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Entrevistas

31 de Diciembre de 2021

Smiljan Radic, arquitecto: “El espacio público hoy es un campo minado, con pequeñas bombas por todas partes”

La imagen muestra a Smiljan Radic sentado Patricio Vera

Intentar entrar a la mente de este arquitecto es darse cuenta de que allí todo está conectado, que no existen generalidades y que partir de un punto A para llegar a uno Z puede ser increíblemente aburrido. Escurridizo a ratos, en conversación con The Clinic Radic dice que en Chile el determinismo es casi una ideología, que “crear una nostalgia del futuro es la tarea que debería tomar Boric” y que, más allá si esto afecta su trabajo o no, “lo único importante son las instituciones y no los edificios”.

Por

Para entrar a la sala hay que cruzar un telón negro que cubre la entrada. Adentro, varios mesones de madera ubicados de forma paralela unos respecto de otros permiten que los visitantes hagan su recorrido en la dirección que deseen. Casi en zigzag.

Se trata de la exposición “40 años, 40 siglos: Cosas que cuentan” en el Museo Chileno de Arte Precolombino, que reúne piezas emblemáticas del museo con otras que no habían sido exhibidas. Todas presentadas en un orden aleatorio. Todas también protegidas por un cilindro de vidrio que les da un aura especial, pero que, a la vez están al alcance de la mano de los visitantes.

“La idea era que uno pudiera recorrer esto con una cierta flexibilidad de recorrido, con una dispersión, de maneras de ver la exposición, con una especie de no linealidad que es lo que es más o menos normal en una exposición”, cuenta Smiljan Radic (56), quien hizo, junto al diseñador Gonzalo Puga, la museografía de la misma.

Crédito: Amanda Marton.
Crédito: Amanda Marton
Crédito: Amanda Marton.

Pero ese zigzag también es característico del pensamiento de Radic, premiado arquitecto chileno, autor de, entre tantas otras obras, el Teatro Regional del Biobío, la Casa para el Poema del Ángulo Recto, el restaurante Mestizo y la sala cultural Nave.

Conocido por eludir las entrevistas, Radic aceptó recibir a The Clinic en su oficina, días después de las elecciones presidenciales. Ahí, se sentó en una poltrona negra al lado de una ventana que daba al cerro San Cristóbal. A ese paisaje acudió muchas veces a lo largo de la conversación, para reflexionar antes de contestar a las preguntas.

El diálogo fue largo y siguió su flujo de pensamiento. El lector se dará cuenta de que, en más de una oportunidad, Radic regresa a un concepto que dijo al principio, o en la mitad de la conversación. Y también en más de una ocasión expresa su extrañeza con una pregunta o afirma, modesto, que no sabe cómo contestar. Aunque sí lo sepa.

Parte, por ejemplo, con este comentario sobre el recorrido de la exposición: “Es como la vida real, que extrapola generalidades y es, obviamente, más sobre incertezas que cualquier otra cosa. ¿Cómo explicarlo? Yo creo que uno tiene que tener una mentalidad lo suficientemente flexible para navegar en esas incertezas. La certeza por incertidumbre es un agrado intelectual porque te permite divagar con más libertad”.

Luego, avanza hacia metáforas, ideas, su vida actual, el espacio público y lo político.

-Entre los muchos mensajes que hay en las paredes de la exposición, hay uno que dice “Juego de identidades: nuestras identidades son dinámicas, los contextos y las situaciones nos van cambiando”. ¿Qué piensa acerca de las identidades?

Creo que en algunos casos sí, pasa eso, en otros no. Casi no tengo reglas generales y además no me interesa tener como una cierta caja cerrada en la cual moverme. Lo peor, yo creo, es ser determinista, eso me produce angustia…

-¿Por qué el determinismo lo angustia?

-Ah, porque en términos reales tiene cierta jerarquía: tú partes de A y terminas en Z, sabiendo que la Z es un fantasma y la A es una especie de suerte, ¿te fijas? Entonces, llegar de un punto a otro no tiene ningún interés tampoco, no es vital. En términos reales hay una idea del determinismo como ideología y en Chile hay mucho de eso. Se admite poco el error, se admite poco la idea de poder equivocarse, se admite poco la idea de poder extraviarse, entonces, en ese sentido, creo que no es muy lógico.

