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22 de Julio de 2023

Gloria y decadencia de las galerías del centro de Santiago: ecos de tiempos pasados en medio de la ciudad

Gloria y decadencia de las galerías de Santiago Centro Foto: Felipe Salgado

Los antiguos centros comerciales se esconden bajo los grandes edificios del centro de la capital como pasadizos que muchos ocupan solo para acortar camino. Entre ellos, los pasajes Matte y Agustín Edwards. La patrimonial y emblemática Librería Francesa, una antigua tienda de filatelia y un cine para adultos sobreviven en los pasillos llenos de detalles ornamentales influenciados por la elegancia neoyorquina de los años 40. “Eso falta en Chile: ver a estas galerías como un patrimonio vivo que continúan siendo un espacio de conexión con nuestra historia y una excusa perfecta para redescubrir el centro de Santiago”, afirman los conservadores Mario Rojas Torrejón y Fernando Imas Brügmann. Aquí, la historia de tiendas y vendedores que aún habitan esas galerías.

Por Paula A. Domínguez Sarno

Caminando por el Paseo Ahumada, desde la Alameda, entre el Paseo Huérfanos y la Plaza de Armas, están uno frente a otro los pasajes Matte y Agustín Edwards. Una primera entrada de ocho metros de alto e inmediatamente después una de tres, dan la bienvenida a los pasillos diseñados por el arquitecto francés François Brunet de Baines y comprados hace casi dos siglos por Domingo Matte, el antiguo empresario y político chileno. Sin embargo, detalles como los pavimentos de mármol, las piedras reconstituidas o las piezas de bronce en barandas y lámparas pasan desapercibidos con el alto flujo de personas, comercio ambulante y bulla de las calles de Santiago Centro.

Al igual que los centros comerciales modernos, las galerías del centro se crearon en el siglo XIX para concentrar en un solo lugar a tiendas diversas. “Pero en una calle interior y cerrada, que servía para cortar camino y hacer el trayecto mucho más ameno”, comentan Mario Rojas Torrejón y Fernando Imas Brügmann, conservadores de Bienes Culturales y fundadores del Estudio Brügmann, una plataforma de investigación y difusión patrimonial. “Son un refugio al frío, también al calor, y un paseo. Una de las más recordadas fue la Galería San Carlos”, siguen. Esta última fue demolida en 1929 y ubicada donde está hoy la calle Phillips, detrás del Portal Bulnes.

Entrando al Paseo Matte, desaparece a solo unos pasos la luz natural y se lee en un cartel lumínico, con letras rojas, que ocupa toda la franja superior de la entrada: “Joyas Barón”. El emblemático local mantiene dentro de sus antiguas vitrinas medallas cristianas, aros, anillos y cadenas. “Solamente oro”, dice Odette Jara (60), una de las vendedoras que trabaja allí desde los 90. “Vendemos solamente oro de 18 quilates. La gente viene a comprar para bautizos, matrimonios, regalos de Navidad…”. Vladimir Garrido (68), otro de los vendedores, lleva tanto tiempo como Odette y cuenta que tienen clientes de todas las edades y de todas partes de Santiago, pero quienes más van a comprar son personas mayores. “Argollas de matrimonio es lo que más se vende”, dice.

Los grandes pasillos parecen los de una estación de tren antigua, de techo alto y arqueado, con vigas curvas en el cielo. La mayoría de los locales son joyerías y en la franja del medio, se ubican pequeños puestos en cadena. A simple vista, todos ofrecen los mismos productos: joyas, relojes y accesorios de cuero.

En el kiosko 347, ubicado en el bandejón central de uno de los corredores, está Jorge Meza (61), un relojero que heredó de su padre el nombre y el oficio.

Su padre, quien falleció, se instaló en la antigua galería en los años 70, vendía joyas, relojes, artesanías en lapislázuli y reparaba los mismos productos. La tienda se llama “Artesanía Chile” y Jorge cuenta que antes del estallido social, la vida que se vivía frente al centro histórico era más familiar, pero que ahora hay una percepción de que el centro es peligroso. “Y las municipalidades, de los distintos sectores, se han ocupado poco de todo este casco histórico. Lo que es la catedral, el museo, la municipalidad, la misma Moneda, lo que es el cerro”, explica. “Se han preocupado poco. Arreglan, pero no lo mantienen. No lo cuidan: lo descuidan”.

En su rubro, Meza presenció los primeros grandes cambios con la importación de relojes desde Asia. “Todo se ha vuelto desechable, todo dura menos. Antes, uno heredaba el reloj del padre y después pasaba al hijo y al nieto. Hoy día, no, se ve muy poco”, reflexiona. Aunque admite que aún hay quienes acuden a su negocio para arreglar antiguas reliquias familiares. “Además del valor de la prenda, está el valor sentimental. Hace poco tuve una clienta que vino a arreglar un reloj francés y le costó dejarlo, quieren quedarse viendo”.

Al arreglar relojes antiguos, muchas de las piezas están descontinuadas y muchos de los procedimientos solo se pueden hacer con antiguas máquinas de fierro mecánicas. Desde cerrar las tapas de las baterías, hasta sujetar las piezas que arregla con diminutas pinzas y herramientas mientras utiliza unos lentes lupa como cintillo.

