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Opinión

20 de Julio de 2022

¿Partir de cero? El plan de Boric y el desafío constitucional

Al hablar sobre su mirada de lo que debería ocurrir en caso de triunfar el Rechazo, el primer mandatario dejó entrever su comprensión del escenario actual; una comprensión inquietante, pero que ayuda a entender sus oscilaciones y, más aún, su incomodidad con el Chile que hoy le toca gobernar.

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¿Por qué el presidente Boric ha sido tan zigzagueante —errático dirían los más críticos— frente al proceso político y constituyente en curso? Primero no quiere una Constitución “partisana”, luego habla de los “cuatro generales” y en seguida se pone en “todos los escenarios”; en su primer discurso desde La Moneda omite a Ricardo Lagos, pero después visita al expresidente e incluso postea, orgulloso, una selfie con él. ¿Cómo explicar sus vaivenes entre una semana y otra, casi entre un día y otro? Se trata de preguntas ineludibles considerando el crítico momento político y constitucional que vive el país.

Y, quizá sin proponérselo, su entrevista del viernes pasado al matinal de Chilevisión nos entrega más de una pista al respecto. Porque al hablar sobre su mirada de lo que debería ocurrir en caso de triunfar el Rechazo, el primer mandatario dejó entrever su comprensión del escenario actual; una comprensión inquietante, pero que ayuda a entender sus oscilaciones y, más aún, su incomodidad con el Chile que hoy le toca gobernar.

De partida, es muy revelador que el presidente Boric hable con tanta propiedad: “de ganar la alternativa Rechazo, lo que va a pasar es que vamos a tener que prolongar este proceso por un año y medio más…”. Lo que “va a pasar”, en rigor, nadie lo sabe. Lo único cierto es que ese lenguaje tan categórico sugiere una dosis importante de voluntarismo: aunque para Boric y sus filas resulte muy ingrato, acá se necesitarán acuerdos políticos transversales para continuar con el itinerario constitucional, ya sea que se imponga el Apruebo o el Rechazo.

De partida, es muy revelador que el presidente Boric hable con tanta propiedad: “de ganar la alternativa Rechazo, lo que va a pasar es que vamos a tener que prolongar este proceso por un año y medio más…”. Lo que “va a pasar”, en rigor, nadie lo sabe. Lo único cierto es que ese lenguaje tan categórico sugiere una dosis importante de voluntarismo”.

El problema, sin embargo, es que tanto Boric como Apruebo Dignidad tienen un problema estructural con los grandes acuerdos. Nacieron, crecieron y vencieron políticamente impugnando esas lógicas. Convencionistas muy cercanos al Presidente de la República y a sus ministros decían sin sonrojarse que los vilipendiados 30 años eran pura “opresión y despojo” y que el Congreso es una “institución desleal”. Esa es la mentalidad constituyente que expresa o soterradamente late en los corazones de La Moneda.

Por eso el destino del primer mandatario no se cruzó con el de la Convención ahí donde era fundamental que ambos, gobierno y órgano constituyente, se encontraran. Porque —no lo olvidemos— entre la elección de convencionales y la entrega del texto final de la Convención nuestro país tuvo varias elecciones, donde Boric fue protagonista. Venció a Jadue, perdió con JAK en la primera vuelta y luego llegó a La Moneda. El pueblo habló en las urnas y el mensaje fue claro: para ganar, Boric tuvo que moderarse y prometer seguridad en las distintas dimensiones de la vida —un anhelo aún más vivo hoy—: seguridad social, estabilidad política y lucha contra la delincuencia y el narco.

El problema, sin embargo, es que tanto Boric como Apruebo Dignidad tienen un problema estructural con los grandes acuerdos. Nacieron, crecieron y vencieron políticamente impugnando esas lógicas”.

No obstante, la Convención jamás acusó recibo y ni Boric ni los suyos, pese al giro que tuvieron que hacer para el balotaje, se desplegaron con decisión para modificar la marcha de “la constituyente ciudadana” una vez que alcanzaron el poder. Fue como si aquello que dijeron en la campaña de noviembre y diciembre desapareciera por arte de magia una vez que llegaron a La Moneda. Como era previsible, la falta de transversalidad política terminó aumentando la desconexión entre los convencionales y las grandes mayorías. Los resultados están a la vista.

Así, corrió mucha agua bajo los puentes: basta revisar todas las encuestas publicadas durante los últimos tres meses y medio. Y, sin embargo, una vez captado este dato, el presidente Boric nos dice que, en caso de vencer el Rechazo, “va a tener que discutirse todo de nuevo a partir de cero”. ¿Qué significa esto? ¿No habría que aprovechar el camino andado e intentar sacar las lecciones del caso? ¿Hasta qué punto se trata de una reminiscencia de la mentalidad que hundió a la Convención? ¿Dónde quedó el propósito de “habitar la república”? ¿No habría además que aprender de los últimos meses en La Moneda, desde la visita de Temucuicui hasta el reciente traspié con Gendarmería? ¿No clama la sociedad chilena una auténtica visión de Estado?

El país efectivamente está agotado, han sido años de una crisis tras otra. Por lo mismo, a la larga la peor estrategia para Chile y para el oficialismo es apostar a aprovecharse de ese cansancio. Se requiere más bien humildad, escuchar al pueblo del que tanto se habla. Tomarse en serio las percepciones ciudadanas día a día y no sólo cuando se está en campaña. Abrir alternativas transversales. Asumir que el desafío constituyente tiene que ser la “madre de todos los acuerdos”, como ha dicho el expresidente Lagos, o sencillamente no habría cambio constitucional duradero y ampliamente legitimado. Y asumir también que gobernar hoy exige tener como prioridad uno cuestiones tan básicas como la inflación y el orden público, quizá menos románticas pero cada día más cruciales para las personas.

En suma, “recoger la basura”, como decía el Gabriel Boric que citaba a Iñigo Errejón. No “partir de cero”: ya sabemos cómo le fue a la Convención.

*Claudio Alvarado es abogado y magíster en derecho constitucional. Director ejecutivo del IES.

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