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Opinión

5 de Abril de 2024

Columna de Javiera Arce y Pablo Aguayo | Manifiesto del Socialismo Democrático

El manifiesto del Socialismo Democrático

"Prácticamente toda la militancia se enteró de su elaboración por medios de comunicación y no por los canales formales de comunicación al interior de las tiendas políticas, tal como han ocurrido muchas decisiones durante toda la transición, y sobre las cuales muchas fuerzas políticas que nacieron como una escisión del socialismo, abandonaron el Partido Socialista acusando que las decisiones y la voz oficial del partido se ha encapsulado en algunas voces autorizadas y no son socializadas y compartidas con la militancia", escriben los analistas Javiera Arce y Pablo Aguayo sobre el documento elaborado por las cúpulas de las colectividades del Socialismo Democrático. Además, los académicos cuestionan la omisión de aspectos como el feminismo, el mundo popular y la mirada local.

Por Javiera Arce y Pablo Aguayo

A través de diversos medios de comunicación se dio a conocer la redacción del manifiesto del Socialismo Democrático, que supera las fronteras del Partido Socialista e incluye a otras sensibilidades políticas. Sin embargo, pese a que en su contenido recalca que “el Socialismo Democrático debe contribuir a un proyecto de futuro compartido y construido con vasta participación”, prácticamente toda la militancia se enteró de su elaboración por medios de comunicación y no por los canales formales de comunicación al interior de las tiendas políticas, tal como han ocurrido muchas decisiones durante toda la transición, y sobre las cuales muchas fuerzas políticas que nacieron como una escisión del socialismo, abandonaron el Partido Socialista acusando que las decisiones y la voz oficial del partido se ha encapsulado en algunas voces autorizadas y no son socializadas y compartidas con la militancia. En otras palabras, cumpliendo con las tradiciones socialistas de la transición, la militancia se enteró por la prensa sobre el nuevo manifiesto del socialismo democrático.

Cumpliendo entonces con estas tradiciones, se abre un debate público en que las y los militantes de las diversas tiendas podrán contestar a las nueve páginas que abordan temas extremadamente relevantes y omiten otros fundamentales del socialismo chileno como lo es el feminismo, obviando así la contribución crucial al pensamiento político feminista latinoamericano, como lo hizo Julieta Kirkwood, así como también la importante tradición chilena del interés por la gobernanza local, a propósito de la gestión de históricos alcaldes y alcaldesas de las filas del Socialismo Democrático y el progresismo.

Es importante, a pesar de la forma, celebrar estas iniciativas ya que muy poca gente se atreve a poner ideas programáticas ideológicas sobre la mesa. A pesar de ello, la forma careció de la estética esperada, y pareció más bien una “propuesta” de un grupo de personas autorizadas, sin convidar a las bases de los partidos a los que se aspira representar. Muy poco acertada la estrategia si se espera generar una gran adhesión.

Respecto de las cuestiones de fondo, es importante partir con el asunto de la patria. La construcción de un proyecto nacional de la izquierda no es nueva. No es nueva para el socialismo, como lo plantea el texto, el proyecto de socialismo chileno, encabezado por el Presidente Salvador Allende buscaba un modelo de desarrollo para el país y la creación de una cultura socialista. El proyecto de la Unidad Popular, en su contenido, no eran solo las empanadas y las zampoñas, contenía una fuerte impronta educativa, industrial, comercial, política, que incluía tecnologías sofisticadas para la época, y que ha sido enlodada por las falsedades de los sectores conservadores de Chile sembrando un manto dudas que no son tales. El Socialismo Democrático sí busca el progreso de las sociedades.

Sin embargo, es importante agregar, a propósito de la discusión de lo woke, elementos claves como el apoyo irrestricto y sin dudar a la democracia que tanto costó obtener luego de 17 años de una dictadura cívico-militar que solo representó retrocesos para el país, y la aniquilación de miles de vidas humanas. La transición, por cierto, pudo hacerse mejor, pero es importante defender lo que se ha hecho, que duda cabe. No obstante, las instituciones requieren modificarse, particularmente la relación ejecutivo-legislativo, y el Socialismo Democrático requiere involucrarse en estas discusiones.

