Entrevista Canalla
12 de Agosto de 2022Ana María Gazmuri: “¡No sé por qué dicen que los diputados son flojos!”
Esta semana, en el Congreso, han ocurrido importantes novedades respecto a la cannabis. Sumado a lo que se había anunciado días atrás en torno al examen de pelo a los parlamentarios. Aquí la ex actriz y actual congresista habla de las nuevas medidas, de su vínculo afectivo con este producto, la forma en que consume, los efectos que le produce, con quién le gustaría fumar, habla también de su exceso de trabajo, de su cansancio, de su lucha, y, en medio de todo eso, ríe, grita y llora.
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La noticia explotó a mitad de semana: se abren las compuertas para plantar marihuana. Chile dio un paso hacia el relajo. El Senado aprobó que cada chileno pueda tener hasta cinco plantas de marihuana en su casa. Los legisladores alzan el pulgar para plantar abiertamente y permitir el consumo en el dormitorio. Se podría cosechar y luego acceder a una volada en la terraza, irrumpir en carcajadas tendido en el living, reflexionar en la cocina. Todo con fragmentos de las cinco plantas sembradas en el hogar. El Senado, además, aprobó que los chilenos puedan circular con 40 gramos de marihuana en el bolsillo. “Y un pito se hace con 0.5 gramos o 1 gramo”, opina entusiasmada ella, Ana María Gazmuri, la política, la creadora de la Fundación Daya, la protectora nacional de la marihuana, la luchadora por el uso medicinal, por la expansión de la sativa y tantas otras, y quien ahora, emocionada, declara simplemente lo siguiente:-Estoy satisfecha.
Detalla el origen de los votos. Insulza, socialista, votó a favor. Quinteros, de centro izquierda, votó a favor. Rincón, demócrata cristiana aún, votó a favor. Y un señor de derechas, Rafael Prohens, liberado de las tenazas morales, con la mente despeinada, votó a favor y da la sensación de que en Chile ha surgido la derecha cannábica. El conservador verde.
-Esto es un cambio de paradigma- explica Ana María. Y sonríe. Es la victoria de la mota, un gol del cogollo, el éxito del troncho. El pito, legislativamente, goza de salud.
-Esto que está pasando es el camino de la sensatez- y la voz le sale cortada a Ana María, producto de la emoción.
-Está ocurriendo en el mundo- insiste.
-¿Qué ocurre en el mundo?
-En Tailandia, ponte tú, el Estado regaló un millón de plantas.
-¿Quieren generar una volada masiva?
-Es el cambio.
Y ya pasa en Uruguay, agrega. Y en Estados Unidos, en California; En Francia, Países Bajos, en la Europa liberal. La cannabis irrumpe legalmente en la humanidad. Y Ana María menciona a Milton Romani, un activista uruguayo, lo homenajea con hipérboles. Él ha sugerido que todos los caminos apuntan a la libertad. Y Ana María medita en voz alta: “Esto va a mejorar la persecución del narcotráfico. La idea es no criminalizar al consumidor”.
-Incluso puede traer nuevas oportunidades para la región…
-¿En qué sentido?
-Económico, claro.
-¿Chile podría ser un gran productor de pitos?- calculamos.
-¡De todas maneras! Es un gran desafío para la industria de la cannabis.
Está colmada de felicidad.
-Yo me fumo un pito todas las noches- afirma iluminada.
Y los ojos le brillan.
Pero de pasión.
Ella vuela
Cada noche, en efecto, Ana María Gazmuri, la actriz, la activista verde, la diputada pasional, la abuela de cuatro nietos, la mamá de dos treintañeros, la chilena de 56 años llevados con reiki, se fuma un pito de marihuana y entonces su mente felizmente se posa en una nube y ella obtiene una dosis de tranquilidad.
-Es sagrado- señala, maquillada, como si de pronto la fueran a fotografiar.
-¿Y tiene sueños surrealistas?
-¡Estoy tan agotada que creo que ya ni sueño!
