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Entrevistas

6 de Abril de 2022

Marcos Díaz y la reciente puesta en órbita de satélites chilenos: “Nosotros básicamente los estamos desarrollando a pulso”

El pasado viernes 1 de abril, tres satélites diseñados y construidos en suelo chileno fueron lanzados al espacio desde Cabo Cañaveral, EE.UU., montados en un cohete de SpaceX. “Muchas de las cosas que hacemos en el espacio son para entender y resolver los problemas que estamos teniendo en nuestro planeta”, dice Marcos Díaz, coordinador del Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL) de la Universidad de Chile y uno de los encargados del proyecto, quien en esta entrevista reflexiona acerca de la importancia de potenciar este ámbito en el país.

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SUCHAI-1, Satellite of the University of Chile for Aerospace Investigation (o Satélite de la Universidad de Chile para la Investigación Espacial), es el nombre con el que se bautizó al primer satélite desarrollado en suelo chileno que fue puesto en órbita, en junio de 2017. SUCHAI, además, buscaba emular la sonoridad de la palabra en mapudungún “suyai”, que significa esperanza.

A las 13:24 horas del pasado viernes 1 de abril, esa esperanza volvió a traspasar fronteras en el cielo, con el lanzamiento de tres nuevos satélites chilenos -SUCHAI-2, SUCHAI-3 y PLANTSAT- desde Cabo Cañaveral, en EE.UU. Impulsados por el moderno cohete Falcon-9, de SpaceX, se espera que estos dispositivos alcancen el plano orbital al que apuntan los ingenieros del Programa Espacial de la Universidad de Chile en un plazo de 21 días, cuando comenzarán a ser operados desde el Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la casa de estudios.

Los tres nanosatélites -denominados así por su peso de aproximadamente 3 kg cada uno, y sus dimensiones cercanas a 10x10x30 cm- cumplirán funciones distintas. SUCHAI-2 y SUCHAI-3 tendrán como principal misión el estudio de la física espacial, mientras que PLANTSAT lleva en su interior un ejemplar de tillandsia -o clavel del aire-, con el objetivo de realizar experimentos biológicos en la órbita terrestre.

Los tres nanosatélites. Crédito: Universidad de Chile.

Estas tres unidades, más dos módulos del porte de un celular llamados “femtosatélites”, que serán desplegados desde SUCHAI-3, conformarán asimismo la primera constelación de satélites chilenos en el espacio, al comunicarse entre ellos y funcionar como un sistema.

Detrás del proyecto, cuyo lanzamiento fue seguido desde Santiago en un evento que contó con la presencia del ministro de Ciencias y Tecnología, Flavio Salazar, y el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, existe un destacado y numeroso equipo técnico. La iniciativa la lidera el Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (SPEL) de la FCFM, pero contó con el apoyo de estudiantes, académicos e investigadores de otras instituciones nacionales e internacionales.

El lanzamiento fue seguido en vivo en la FCFM. Crédito: Universidad de Chile.

Y dentro de ese amplio listado, Marcos Díaz (48), ingeniero eléctrico -carrera que, por su rótulo, dice que es nada “sexy”- doctorado en la Universidad de Boston y coordinador del SPEL, cumplió un rol clave. En conversación con The Clinic, Díaz explica la importancia de este hito, mientras analiza por qué Chile debiese seguir desarrollando proyectos de esta índole, que dice podrían impactar favorablemente la vida acá, en la tierra. También reflexiona sobre el potencial que tiene el país en este ámbito, y asegura que, a nivel latinoamericano, estamos atrasados frente a vecinos como Brasil o Argentina, aunque somos pioneros en el diseño de nanosatélites y constelaciones. 

-Me decías que eso de ser “ingeniero eléctrico”, tu profesión, no es muy “sexy”, pero al mismo tiempo siento que, en el mundo de las ciencias, el tema espacial es una de las áreas más “sexy” y glamorosas…

-No lo sé (se ríe). Yo sólo sé que cuando empiezo a conversar de lo que hago, la gente después de un rato pone cara así como de chupar limones. Como de que “ya me perdí un poco”. Y también está un poco lo etéreo: esto de ir al espacio, de hacer cosas espaciales, es algo fuera de este mundo. No está en lo pedestre, no tiene nada que ver con los problemas mundanos que tenemos… Y eso no es tan cierto. En el fondo, muchas de las cosas que hacemos en el espacio son para entender y resolver, no en el corto plazo, los problemas que estamos teniendo en nuestro planeta.

