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Entrevista Canalla

29 de Enero de 2021

Marcelo Lagos, el geógrafo de Chile: “La Tierra no necesita a los humanos”

El mediático científico detalla cómo vivió el error de la ONEMI y se refiere a las consecuencias de lo ocurrido. Habla de la preparación de los chilenos, de su excesiva preparación personal ante una catástrofe. Y también filosofa en torno a la Tierra.

Por

El día del tsunami imaginario, él se hallaba en su casa, en la precordillera, preparando un plato de comida vulgar. Un plato de sábado, sin estridencias, tal vez la proteína y la ensalada, algo decorado con tomate orgánico, el menú de un flaco, y entonces escuchó un grito, una voz ligeramente atónica.

-AArg… -escuchó algo así, un lamento sin predicado.

Ahí, él, Marcelo Lagos, el geógrafo, el docente, el Director del Laboratorio de Investigación de Tsunami de la Universidad Católica, el rostro barbudo de la sismología, este chileno que vive en estado de alerta, se puso de pie.

-Alguien del Grupo está conmovido- pensó.

Marcelo Lagos, detectamos, le dice Grupo, o bien, El Grupo, a su familia nuclear. Ahí supo que un integrante del Grupo había recibido el mensaje. La falsa alarma. El llamado a correr, a esparcirse, a arrancar de lo que fuera, de un oleaje, del virus que asolaba monstruosamente las costas.

Tenemos entendido que en ese instante el geógrafo suspiró. 

Y luego dijo, manos en jarra, mirando violentamente el firmamento: “Okey”. 

Se puso de pie y calibró la chance de un desastre. No sintió nada. Esnifó el aire: no había aroma a tragedia.

-Bueno -recuerda en estos momentos, aliviado, luciendo un look de profesor moderno, la camisa entreabierta, un bluyín ajustado a sus huesos-, a mí no me llegó el mensaje.

-¿Qué teléfono tiene?

-Uno normal.

-¿Qué hizo en ese instante?

-Prendí el computador. Busqué información.

-¿Qué intuía?

Con modestia lo afirma:

-Era un error.

Calma, calma, calma

Marcelo Lagos, esa noche, en medio de la histeria, también atendió el teléfono. Lo llamaban de TVN, le exigían una reacción.

-¿Qué pasa, Marcelo?

-Calma. Estoy cachando.

“Sí -afirma, tajante- tengo mi mochila de emergencia a mano”.

Marcelo Lagos tenía que meditar una reacción. Él, digamos, intuía una reacción, una respuesta al público, pero no tenía los datos exactos. Lo que ocurre es que esto sucedió un sábado, al anochecer, en el horario del encuentro de la familia, y Marcelo Lagos, pese a que en televisión figura como un inagotable analista de catástrofes, es también una persona. Un sábado a las 21 horas, él simplemente es un ser humano de 48 años que tiene tres hijos. Un padre de familia que ama el cine complejo y la paz interior. Y las bicicletas. Y la música con argumento. Y explorar con el Grupo por zonas empinadas. De manera que en ese momento estaba medio taciturno, en un formato de papá. Es decir, justo estaba en un estado de cordura cuando la ONEMI hizo el loco. 

Aún así, como el deber siempre es imperativo y como el horror no regula sus horarios, Marcelo Lagos ese sábado se activó y le avisó a Chile, formalmente, en mitad del noticiero, que no pasaba nada.

-Es un error, es un error -insistió en TVN.

Calma, calma, calma.

Repito: es un error.

Por favor, no salir corriendo con destino a la nada.

-Es un error inaceptable -afirma ahora.

Un error que permitirá reconsiderar el futuro, un error costoso, ridículo. Fue, sí, un aliciente para memes, una vergüenza internacional, insiste. Pero, en todo caso, agrega, ha sido UN error, una pifia en un historial de varios aciertos.

Las cifras reportan un salvavidas para la empresa tecnológica Globalsystem, la encargada de las alertas: han estado presentes en cincuenta incidentes y no parecían tener errores.  

-¿Y cuánto es el precio que se paga a esa empresa de tecnología? 

-Me parece que como 400 millones al mes.

-¿Cree que se abrirá una licitación después de esto?

