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Opinión

13 de Mayo de 2023

Columna de Carolina Marzán: No podemos transformarnos en reina de corazones

Carolina Marzán (PPD) y su análisis tras el resultado de la elección de consejeros constitucionales.

"No fuimos capaces de leer lo que pulsaba nuestra sociedad, de actualizar en un click lo que día a día va sucediendo y modificando el mapa de demandas y necesidades", escribe la diputada del Partido por la Democracia (PPD), en esta columna de opinión, tras el resultado de la elección para el Consejo Constitucional.

Por Carolina Marzán

Suena el pitazo final en un partido de fútbol y, tras la derrota, todos nos transformamos en directores técnicos que sabíamos cómo se debía jugar; o después de un festival de canto (u otra manifestación artística) nos transformamos en expertos jurados. De igual forma, con los resultados de las elecciones del domingo, nos encontramos con decenas de “analistas políticos”, porque al parecer es propio de nuestra cultura ser pitonisas y agoreros de sucesos trascendentales, resguardando comunicarlos de manera previa, por si algo no ponderado en el camino pudiera traicionar nuestro espíritu y sentido visionario.

Públicamente manifesté la importancia de ir en una lista única y mantuve mi opinión siempre, aún siendo minoría en mi partido, pensando que en unidad y trabajando de manera colectiva en la construcción y maduración de un equipo podríamos lograr el propósito de incrementar los votos oficialistas en las urnas, y generar el contrapeso necesario en la discusión de un hecho tan trascendental como el acaecido hace unos días: construir una nueva y anhelada Constitución.

Sin embargo, no fuimos capaces de leer lo que pulsaba nuestra sociedad, de actualizar en un click lo que día a día va sucediendo y modificando el mapa de demandas y necesidades, que hoy tiene en la cúspide de la pirámide el tema de seguridad.

El tiempo es relativo para algunos, urgente para otros, pero finito en lo político, y lo que no logramos materializar dentro de cierto período se hace cuesta arriba conquistar en el siguiente, pensando en las necesidades sociales que nos están gritando al oído mucho antes del estallido social de 2019.

Y no se trata, creo yo, de buscar responsables para expiar nuestras culpas y justificar los resultados. Sería más honesto y noble mirarnos hacia adentro y ver qué porcentaje de nuestras decisiones afectó el porcentaje de las recientes votaciones, con sentido de autocrítica. Pero vemos en los medios discusiones desde distintos frentes, defendiendo lo indefendible y mostrando parte de un país en “shock”, frente a resultados que aparentemente no esperábamos, en circunstancias que “intuíamos” (recordando que somos medio agoreros). Que eso se veía venir y, aún así, se decidió por navegar separados.

No podemos transformarnos en reina de corazones, buscando “una cabeza que cortar” y arrasando con todo a nuestro paso, convirtiéndonos en una pintura surrealista que lo único que logra es trasladar la crisis a las personas, a quienes confiaron en nosotros, a nuestros representados, a quienes esperan que “hagamos” y no que nos detengamos.

Que los análisis son necesarios, es imperativo, pero hay que hacerlos caminando rápido y con tranco seguro, no alrededor de una mesa mientras la comunidad, las familias, esperan respuestas a sus demandas, porque pareciera que la vida para nosotros, los y las políticos, posterior a esos resultados se detuviera. Todo lo contrario allá afuera. Para las personas los días avanzan rápido, y con esa misma urgencia se fue capitalizando esta falta de lectura por parte de un sector político que irrumpió, entregando un discurso de solución, al que libre y de manera democrática, miles de personas en nuestro país se entregaron.

Hay premura por entregar un análisis que, lejos de ser objetivo, está inmerso en la inmediatez, la visceralidad y el desconcierto. En 10 o 20 años recién podremos mirar, creo, de manera fría y calma lo sucedido estos últimos cuatro años, con una óptica distinta que, a pesar de todo, dará cuenta de la necesidad de desprenderse de la individualidad en pos de los proyectos colectivos. Como aquella obra de teatro en que los actores y actrices deben despojarse de su alma y de su ego para ponerse a disposición de entregar siempre la mejor obra.

Hoy entiendo por qué en un encuentro con algunas autoridades europeas previo al plebiscito del 4 de septiembre, se hizo mención en la atención que había sobre nuestro país y cómo los ojos del mundo estaban puestos sobre nosotros, porque nos consideraban como una especie de “laboratorio”.

Reconozco que me incomodó esa mención hacia nosotros como nación y lo manifesté en dicha instancia argumentando el porqué de ello, lo que dio como resultado el que se pidiera disculpas, no siendo este el propósito de mi comentario, ya que el diálogo siempre estuvo inserto dentro de espacios de mucho respeto.

Hoy casi cuatro años más tarde de aquel estallido, siento que es así. Me siento parte de un laboratorio donde es impredecible lo que pueda salir de ahí, aun conociendo el resultado, incluso algunas condiciones y de posibles ciertas mezclas o decisiones.

El resultado de nuestro partido era predecible, sobre todo pensando en el momento frágil y complejo en el que nos encontramos. El fruto o consecuencia de una buena y generosa sinergia, y acá hablan las cifras, puede dar buen rédito político a nuestros propósitos, lo que también nos hace, una vez más, reflexionar acerca de la conexión que debemos tener con quienes habitan nuestro territorio, que nos piden humildemente trabajar de manera transversal; que la palabra “unidos” suena y vibra mejor que “separados”; y que este terremoto político nos obliga a construir nuevamente nuestra casa, manteniendo el domicilio, pero repensando cómo la vamos a construir, llamar, pintar, habitar. Y, en definitiva, cómo se cimienta con sentido de futuro, teniendo siempre en esta obra como protagonistas a quienes nos debemos y representamos.

* Carolina Marzán (PPD), diputada por el Distrito N°6, Región de Valparaíso, y actriz.

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