Marcos Díaz en el evento para seguir en lanzamiento desde Santiago. Crédito: Universidad de Chile.

“Nosotros básicamente estamos desarrollando estos satélites a pulso

-¿Por qué este lanzamiento marca un hito en el desarrollo espacial chileno?

-Para nosotros (como equipo) marcó un hito porque logramos continuar nuestro programa espacial. Las cosas novedosas que tiene nuestro trabajo a nivel nacional, e incluso probablemente a nivel regional y un poco a nivel internacional, es que son muy pocas las instituciones que han podido continuar proyectos satelitales. Es decir, generalmente lanzan un satélite, y con eso nace y termina esa incursión, principalmente por los recursos y la dificultad de financiarlo con fondos concursables. En particular, tratar de hacer ciencia con estos vehículos es difícil, que son los principales fondos que financian nuestro quehacer.

Marcos Díaz recalca cómo el punto de partida para estos proyectos, en el caso chileno, es “a otra escala” que lo que pasa en universidades estadounidenses o europeas, que cuentan con el apoyo técnico y el financiamiento de agencias espaciales de primer nivel, como la NASA o la ESA (Agencia Espacial Europea). “Es decir, nosotros básicamente estamos desarrollando estos satélites a pulso, porque no tenemos esa agencia, no tenemos esa experiencia, y no tenemos quien nos ayude. Obviamente que lo que tenemos que hacer es encontrar nuestro propio camino, y fallar probablemente en ese proceso, hasta que encontremos una solución”, explica el académico.

“(A la hora de conseguir plata) nosotros salimos a competir con todos. Es decir, competimos con la neurociencia, con la inteligencia artificial, para ganarnos los fondos para hacer satélites. La gente en EE.UU. tiene fondos específicos para la parte aeroespacial. NASA no da para cosas que no tengan que ver con temáticas espaciales. Entonces, nosotros estamos compitiendo con todos, que no es malo, pero son otras condiciones”, agrega.

-Me comentabas otras razones que hacen que el lanzamiento de estos tres satélites chilenos sea un hito…

-Son pocas las instituciones a nivel mundial que hayan lanzado más de un satélite juntos. Que los hayan fabricado juntos, y que pretendan operarlos juntos (…). En ese sentido, nos sentimos y me siento muy orgulloso del equipo que desarrolló esto, que son gente mucho más joven que yo. Hicieron un trabajo estupendo para poder terminarlo, y lograr llegar a puerto. Y estamos haciendo cosas que son bien entretenidas a nivel internacional. Estamos llevando sistemas que nunca se habían probado en el espacio. Estamos probando sistemas biológicos; materiales nuevos como el grafeno; estamos haciendo ciencia con sensores distribuidos, que son tres satélites. Pretendemos soltar más sensores en el espacio, que queremos desplegar y se llaman “femtosatélites”… Hay ahí varios juegos que pueden ser entretenidos.

Desde este sistema ION de la empresa D-Orbit se desplegarán los satélites chilenos, en una órbita a una altura cercana a los 550 km. Crédito: Imagen compartida por Marcos Díaz.

-Dices que son muy pocas las instituciones que han logrado lanzar más de un satélite en simultáneo. ¿De qué tipo de instituciones estamos hablando? Para captar el calibre del logro…

-Probablemente estamos en un puñado de, si no cinco, las diez instituciones grandes y líderes en esta cosa, ya con estos lanzamientos en términos de universidades.

El ingeniero cita los casos del MIT en EE.UU., la Universidad Politécnica Estatal de California (CAL POLY), la Universidad de Tokyo y la Universidad TU Delft de Países Bajos. Y destaca cómo todas estas casas de estudio cuentan con el respaldo de las agencias espaciales.

“En términos latinoamericanos, nosotros estamos bien atrás

-¿Qué tanto hemos avanzado en el desarrollo del programa espacial chileno desde 2017, cuando se lanzó SUCHAI-1?

-Mi impresión es que hemos avanzado bastante. Hemos podido hacerlo, desde la comunidad civil, porque nosotros no estamos solos en la Universidad de Chile… Estamos trabajando con varias instituciones de investigación. En el país estamos asociados con fundaciones, con centros de investigación y universidades; y en ese contexto, hemos avanzado bastante. Es decir, hemos podido articularnos desde la perspectiva de gente que tiene cierta expertise, ciertas capacidades, y han podido venir acá al laboratorio, aprovechar la infraestructura que tenemos para probar y evaluar sus sistemas, y que podrían ser interesantes para ponerse en alguna misión espacial.