Crédito: Amanda Marton.

-Eso pareciera estar muy conectado con su arquitectura, en particular con lo experimental y las “construcciones frágiles”, que aparentan ser así, pero que en realidad son muy fuertes.

Sí… Ese es un término es muy lindo porque apareció en un momento que yo quería traer a mis amigos de Europa que vinieran a Chile y siempre cuento esto porque es importante. Mi idea era ¿qué les muestro? Y aparecieron estas construcciones frágiles que son construcciones que cumplen con unas condiciones que son a mi modo de ver muy chilenas y después me he dado cuenta de que están en Rusia, que estuvieron en Italia en los años 70, que han recorrido el mundo en distintos tiempos, de manera muy normal. Son construcciones que por un lado no tienen fundaciones, que no hacen daños, no excavan. No tienen raíces, no corresponden a una arquitectura vernácula, generalmente actúan con objetos encontrados, con objetivos probados, lo cual hace como que es una historia efímera y también es muy linda la sensación de que responden a una sola persona que las desarrolla. En rigor a mí ellas me han servido como puntos de partida, pero no como puntos de llegada. No son cosas que yo quiera imitar porque sería una cierta impostura, sería forzado. Es algo que yo siempre lo he tenido claro, pero son como esos fantasmas que siempre te rondan…

-Pensando en eso: ¿Le gusta echar raíces?

-Mmm, tenemos sitio. Yo creo que los lugares normalmente están asociados a tiempos. Tú te acuerdas de la casa que estuviste en tu infancia, en tal barrio, o la casa de campo o en la montaña y la asocias un tiempo determinado de tu vida, ese tiempo determinado a veces se prolonga durante toda la vida, pero otras veces no. La raíz es la raíz del momento que tú viviste bien en ese lugar, pero no tiene que ver con una continuidad temporal eterna. A nosotros nos ha tocado como familia vender y comprar y hacer casas por nuestra cuenta, autoconstrucciones muchas, y las hemos abandonado sin ningún problema porque corresponden a momentos determinados y no ha habido nunca un trauma. A diferencia de, por ejemplo, en Europa, donde el tipo que instala un bar, instala el bar por toda su vida. Ahí hay otras maneras de reconocer el espacio público, el espacio propio, la inversión del lugar.

En términos reales hay una idea del determinismo como ideología y en Chile hay mucho de eso. Se admite poco el error, se admite poco la idea de poder equivocarse, se admite poco la idea de poder extraviarse, entonces, en ese sentido, creo que no es muy lógico.

-Y actualmente, ¿en qué momento se encuentras en su vida?

-Profesionalmente es la mejor etapa, porque ya ha pasado mucho tiempo de construcción, o sea, uno acumula cierta experiencia importante y eso te hace responder muy fácilmente y muy rápidamente a los problemas. Entonces algo que antes uno solucionaba en un año, ahora se soluciona en una semana y los tiempos son así de cortos. Entonces, en cierta medida te deja tiempo para hacer otras cosas o para querer tener más trabajo. A mí me deja tiempos para querer hacer otras cosas. Y eso es nada más porque ya tengo cierta experiencia acumulada: o si no, no lo podría hacer.

-¿Y personalmente?

-No sé, es rara la pregunta, porque en realidad en términos personales uno vive nomás, no creo que haya mucha racionalidad en ello. Pero estos dos últimos años han sido muy buenos porque pudimos pasar la pandemia bien, fuimos privilegiados en ese sentido, y porque me evitó viajar, cuando yo estaba prácticamente pasando cuatro meses al año afuera. Eso me permitió volver a Chile, de cierta manera, en términos físicos y en términos emocionales, lo cual me tiene contento.

Retorno a casa

-¿Cómo ha sido ese regreso a Chile?

-Fue raro. En 2019 decidí que no iba a viajar más a Europa porque me tocó ir varias veces por el día a Londres, entonces era todo un poco neurótico. Y en 2020 justo llegó la pandemia, pero había programado hacer viajes en Chile cada 20 días, para recorrer Chile completo y no lo pude hacer. Entonces el retorno a Chile fue algo que primero pensaba hacer físico y después se transformó en una especie de retorno intelectual: leí bastante, más de lo que nunca había leído sobre Chile en términos reales, ha sido bastante productivo.

