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Qatar 2022

16 de Diciembre de 2022

El Mundial de Qatar ha profundizado las diferencias

El Mundial de Qatar demostró que los deportes y la política están mucho más relacionados de lo que se cree. El torneo también ha profundizado las diferencias entre Occidente y el mundo árabe, opina Pascal Jochem.

Por Deutsche Welle

Una vez que el balón ruede, todo girará en torno al fútbol. Eso es lo que muchos anfitriones esperan, y así Rusia, sede del Mundial de 2018, celebró una gran fiesta futbolista.

Pero en el torneo en Qatar todo ha sido diferente: temas políticos y ajenos al fútbol predominaron en las pantallas de nuestros teléfonos y televisores.

Un resumen exprés: primero, algunos equipos europeos quisieron competir con el brazalete de “One Love”, pero se retractaron temiendo posibles sanciones por parte de la FIFA. Antes del primer partido, la selección alemana quiso enviar una señal tapándose la boca en la foto de equipo. Este gesto fue celebrado en la prensa europea, y malinterpretado en Cercano Oriente. Reporteros israelíes sufrieron agresiones, y la bandera palestina inundó las calles y los estadios de Qatar, incluso las canchas, donde jugadores de Marruecos la presentaron orgullosamente. Algunos qataríes e hinchas árabes hasta la llevaron como brazalete, imitando la idea fallida de los europeos.

Rodeos en torno a la bandera arcoíris

Los jugadores iraníes se negaron a cantar el himno nacional antes del primer partido. Las protestas escalaron, iraníes exiliados de orientación occidental se enfrentaron a las fuerzas de seguridad de Qatar y a los seguidores del régimen iraní. Y nunca faltaron las discusiones en torno a las banderas arcoíris. Estas primero fueron prohibidas en los estadios, y después permitidas.

La salida de Alemania del Mundial, el último baile de Messi y los emocionantes éxitos de Marruecos también fueron titulares deportivos, pero ningún otro Mundial había tenido un componente político tan fuerte como el de Qatar. El torneo fue más bien una lucha entre culturas que un evento que une a los pueblos.

Y la FIFA fracasó en moderar y abordar todos esos temas. Cuando el conflicto palestino-israelí se volvió cada vez más visible, la federación de fútbol se tapó los ojos como un niño pequeño para esconderse, y siguió perdiendo credibilidad en este Mundial.

El brazalete como afrenta

A los europeos también se les echa en cara falta de credibilidad y una doble moral. A lo largo del torneo, el tono en los medios qataríes y entre los funcionarios fue cada vez más agresivo, también de cara a Alemania.

La crítica de medios occidentales fue calificada de exagerada e injusta. El brazalete de “One Love”, que la ministra alemana del Interior, Nancy Faeser, usó en las tribunas fue vista como una afrenta.

Esta actitud también la presencié en entrevistas con qataríes e hinchas de países árabes. Algunos comenzaron a desconfiar cuando mi colega y yo les dijimos que veníamos de Alemania. En un caso, incluso se rechazó una entrevista para la televisión.

Y, sin embargo, esto no se compara con las experiencias de los comunicadores israelíes. Un reportero de televisión de Israel me contó que una colega incluso fue echada de un taxi por el conductor palestino. En otra ocasión, un grupo de personas entró al estudio de TV.

Admiro el optimismo del colega israelí, que, a pesar de las experiencias negativas, sigue buscando el intercambio: “El Mundial acerca a las personas. Tenemos que respetarnos mutuamente y tratar de entender a la otra parte”, dice.

¿Una cobertura demasiado negativa?

¿Acaso los medios occidentales fueron demasiado imprecisos en su cobertura? Sí. Por lo menos algunas cifras relacionadas con los trabajadores migrantes muertos en Qatar se prestaron a la confusión o, en caso del periodismo de ciberanzuelo, fueron difundidas mal.

¿Acaso el fuerte control de las bebidas alcohólicas incluso tuvo un efecto positivo y mantuvo alejados a los hinchas violentos? Probablemente. Sobre todo mujeres musulmanas nos contaron que en Doha, delante de los ojos del público global y de todos los hinchas de diferentes países, se sintieron especialmente seguras.

Así, también las mujeres se atrevieron a ir a los estadios, algo que no en todo el mundo árabe es común, puesto que no temían ser agredidas sexualmente.

Probablemente, el Mundial de Qatar fue un punto de encuentro entre Europa, África y Asia del Sur y uno de los torneos más diversos e internacionales.

Europa, la aguafiestas

Los fans europeos estuvieron representados en minoría. Europa, una aguafiestas. Los holandeses, que suelen ser viajeros especialmente apasionados y eufóricos, tan solo fueron una mancha naranja en el estadio en los cuartos de final contra Argentina. También en Alemania, los índices de audiencia fueron relativamente bajos.

Esto seguro tenía que ver con la cobertura crítica previa al Mundial. Sobre todo en Europa los puristas del fútbol se molestaron con la comercialización del juego y el lavado de imagen a través del deporte con fondos estatales. También los derechos humanos estuvieron en el foco de atención.

De ahí que una gran parte de las críticas siga siendo justificada. El anfitrión de un Mundial debe saber manejar estos problemas. La situación de los trabajadores migrantes en Qatar sigue siendo precaria, a pesar de las reformas. La reacción cínica y de desprecio del organizador jefe del Mundial, Nasser Al- Khater, tras la muerte de un trabajador durante un accidente en el alojamiento de Arabia Saudí, es una muestra de ello. “La muerte es parte natural de la vida”, dijo.

Asimismo, muchas de las promesas de los qataríes respecto a la “apertura y tolerancia” solo fueron declaraciones falsas. Muchos hinchas de la comunidad LGBTQI ni siquiera viajaron al Mundial, una farsa para la FIFA.

Arabia Saudí lanza candidatura

Pese a las tensiones políticas, el primer Mundial “propio” unión más al mundo árabe-musulmán. Y no solo por la histórica llegada de Marruecos a una semifinal. En la península árabe y más allá, en Medio Oriente y África del Norte, muchos están orgullosos del torneo.

No debería sorprender si, en el futuro, otros países de la región intentaran imitar el ejemplo de Qatar. Al parecer, para 2030, Grecia, Egipto y Arabia Saudí planean organizar un Mundial juntos. Leyó bien: Arabia Saudí. La política no se podrá deshacer tan rápido del fútbol. Qatar fue tan solo el comienzo.

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