Los partidos políticos están en crisis hace más de 40 años. Y nada se habla en este documento, de cómo los partidos del Socialismo Democrático han reproducido los circuitos informales y extrainstitucionales del poder, como diría Cortés Terzi, generando decisiones elitistas y excluyentes de su propia militancia. Basta para ello ver los orígenes educacionales de sus dirigencias. Esto ha debilitado el debate interno, reduciéndolo a cuestiones burocracia interna, neoclientelismo, donde los partidos no sobreviven si no están en el poder Ejecutivo, sin siquiera esforzarse por generar una frontera entre gobierno y partidos. Todo lo anterior hace obviar temas fundamentales como las discusiones programáticas/ideológicas repercutiendo en el ideario popular que expresa el manifiesto.

En ese sentido es importantísimo repensar el sistema electoral que impida o dificulte el ideal populista de reducir el número de parlamentarios. Cualquier investigador de las ciencias sociales sabe que el número de parlamentarios, dado el tamaño de nuestro país, sigue siendo insuficiente. El problema es la fragmentación, la existencia de pactos electorales y disciplinarios, así como las insuficientes medidas afirmativas para incorporar más mujeres en las instancias de decisión.

Es importante recordarle, a quienes redactaron el documento, que las mujeres en Chile, la población femenina y las militantes del Socialismo Democrático superan el 50%, por lo que, la omisión de esta temática resulta completamente injustificada para el progresismo. En este punto es clave recalcar que las instituciones políticas sí tienen género y van a reproducir con fuerza las desigualdades de género, clase, raza, posición geográfica. Omitir este aspecto, es desconocer la reflexión que ha hecho la ciencia política durante los últimos veinte años.

La precariedad laboral y de la vida de las personas, la ausencia de un contrato de trabajo, así como también de las condiciones adecuadas para el descanso, impacta con mayor fuerza a las mujeres que están más expuestas a la informalidad. Las mujeres chilenas sufren las consecuencias de la escasa infraestructura estatal para el apoyo hacia ellas en las materias del cuidado y la violencia de género, no sólo física y psicológica, sino económica.

Por lo que cuando se piense en los desafíos del mundo del trabajo, es obligatorio incluir a las trabajadoras también como un foco de particular atención. Insistimos en que el tema no es solo económico dentro de un marco de Estado de bienestar, sino de un adecuado reconocimiento de su condición en cuanto mujer.

Por otra parte, la exclusión del mundo popular no se reduce sólo a la crítica contra del abuso del lenguaje complejo y academicista, que es altamente excluyente e incomprensible para la población en general, sino también en la formación de los cuadros políticos y que estos no sigan reproduciendo las desigualdades de la cuna, los colegios caros.

Dicha crítica es compartida por un sector del feminismo que rechaza la hipercategorización del movimiento, así como también la elitización del progresismo. No obstante, no sólo se debe declarar lo popular, aunque muchos de los dirigentes del Socialismo Democrático no habitan ni por broma los sectores populares de Chile, ni tampoco conocen los vericuetos que conforman nuestro país, salvo cuando van a “visitar a los pobres” como parte de sus actividades escolares, o con fines de turismo electoral.

En este sentido, al manifiesto le faltó incluir una mirada desde lo local que permita fortalecer instituciones claves como los gobiernos regionales, municipios y concejos municipales, así como también las organizaciones de base que tienen mucho que decir sobre dónde y cómo priorizar las políticas públicas que siguen estando desconectadas del nivel central. Nada de descentralización se dice en el documento, uno de los anhelos claves del Socialismo Democrático chileno.

Es de esperar que este documento se expanda y se abra a contribuciones de los distintos grupos de militantes de los partidos del Socialismo Democrático, y también de militantes/simpatizantes en diversas organizaciones sindicales, educativas, locales de base, feministas y la diversidad, indígenas, quienes se sientan identificados/as con estas ideas, y entre todas/os quienes se identifiquen con el progresismo se sientan convocadas a participar de este proceso de construcción programática/ideológica, no sólo por la prensa, sino por los canales internos de cada una de las colectividades.

Javiera Arce, analista política y candidata a PhD en University College of London, y Pablo Aguayo, doctor en Filosofía de la Universidad de Valencia y profesor de la Universidad de Chile.

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