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Opinión

8 de Febrero de 2023

Apuntes piscoleros

"Se supone que la piscola aparece tímidamente en nuestras barras hacia mediados del siglo pasado pero no es hasta los años setenta, post Golpe de Estado, cuando se posiciona de verdad gracias a la retirada del ron y su correspondiente Cuba Libre".

Por Alvaro Peralta Sáinz

A propósito del Día Nacional de la Piscola, que se celebra hoy en todo el país, vale la pena observar algunos datos.

Primero, que Chile es el principal productor de pisco en el mundo, con más de 35 millones de litros al año, de los  cuales poco más de 500 mil litros se exportan.

Segundo, que Perú -el otro productor de pisco en el mundo- produce anualmente alrededor 7 millones de litros. Y tercero, que uno de los principales destinos del pisco peruano en el mundo es… Chile.

Es decir, los chilenos nos bebemos casi todo el pisco que producimos más una buena parte del que elaboran nuestros hermanos peruanos. No es poco.

De hecho, los 2,2 litros per cápita de pisco que los chilenos bebemos anualmente nos deja en el primer lugar de consumo mundial, pero por lejos. Y aunque no hay estudios serios en esta materia, entre productores y distribuidores de pisco, además de dueños de bares y discotecas, se cree que sobre el 80% del pisco que se consume en Chile se hace en formato piscola. Lo cual es, por decir lo menos, un montón de combinados.

Es que en un país tan fragmentado como el nuestro, la piscola viene a ser como uno de sus pocos puntos de encuentro más transversales. Porque a diferencias de otras bebidas alcohólicas o incluso comidas, el consumo habitual de piscola no obedece a clases sociales, rangos etarios ni ubicación geográfica alguna.

Se bebe este combinado en Santiago, en Arica y en Valparaíso, pero también en Concepción, Castro, Constitución y Lolol. El presidente Gabriel Boric es un confeso amante de la piscola, igual que anónimos estudiantes universitarios, oficinistas, profesores y obreros de la construcción. Y ojo, tampoco se trata de una bebida masculina, porque hace rato -décadas- que las mujeres la hicieron suya.

¿Cuándo y dónde se toma piscola? En cualquier bar de cualquier ciudad de Chile. De bajativo después de una comida o acompañado de algo para picar alargando la noche. Se toma en las fogatas playeras e incluso en algunos campus universitarios -los que tienen más pasto que guardias-, muchas veces directo de una botella que se comparte. Se toman en fiestas particulares luego de comprarse los respectivos insumos, es decir “la promo”, en una botillería de emergencia. Y se toma también hasta en los más conspicuos matrimonios que se celebran y que muchas veces dejan a sus respectivos banqueteros acachados con botellas de whisky y vodka, incluso muchas veces saliendo por más pisco y bebida cola en medio de la noche.

Es cierto, durante los últimos veinte años el paladar de los chilenos se ha refinado o -al menos- diversificado gracias a la amplia oferta de productos nacionales y extranjeros disponibles a la hora de comer y beber. Por lo mismo, la competencia que ha tenido el pisco en estas décadas ha sido realmente salvaje.

Hacia fines de los años noventa se le vio a medio morir a causa del ron que se tomaba a destajo por todos lados. Sin embargo, en pocos años la tendencia se revirtió y del ron la verdad es que nunca más se supo.

Ahora, en este último lustro la amenaza para la piscola pareciera ser el boom de la coctelería, que la reniega totalmente. De hecho, hay algunos bares santiaguinos que se declaran orgullosamente libres de este combinado en sus barras.

Ni hablar de los bartenders actuales -también denominados mixólogos- que llegan a arrugar la cara cuando uno les pregunta su parecer por nuestro combinado nacional. Aún así, y es cosa de remitirse a los fríos números, el pisco y la piscola siguen ahí, campantes en primer lugar y sin competencia alguna.

“Me gusta el vino”, decía una antigua canción. Pero parece que más nos gusta la piscola. Incluso más que otros brebajes tan populares como el terremoto o la cerveza.

Además, durante los últimos años se ha ido notando cierto orgullo de la gente en torno al combinado nacional. De hecho, la publicidad del pisco hace rato que dejó de solo presentarlo servido en las rocas y en vaso corto como si fuese un whisky y de paso cambió a Benjamín Vicuña y otros rostros por estudiantes universitarios o ciudadanos de a pie. Es que eso es la piscola, que es de verdad nuestra.

Por todo lo anterior es que no resulta extraño que esta conmemoración -que nació bajo el alero de la industria pisquera y que lleva ya  veinte años- tome cada día más vuelo con ofertas en supermercados y botillerías, eventos especiales y con un número no menor de gente que -al menos hoy- tiene una razón más para disfrutar de una buena piscola, la misma que más allá de las nuevas modas o el simple esnobismo de tanto en tanto se le podría ver débil, pero que siempre resurge con fuerza.

Se supone que la piscola aparece tímidamente en nuestras barras hacia mediados del siglo pasado pero no es hasta los años setenta, post Golpe de Estado, cuando se posiciona de verdad gracias a la retirada del ron y su correspondiente “Cuba Libre”.

De ahí en más, y de la mano de la consolidación de la industria de las bebidas de fantasía en el país, lo cierto es que nunca ha dejado de crecer. Es decir, goza de excelente salud. Mal que mal, los números -y las botellas- están a la vista.

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