Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

27 de Octubre de 2022

Una disputa que la izquierda perdió en dictadura: Historiadoras desmenuzan cómo la chilenidad quedó relegada a la derecha

A Karen Donoso le resultó difícil compatibilizar su amor por el folclore y el estudio de licenciatura en historia durante su etapa universitaria, hace más de 20 años: por ese entonces -y al igual que hoy- era fácil ligar conceptos como nacionalismo y chilenidad a sectores de derecha, cuestión resistida por el discurso crítico de sus compañeros. Pero esto no siempre fue así. The Clinic conversó con tres historiadoras para entender cómo la izquierda perdió este espacio y por qué no hay interés en disputarlo nuevamente.

Por

Karen Donoso recuerda la dicotomía que vivió a principios de este siglo, mientras estudiaba historia en la Universidad de Santiago de Chile, cuando participaba en un grupo folclórico de esa casa de estudios. “¿Por qué cuando yo digo: ‘bailo folclore’, todos me miran como raro?“. Esto le sorprendió ya que su agrupación era muy de izquierda, estando en el contexto de la Usach, explica la licenciada y magíster en Historia.

No tuvo que pasar tanto tiempo para que sus dudas se acrecentaran. “Cuando iba a los ensayos de folclore, me daba cuenta que el discurso crítico no tenía espacio: ‘lo folclórico no es político‘”, me decían.

“¿Cuándo el folclore dejó de ser una alternativa política? ¿Por qué la izquierda no pelea por el folclore? ¿Por qué los folcloristas no tomaban tanto en cuenta a la Violeta Parra o a Victor Jara?”, se preguntaba constantemente.

La inquietud que se generó en su vida de folclor e historia, la llevó a intentar resolver esas dudas en su primera tesis, tratando de dar una explicación a ese sentido de pertenencia que se encontraba en disputa, dentro de estos dos mundos -aparentemente- incongruentes

“Mi tesis se llamaba ‘La Batalla del Folclore‘. En el fondo trataba de reconstruir el debate cultural en el campo del folclore en tiempos de la dictadura, para abordar frases como: ‘el folclor de los huasos es de los milicos’, ‘no hubo folclore de resistencia, la resistencia era del canto nuevo y el canto nuevo no es folclórico’ o ‘bailar cueca es de derecha‘”, detalla Donoso.

El trabajo del Estado en la Chilenidad

Para investigar el origen de sus dudas, Karen se remontó históricamente a la dictadura, pero tuvo que ir más atrás en su investigación, llegando a los años 40’s. Donoso encontró que la exaltación de la figura del huaso chileno y la china no era propia de los militares, sino que correspondió a un trabajo de los gobiernos radicales para fortalecer la identidad nacional.

Más allá de las alianzas, se implementaron una serie de políticas para el rol de un Estado benefactor, ejecutor. También hubo una ampliación democrática, con medidas concretas para la mayor inclusión de distintos sectores. Sin ir más lejos, el 49 se consagró el derecho pleno de voto a las mujeres”, explica Isabel Torres Dujisin, experta en historia política del siglo XX y académica del Departamento de Historia de la Universidad de Chile. 

La figura del huaso era transversal, incluso para el centro político. “El huaso es la forma en la que se encuentran todos los sectores políticos, clase alta y clase baja. Es lo que no genera conflicto, que es lo que buscó Pedro Aguirre Cerda en el fondo: el discurso de armonía social se engarza con esta figura del huaso”, explica Donoso.

Según la licenciada y magíster en historia, Camila Sanhueza, a partir de la década del ‘30 ya se puede comenzar a hablar de izquierda y derecha como conceptos para encasillar la política en el país. Sanhueza, describe que el discurso nacionalista, en un país pobre y maltratado por la crisis económica del 29, iba de “lado a lado” y era importante para moralizar a una población golpeada económicamente y con tasas de alcoholismo cercanas al 40%.

Pedro Aguirre Cerda tenía un discurso que para la izquierda actual chocaría mucho: era hablar de raza chilena, de nacionalismo, de defender los valores patrios a través de una serie de reformas sociales”, puntualiza.