Las galerías emblemáticas de Santiago Centro se encuentran en el triángulo formado entre la Estación Mapocho, la Moneda y el Centro Santa Lucía.

En la Galería España, por ejemplo, ubicada por la calle Estado, con entrada entre Merced y Huérfanos, atiende hace más de 50 años la Librairie Française. Reconocida por la Municipalidad de Santiago como uno de los lugares patrimoniales del casco histórico, la librería bilingüe sigue con su sello intacto de entregar una atención con recomendaciones personales de los vendedores de los libros con los que cuenta la biblioteca.

Frente al Paseo Matte, está el Paseo Agustín Edwards, donde los antiguos locales se mezclan con cafeterías y nuevas tiendas tecnológicas. Durante los años 40, como era tendencia de la época, la galería presentaba elementos del Art Déco vinculados a la elegancia neoyorquina, explican los conservadores de Bienes Culturales, Mario Rojas y Fernando Imas. Allí, viajar en el tiempo es tan sencillo como alzar la vista y perderse en el alto cielo artesonado de casetones octogonales y sus barandas de bronce diseñados por los arquitectos Sergio Larraín García-Moreno y Jorge Arteaga.

El puesto más antiguo del pasaje es “El Penique Negro”, un lugar que reúne innumerables –y antiguas– estampillas, trenes Merklin y billetes y monedas de gran valor, altas repisas y, sobre ellas, cajas de calcetines Molletto con más objetos. Rosita Lara es la dueña del local y quien lo atiende. “Es el primer sello del mundo, que se creó en Gran Bretaña”, explica sobre el origen del nombre de la tienda, del cual tiene tres originales, mientras hojea la revista “Chile Filatélico”.

La mujer, de más de 70 años, toma de una de las repisas que recubren interiormente su local, algo muy similar a unos antiguos álbumes empastados, pero adentro, en lugar de fotografías, hay estampillas que toma con delicadas pinzas filatélicas. En distintas cantidades y ordenadas por años, algunas conmemoran el Día Internacional de la Mujer, eventos de masonería, poetas chilenos y a uno que otro militar. “Aquí uno nunca se aburre, ¿te das cuenta?”, cuenta con entusiasmo.

El lugar, lleno de objetos con historia, lo instaló su difunto marido, Sergio Heise, en 1968. “Vine a venderle unas estampillas”, cuenta Rosita sobre el momento en el que se conocieron a principios de los años 70. “Fue amor a primera vista”.

Hoy, está por dejar el lugar, según cuenta, el arriendo es muy caro y pierde dinero casi todos los meses. “La gente te compra $50, $100, $500, $1.000, $5.000. Más no gastan”, cuenta Rosita. “Entonces no vale la pena”.

Ciclos de gloria y decadencia

Las experiencias varían su naturaleza en los pasillos cansados de la galería. Hacia la salida por Compañía, a un costado del Museo Chileno de Arte Precolombino y en el subterráneo, sobrevive un cine para adultos. Con poca luz y un cartel de luces de neón rojas al terminar las escaleras dobles, está la cartelera con imágenes de sexo explícito. A diferencia del resto de los locatarios, su dueño es desconfiado y reacio a las preguntas, sobre todo cuando estas vienen de una mujer y periodista.

Paseo Ahumada y entrada al pasaje Edwards en la década de 1950. Archivo Patrimonial Brügmann.

Por el estigma que existe en torno a las películas pornográficas que transmiten, uno de los trabajadores pide, de forma amable, no sacar fotografías. En su interior se puede ver la tradicional confitería, pero en lugar de cabritas hay algunas papas fritas Lay’s individuales, unos hervidores para servir café y unos pañuelos desechables.

El uso de los espacios en las antiguas pasarelas es variado. Algunos fieles clientes acuden a las distintas tiendas a comprar y otros los atraviesan con los ojos en el celular para acortar camino a su destino.

Las galerías comerciales que vienen a la cabeza de Mario Rojas y Fernando Imas al pensar en experiencias internacionales sobre la recuperación de espacios, son decenas. Resaltan los Passages couverts de París y de ellos, las más famosas pasarelas: Le Passage des Panoramas, Le Passage Jouffroy o la Galerie Vivienne. “Todas ellas pasaron por épocas de gloria y decadencia; 20 años atrás estaban muchas de ellas vacías, con pequeños restaurantes con almuerzo al paso; peluquerías y librerías”, comentan. “Hoy, sin embargo, se han inyectado recursos para su recuperación, no solo arquitectónica, sino que se ha fomentado la presencia de un comercio renovado y atractivo, pero sin perder su esencia de sitios históricos, donde se mantienen, por ejemplo, las librerías antiguas, y los pequeños anticuarios llenos de curiosidades”.

Asimismo, en la experiencia internacional ha sido clave, ya que, en los casos de éxito, las pasarelas se han convertido en verdaderos centros de atracción para los visitantes. Y, con esa atención, es más fácil conseguir recursos para restauraciones. “Creemos que eso falta en Chile: ver a estas galerías como un patrimonio vivo que, a pesar de haber sido construidas hace tanto tiempo, continúan siendo un espacio de conexión con nuestra historia y una excusa perfecta para redescubrir el centro de Santiago, que ha estado tan afectado en el último tiempo, por tantas cosas”, agregan.

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