-Es muy probable. Pero aquí hay un tema interesante. Es nuestra relación con la tecnología. Está muy bien la tecnología, claro, permite, por ejemplo, que la gente se comunique remotamente, pero, a ver, tampoco es la solución a todos los problemas.  

-¿Cree que no se puede confiar cien por ciento en la tecnología?

-Creo que no.

-¿Cuál fue en verdad el error ese sábado 23 de enero?

“Nuestro modo de vida cambió el 27F”.

-El sistema de predicción de tsunamis divide a Chile en 21 bloques. Con cada bloque, en base a su currículum sísmico, se hacen simulaciones de tsunamis para ver cómo reacciona el sistema. Y justo el bloque 18, el que correspondía a la Antártica, nunca se había tenido la oportunidad de probar en un modelaje.

-¿Por qué?

-Tal vez porque parecía más improbable que ocurrieran allí muchos sismos…

-Hasta ahora…

-Claro..

Y ya sabemos.

Se expandió el estrés a todo Chile. 

El Director de la ONEMI dijo que fue un error del sistema.

Se comparó al Director de la ONEMI, o a funcionarios de la ONEMI, con Homero Simpson, un Simpson francamente estresado, dubitativo, que elegía al azar un botón. 

El botón de la alarma.

-¿Vio a la gente correr, Marcelo?

-No, la verdad no.

-¿No quiso ver eso?

-No, es que no tengo tele. No pude ver nada. Pero algo supe.

No tiene televisión, ni Facebook, ni nada. No pudo captar las imágenes de chilenos ansiosos por sobrevivir. 

El reportero le cuenta: 

-Los veraneantes corrían, se daban codazos…

-¿Sí?

-Codazos, señor -exageramos- y vi camionetas acelerando hacia la punta del cerro…

-Ya… ya… -es un monosílabo característico en Marcelo Lagos. Un “ya” como de alemán en tecla de tensión, de sorpresa. 

-Vi gente que acampaba en las alturas… aún cuando se sabía que era un error, gente desconfiando de todos, de cualquier versión. Por varias horas, no existió la verdad…

Marcelo Lagos murmura, para sí:

-El espanto.

-El espanto -corroboramos.

-Lo lamento…

-¿Por qué nos pasa esto? ¿Por qué sufrimos tanto?

-En el caso concreto de lo ocurrido, mira, esto se debe a nuestra trayectoria sísmica. Nuestro modo de vida cambió el 27F.

-¿Cómo?

-Estamos en un país con antecedentes. De manera que si te llega un mensaje alarmista, si suena una chicharra, si pasan esas cosas, no me cabe duda que se arma un cóctel que te está diciendo: corre por tu vida.

Ese sábado, Marcelo no corrió por su vida, él estaba a salvo, él únicamente se instaló en sus bototos y detectó que era un movimiento telúrico llamado intraplaca. Un remezón menor. Un remezón que no le pone la piel de gallina a un geógrafo que ha estado recogiendo escombros en Colombia. Que ha estado en Japón husmeando terremotos. Un chileno que ha viajado por el planeta enfrentándose a las placas tectónicas.

-¿Usted, de estar allí, habría entendido el mensaje?

-¿Cómo?

-El mensaje que se disparó y que decía…

ESTADO DE PRECAUCIÓN. ONEMI ESTABLECE ABANDONAR ZONA DE PLAYA. DISTANCIESE POR COVID-19.

-No era un buen mensaje, claramente- se ofusca el Director del Laboratorio de Investigación de Tsunami de la Universidad Católica.

Hubo personas, le apunta el reportero, que, a raíz de esa enigmática alusión al virus, imaginaron que el Covid-19 se transformaba en un monstruo y atacaba ferozmente a la población. Y que la ONEMI, angustiada, recomendaba “distanciese por Covid-19”. Marcelo admite, otra vez:

-… el uso del lenguaje fue un desastre…

-Y, en estricto rigor, la orden apuntaba a alejarse de una playa ubicada en… la Antártica…

-¡Pero claro! ¡Eso está correcto!

-¿Hay playas en la Antártica?

-¡Por supuesto! No todas las playas tienen que ser con sol y piña colada. 

-¿Y cómo son las playas de la Antártica?

-Deben ser estupendas. Pero distintas. 

-¿Se va a potenciar el turismo polar?

-Bueno, es que hay playas con líquenes, con arena, hay de todo tipo de playas en el mundo.