Antes, dice, solía soñar tras el pito respectivo. Y anotaba por escrito sus sueños que, al parecer, resultaban ser dramatúrgicamente exóticos. Hoy fuma por urgencia. Lo hace entre cuatro paredes, en Peñalolén, en su casa, resguardada, ante la mirada simpática de Oso, su perro negro, o de Marlín, su perro salchicha, o de Campanitas, su gata, o, incluso, ante la mirada familiar de Nicolás, su cónyuge cannánico, un fumador hondo y enamorado. Y ambos allí, como dos tórtolos en trance, como una pareja ensamblada por el mecanismo de la THC, flotan afectivamente, con la mirada enrojecida, prestos a un viaje interior.
-Jamás he comprado marihuana- asegura Ana María, con el rostro serio.
-¿Nunca?
-Una vez.
-¿Fue a Emilia Téllez?- aborda, pasado de moda, el reportero.
-¿Ah?
-¿Dónde compró?- la voz, sin querer, suena policial.
-Quería probar una cepa especial. Entonces le pedí a mi doctor (un interesante doctor afín a la elevación, supone la prensa) que me hiciera una receta. Y fui a una farmacia para que me la hicieran.
-¿Usted tiene plantas?
-Claro. Ahora no, porque no estamos en temporada. Pero hace poco tuve cinco plantas preciosas.
Yo me fumo un pito todas las noches.
De manera que los pitos que se fuma cada noche los extrae de su jardín. Son plantas con vínculos, seres con vida, grandes amistades tal vez. Fuma cannabis Marca Gazmuri, yerba con trayectoria. Y el rito tiene un efecto medicinal: Ana María padece insomnio, por las noches está paradojalmente prendida, se le cruzan las tensiones, y la marihuana le disuelve los colapsos. Ana María admite que, desde hace un tiempo, está con los nervios de punta. Con lenguaje coloquial sintetiza su condición energética actual:
-Estoy raja- acota, lánguidamente.
-¿Qué pasa?
-El trabajo en el Congreso…uff…- la mirada se le pierde.
-¿Qué tiene?
-¡Es demasiado intenso! Es fuerte, muy fuerte…¡no sé por qué dicen que los diputados son flojos!
Jamás he comprado marihuana.
Los martes, por citar una jornada al azar, está allí por doce horas, saltando de comisión en comisión. Otros días no tiene descanso. Duerme tres días a la semana en un hotel porteño, lejos de Peñalolén y su ecosistema. En estos momentos, por ejemplo, la llama por teléfono su hijo. Y ella da un salto:
-¡Mi hijo!- grita telenovelescamente.
Y contesta.
-¡Hijo!
Y luego corta.
Y señala, compungida:
-Ya ni lo veo.
El hijo tiene 30 años y es un marihuanero esporádico. Años atrás, cuando él quiso fumar marihuana, Ana María le diseñó un camino amable hacia la elevación. “Fuma en la casa”, le dijo. “Fuma sin copete”, le aconsejó. Hoy, gracias a un concienzudo trabajo parental, el hijo fuma con criterio.
-De verdad no paro…- reitera, angustiada, la diputada.
-¿Cree que la marihuana sirve para sobrellevar estos momentos difíciles que enfrenta el país?
-Totalmente. Como dijo Romani (el activista uruguayo, su amigo): “La marihuana es un quitapenas”. Es mejor la marihuana a llenarse de fármacos.
Pero añade:
-Queda trabajo.
Y entonces grita:
-¡El Ministerio Público persistentemente, desde el año 2014, persigue a los consumidores!
Y suma otro grito:
-¡Van a meter en prisión a Luis Quintanilla (Presidente de la Corporación Dispensario Nacional)! ¡Luis es un químico muy importante, ha expuesto en el Congreso! Han allanado el Dispensario dos veces. Lo culpan de tráfico.
Respira. Vuelve a gritar.
-¡No voy a bajar los brazos hasta que Luis esté libre!
Amenaza con generar escándalos, orquestar un ruido comunicacional, si no liberan a Quintanilla. Y, por lo demás, justo ahora Luis va camino a su casa, van a preparar una estrategia legal. Puede que sean los últimos momentos en libertad de Luis Quintanilla.