Pedro Aguirre Cerda

Según las historiadoras, la chilenidad pensada desde el mundo rural era fundamental en la disputa de los distintos sectores políticos en la medida que creció la tensión entre capitalismo y socialismo.  Ambos sectores proponían que su camino era la mejor vía para lograr el desarrollo del país durante los 60’s y principios de los 70’s.

“La izquierda tenía harta presencia en el campo. Había una representación de valores más asociados a la izquierda en el sentido de la organización popular, el sindicato, la injusticia rural. Ahí es muy importante la reforma agraria, el mundo del campo durante los sesentas estuvo bastante movilizado. Entonces lo rural, lo popular, el folclore era muy importante en la izquierda“, indica Camila Sanhueza.

“¿Cuándo el folclore dejó de ser una alternativa política? ¿Por qué la izquierda no pelea por el folclore? ¿Por qué los folcloristas no tomaban tanto en cuenta a la Violeta Parra, a Victor Jara?”, se preguntaba Karen Donoso.

Por su parte, Karen Donoso ejemplifica la importancia de esta chilenidad campesina por parte de la izquierda con la figura de Gabriela Pizarro, “madre del folclore nacional, junto a Violeta Parra y Margot Loyola”. 

Pizarro, junto a su esposo, Héctor Pavez, fundadores del Conjunto Millaray, participaron activamente como delegados culturales en el gobierno de Salvador Allende, hasta el golpe de Estado.

Lo que Karen identificó para entender el despojo de la izquierda con la chilenidad, fue que la dictadura promovió la figura de un huaso latifundista, y para los sectores populares, difundió la figura del roto picaresco. “Ese que tira bromas en doble sentido, pero que no daña a nadie, altera el orden social con su picardía, pero no arma una revolución”.

Donoso, enfatiza que cuando la dictadura promovió el Decreto de Ley N° 1.385 de 1976 que estableció la cueca como símbolo patrio, no fue por interés propio de los militares. Se trató de una iniciativa impulsada por los clubes de huasos, una demanda de la sociedad civil que se concretó a través de funcionarios cercanos al gobierno. 

Fueron los mismos clubes quienes intervinieron en el Ministerio de Educación. El modelo que se instaló para enseñar la cueca en los colegios corresponde al de los campeonatos oficiales de cueca. 

“En las zonas aisladas, los intendentes y gobernadores eran militares, eran las reglas del regimiento en la calle. En los colegios de Arica no permitían hacer cueca nortina, se hacía cueca huasa. A pesar de que el decreto no exigía ese tipo de baile, los militares lo interpretaron así”, explica Donoso.

“La izquierda tenía harta presencia en el campo. Había una representación de valores más asociados a la izquierda en el sentido de la organización popular, el sindicato, la injusticia rural. Ahí es muy importante la reforma agraria, el mundo del campo durante los sesentas estuvo bastante movilizado. Entonces lo rural, lo popular, el folclore era muy importante en la izquierda”, indica Camila Sanhueza.

Por su parte, Torres Dujisin hace una precisión sobre la resistencia armada al régimen durante los 80’s. “No es casual -los nombres nunca son casuales- que el Frente Patriótico Manuel Rodríguez se haya puesto patriótico. Da una señal de lo que se entendía como el deber”. 

El concepto de patria no es patrimonio de la derecha. Es mucho de la izquierda también, por las grandes corrientes de los exilios en dictadura. Durante las exposiciones de Chile en Europa en el exilio, los chilenos van a hacer alusión a la patria imaginada, a la patria por volver”, complementa Torres Dujisin.

A pesar que la resistencia cultural fue protagonizada por la música andina y el canto nuevo, Donoso enfatiza en que sí existió la presencia de folcloristas en esta, como la misma Gabriela Pizarro o  Roberto Parra.

Catalina Rojas, viuda de Roberto Parra comenta que él decía en las peñas: ‘esta es la única peña donde se respeta el decreto‘. Con ese talla, Rojas explicita que la izquierda abandona la cueca por el éxito que tiene la derecha en su apropiación, pero no ciertos personajes: Parra era una persona de izquierda”, indica.