-¿Y usted, de haber estado allí, ese sábado, digo, en el borde costero de Chile…?

-Yo qué…

-¿Habría corrido para salvar su vida?

-Probablemente, claro. Me habría alejado de la playa que era lo requerido -responde calmadamente el rostro nacional de los tsunamis.

Aunque el reportero tiene la sensación de que Marcelo Lagos se está aguantando una carcajada.

Somos parásitos

Opina que el chileno, en todo caso, y si nos forzamos a mirar una perspectiva positiva de lo ocurrido, sabe evacuar. Está apto para salir disparado. En otros lugares no lo saben hacer.

-En México no corren -asegura.

-En Ecuador no corren -agrega.

-En Chile se corre -concluye, orgulloso.

En su caso personal, a la hora de un sismo, o de una catástrofe, Marcelo Lagos afirma que está preparado. Además de sus conocimientos como científico, Marcelo cumple con todos los protocolos.

-Nos juntamos con el Grupo en un punto ya determinado.

-¿Qué más hace?

-Tenemos en ese punto alimentos. Y líquido.

-¿Tiene algo más?

-Sí -afirma, tajante- tengo mi mochila de emergencia a mano.

En su mochila hay agua, una radio a pilas, cuerdas, una muda de ropa, un cortaplumas y un pito. ¿Cómo? Un pito con sonido para, en una situación extrema, alertar a otras personas. 

-¿Dónde está esa mochila?

-La llevo siempre conmigo. Está en mi auto. No sé, es una tontera mía.

-Lo felicito. Es un ejemplo.

-Además, junto con el Grupo, una vez al año organizamos el llamado Día de la Simulación.

-¿En qué consiste?

-Nos vamos a cualquier lugar y simulamos que estamos sobreviviendo por una noche.

-¿Al Grupo le gusta esta actividad?

-A todo el Grupo le encanta. La hacemos muy amena. 

“Está muy bien la tecnología, claro, permite, por ejemplo, que la gente se comunique remotamente, pero, a ver, tampoco es la solución a todos los problemas”. 

Las situaciones del Día de la Simulación son variadas: pueden alojar al aire libre, cubiertos por una sábana, o todo el Grupo se radica por una noche en el auto y sobreviven apiñados. Y si los transeúntes los miran asombrados, a ellos le da igual porque se están preparando para un fenómeno inimaginable.

-Chile está destinado a que en algún momento venga un sismo grande -anuncia impertérrito.

Hace una pausa.

-Pero -prosigue-, más allá de estas conductas, hay que apuntar al fondo del problema. El problema está en la planificación urbana, en la pobreza, en la desigualdad.

Lo señala sin pretensiones ideológicas: a Marcelo, en estos días, se le han acercado toda clase de partidos políticos para ofrecerle cargos.

-A todos les dije que no. Pastelero a tus pasteles.

Y dice: “Hay que evitar las medidas cosméticas”. Y la voz ahora le sale distinta, como anunciando un mensaje mayor:

-Y también es un error creer que podemos controlar la naturaleza…

Marcelo se queda pensativo.

-¿La naturaleza es superior al hombre, Marcelo?

-Nosotros somos los parásitos.

-¿Y ellos?- pregunta enigmáticamente el reportero.

-La Tierra no nos necesita, no necesita a los humanos -continúa Marcelo.

-¿Y si desaparecen los humanos?

-Si desaparecen los humanos te aseguro que la Tierra no sufrirá un efecto post traumático.

-¿Qué ocurriría?

-La Tierra se sanaría.

-¿Y cómo sería la Tierra sin las personas?

-La Tierra sin las personas sería el Edén.

Respira un poco.

-¿Pero sabes? Yo soy un utópico…

-¿Qué significa eso?

-Hay luz al final del túnel, amigo.

-¿Usted cree?

-Lo creo.

-¿Usted cree en los humanos?

Y, tras los anteojos, se le abren los ojos. Sonríe levemente. Sus ojos delatan que cree en la vida. Cree que los sismos, los tsunamis, las catástrofes, el horror, la maldad, la paz y hasta los errores, todo también es parte de estar aquí. Hay que aguantar. Hay que seguir. 

-Uf… mira… yo creo en los humanos… -dice convencido al despedirse, seriamente, mirando hacia afuera. Poniendo los ojos en la naturaleza. Y sin temblar. 


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