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Opinión

22 de Julio de 2023

Columna de Isabel Plant | La locura por la película de Barbie: Feminismo Pink

Barbie

"Vivimos tiempos particulares cuando una película comercial sobre Barbie se transforma en discusión política, pero era imposible escapar esa carga", escribe la columnista Isabel Plant. "Pero, a veces, porque las feministas somos humanas, también queremos comprarnos la polera que dice 'El futuro es femenino' y usarla en la marcha, sin sentirnos aprovechadoras o aprovechadas".

Por Isabel Plant

Yo no tuve Barbies. Soy nacida a mediados de los ochenta, cuando las Barbies eran caras y los niños y niñas no tenían el cerro infinito de juguetes que tienen hoy. Además de haber algo de economía en la decisión de mi madre de no comprarme Barbies, también algo de principios, porque me criaron con la filosofía de que no se necesitan las cosas de moda (tenía muñecas, pero de otro tipo) y que sí podían comprar todos los libros que yo quisiera.

Así que cuando vi el primer tráiler de Barbie se me dilató la pupila. Una inyección de estética chicle y la autoconsciencia de hacer una historia de muñecas heteronormadas en tiempos de quinta ola. Y, también, un pedazo de infancia que no llené ni comprándole Barbies a las sobrinas, el recuerdo de ir a la casa de una compañera de curso que no sólo tenía muchas Barbies, tenía la casa de Barbie tamaño grande y podíamos jugar horas ahí. Hasta inventé pijamadas que no existían para que mi mamá me dejara quedarme a dormir. Todo eso me trajo de vuelta.

Soy fan de Greta Gerwig como actriz y como directora -su Mujercitas es clásica y fresca a la vez, Ladybird puro corazón y expresión del ser femenino joven-, así que me esperaba grandes cosas cuando se anunció que ella dirigiría la película sobre la muñeca más famosa, más querida y odiada del mundo. La expectación la ha convertido en el hito cultural pop del año; en Chile, la película ya tuvo el primer día de estreno más exitoso de 2023. Los espectadores se dividen entre quienes querían ver una cinta subversiva, un caballo de Troya feminista envuelto en rosado, y quienes simplemente quieren revivir su niñez y gozar con algo tan liviano como una muñeca de plástico. Y también quienes la odian por ser una prueba más del manoseo neoliberal del feminismo.

Ahora soy adulta y feminista, aunque una mala feminista, porque siempre me ha dado igual que las niñas se vistan de princesas Disney, si es que así lo desean. Y pensaba que el rosado chicle estaba muy mal mirado por su rigidez de género (excepto cuando lo diseñan en Valentino). Pero pareciera que, en las últimas semanas, una verdadera explosión Pink se ha tomado el mundo. Y que un alud de fanáticas y fanáticos de la muñeca se liberan, ya muy lejos de la niñez, para celebrar lo que significó para ellos.

La película de Barbie es un deleite. La Barbie interpretada por Margot Robbie comienza con unas transformaciones que la hacen abandonar la perfecta y sorora Barbieland e incursionar junto a Ken en el mundo real, para descubrir que existe el patriarcado. De ahí en adelante Gerwig -quien escribió el guión con su pareja Noah Bambauch- juega con los estereotipos, se ríe de las masculinidades tóxicas (o las normales también), entiende que debe hacerse cargo de las críticas a la muñeca y también de estar haciendo una película de cien millones de dólares encargada por una empresa juguetera multinacional. Hace homenaje al nacimiento de Barbie y se preocupa de darnos un empache de vestidos históricos, muñecas clásicas, mundo fantástico y tampoco de tomarse tan, tan en serio (esta es una comedia lesa, lo cual me encanta), además de reflexionar sobre lo difícil que es ser mujer en el mundo de hoy, donde el feminismo no solo nos libera, sino que nos exige. No sé si se puede pedir mucho más de una película juguetera, y lo dice alguien que sobrevivió ver G.I. Joe, Rise of the cobra.

Como producto fílmico Barbie peca del mismo problema que su gran contendora -o complemento, a estas alturas-, la Oppenheimer de Nolan. Aunque se vean opuestas, tienen puntos en común. Primero, que son historias no convencionales sobre figuras icónicas del siglo XX. Pero sobre todo las une el que vienen a entregar un mensaje, quizás no el obvio, y están dispuestas a embutírselos a la audiencia casi con embudo.

Vivimos tiempos particulares cuando una película comercial sobre Barbie se transforma en discusión política, pero era imposible escapar esa carga. Por supuesto que Barbie ha sido el juguete querido de varias generaciones y que le permitió a las niñas soñar con jugar a ser mujeres, de la profesión que sea, no solamente madres. Pero también instauró ese ideal hegemónico de belleza, que por mucho que la marca busque ampliar incorporando tonos y tamaños de piel diversos, sigue implantado en nuestros cerebros hasta hoy: la rubia, flaca y pechugona de piernas eternas (y los famosos pies en puntas, siempre listos para el taco). Una estética que colonizó deseos y angustias de mujeres en todo el mundo, una tintura rubia a la vez.

Además, aunque Gerwig se ría de la cultura empresarial ultra masculina que usa la inclusión de género solo como adorno, no puede evitar la realidad tras la película: que esta cinta enriquecerá a ese empresario en la vida real, no al que interpreta (muy chistosamente) Will Ferrell en pantalla grande. Barbie es solo el principio de un plan completo de lanzamiento de películas futuras inspiradas en las marcas de Mattel y cía.

Todo esto me recordó cuando estalló la nueva oleada de feminismo y de pronto los retail tenían su propia polera de mensaje sororo, o las marcas se aparecieron los 8 de marzo regalando productos curiosos para “celebrar” el día de la mujer, y se sintió justamente lejos del mensaje y la causa. Hay muchas quienes le están criticando lo mismo a Barbie, no puedes ser subversiva si estás inmersa en su juego.

Pero, a veces, porque las feministas somos humanas, también queremos comprarnos la polera que dice “El futuro es femenino” y usarla en la marcha, sin sentirnos aprovechadoras o aprovechadas.

El mayor mensaje de la película es, justamente, a propósito de aquello: si en el feminismo actual no hay como ganar -siempre lo hacemos mal, siempre le estamos fallando a alguien, no sé si mi pañuelo verde es industria nacional o lo importaron desde una fábrica explotadora en Bangladesh– ¿quizás mejor jugar? Quizás entregarse a que se puede ser feminista y gustarte el rosado; a que puedes criar hijas en igualdad de género y dejarlas vestirse de Rapunzel; a que si las muñecas son obtusas en cuanto a género, nuestra crianza no lo es.

¿Quizás si no le podemos pedir todo a todas, le podemos no pedir a una película de Barbie ser el nuevo El segundo sexo?

Disfruté montones la película de Barbie. Me reí, al igual que toda la sala de cine. Es una visión única de una directora mujer, y quizás, parte de lo que Hollywood siempre debería aspirar a ser: consumo con cerebro.

* Isabel Plant, periodista, editora y cocreadora de Mujeres Bacanas.

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#Barbie#feminismo

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