-Justo se ha vuelto a conectar con Chile cuando el país está cambiando. Post estallido social y con toda la efervescencia de un proceso constituyente…

-Todo eso me produce un cierto placer intelectual mientras a mucha gente le angustia. Mucha gente necesita cierta estabilidad, más o menos esta A a la Z de la que hablábamos antes. Pero eso se quiebra e intelectualmente es muy atractivo porque es un desafío a cómo estás abordando tu carrera, cómo te relacionas con tu familia, cómo te relacionas con tus amigos y cómo te relacionas con el espacio público. Es atractivo el ‘oye, vamos de nuevo, a ver qué está pasando, cómo se hace, cómo uno enfrenta los problemas’. Pero yo tengo muchas garantías detrás y estoy súper consciente de eso.

-¿Se refiere a garantías personales, por su trabajo?

Sí, mi caso en particular. Sí sé que ahora tengo más herramientas para diversificarme, para relacionarme con más gente, para realmente moverme en términos intelectuales de otra manera, en términos emocionales de otra manera. Entonces esos grados de flexibilidad los encuentro valiosos. Me parece divertido, en términos relativos: son buenos tiempos, no son malos tiempos.

Estos dos últimos años han sido muy buenos porque pudimos pasar la pandemia bien, fuimos privilegiados en ese sentido, y porque me evitó viajar, cuando yo estaba prácticamente pasando cuatro meses al año afuera. Eso me permitió volver a Chile, de cierta manera, en términos físicos y en términos emocionales, lo cual me tiene contento.

-¿Qué reflexiones ha hecho este tiempo, pensando en el espacio público y también en su reconexión con la historia de Chile?

-Bueno, yo he estado estudiando para hacer una guía de viaje que se llama “Guía del abandono”. Se trata de un proyecto autogestionado que muestra cómo los chilenos han tocado el paisaje. He tratado de reconocer estas distintas intervenciones, que completan una cierta relación de abandono, que se refiere a cuando hay cosas que quedan sin registro y cuando hay cosas que caen en tierra de nadie, lo cual sucede prácticamente con todo el territorio chileno. A mí me produce más la sensación de una nostalgia del futuro de la que hablaba el poeta Jorge Teillier, no de lo que nos pasó, sino de lo que nos debería pasar. Se trata de encausar un sentimiento que yo creo que es valioso. Son cosas que ocurren por, entre otros, problemas del espacio público, lo cual a mi modo de ver la ciudad es lo más crítico que está pasando en este momento. El espacio público hoy es como una especie de campo minado, uno no sabe muy bien dónde poner los pies, porque se encuentra con pequeñas bombas por todas partes.

Cortesía del Museo Chileno de Arte Precolombino. Crédito: Hisao Suzuki

-Me imagino que se refiere a términos concretos y metafóricos.

-Sí, no estoy hablando solamente de seguridad, estoy hablando de relación con las personas. Y tampoco estoy hablando del espacio público en términos físicos, sino en términos virtuales, redes sociales, lo que se quiera llamar. Creo que el espacio público está siendo cada vez más cruel, y cruel en el sentido de que es una de las cosas más miserables del ser humano, que es el goce por el dolor del otro. En general partió en los años 90 cuando se empezaron a enrejar las calles, pero también con las relaciones entre las personas. Hay una cierta protección a la crueldad, en términos reales, físicos, emocionales, etc., y eso es preocupante.

-Y a lo que no se puede simplemente poner un parche.

Sí. Eso está detrás, es otro fantasma que recorre todo.

El espacio público pareciera ser también hoy un espacio de disputa constante. Pienso, por ejemplo, en la discusión por los nombres “Plaza Dignidad, Plaza Italia, Plaza Baquedano”, o la intervención que se hizo ahí los últimos días de campaña; o cómo se reacciona cuando uno u otro candidato estuvo ahí, en la zona cero. ¿Cómo ve esos enfrentamientos?

-Bueno, esa intervención fue bastante banal, tiene sólo una lectura, entonces era casi como colgar un letrero. Pero más allá de eso, en Chile el problema con el espacio público es que debería ser responsabilidad de todos, pero no por eso el espacio público es tuyo. Entender que el espacio público es de todos en términos de responsabilidad no significa que tú tienes una posesión del espacio público. Pienso, por ejemplo, en la gente que llegó al norte, está habitando una plaza porque no tenía donde habitar y le quemaron los pasaportes. Quemar lo que sea, aunque uno lo puede justificar con mil cosas, yo creo que la mejor justificación es la crueldad. Porque hubo un cierto gozo en hacerlo.