Particularmente en el proyecto para lanzar SUCHAI-2, SUCHAI-3, y PLANTSAT, participaron estudiantes, investigadores y académicos de las universidades de Santiago, de Valparaíso, de Antofagasta, y de la PUC de Valparaíso, además de un puñado de centros de estudio nacionales. Desde el extranjero contaron con la colaboración de expertos de la Embry-Riddle Aeronautical University, la neerlandesa TU Delft, la Universidad de Tokyo y Rubin Observatory (AURA).

Marcos Díaz, a la izquierda de la foto, junto al equipo del SPEL en las instalaciones de SpaceX. Crédito: Imagen compartida por Marcos Díaz.

Asimismo, Marcos Díaz rescata el Programa Espacial Nacional de la Fuerza Aérea chilena, que “ha ido desarrollando cosas que van en la línea de las constelaciones, de los grandes números”, una “tendencia” en la vanguardia de los satélites. “Si hablamos de satélites grandes, Brasil y Argentina ya nos llevan una delantera, pero ellos no están construyendo constelaciones grandes números, por lo tanto, para nuestro país es más fácil poder encontrar algo diferenciador en la región en las constelaciones”, sintetiza.

-Justamente eso te iba a preguntar. A nivel latinoamericano, ¿Qué tan avanzados estamos en desarrollo espacial?

-En términos latinoamericanos, nosotros estamos bien atrás. Por lo menos en cuanto a los países líderes en desarrollo, que son Brasil y Argentina. Brasil es muy grande, pero es más de testeo: tienen una capacidad de testear cosas muy grande, tienen una infraestructura muy grande y buena. Lo mismo con Argentina, que está desarrollando satélites grandes, como el SAOCOM. Pero es un satélite grande cada 10 o 15 años, que son satélites “de verdad”: son muy potentes, con mucha gente detrás. En el fondo, muy lejos de las cosas que nosotros estamos haciendo, obviamente con el presupuesto y las capacidades que, en realidad, permiten hacer ese tipo de cosas.

-No obstante, nosotros innovamos por otro lado…

-En los satélites pequeños, es difícil para ellos. Si quisieran hacer una constelación de satélites pequeños, de partida todos sus sistemas no funcionarían porque no caben. Segundo, con los “satélites clásicos” lo que tiende a pasar es que, como son tan caros, se suele usar tecnología muy antigua, porque tiene mucha herencia de vuelo: estás seguro de que va a funcionar porque ha volado mucho. Pero si ha volado mucho es porque es desde hace 20 o 30 años atrás.

Sobre este punto, Marcos Díaz hace la comparación con lo que es un teléfono celular antiguo, que era un ladrillo pesado, que consumía mucha potencia, con una batería de corta duración.

“(Los satélites brasileños y argentinos) tienden a no ser tecnologías muy modernas, en el fondo. Y por ende, la tecnología moderna puede ser más pequeña, pero es más riesgosa. Nunca ha volado. Entonces, uno puede buscar un complemento donde estos vehículos pequeños ganen herencia de vuelo muy rápido, con tecnología muy moderna, para que se puedan poner en misiones conjuntas, por ejemplo, con Argentina, en satélites más grandes, o en Brasil (…). El tener satélites pequeños lo que te permite es tener más, que es una complicación en términos de operación. Fabricar y operar un gran número de satélites es distinto a tener solo uno”.

Infografía de la Universidad de Chile.

“Es importante jugar en el espacio”

-¿Por qué es importante que en Chile sigamos desarrollando proyectos de esta índole?

-Creo que es importante jugar en el espacio, o participar en los desarrollos espaciales, porque -y voy a citar a Kennedy– “es un problema difícil”. Esa es una de las principales razones. Elegir un problema difícil te da habilidades, como pueblo, de ir descubriendo y desarrollando cosas que podemos ofrecerle al mundo.

-¿Cómo así?

-El trabajar en el espacio nos permite desarrollar habilidades que son extremadamente relevantes. Y el espacio es básicamente todo lo que tú te imaginas. Si queremos generar una base humana en la luna, probablemente vamos a tener que hacer robots que construyan casas. Bueno, ese robot eventualmente va a construir casas acá en la tierra. Pero la forma de pagarlo es porque lo pensamos para la luna. Porque si tú te pones a hacer robots para hacer casas, probablemente ese robot no va a tener el presupuesto suficiente.

