía intervenir en sus gastos? En el siglo XIX lo importante era crear las instituciones, ahora hay que mejorarlas y devolverle su prestigio a la política, el Congreso y la Presidencia misma. 

El Congreso está más preocupado de cargar contra el Ejecutivo más que pensar en el bien nacional. Se aprecia en la fragmentación y en la falta de consenso. Aunque creo que los acuerdos de noviembre fueron una señal esperanzadora al entrar a una discusión en torno a si queremos una nueva Constitución”.

EL PRESENTE BAJO LA LUPA DE LA HISTORIA

¿Cree que el estallido social tuvo un origen filosófico?

-Hubo un profundo sentido de que merecemos algo más, que es justo tener una buena educación y una pensión digna. Estos son temas profundamente democráticos y ligados a otros movimientos sociales de la historia del país. Hay una inspiración filosófica detrás, pero ésta se hace trizas cuando, en lugar de protestar pacíficamente, quieres echar abajo un monumento porque sí, apedrear o dañar la calidad de vida de tus vecinos. Eso ya deja de ser filosófico, se transforma en mera violencia y es contraproducente, porque afecta a los más pobres como en el caso de los ataques a los medios de transporte. Es necesario hacer una división: el estallido social tiene una parte legítima, pero otra que no lo es. 

Foto: Archivo The Clinic

¿Qué enseñanzas de la historia cree que ahora se pueden aplicar en la etapa del proceso constituyente?

-Si se aprueba seguir el camino de una nueva Constitución ahí viene un diálogo donde será muy importante la parte histórica e intelectual, quiénes participan, cómo se incorporan los derechos sociales dentro de la Constitución y todos los equilibrios que son necesarios para que ésta sea legítima. La historia nos aporta mucho al enseñarnos que las constituciones tienen que reflejar grandes consensos. Por ejemplo, la Constitución de Venezuela si tú la lees es maravillosa, así como la de Colombia, incorporan muchos derechos sociales, pero después viene la pregunta de cómo los implementas y financias. 

¿Cómo cree que el gobierno ha enfrentado los problemas sociales derivados de la pandemia? 

-Han surgido muchos aportes que no necesariamente son escuchados. El Instituto de Chile, por ejemplo, ha intentado tener un diálogo. Promueven el tema de la transparencia de los datos y cómo explicar la situación en términos no tan técnicos. Esa voluntad la veo por parte del mundo académico, institucional, en algunos ministros también, pero tiene que haber más de eso. Eso nos preocupa en la Academia Chilena de la Lengua: ¿cómo se comunica? ¿cuáles son las palabras apropiadas? Hay muchas que tienen que ver con la pandemia y es necesario hacer distinciones importantes que la gente necesita conocer. 

“La historia nos aporta mucho al enseñarnos que las constituciones tienen que reflejar grandes consensos. Por ejemplo, la Constitución de Venezuela si tú la lees es maravillosa, así como la de Colombia, incorporan muchos derechos sociales, pero después viene la pregunta de cómo los implementas y financias”.

EL PAPEL DEL PENSAMIENTO NACIONAL

¿Cuál cree que es el rol que debería jugar la intelectualidad en la discusión política actual?

-Tenemos intelectuales de peso que hacen un aporte, pero son sólo la punta del iceberg. Hay una comunidad detrás mucho más amplia que podría estar involucrada. Se debe hacer el esfuerzo de dialogar. Quiero hacer hincapié tanto en la responsabilidad nuestra como en la de los medios. En Chile, hemos tenido demasiada farándula y opinología en lugar de un énfasis genuino de parte de los medios para involucrar a los intelectuales y crear espacios donde haya discusiones de alto nivel. A veces, hay una buena cobertura de un bestseller internacional, pero necesitamos más reflexión sobre el pensamiento local. Hemos pecado en no reconocer el aporte de nuestros intelectuales.

Foto: Archivo The Clinic

¿Qué impacto podría tener ese reconocimiento en el debate público?

-Sirve para elevar la discusión. Hay que hablar de temas históricos, cómo se resolvieron problemas antes, cuáles son los objetivos. Leer un poco más a algunos clásicos no vendría mal. Para el proceso constituyente, se podrían ver ejemplos en la historia europea, historia latinoamericana o al menos hablar de nuestro país y ver cuáles han sido nuestras coyunturas. También hace falta claridad. Por ejemplo, en las entrevistas entre políticos e intelectuales hay una demanda por claridad porque hay un lenguaje algo ajeno a lo que escucha la gente día a día. Es clave para poder generar un diálogo, porque siempre se debe pensar que hay un público que debe entender lo que se dice. 

“En Chile, hemos tenido demasiada farándula y opinología en lugar de un énfasis genuino de parte de los medios para involucrar a los intelectuales y crear espacios donde haya discusiones de alto nivel. A veces, hay una buena cobertura de un bestseller internacional, pero necesitamos más reflexión sobre el pensamiento local. Hemos pecado en no reconocer el aporte de nuestros intelectuales”.

¿Cuál es el aporte concreto que pueden hacer las humanidades a la sociedad actual?

-Los individuos en toda la historia tenemos diferentes niveles de pertenencia en una familia, un barrio, un país… Se puede llegar muy lejos cuando vemos que nuestra experiencia es una historia o ha sido relatada con imaginación, creatividad a través de poesía o la literatura. Es útil para la empatía: ponerse en lugar de otro, sufrir por otro y ver cómo se supera el dolor. Creo que eso es lo que nos hace falta. 

Considerando los efectos de la pandemia durante los últimos meses, ¿cree que ese sentido de pertenencia se conserva ahora?

-Puede que el sufrimiento colectivo lo haya cambiado. Nos hacía falta un remezón para replantearnos las cosas. Hemos sentido mucho la ausencia del prójimo y del vínculo social, de modo que el regreso a la normalidad puede que ya esté trabajando en nuestras mentes de forma que abordemos los problemas con un poquito menos de tensión y un poco más de empatía. Espero que los golpes y lo duro que ha sido todo esto nos haga volver a recuperarnos como país y reconstituir los lazos sociales de forma sensata.

“Se puede llegar muy lejos cuando vemos que nuestra experiencia es una historia o ha sido relatada con imaginación, creatividad a través de poesía o la literatura. Es útil para la empatía: ponerse en lugar de otro, sufrir por otro y ver cómo se supera el dolor. Creo que eso es lo que nos hace falta”. 

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