-¿Cree que hay gozo también al quemar una estación de metro, un negocio, una iglesia?

-Sí. Tomar la justicia en las manos, funar a alguien, etc. ¿Qué es lo que hay ahí? ¿Hay justicia solamente o hay un cierto gozo entre medio?  Lo que estoy hablando es miserable, pero es real. Y yo creo que eso contamina el ambiente en general. Pensaba, por ejemplo, en lo que significa saltarse un protocolo; como disparar. Luego disparar nuevamente. Y nuevamente. No sé, yo veo todas esas cosas como contaminaciones. Contaminaciones de cualquier espacio que nos vincula a todos. Hay un tema con los vínculos sobre los cuales habló Gastón Soublette al dar su apoyo a Boric. Él dijo, si es que yo no estoy malinterpretando sus palabras, que hablar de culturas es hablar de la estructura espiritual de un pueblo. ¿Cuál es esa estructura espiritual hoy? Yo creo que para todos lados está teñido…

-Lo veo conmovido al decir esto.

Mmm. No es que tenga una teoría respecto a esto, pero es una especie de sensación.

La gran tarea

-Hablando de sensaciones: tras las elecciones, muchos dijeron que la sociedad chilena está dividida. ¿Cómo podemos cicatrizar las heridas en el espacio público entendido como un espacio amplio, de relaciones?

Esa es tarea de Boric (se ríe). Es simplemente la gran tarea de Boric. Pero yo creo que sí es un personaje que lo puede hacer, por lo menos el Boric de segunda vuelta… Yo veo a mi hijo votando y me acordaba cuando nosotros votábamos por Lagos en su momento. Era como esa sensación de alegría y ojalá se pueda contener en el tiempo y ojalá sea esperanzadora.

Ya que lo menciona: ¿Qué otros desafíos tiene Boric más allá de volver a unirnos?

Unir a la sociedad no creo que sea posible. Pero puede crear una escena común, que no es lo mismo. La escena común significa que todos tienen un rol y pueden participar. Hoy no hay una escena común en Chile, no existe esta nostalgia de futuro. Crear una nostalgia del futuro es la tarea que debería tomar Boric.

-¿Siente algún grado de esperanza en él? Se ha hablado mucho de esperanza en estos días.

-A mi modo de ver era estrictamente necesario que, con todos los pormenores que uno pueda tener respecto al total, era estrictamente necesario que él saliera elegido presidente de Chile. Para todos, para encausar bien las cosas, para que las cosas tomen una cierta fluidez, que no hubiera sido posible ni con Kast, ni con todos los otros candidatos. ¿Por qué? Porque no tienen este valor de personaje, y el valor de personaje en política es extremadamente importante.

Creo que el espacio público está siendo cada vez más cruel, y cruel en el sentido de que es una de las cosas más miserables del ser humano, que es el goce por el dolor del otro.

-¿Y qué valor de personaje identifica en Boric?

-Ojalá que no sea una entrevista sobre Boric, porque yo no tengo idea de Boric.

­-No lo es.

-(Respira hondo) Si uno lo dijera como en términos coloquiales, suena como “un buen cabro” y ya eso es mucho en Chile en estos momentos. Eso me parece bien. No me parece un problema eso de que se equivocó, apoyó a no sé quién, y antes era no sé qué y ahora es otra cosa. A mí las trayectorias lineales me producen problemas porque es como cuando las redes sociales andan buscando estos seres transparentes que no existen, los seres humanos no son seres transparentes en ningún caso.

-Qué bueno que mencione las redes sociales. Yo sé que a usted no le gustan, pero hace unos meses un usuario planteó lo siguiente: “Creo que sería muy bonito ver funcionar la Convención Constituyente en Concepción, en Biobío, al borde del rio, en el teatro regional diseñado por el arquitecto Smiljan Radic”. ¿Le gustaría que así hubiese sido?

