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Yo, madre

4 de Mayo de 2022

La maternidad en medio de la migración

La imagen es un collage alusivo a la maternidad en medio de la migración Patricio Vera

Nuestras comidas, nuestras oraciones (al despertar y al dormir), nuestras historias o recuerdos, nuestras celebraciones (cumpleaños, fiestas de independencia, navidades, Semana Santa)... Todo gira alrededor de la identidad salvadoreña y chilena. 

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Desde que mis hijos llegaron, mi vida tuvo otro sentido. Matías hoy tiene 12 años y Nicolás tiene 8, pero estoy segura de que, si quiero, recuerdo hasta los detalles más pequeños de cada uno de ellos ese primer día que los sentí en mis brazos. Y, también, creo que en cada uno de esos primeros momentos no vi las señales de la aventura que estaba por vivir en los próximos cuatro años. Porque ser madre migrante en Chile ha sido una total aventura, para bien.

Porque siempre hay luchas internas que se deben batallar y esas son las que más hubieran desgastado si no hubiera tenido mis ojos puestos en mi propósito.

Mis hijos hoy están en el camino de reconocerse como salvadoreños-chilenos. Y eso es un trabajo constante en casa. Porque creo que en casa inicia todo ese aprendizaje: nuestras comidas, nuestras oraciones (al despertar y al dormir), nuestras historias o recuerdos, nuestras celebraciones (cumpleaños, fiestas de independencia, navidades, Semana Santa)… Todo gira alrededor de la identidad salvadoreña y chilena. 

Poner en el menú platos de ambos países y reírnos por los distintos nombres. Izar ambas banderas para el mes de las independencias (Chile y El Salvador la celebran en septiembre). Tener piñata estilo salvadoreño con mesa servida estilo chileno para los cumpleaños… Son pequeños actos que generan impresiones, comentarios y recuerdos.

No ha sido fácil asumir que debo seguir fomentando nuestros valores y hacerlos más fuertes y grandes junto con los de este bello país (Chile) que nos abrió sus puertas y corazón.

Ser madre migrante en Chile ha sido una total aventura, para bien.

Como adulta responsable, hace aproximadamente 13 años, sabía que tenía altas probabilidades de vivir fuera de mi “pulgarcito”, con un esposo chileno, y que vería a mis hijos crecer en un espacio diferente al mío. Y esa idea me agradaba.

Pero nunca me imaginé que cuando llegara en momento esa aventura me iba a llevar por un camino alterno por medio de un fuerte aprendizaje personal: a los cuatro meses de llegar a Chile me diagnosticaron cáncer de mama, con alrededor del 80% de probabilidad de invasión en mis demás órganos internos. Lo recuerdo muy bien: me vi con mi hijo mayor de la mano y mi bebé colgado en mi pecho, llorando y pensando en un futuro a corto plazo para esa relación madre-hijo, que según yo estaba comenzando. Ahora entiendo que mi duelo migratorio lo canalicé en todo ese dolor, terapias, sentimiento de abandono, agujas, hospitalizaciones, desmayos, náuseas y más.

Fue en medio de ese camino que, inconscientemente, decidí, con más ahínco, apegarme a mis tradiciones familiares y culturales. Recuerdo claramente que me empecé a preocupar de que mis hijos conocieran los símbolos patrios de El Salvador y de Chile: canciones, libros, historias, juegos. Me ocupé por que los cumpleaños se celebraran tal como lo haríamos estando allá: sus piñatas, su decoración, sus menús, sus programaciones hasta la cantidad de invitados, y que debían ser muchos. Muchos celebrando la vida.

Ahora entiendo que mi duelo migratorio lo canalicé en todo ese dolor, terapias, sentimiento de abandono, agujas, hospitalizaciones, desmayos, náuseas y más.

Chile sí es diferente a El Salvador. Chile sí es parecido a El Salvador. Ese “relajo” de ideas me tiene, a diario, explicando a mis hijos las riquezas y pobrezas de ambos países. Me tiene estudiando para darles mejores explicaciones de sus inocentes, pero consideradas dudas acerca de dónde vienen, para dónde van…

*Perla Guatemala (39) es comunicadora social. Salvadoreña, esposa y madre de dos hijos salvadoreños-chilenos.

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