Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

24 de Junio de 2022

Maradona, las Malvinas y el partido de todos los tiempos

El miércoles 22 de junio se cumplieron 36 años de un duelo irrepetible en la historia de las Copas del Mundo. La Argentina de un joven Diego Armando Maradona derrotó a los ingleses con dos anotaciones que trascendieron los límites de la cancha. La Mano de Dios y el Gol del Siglo fueron la pequeña revancha, para una guerra que marcó a toda una generación.

Matías Fuenzalida
Matías Fuenzalida
Por

El sol pegaba fuerte sobre la interminable y burbujeante Ciudad de México. Con más de 110 mil personas en las gradas, el mítico Estadio Azteca estaba listo para ser escenario de uno de los partidos de fútbol más memorables de la historia. Fue un 22 de junio de 1986, cuando Argentina chocó contra Inglaterra por los cuartos de final de la Copa del Mundo.

A las 12 del día y con 30 grados de temperatura, el cuestionado entrenador albiceleste Carlos Salvador Bilardo tomó posición en la banca mientras sus dirigidos, liderados por un joven Diego Maradona, se ordenaban en el centro del campo para entonar el himno. Al costado, los ingleses, con el gran portero Peter Shilton y el hábil delantero Gary Lineker a la cabeza, miraban hacia el cielo. Ni el árbitro tunecino Alí Bennaceur, ni los jugadores, ni el público en las tribunas, ni los millones de telespectadores, imaginaron que en pocos segundos serían testigos de un duelo inolvidable que trascendería los límites de la cancha. Quizá uno sí lo sabía, un menudo mediocampista de 25 años con el número 10 en la espalda, que esa tarde haría cosas increíbles, imposibles y extraordinarias.

A las 12 del día y con 30 grados de temperatura, el cuestionado entrenador albiceleste Carlos Salvador Bilardo tomó posición en la banca mientras sus dirigidos, liderados por un joven Diego Maradona, se ordenaban en el centro del campo para entonar el himno. Al costado, los ingleses, con el gran portero Peter Shilton y el hábil delantero Gary Lineker a la cabeza, miraban hacia el cielo.

En 1986, Argentina vivía sus primeros años de retorno a la democracia, después de la implacable dictadura cívico-militar que había comenzado a mediados de los 70. Atrás había quedado la represión, las desapariciones forzadas y las violaciones sistemáticas a los derechos humanos, aunque las heridas de esos tiempos seguían abiertas. También las de un conflicto crudo y desolador, que apuró el proceso de transición y el fin del autoritarismo: la Guerra de las Malvinas.

La mañana del 19 de marzo de 1982, el izamiento de una bandera argentina en una de esas desoladas islas del Atlántico sur, alertaron a los ingleses que las ocupaban hace más de un siglo. Todo sucedió muy rápido y los enfrentamientos se hicieron cada vez más sangrientos. En un lado, una infantería inexperta. En el otro, la potente Marina Real y la Fuerza Aérea Británica. Todo, en medio de montañas desiertas, escarchas y la gélida llovizna producida por las olas del océano. Tras poco más de dos meses, los uniformados de la Pérfida Albión volvieron a tomar posesión del archipiélago y los perdedores debieron retirarse, lamentando 649 muertos, 1.687 heridos, 350 suicidios y más de 11.000 prisioneros de guerra.

Con esos recuerdos a flor de piel, los jugadores de la selección argentina guiados por Diego Armando Maradona, saltaron al pasto del Azteca. “Era ganarle a un país, no a un equipo de fútbol. Si bien nosotros decíamos antes del partido, que el fútbol no tenía nada que ver con la Guerra de las Malvinas, íntimamente sabíamos que habían muerto muchos pibes, que los habían matado como pajaritos. Nosotros hacíamos culpables a los jugadores ingleses de todo lo que había sucedido. Sí, yo sé que es una locura pero así lo sentíamos y era más fuerte que nosotros”, declaró Diego hace un tiempo.

E iba a ser una venganza irrepetible, una vendetta fuera de libreto que dejó una huella imborrable no sólo en los hinchas del fútbol. Minuto 51, Maradona encara por el medio hacia el arco de Shilton. Deja atrás a los zagueros británicos y busca a su compañero Jorge Valdano, ubicado en la entrada del área grande. Steve Hodge intenta despejar, pero el balón le sale en dirección a su propia puerta. Maradona sigue la jugada y justo antes de que el portero (20 centímetros más alto que él) la despeje con su puño, pone la mano sobre su cabeza y anota… ”fue como robarles la cartera” afirmó el Diez.

“Era ganarle a un país, no a un equipo de fútbol. Si bien nosotros decíamos antes del partido, que el fútbol no tenía nada que ver con la Guerra de las Malvinas, íntimamente sabíamos que habían muerto muchos pibes, que los habían matado como pajaritos”, declaró Diego hace un tiempo.

Y 4 minutos más tarde, vino la obra maestra. Fueron 10.6 segundos, 6 rivales apilados, 44 pasos y 12 toques de pierna izquierda. El relato del uruguayo Víctor Hugo Morales quedó para siempre en los libros: “¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golazooo! ¡Diegool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme… Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0”.

Argentina siguió en carrera y se quedó con su segunda Copa del Mundo ganando a Alemania en la final. Pero ésa fue una batalla de 11 contra 11, en una cancha de fútbol, ante miles de millones de personas y donde lograron herir el orgullo británico en lo más profundo. Han pasado justo 36 años. Hoy las Malvinas o Falkland se han convertido en un lugar multicultural donde conviven más de 60 nacionalidades. Aún ondean algunas banderas albicelestes, en señal de que a pesar del tiempo y de la derrota, el puño de Maradona sigue apretado, en memoria de las víctimas.

Notas relacionadas

Deja tu comentario