-Tal como sucede en EE.UU., con un montón de avances tecnológicos…

-NASA tiene tal nivel de presupuesto para desarrollar ese tipo de cosas que permite tener a mucha gente, por diez años, desarrollando la tecnología. Lo mismo, si buscas idear un sistema artificial o natural que permita remover el dióxido de carbono de la luna, para transformarlo en oxígeno… Bueno, nosotros tenemos esos problemas de dióxido de carbono acá en la tierra. Tenemos exceso, y tenemos que ver cómo neutralizamos ese dióxido de carbono. Desarrollar todas estas capacidades en el espacio significa beneficios para nosotros. Lo mismo sobre cuidar y reciclar el agua. Es decir, si llevas asentamientos humanos (al espacio), los alimentos, cómo los procesas, cómo los degradas…Tarde o temprano esa tecnología puede ser utilizable acá, en la tierra.

“La mayor ventaja que tenemos es nuestra gente”

-¿Qué potencial tenemos como país en este ámbito?

-El primer potencial que tenemos es nuestra gente. Lo primero que creo es que los chilenos somos creativos. Somos creativos para desarrollar los problemas, y eso lo vemos a diario en nuestra cultura y nuestra sociedad. Pero también tenemos potencialidades como país. Nosotros ya tenemos a la astronomía en nuestro territorio, que tiene una alta infraestructura, y que -como con las grandes antenas– puede servir para observar eventos astronómicos en ondas de radio, pero también para las comunicaciones (espaciales). Poder hacer antenas para astronomía significa poder hacer antenas muy sofisticadas para comunicaciones.

“Tenemos grandes potencialidades por nuestra localía, por nuestra geografía, por nuestra ubicación el globo (…). Tenemos varias ventajas. Podemos calibrar sensores porque tenemos mucha geografía (…). Pero la mayor ventaja que tenemos es nuestra gente”, resume Marcos Díaz.

-En unas declaraciones, decías que este proyecto se desarrolló en un “escenario de pandemia, de encierro”. ¿Cómo fue trabajar en esas condiciones?

-Fue bastante duro. En un comienzo, mucha de la gente del laboratorio no pudo salir (…). En un punto, yo era el único con permiso formal (para salir), porque la mayoría de las personas que están en el laboratorio son estudiantes, lo que no se consideraba personal crítico (…). Básicamente, yo era el único que podía venir al laboratorio, y era como un avatar: había mucha gente corriendo experimentos a través mío. Y haciendo funcionar muchas cosas en el minuto que pudieran ir.

“Ahora, también había cosas agradables. Todo estaba para mí allí en la universidad, y no tenía que hacer cola para hacer nada. Era bastante cómodo en ese sentido. Y también hubo complicaciones en términos personales. En el laboratorio hubo personas que sufrieron por el Covid (…). Trabajar en todas estas condiciones, y poner un grado de retraso, fue difícil, pero también es una tarea, un proceso que básicamente estamos entrenando con este proyecto: encontrar problemas difíciles, y ubicar de formas creativas las soluciones para resolverlos”, dice el académico.

Foto del lanzamiento del pasado viernes 1 de abril. Crédito: SpaceX.

-Este trío de satélites los lanzaron en un cohete Falcon-9, de SpaceX. ¿Cómo fue trabajar con la gente de SpaceX? ¿Te tocó conversar con Elon Musk?

-(Se ríe) No, no pudimos conversar con Elon Musk. No estaba ahí (…). Pero trabajar con SpaceX en general es razonable. (El problema) probablemente es más los sistemas de seguridad de EE.UU., porque Cabo Cañaveral no es de SpaceX. Son instalaciones federales de EE.UU., entonces, lo más “fome” fue que no pudimos fotografiar adentro, cuando dejábamos los satélites, que sí ocurrió con el SUCHAI-1. Cosas que nos ilusionan, para recordar el evento. Pero claro, era eso de, en términos históricos, ver cómo pusimos los satélites para mostrarle el proceso a las nuevas generaciones.

-Sé que es complejo, pero… ¿A cuál de estos cuatro satélites chilenos -considerando también a SUCHAI-1- le tienes más cariño?

-(Una vez más, Marcos Díaz se ríe). Me estás preguntando a cuál hijo quiero más. Uy, es difícil la respuesta. En principio, yo creo que los quiero a todos por igual. Han significado muchas cosas. Ahora, hay uno que lleva algo que es muy personal para mí, y probablemente tiene algo que lo hace un poquito más especial. Pero creo que los quiero a todos por igual.

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