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Cultura & Pop

24 de Junio de 2022

¿Besos prohibidos?: Las polémicas cancelaciones de películas y animaciones, más allá de Lightyear

Una breve escena en la nueva animación Lightyear, de Disney, ha suscitado una gran controversia. En esta, la astronauta Alisha Hawthorne besa a su esposa. Sin embargo, esta no ha sido la única obra cinematográfica afectada por cancelaciones o censura. Aquí, algunas de esas historias.

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Este ha sido un año de controversias para Disney.

La última chispa que encendió la polémica fue un beso, en pleno mes del Orgullo LGBTIQ+. Un beso entre dos mujeres.

Lightyear, la película sobre el reconocido astronauta de Toy Story, es el retorno de la animación a las salas de cine después de una serie de estrenos en streaming. Justo en el medio de la película, hay una breve escena en la que Alisha Hawthorne, una astronauta lesbiana, besa a su esposa.

La escena había sido omitida originalmente por los ejecutivos, pero en marzo se confirmó su reposición. Esto ha detonado un reclamo generalizado entre grupos conservadores por boicotear la película.

La película, incluso, fue prohibida por 14 países entre los que se cuentan Arabia Saudita, Egipto, Líbano e Indonesia solo por el beso de Alisha Hawthorne. China, además, pidió la eliminación de la escena a lo que Disney, por presión de sus trabajadores, se negó, por lo que es posible que tampoco se exhiba en el gigante asiático. Este último sería un factor decisivo para el futuro de las representaciones de la comunidad LGBTQI+ en el cine.

En otros casos, como en Perú, una de las cadenas de cine advirtió a los espectadores que contenía escenas con “ideología de género” (un término equívoco usado para referirse a situaciones que involucran feminismo y/o las disidencias sexuales).

La censura ha despertado la sed del foro digital, devolviendo a Bugs Bunny, clásico personaje de Warner Brothers, al centro de la palestra. Memes y twits de diverso tipo han saturado el ciberespacio con imágenes del célebre conejo besando a Elmer Gruñón, Sam Bigotes e, incluso, al basquetbolista Michael Jordan.

Cultura de la cancelación

Más allá de Lightyear, mucho se ha hablado en el último tiempo de una “cultura de cancelación” en las artes.

Esta idea nació en círculos conservadores para denunciar lo que creen es un atropello a su libertad de expresión. Esto no ha impedido que se haya comenzado a pensar seriamente como el caso de la profesora de Harvard Pippa Norris, quien la define como “estrategias colectivas de activistas que usan presión social para lograr el ostracismo cultural de objetivos (alguien o algo) acusado de palabras o actos ofensivos“.

Desde el progresismo, incluso, se ha declarado que la cancelación existe, pero que está lejos de ser un monopolio de la izquierda.

El historiador y comunicador David Olusoga, por ejemplo, ha dicho que “nunca dudé que la “cultura de la cancelación exista, encendida por la intolerancia política y el anonimato tóxico de las redes sociales. El gran mito sobre la cultura de la cancelación es que existe solo en la izquierda. Durante 40 años, los periódicos de derecha han luchado incesantemente por deslegitimar y cancelar a la BBC, nuestro medio nacional“.

Más allá de la validez del concepto de cancelación, la polémica expresa el complicado lugar que ocupan la libertad de expresión y la censura en nuestra sociedad.

El beso que rebalsó el vaso

¿Por qué una escena tan breve produjo tal conmoción?

La fuerte reacción parece desproporcionada en relación a la historia que realmente cuenta Lightyear.

“Yo creo que hay que aclarar para los que no han visto la película que esto pasa en una sola escena y realmente los niños no se dan ni cuenta. Yo la vi justamente ayer con mi hijo de siete años, y te aseguro que no se dio ni cuenta de eso. Es una escena muy mínima,” señaló Yenny Cáceres, columnista de cine en The Clinic. “Más que mostrar el romance entre dos mujeres, la idea fue mostrar que hay distintos tipos de familia, de manera muy normal”, añade.

El beso de Alisha Hawthorne, sin embargo, es parte de un problema político mucho más complejo. Todo comenzó con el público repudio de Disney a la ley “No digas gay” auspiciada por el gobernador de Florida Ron DeSantis, que prohíbe discusiones sobre sexualidad antes del cuarto grado, y otorga derechos de indemnización para los padres en caso de que el recinto escolar violara la ley. La respuesta del gobernador DeSantis fue amenazar con suspender el estatus especial de Disney en su estado.

La situación empeoró con un comunicado de “los empleados LGBTQ+ de Pixar y sus aliados” en contra de Disney, compañía de la que dependen. En el comunicado, los adherentes se mostraron insatisfechos con la respuesta de Bob Chapek, CEO de Disney, a la proclamación de la ley, y denunciaron la continua censura de los ejecutivos cuando se proponían tramas en que se representaran afectos entre personas del mismo sexo. Esta semana, Disney detuvo la relocalización de 2000 empleados a Florida, aunque aseguran que la decisión no está relacionada con la ley del gobernador DeSantis.

No es extraño entonces que Lightyear sea solo un elemento más de una empresa que no ha sabido resolver del todo cómo mostrar todas las identidades de género a los niños, el segmento más obsesivamente celado por los grupos conservadores.

El amor que no puede televisarse

La escena es una más de una serie de intentos de las compañías de animación por conectar con identidades de género más amplias. La compañía Nickelodeon ha sido la más cauta ante el problema. El final de La leyenda de Korra, en 2014, por ejemplo, confirmaba el amor de la protagonista por Asami al fundirlas tomadas de la mano.