De modo que ahora, con justa razón, susurra con realismo.
-Queda mucho trabajo…
Y, por un momento, pese a que aún es de mañana, da la impresión que Ana María podría aceptar un pito.
Ella llora
-¿Pero qué es lo que le ocurre cuando fuma, Ana María?
-Bueno…- y se traslada a una volada-…yo me conecto mucho con la naturaleza, con las plantas, con los animales. Me gusta fumar frente al mar. Me sensibilizo.
-¿Suelta carcajadas sin motivos sólidos?
-Depende de lo que haya fumado. Pero yo suelo ser más reflexiva.
-¿Se mira por dentro?
-Sí, algo así. Trato de reflexionar desde lo sensible. Es que yo creo que la marihuana no es evasión, como muchos la catalogan.
-¿Qué es la marihuana?
-Conexión.
-No me tome a mal, pero dicen que sirve para la vida sexual…
-¡Totalmente!
¡El Ministerio Público persistentemente, desde el año 2014, persigue a los consumidores!
-¿Lo lleva a cabo?
-¡Claro que sí! La marihuana es muy femenina. Libera de trancas, sirve para la emocionalidad…
-¿La marihuana hace bien?
-Depende de su uso.
-¿La marihuana hace feliz?
-También depende de su uso.
-¿A usted la marihuana la hace feliz?
-…me ayuda…la necesito…sin la marihuana estaría toda empastillada con Ravotril…
-¿Es adicta a la marihuana?
-No…pero te voy a agregar algo..
-Diga…
-La marihuana es una conexión desde el corazón.
Y los ojos se le agrandan. Le ha llegado luz a la cara. Es el brillo de la Pachamama, la tierra, la vida, la fraternidad del porro. Y dice que el mejor pito es el que contribuye a la sensibilidad. El peor pito es el que se fuma con cuatro piscolas en el cuerpo. Y dice que ella regula las cepas. Hay días en que necesita sativa y estar chispeante. Por las noches, en cambio, consume marihuana con altas dosis de THC. Para poder estar en paz. Y dice: “Me habría gustado compartir un pito con Carl Sagan, el astrofísico”. O bien “con Lola Hoffman”. Y aunque Patricia Maldonado ha dicho que desea probar la marihuana para saber cuáles son sus efectos, Ana María dice, algo alarmada, que “con ella jamás compartiría un pito”.
-Disculpe…pero…¿y qué hará en el Congreso?
-¿En qué sentido?- se sorprende.
-Con el examen de pelo que quieren pedir a todos los parlamentarios…
Ella ríe, rebelde, como una Juana de Arco chamánica.
-¡A mí no me van a tocar un solo pelo!
-La van a obligar, Ana María…
-No me van a tocar un solo pelo- repite, férrea, sin risas.
Y quizás ese día, el día en que los parlamentarios deban acceder a que les corten dos mechones de pelo (“porque no es un solo pelo, son mechones”, alega Ana María), e ingresen en dos filas a la sala del examen, forzados a ilustrar que son intachables, ella tan sólo se cruzará de brazos. Y nadie la podrá mover.
-Obviamente el examen me saldría positivo…- admite.
-Creo que sí…
-Pero es una invasión a mi privacidad. Y no lo voy a permitir.
Y sonríe. Y anuncia: “Luis está llegando…es tan injusto lo que le está pasando…”.
Se le parte el corazón y dos lágrimas se le asoman en los ojos.
-…soy llorona- se disculpa.
-…soy sensible- confiesa.
Suspira, exhausta. Es una Ana María totalmente despojada, con menos palabras.
-…tengo tantas cosas que hacer…
-No todo es trabajo- lanza el reportero.
-Puede ser- titubea ella.
-Y no deje de fumarse ese pito en la noche, Ana María. Le sirve- aconsejamos al despedirnos.
-Lo sé- acuerda ella, relajada otra vez. Y al ponerse de pie pareciera que, a plena luz del día, ahora sí ella se pondrá a flotar.
*El contenido vertido en esta entrevista es de exclusiva responsabilidad de la entrevistada.