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Opinión

16 de Septiembre de 2022

El mundial, el álbum y los cromos imposibles

Cada cuatro años, el mundo se paraliza para ver en acción a las mejores selecciones y a las grandes estrellas del fútbol. Pero también reflotan viejas tradiciones, que no desaparecen a pesar de los avances de la tecnología. Ritos que muchas veces se han convertido en una verdadera obsesión.

Matías Fuenzalida
Matías Fuenzalida
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Quedan poco más de dos meses para que suene el pitazo inicial de la 22ª Copa del Mundo de la FIFA. Será en el partido que disputará la selección local de Catar ante Ecuador en el modernísimo Estadio Al Bayt, ubicado solo 40 kilómetros al norte de la capital Doha. Todo, en medio del desierto pero muy cerca de las tibias aguas del Golfo Pérsico. El torneo terminará de jugarse en diciembre y conoceremos al campeón, por primera vez, algunos días ante de Navidad.

Las 8 sedes que tendrá el torneo están tan cerca unas de otras, que permitirá a los hinchas ver en vivo hasta tres partidos en un solo día. Aunque sin mucha fiesta, debido a las restricciones en el consumo de alcohol y otras polémicas reglas impuestas por la monarquía musulmana. Por ejemplo, altas multas a los que boten basura en las calles o rompan con los códigos de vestimenta, que obligan a cubrir hombros y rodillas. Afortunadamente, los recintos cuentan con aire acondicionado para combatir los más de 40 grados de temperatura, que por esas fechas azotarán a esta pequeña península pegada a Arabia Saudita. Habrá que olvidarse de tomar cerveza con la panza al aire en las graderías y también de las alocadas y cosmopolitas fan fest, como las conocemos hasta ahora.

Pero la cuenta regresiva avanza rápido y es momento de cumplir con inmortales tradiciones. Esas que nos ayudan a fundirnos con la atmósfera mundialera mientras acomodamos nuestros horarios y cancelamos compromisos para no perder de vista ningún detalle.

El álbum. Las láminas. Las figuritas. Juntarse con los que también cayeron en la tentación de desviar gran parte del presupuesto mensual hacia el kiosko de la esquina. Un ritual futbolero que florece cada cuatro años y que ningún avance tecnológico ha logrado hacer desaparecer.

Aún en mis cajones está intacto el de Estados Unidos 1994, el primero que completé. Ahí aparecían jugadores inolvidables, como el ruso Oleg Salenko, que tiene el récord de anotar 5 goles en un partido de Copa del Mundo. También el irreverente portero sueco Thomas Ravelli, que solía hacer malabares con el balón a milímetros de la línea de gol. Luego vino el ejemplar de Francia 98, con Chile entre sus páginas y las imágenes de Iván Zamorano, Nelson Tapia y Ronald Fuentes, retocadas con un rudimentario Photoshop. Ahora, más de dos décadas después, tengo en mis manos del de Catar 2022, con tapa dura y elegante diseño.

El objetivo principal siempre fue llenarlo, sin dejar de lado otra obsesión paralela: conseguir rápidamente esa lámina imposible, esa que nunca asoma en los sobrecitos y que en cada versión se convertía en una pequeña reliquia de papel. Para el álbum del mundial de Alemania 1974, hubo una de esas figuritas que hasta hace pocos años provocó la locura de los coleccionistas en su afán por tenerla. Fue la del desconocido jugador Mwanza Mukombo de la selección de Zaire, el ex Congo Belga y actual República Democrática del Congo. Mukombo fue un discreto defensa de 1.60 metros de estatura y pertenecía a la etnia de los pigmeos mbuti, una de las más antiguas de la humanidad. Murió a los 55 años tras militar en varios equipos casi amateurs, pero fue capaz de volverse inmortal para los adictos a los cromos. En Argentina, uno de ellos esperó 32 años hasta encontrar en una feria ese álbum completo con Mukombo incluido. Pagó miles de dólares por el ejemplar, que luego exhibió por varios países. La imagen de ese enigmático defensa era ahora una obra de arte.

El álbum. Las láminas. Las figuritas. Juntarse con los que también cayeron en la tentación de desviar gran parte del presupuesto mensual hacia el kiosko de la esquina. Un ritual futbolero que florece cada cuatro años y que ningún avance tecnológico ha logrado hacer desaparecer.

En estos tiempos, las figuritas imposibles ya no existen. Incluso uno de los mandamases de Panini, la editorial italiana que las fabrica, reconoció que todas se imprimen en cantidades iguales, por lo que no es necesario recorrer mercados y viejas librerías para encontrar esos tesoros.

Una nueva Copa del Mundo está por comenzar, una que será distinta, llena de modernos avances, pero también plagada de límites para los hinchas y prohibiciones medievales. Por suerte las tradiciones siguen vivas, como la de hacer todo para conseguir hasta la última laminita, y lograr así completar otro álbum mundialero.

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