Desinterés por disputar la chilenidad

Actualmente, Karen se encuentra en Uruguay, en la presentación del libro “Como dijo Martín Fierro”. “Es un poema que se publicó en Argentina en 1872. Martín Fierro es un gaucho que escapa de la policía, y toda la obra está contada en poesía popular”. En la década de 1910, investigadores trasandinos tomaron este poema y lo reivindicaron como sustento de la identidad nacional argentina.

“A Martín Fierro se lo apropian todos los actores políticos: hay un Martín Fierro anarquista, hay un Martín Fierro comunista, hay un Martín Fierro peronista, hay un Martín Fierro antiperonista, hay un Martín Fierro militar, hay un Martín Fierro católico, hay una Martín Fierro para los niños, hay un Martín Fierro en la industria cultural. En Argentina todos se han disputado esa figura nacional”, explica respecto a la información que recoge el libro. 

“Me da la impresión que -si vamos a Chile- hay sectores que no les interesa disputar eso: ‘si esos espacios los tiene la derecha, que se los quede la derecha'”, analiza la folclorista respecto a cómo sería el análisis de sectores de izquierda al respecto.

Para las tres historiadoras consultadas, en la actualidad la izquierda tiene intereses relacionados a otras luchas que carecen de la lógica nacionalista o patriótica como fuente de convocatoria: feminismo, defensa de las minorías e indigenismo.

“Yo creo que el problema es la definición de la chilenidad. En el fondo hoy, a los movimientos de izquierda, a los movimientos indigenistas, no les interesa disputarlos. No les interesa construir desde esa chilenidad. Es un territorio que se lo entregaron a la derecha”, explica Karen Donoso.

“Hoy estamos frente a una transformación, (estamos) en una revolución cultural en muchos aspectos, donde una serie de conceptos que estaban instalados como verdades hoy fueron puestos en discusión. Efectivamente, las distintas izquierdas -hoy nos cuesta más hablar de solo una- han levantado el tema medioambiental, el derecho de las minorías, la redefinición de la identidad de género, que eran cosas que hace 15 o 20 años atrás era incomprensible, no estaba dentro de las demandas ni de la sociedad, ni de la izquierda”, opina Isabel Torres.

“Pedro Aguirre Cerda tenía un discurso que para la izquierda actual chocaría mucho: era hablar de raza chilena, de nacionalismo, de defender los valores patrios a través de una serie de reformas sociales”

“Estamos viviendo una transformación cultural importante. No me atrevería a hacer afirmaciones, pero quizás el tema de la chilenidad o el patriotismo deja de ser un tema de primer orden”, complementa.

Camila Sanhueza, también entrega su opinión al respecto. “Hay algo muy interesante que se está dando -no en toda la izquierda- de nacionalismo versus globalización. La izquierda tomó como bastiones de batalla, ideas y políticas de identidad globalizantes, que a lo mejor no hacen la conexión con la masa”.

Sanhueza complementa su análisis al indicar que esta situación provocaría que la izquierda apele a una política más generacional o de nicho, lo que explicaría que ya no existan las grandes convocatorias que caracterizaron al siglo XX pre-dictadura.

Queers y feministas exigen justicia climática

“Yo creo que aún estamos debatiendo o averiguando por qué hay una lejanía de ese mundo de izquierda con ese mundo rural o de chilenidad. Es por la crisis de la iglesia, es porque se están tomando políticas identitarias como el feminismo, como el movimiento LGTB, porque no hay una identificación con la clase trabajadora, porque falta un componente nacionalista y se está abrazando la globalización. Esos son los temas de por qué la izquierda no llega a ese mundo”, explica Sanhueza.

Resistencia

Cuando Karen Donoso habla sobre la resistencia en la disputa de la chilenidad, se refiere ‘directamente’ a Gabriela Pizarro. Tras el golpe, Héctor Pavez fue enviado al exilio, mientras que Pizarro se quedó en el país.

“Ella fue marginada por los folcloristas que lograron negociar, pactar con la dictadura y quedarse en espacios institucionales importantes. Pero siguió luchando dentro de la izquierda por un espacio, por un lugar para el folclore popular, para el reconocimiento de las tradiciones populares”, explica.

