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Opinión

6 de Mayo de 2023

Columna de Jorge Navarrete: La revancha del “Septiembrismo”

jorge navarrete

Jorge Navarrete debuta como columnista de The Clinic hablando sobre las elecciones de este domingo 7. "Este domingo no sólo veremos una arremetida de los sectores más conservadores, sino incluso la celebración de los que nunca quisieron una nueva Constitución. Seremos testigos de una dura derrota política, la que ya había sido precedida de una renuncia institucional, cuando no democrática -al suscribir un itinerario groseramente cuidado y delimitado en sus bordes y posibilidades- cercenando toda opción y posibilidad de revertir un desenlace ya previamente negociado", señala.

Por Jorge Navarrete P.

Escribo esta columna el jueves por la noche y a sólo tres días de las elecciones. Lo hago con algo de rabia y desesperanza. Fui de los entusiastas militantes que abogaban por la necesidad de una nueva Constitución. Lo fui de siempre, incluso cuando hace 10 años se nos acusaba de fumar opio a los participantes del movimiento “AC Marca tu Voto”. Y a pocos días de sufragar para elegir a los Consejeros que sancionarán una nueva propuesta constitucional, es sólo una pregunta la que me imagino nos atormenta a muchos: ¿Cómo llegamos a esto?

Lo que siempre imaginamos sería un proceso expansivo en derechos y libertades, que reflejara la realidad y desafíos de un país que hace décadas arrastra una deuda política, social y moral, donde por fin podríamos recuperar la legitimidad institucional extraviada, arribando a un pacto que acogiera y promoviera los diversas identidades y proyectos de vida; termina todo convertido en un pálido y triste remedo de lo que fue esa esperanza.

En efecto, este domingo no sólo veremos una arremetida de los sectores más conservadores, sino incluso la celebración de los que nunca quisieron una nueva Constitución. Seremos testigos de una dura derrota política, la que ya había sido precedida de una renuncia institucional, cuando no democrática -al suscribir un itinerario groseramente cuidado y delimitado en sus bordes y posibilidades- cercenando toda opción y posibilidad de revertir un desenlace ya previamente negociado.

Pero lo que más me desalienta es la propia responsabilidad que nos incumbe en este desenlace, y como -después de una farra sin precedentes- aun seguimos culpando a otros; como si lo ocurrido el pasado 4 de septiembre fuera principalmente obra de la manipulación masiva de los medios de comunicación, de los poderes fácticos detrás del capital o del maquiavélico talento de nuestros adversarios.

Seguir repitiendo esa monserga dice poco de lo que aquí ocurrió, y dice demasiado de quienes se lamentan, sin asumir todavía la responsabilidad que les (nos) cabe en esta tragedia. El 18 de octubre fue un hito que no sólo generó perplejidad en quienes no lo vieron venir, sino también propagó una impenitente ceguera en la mayoría de los que se proclamaban como los rostros, representantes y promotores del octubrismo.

Y lo que vino después ya lo conocemos. Una borrachera de voluntarismos, patológicas vanidades, infantilismos y exageraciones, que terminaron por intimidar y desintegrar a esa enorme mayoría que aprobó para que se transitara por este camino. Y aunque la anterior Convención fue el teatro principal donde se verificó esta tragicomedia -con algunos protagonistas que deberían ser presas del pudor y la vergüenza-, quienes tienen la tarea de gobernar aportaron con lo suyo, lo que sumado a la difícil situación por la que atraviesa el país, marcaron un brusco cambio en la opinión pública, registrado en forma tardía por la “opinión publicada”.

Pues bien, aquí estamos de nuevo. Esta vez, ad-portas de una elección donde las tres derechas -la tradicional, la radical y la populista- obtendrán la mayoría de los escaños del Consejo, pudiendo incluso acercarse al número que birle la posibilidad de veto por parte de las fuerzas progresistas.

Estamos, esta vez, ante la posibilidad de que se ponga término a la Constitución del 80, reemplazándola por una similar o incluso más conservadora en sus contenidos; la que sin embargo será sostenida democráticamente por los votos y firmada por el Presidente más de izquierda de los últimos 50 años.

Estamos, esta vez, ante la posibilidad de reeditar un largo debate sobre la legitimidad del proceso y la viabilidad de una nueva Constitución; sin mencionar que no es descartable un rechazo de salida, sepultando toda posibilidad de reeditar este esfuerzo en el corto y mediano plazo.

Entonces, estamos aquí, lamentando el haber tirado a la basura una formidable oportunidad, que pocas veces se da en la historia de los países, cuyo fracaso se sustenta de manera principal, cuando no única, en nuestras propias culpas.

Y quién lo diría, vaya la paradoja: estamos también aquí, aferrados a la esperanza de que, quienes impusieron sus reglas y que serán los protagonistas de lo que ahora resulte, no cometan nuestros mismos errores.

* Jorge Navarrete P., abogado.

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