Bob Esponja, también de Nickelodeon, fue persistentemente acusado por grupos cosnervadores de promover un estilo de vida homosexual, a lo que Stephen Hillenburg, su creador, declaró que el tema no tenía nada que ver con la propuesta de la serie, y que consideraba a sus personajes “casi asexuales.”

La más reciente estrategia de Nickelodeon ha sido reformular a Betty Deville, madre de Philly y Lilly en la serie Rugrats, quien en la serie original estaba casada con un hombre llamado Howard. El relanzamiento en Paramount+, en cambio, caracteriza a Betty como una persona abiertamente gay, y su voz estará a cargo de la intérprete queer Natalie Morales.

Cartoon Network ha estado a la vanguardia en la representación televisada de afectos entre personas del mismo sexo. En Hora de Aventura, por ejemplo, siempre se sugirió que la Dulce princesa y Marceline, ambas alguna vez pretendidas por el protagonista Finn, eran pareja. Durante el último capítulo de la serie, ambas se besan antes de una batalla que podría acabar con la muerte de ambas.

Otra serie de Cartoon Network que ha sido explícita en mostrar afectos LGBTQ+ es Steven Universe en el que se muestra la boda de Rubí y Zafiro, quienes después de declarar sus votos, culminan la escena con un beso.

Disney misma ha tenido que vivir repetidas veces protestas del movimiento One Million Moms, quienes declaran “combatir la indecencia en los medios.” La saga Toy Story ya había sido blanco de sus quejas por emitir en su cuarta entrega una “peligrosa” escena lésbica.

Un problema difícil

El beso de la polémica en Buzzlightyear sería una de las primeras instancias en un largometraje animado, pero la estrategia de cancelar una película se está haciendo cada vez más común en los Estados Unidos. 

El problema es particularmente difícil para ciertas posiciones liberales en los Estados Unidos quienes han promovido el boicot de otros films aunque por razones muy distintas. El caso más connotado es Lo que el viento se llevó, película de 1939, cuya exhibición fue cancelada por el Orpheum Theater de Memphis Tennessee por parecer “insensible para un gran segmento de la población local.”

Protestas por la representación estereotipada o racista de la película de parte de la comunidad afroamericana en Estados Unidos existieron en todas sus etapas, desde la producción del filme hasta la adaptación del guión, el casting y su estreno. Sin embargo, la exhibición de Lo que el viento se llevó nunca se vio impedida hasta su prohibición en Tennessee. Esta tendencia se repitió cuando Warner Brothers decidió impedir la exhibición del filme en el cine Rex de París.

“Yo estoy en contra de ese tipo de cancelaciones. Ese tipo de películas como ‘Lo que el viento se llevó’ y todo el cine clásico norteamericano en el que el rol de la mujer es siempre segundo plano, siempre protagonistas masculinos, es parte de un contexto de época. Sobre todo en el cine. No estoy de acuerdo con esas cancelaciones históricas, sí uno puede dar una mirada contemporánea y una lectura más actuales”, expresó Yenny Cáceres.

Es así que se han buscado otras soluciones.

Disney+, la plataforma de streaming de la gran productora, ha participado de estas soluciones intermedias por medio de introducir disclaimers de contenido racista en clásicos infantiles como Dumbo o Peter Pan.

“Este programa está presentado como se creó originalmente. Puede contener representaciones culturales obsoletas. Estos estereotipos estaban equivocados entonces y lo están actualmente. En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto dañino, aprender de él y generar conversaciones para crear juntos un futuro más inclusivo”, advierte el mensaje de la compañía antes del comienzo de los filmes.

Los costos de cancelar

El periodista de Forbes Dani Di Placido recalcó que más allá de promover una cultura de la cancelación, el ataque contra Lightyear es una instancia más de una guerra cultural en los Estados Unidos en contra de la comunidad LGBTQI+. Y Disney continuará estando al centro de esta batalla, especialmente por las incalculables consecuencias en sus finanzas. El mayor desbalance es efecto del mercado chino, que solo en parques, productos y experiencias le produce a la compañía retornos de USD$7.2 billones. Perder este mercado podría poner en jaque el futuro económico de la compañía.

El desencuentro trasciende la aceptación de una versión occidental de una perspectiva de género. A finales del 2021, el National Legal and Policy Center emitió una recomendación a la compañía de revisar sus políticas de protección de los derechos humanos en la cadena de suministro. Un preocupado accionista pidió investigar la presencia de trabajo forzoso en la provincia china de Xinjiang vinculada a la industria de algodón de la que se aprovecha Disney para la comercialización de productos de vestimenta. Es precisamente en esta región que el Departamento de Estado norteamericano ha denunciado un verdadero “genocidio” perpetrado por parte del China a los musulmanes de la etnia uigur. La propuesta de investigación, sin embargo, perdió en la junta de accionistas de Disney.

La atracción del mercado chino junto con la presión doméstica de tener la misma política de valores en todo el mundo tiene a Disney entre las cuerdas. Tanto trabajadores de la compañía como el fiel público estadounidense demandan temas que acerquen sus clásicos contenidos a la sensibilidad de una nueva audiencia. A pesar de ese deseo, el rendimiento de Lightyear ha sido más bien decepcionante en términos económicos. Es posible que esto empuje a la compañía a acercarse a mercados más atractivos –aunque también más conservadores–, pero hasta ahora todavía han triunfado los besos.

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