-Me da lo mismo que lo ocupen o no. Pero yo creo que la Convención en algún momento era extremadamente importante que fuera itinerante, es un hecho simbólico, más que otra cosa. Siempre se asocia en Chile las instituciones a edificios; y en realidad lo único importante son las instituciones y no los edificios. Que la Constituyente se paseara, significaba que desarmaba un poco el territorio de estar encerrados en el Congreso con una cierta aura a no sé qué. Y lo han hecho, incluso cuando los tiempos no nos acompañan.

-A propósito de la Convención: la primera propuesta de norma constitucional fue “vivienda digna para los chilenos”. ¿Cómo definiría una vivienda digna?

-No sé responder a tu pregunta. Solo sé responderla en términos técnicos. Hay una cierta cantidad de metros cuadrados que importan, como se ve en un estudio de Montserrat Palmer, también la aislación, iluminación, servicios públicos, todo lo que uno va a normativa española, francesa. Entonces uno va haciendo un ticket. Pero cuando esos tickets se transforman inmediatamente en diseño y el Estado pierde su capacidad de experimentar en estas cosas, esos tickets pierden validez, porque esos tickets no garantizan una solución habitacional buena, entonces hay una correspondencia de diseño.

-¿Pero qué debería tener, más allá de esos tickets, una vivienda “digna”? ¿Cómo llegar a ser fiel a esa palabra que, seamos sinceros, está bastante prostituida a estas alturas?

El valor agregado está en el diseño. Entonces ahí empieza el caso a caso, es algo que no tiene una explicación certera. Y tampoco le corresponde al Estado. Al Estado le corresponde tener estos parámetros y le corresponde educar muy bien a los arquitectos y a los ingenieros para hacer buena arquitectura. Más allá de eso, es un tema que me queda grande, que cualquier cosa que yo diga va a ser bastante banal porque no tengo los conocimientos como para resolver este tema extremadamente complejo. Yo puedo resolver bien un proyecto de arquitectura sin problema, pero más allá de eso, no.

Siempre se asocia en Chile las instituciones a edificios; y en realidad lo único importante son las instituciones y no los edificios. Que la Constituyente se paseara, significaba que desarmaba un poco el territorio de estar encerrados en el Congreso con una cierta aura a no sé qué.

-¿Cree que debería haber más arquitectos en puestos ministeriales para poder tocar estos temas con esta profundidad que venimos conversando?

-No sé si lo harían mejor o peor (se ríe). Yo prefiero que un arquitecto bueno haga arquitectura. No creo que sea algo desplazable. Un buen arquitecto no tiene por qué ser un buen funcionario, un buen ministro, un buen no sé qué, profesor.

La escena común significa que todos tienen un rol y pueden participar. Hoy no hay una escena común en Chile, no existe esta nostalgia de futuro. Crear una nostalgia del futuro es la tarea que debería tomar Boric.

-No le voy a preguntar entonces si quiere ser ministro…

-(Se ríe y luego se pone serio) No, no quiero ser ministro.

Arquitectura y democracia

-Usted dijo que las instituciones no son los edificios. Pero tradicionalmente los presidentes chilenos han tratado de dejar un legado en formato de edificio. Lo vemos con el Museo de la Memoria, el Centro Cultural Palacio de La Moneda, etc. ¿Cree que Boric debería tener una obra pública en su gobierno? Si sí, ¿cuál?

Ojalá no hiciera nada. Ojalá que se dedicaran a mantener los edificios que tienen. Ojalá les tuviera seguro a los edificios, ojalá le pagaran bien al personal que está adentro, ojalá pudieran traer exposiciones, teatro, etc. de otras partes, y ojalá pudieran intensificar la densidad de tiempo que se usan los edificios. Si un edificio se usa dos veces al día en vez de una, multiplico el edificio por dos sin invertir ni un peso en el edificio mismo.  Pienso, por ejemplo, para volver al inicio de la entrevista, en el Museo Chileno de Arte Precolombino. Le han recortado el presupuesto hasta el día de hoy. Entonces dicen “oye, la cultura es valiosa”, pero yo creo que la cultura no le importa a nadie, o importa poco en términos reales. A pesar de que ese museo en específico es reconocido a nivel internacional, es el que tiene mayor investigación arqueológica en Chile, el que tiene programas de educación a sectores que nunca podrían haber accedido a eso… A pesar de todo eso se le recorta y recorta, recorta y recorta, y claro. Entonces reforzar las instituciones significa reforzar los tiempos que las instituciones pueden trabajar de buena manera, y eso es mucho más inteligente que ponerse a hacer edificios, a pesar de que yo hablo en contra mío.

