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Opinión

7 de Junio de 2022

La subvaloración de la Educación Artística en el currículo escolar

La imagen muestra a la autora frente a una imagen alusiva a educación artística

Si nos saltamos la clase de arte (se aplica también para la de música o tecnología) para realizar un ensayo del Simce o la PTU, o simplemente para reforzar aquellas asignaturas “relevantes”, los niños, niñas y adolescentes de colegios particulares no verán detrimento en su capital social, pues lo tienen en sus casas, en su entorno o en sus vacaciones; sin embargo, un niño o niña de menores recursos, difícilmente recupera ese conocimiento. 

Paula Caballería Aguilera
Paula Caballería Aguilera
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Hace ya casi 40 años que Gardner publicó su teoría de las Inteligencias múltiples, en la que planteó que la inteligencia no es un conjunto unitario que agrupe diferentes capacidades específicas, sino una red de conjuntos autónomos, interrelacionados que generan capacidades sinérgicas más allá de las específicas. Entre ellas, además de la lógico-matemática y la lingüística-verbal, destacan la inter e intrapersonal, la corporal, emocional, la creativa y por supuesto, la musical-auditiva. En resumen, no existe una única inteligencia para cada persona, sino que todos poseemos en grados variables todas ellas.

Resulta incomprensible entonces que, en nuestro país, con el paso de los años y bajo la lógica de un currículo centrado en lo “relevante” o “útil” para el futuro de los y las estudiantes, se ponga cada vez más énfasis en cierto grupo de asignaturas y saberes asociados a la concepción clásica de la inteligencia y el rendimiento académico. Desde esta perspectiva, la adhesión poco crítica a pruebas estandarizadas para medir aprendizajes y para definir el ingreso a la educación superior, nos ha llevado a consolidar esta mirada en detrimento de otras disciplinas que en el imaginario colectivo parecieran haber quedado en segundo orden de importancia. 

No existe una única inteligencia para cada persona, sino que todos poseemos en grados variables todas ellas.

Y es que el currículo ha evolucionado (o tal vez involucionado) hacia una estrechez de contenidos, eligiendo y sumando cada vez más horas a aquellos que están vinculados con el concepto clásico de la inteligencia. Esta mirada no sólo es contradictoria con la educación integral, sino que también limita la práctica de habilidades sociales y acrecienta una brecha social relevante, lo que explica en parte, la iniciativa de UNESCO de crear la Semana de la Educación Artística (SEA)

Si nos saltamos la clase de arte (se aplica también para la de música o tecnología) para realizar un ensayo del Simce o la PTU, o simplemente para reforzar aquellas asignaturas “relevantes”, los niños, niñas y adolescentes de colegios particulares no verán detrimento en su capital social, pues lo tienen en sus casas, en su entorno o en sus vacaciones; sin embargo, un niño o niña de menores recursos, difícilmente recupera ese conocimiento.

No se trata si dibujas mejor o peor, o si logras sacar la canción en el metalófono o la flauta, sino que se trata del desarrollo de la apreciación del arte, de la conciencia estética, del acceso a la belleza y a todos los estímulos creativos, anímicos y reflexivos que ello genera. 

Resulta incomprensible entonces que, en nuestro país, con el paso de los años y bajo la lógica de un currículo centrado en lo “relevante” o “útil” para el futuro de los y las estudiantes, se ponga cada vez más énfasis en cierto grupo de asignaturas y saberes asociados a la concepción clásica de la inteligencia y el rendimiento académico.

Entonces, no basta con una semana al año en donde los establecimientos llevan a cabo acciones “entretenidas” vinculadas con el arte, se trata de generar la conciencia de que estos saberes fundamentales interrelacionados con otros tipos de inteligencias serán siempre valiosos.  

Nuestro sistema educativo debe poner cada vez más foco en la formación de integral de ciudadanos para una sociedad compleja, donde la imaginación, la creatividad y el sentido estético de la vida, en conjunto con los conocimientos científicos y técnicos permitirán el desarrollo de mejores personas y una mejor sociedad. 

*Paula Caballería Aguilera es académica de la Universidad Católica Silva Henríquez.

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