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Opinión

4 de Agosto de 2022

De Matta a Meta (verso)

El desafío de Matta no era pintar un paisaje, sino tal como él lo denominaba, un “sersaje”: un paisaje del ser. El metaverso hubiese sido un aliado fiel para los objetivos de este gran artista.

Rodrigo González Guerra
Rodrigo González Guerra
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Es conocido que Roberto Matta alcanzó al final de su tiempo a dibujar digitalmente. El pintor chileno cambió el pincel por un lápiz electrónico y logró lo que siempre buscó con la pintura: volver visible lo invisible. En un documental transmitido por la televisión nacional, señaló con convicción que vivimos rodeado de una cantidad enorme de invisibles que nuestro sistema nervioso es incapaz de procesar. Se refería a procesos de producción y reproducción celular, morfología de organismos microscópicos, entre otros: todos escondidos a la simple vista humana, aunque allí presentes. En aquella oportunidad, y ante el avance de la tecnología que a su juicio revolucionó el verbo ver, decía con emoción: “Pero si tú te pones estos raros anteojos electrónicos, tú ves las cosas más raras”.

A casi 20 años de su partida, hoy Matta estaría diseñando mundos en el metaverso. Es claro que esta tecnología permite recrear digitalmente espacios y objetos en los que una persona, mediante un avatar, interactúa con otras en una experiencia común. En un principio, lugares y cosas a las que habitualmente nos son visibles, conocidas. Sin embargo, esa no es la única posibilidad. Y aunque la creatividad encuentre refugio en certezas físicas para funcionar, los mundos metaversales están abiertos a la exploración en que ya no solo será la reproducción digital de lo conocido, sino de algo más: esas cosas raras.

El metaverso redifinará las lógicas del diseño. Nuevos conceptos nacerán, ya que nuevos objetos serán descubiertos por la creación humana (y, quizá, artificial) que se desplegará en un mundo metaversal en que el territorio de lo invisible –ese espacio infinito de la imaginación– se iluminará progresivamente. Tal como lo explicaba Matta, su proceso creativo era manchar la tela, sin definición ni razón alguna, y extraer la luz de aquellos objetos que están en la oscuridad, allí donde en principio no vemos, pero que sí están. Esta práctica trasladada al metaverso inspira a desarrollar contenidos más allá de los límites de la naturaleza sin que se convierta en un atentado a la razón. Se trata de habitar el territorio de lo invisible mediante la imaginación.

En ese sentido, el metaverso es más que un juego, es una experiencia real, pues junto a componerse de elementos y objetos reconocidos para nosotros mezcla que lo imposible sea posible, que lo invisible sea visible. Así, por ejemplo, es posible diseñar una casa de vidrio en el espacio y habitarla con la sensación corporal de la gravedad y mental del vértigo a la altura. Se podrá saltar de un lugar a otro, ir desde el interior de las Pirámides a Rapanui, teletransportando nuestra mente, aunque manteniendo la unidad de la vivencia. Nuestras apariencias podrán encontrar un correlato exacto con nuestros cuerpos físicos, aunque no es evitable que, así como existen las cirugías plásticas, haya modificaciones de nuestra identidad en el mundo virtual. Lo conocido incluirá, por decirlo de alguna manera, esas cosas raras.

A casi 20 años de su partida, hoy Matta estaría diseñando mundos en el metaverso. Es claro que esta tecnología permite recrear digitalmente espacios y objetos en los que una persona, mediante un avatar, interactúa con otras en una experiencia común.

El desafío de Matta no era pintar un paisaje, sino tal como él lo denominaba, un “sersaje”: un paisaje del ser. El metaverso hubiese sido un aliado fiel para los objetivos de este gran artista, ya que permite ir excavando en nuestra imaginación los usos y formas de presentar las ideas que, de alguna forma, permean la dimensión física en la que vivimos. Seremos más de lo que vemos y puede que lo que veamos sea desconocido. Sin embargo, se mantendrán códigos comunes que seguirán gobernando estas relaciones, tales como el tiempo y el lenguaje. Y es que aún cuando estemos hablando con un unicornio digital, la interacción en tiempo real y el idioma fluido de una conversación nos acercará a lo que conocemos como realidad.

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