-Claro, pero usted siempre ha sostenido que los edificios son de las personas, y que las obras de un arquitecto no deben ser vistas como un “hijo”.

-Exacto. El edifico es público, el edificio no tiene que ver con una relación personal, tiene que ver con un vínculo específico temporal del cual hay un cierto préstamo al cual hay que sacarle provecho. Pero el edificio que haces no es tuyo, y eso es lo lindo por lo demás, es lo más vital del edificio: que no te pertenezca. Y es una estupidez decir “no, esto es hijo mío”. Eso en general es de la gente que nunca ha tenido un hijo. Los edificios pueden ser muy valiosos para uno en un momento determinado, pero no tienen nada que ver con la relación emocional que uno tiene con las personas y menos con un hijo. Para mí la arquitectura es trabajo, un edificio no es mío, ni de las personas que lo ocupan. Por eso son públicos.

Si un edificio se usa dos veces al día en vez de una, multiplico el edificio por dos sin invertir ni un peso en el edificio mismo.  

-Sin embargo, en algunos casos ha habido apropiaciones de ciertos edificios. Pienso, por ejemplo, en el GAM, que pasó de ser sede de la UNCTAD a ser tomado por los militares en la dictadura y hoy, como centro cultural, es cuestionado incluso por alguno de sus arquitectos, como Hugo Gaggero.  

-Pensar que las cosas son inamovibles es un problema. Saber cómo hay que tocar o no tocar algo, de nuevo, el concepto de “Guía del abandono”, también es un problema. Ahora, la arquitectura, como también la democracia, tiene unos tiempos lentos. La democracia en general se ve alterada porque los tiempos rápidos de las redes sociales la alteran porque no hay momento de reflexión y no hay un compás de espera. En relación a los edificios, el problema es que cuando hay un presidente que inaugura algo, el siguiente se siente totalmente excluido de ese proyecto y no le da dinero para mantención. O porque los edificios dejan de ser edificios y empiezan a ser la institución. Pero el problema es político, no es del edificio. En el espacio público se atacan muchas veces los edificios, pero los edificios no tienen nada que ver. Los edificios están ahí, pero el único problema es que están ahí, nada más. Son las instituciones el tema principal.

-Finalmente, ¿cómo diría que se conecta la arquitectura con la democracia?

-A destiempo en general. A mí me ha tocado participar en procesos en Europa y hay dos instancias que son normales: instancias muy cortas, tres meses, cuatro meses, que tienen las estructuras, los tipos para desarrollarlas; y hay instancias muy largas, proyectos que demoran 7, 10 años y no tienen ningún problema. ¿Por qué? Porque se van pasando las etapas a pie firme. Y si es que uno quisiera proyectar eso en Chile, el problema es que nunca está la siguiente etapa como una secuencia. Lo que se trata normalmente es de acortar plazos y uno termina desarrollando proyectos en un año. Entonces tambalean porque no han sido estudiadas primero, porque hay cambios de administración, etc. La democracia y la arquitectura no suelen estar relacionadas. Ahora, las bienales se dedican a eso. Se dedican a pensar el estado de la arquitectura con respecto a los tiempos actuales, pero en general llegan a destiempo. En general ponen temas de futuro, que en realidad son temas de futuro anclados en un pasado que es muy reciente, entonces son temas que no son del futuro, sino que simplemente son actualizaciones de lo que ya está pasando.

La democracia en general se ve alterada porque los tiempos rápidos de las redes sociales la alteran porque no hay momento de reflexión y no hay un compás de espera.

-¿Le gustaría que estuvieran más conectadas, la arquitectura y la democracia?

-No sé si se necesite que estén más conectadas. Lo que pasa es que hay proyectos que son poco flexibles en cuanto a su manera de abordar un cierto programa, lo cual significa que pueden llegar a estar obsoletos muy pronto, y no me refiero solamente a flexibilidad en cuanto a poder cambiar tabiques, sino flexibilidad en cuanto a su imaginario, a lo que están proyectando detrás de ellos.

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