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Opinión

4 de Enero de 2022

Columna de Miguel Morales Pérez: Las niñas, los niños y el presidente

La posibilidad de situar a la niñez como protagónica abre la posibilidad a una transformación cultural que supere aquellas concepciones conservadoras que han sido reforzadas por las características de un Estado subsidiario amparado en la actual Constitución.

Miguel Morales Pérez
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A los pocos días de conocerse los resultados de la segunda vuelta presidencial, el presidente electo, Gabriel Boric, ha dado señales sostenidas de la relevancia que los niños y niñas tendrán en su futuro gobierno.

La manera en que ha llevado a cabo esto ha sido a través de distintos encuentros donde se ha sentado —literalmente— a escucharlos, incluso otorgando un lugar protagónico al ser a quienes primero agradeció en su discurso de triunfo: “Gracias a los niños y niñas que a lo largo de este viaje nos llenaron de cariño y de esperanza, de dibujos hermosos que expresaban con inocencia y esperanza el Chile que sueñan. Un Chile verde y de amor, que cuide la naturaleza y los animales, que recupere las plazas de los barrios para poder jugar, un Chile donde papás y mamás tengan más tiempo para estar con sus hijos y los abuelos y abuelas no estén solos en esta etapa de su vida. Hemos mirado a los ojos de los niños y niñas de Chile y sé que no podemos fallarles”. No por nada, durante toda su campaña, recibió un sinnúmero de producciones gráficas realizadas por los mismos niños y niñas.

Puesto en perspectiva, este nivel de importancia en la niñez está lejos de ser azaroso o reducirse a los efectos puntuales de su campaña electoral que lo llevó a triunfar por una amplia mayoría y distancia de su contrincante José Antonio Kast. Al contrario, se trata de un compromiso sostenido a través del tiempo, donde podemos encontrar uno de sus puntos más notables en su participación en el Acuerdo Nacional por la Infancia en el 2018. Esta participación —que le valió varias críticas de su propio sector— podría apuntarse como un antecedente directo en la forma en que abordó su participación en el llamado Acuerdo por la Paz de noviembre del 2019.

A los pocos días de conocerse los resultados de la segunda vuelta presidencial, el presidente electo, Gabriel Boric, ha dado señales sostenidas de la relevancia que los niños y niñas tendrán en su futuro gobierno.

Lejos de ser un tema tangencial durante el último periodo de campañas presidenciales, la niñez se sitúa como un campo en disputa que atraviesa distintas temáticas como justicia, salud o educación. Si por un lado, el candidato de la derecha hizo un énfasis en la relevancia de la institución familiar por sobre el rol del Estado, la propuesta de Boric destacó el papel protagónico que el Estado posee para acompañar, proteger y promover el desarrollo humano y democrático de niños y niñas, independientemente de su configuración familiar y condición social. En el fondo, es la diferencia entre entender a la niñez como un producto unilateral y pasivo de la familia, versus un modo de comprenderla como un actor relevante y transformador para la sociedad en su conjunto, que requiere de una red institucional compleja.

Parte de esta discusión ha sido recogida en el programa de Gabriel Boric a propósito de las consecuencias directas de la crisis respecto a los cuidados que vivimos producto de la pandemia. Las cuarentenas y el prolongado cierre de colegios y jardines infantiles dejaron en evidencia que el problema de los cuidados, y por ende, de la relación de dependencia fundamental que se establece entre cuidadores —padres, madres, abuelos, adultos significativos— y niños, sobre todo los más pequeños, se encuentra a la base de nuestras sociedades modernas y nuestro sistema productivo. Medidas como un Sistema Nacional de Cuidados, que apunta al reconocimiento, apoyo y dislocación de una función que no corresponde únicamente a la familia —menos únicamente a la mujer—, resultan fundamentales para encaminar una discusión que se ha reducido únicamente a una mirada tutelar del Estado.

En el fondo, es la diferencia entre entender a la niñez como un producto unilateral y pasivo de la familia, versus un modo de comprenderla como un actor relevante y transformador para la sociedad en su conjunto, que requiere de una red institucional compleja.

De esta manera, es de esperar que el próximo gobierno continúe priorizando una discusión respecto de la niñez entendida como un grupo históricamente excluido de los acuerdos de poder que finalmente jerarquizan su lugar en la sociedad. Además, la posibilidad de situar a la niñez como protagónica abre la posibilidad a una transformación cultural que supere aquellas concepciones conservadoras que han sido reforzadas por las características de un Estado subsidiario amparado en la actual Constitución, y que han transformado, por ejemplo, a la sociedad civil vinculada con la infancia a ser clientes o prestadores de servicios para el caso de la protección de la infancia.

Finalmente, todas las sociedades poseen un concepto de infancia, no así una “concepción” de ésta, la cual se transforma a través del tiempo, tal como señala el historiador Colin Heywood. En este sentido, frente a los procesos de transformación que vivimos, nos veremos enfrentados constantemente a quienes pretenden volver a viejas formas de autoritarismo para suplir el mal diagnóstico de una ausencia de autoridad. Por el contrario, tal como lo señala la socióloga y psicoanalista Kathya Araujo, para enfrentar las transformaciones históricas de la autoridad hay que pensar qué nuevos modos de autoridad son posibles de ver emerger. Aquí los niños y niñas tienen la palabra y un presidente dispuesto a escucharlos.

*Miguel Morales Pérez (1985) es psicoanalista, historiador y fotógrafo. Actualmente es candidato a Doctor en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Su área de interés es la historia de la infancia y juventud en Chile.

También puedes leer: Educación, vivienda y salud: por qué la Nueva Constitución debe profundizar en los derechos de niños y adolescentes


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