“Para ella fue difícil en todos los ámbitos: fue difícil en el mundo del folclore por ser de izquierda, pero también fue difícil dentro de la izquierda”, complementa.

Donoso, afirma que su investigación y cercanía al folclore le permitió conocer a las hijas de Pizarro, quienes le han comentado: “mi mamá se paraba en la fiesta de los abrazos, cantaba una tonada y la gente no la pescaba. Después cantaba la cueca al Frente Patriótico Manuel Rodríguez“.

No obstante, la politización de personajes folclóricos no es exclusiva de artistas como Gabriela Pizarro. A través de sus investigaciones, Donoso pudo conocer cuadernos de Roberto Parra en los que relató el golpe de Estado en cueca, además del repertorio de poesía de la Lira Popular, en los que encontró cuecas con tintes políticos marcados.

“Hay un repertorio folclórico popular que no es de derecha, y esos repertorios también son disputas a la chilenidad. En el fondo, nuestra labor junto a artistas, investigadores, musicólogos, cuequeros, compositores, ha sido reivindicar esos repertorios. Reivindicar a esos personajes que en la década del 2000 estaban exiliados, marginados del debate cultural”, puntualiza.

“En las zonas aisladas, los intendentes y gobernadores eran militares, eran las reglas del regimiento en la calle. En los colegios de arica no permitían hacer cueca nortina, se hacía cueca huasa. A pesar de que el decreto no exigía ese tipo de baile, los militares lo interpretaron así”

Donoso explica que hay otros folcloristas que estuvieron en la misma lucha de Gabriela Pizarro, como Ramón Andreu, Osvaldo Jaque o Lucy Casanova. “Es gente que no tiene reconocimiento ni por la izquierda, ni por la derecha. La dictadura fue un punto de inflexión, pero estas personas que siguen dando esta pelea por el folclore chileno fueron marginados también de la lucha política hegemónica dentro de la izquierda”, afirma.

Por otro lado, Karen relata que para los 30 años del golpe de Estado recién se comenzaba a revitalizar la cueca brava en el país. “En ese movimiento se fueron metiendo varias voces disidentes, un poco para disputar la chilenidad. Yo me acuerdo que algunos grupos cuequeros decían: ‘la cueca no es de los huasos, no es de derecha, la cueca es de todos”.

“Hay compañeros, amigos que promueven la música campesina desde la figura del huaso y reivindican otras formas de pensar el huaso y se distancian del discurso de la derecha. Pero no son parte de los movimientos políticos culturales, de una política cultural de los partidos de izquierda, o de los nuevos movimientos sociales que en Chile son muy importantes en este tiempo”.

Durante los 90’ y 2000, los jóvenes tomaron el repertorio de Hernán Nuñez Oyarce y Fernando Gonzalez Marabolí, intérpretes de una cueca popular, alejada del patrimonio del huaso tradicionalista. 

“Cuentan historias de los trabajadores, no necesariamente es una cueca de izquierda, pero como la figura del huaso estaba hegemonizada por la derecha, se cuelan discursos de izquierda”, explica Donoso.

“Núñez no era una persona de izquierda. Marabolí tenía más cercanía con la izquierda, fue dirigente sindical, pero tampoco reivindicaba desde el socialismo o un discurso político tan explícito. Pero como ellos levantan esta otra cueca, por ahí se cuelan otros discursos que hacen que hoy en día existan grupos de cueca de mujeres que hacen cueca feminista”, complementa.

“Ahí se produce una explosión en la discusión, ya no hay blanco y negro, hay múltiples formas. Hay varios grupos de mujeres que cantan cueca y que cuestionan, incluso, las cuecas o cómo se representa la mujer o la homosexualidad en las cuecas de Núñez y González, que fueron los gestores de este movimiento”, agrega la historiadora.

Las historiadoras consultadas por The Clinic están de acuerdo en que la chilenidad fue relegada a la derecha, y que todo indica que es un espacio que, por diversos motivos, a la izquierda institucionalizada no le interesa volver a disputar.

Notas relacionadas

Deja tu comentario