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Opinión

2 de Septiembre de 2023

Columna de Isabel Plant: Hermoso, Rubiales y el beso que incendió al fútbol femenino

Fue un Mundial Femenino histórico: en audiencia, en asistencia a los partidos, en recaudación de ganancias por sobre los 570 millones de dólares. Y acá estamos, dos semanas después, no hablando de las campeonas españolas, sino que todo gira en torno a un hombre y un beso inadecuado. Isabel Plant escribe esta semana sobre el polémico beso y cómo el fútbol femenino es minimizado en Chile y en el mundo.

Por Isabel Plant

Fue un Mundial de Fútbol Femenino histórico: en audiencia, en asistencia a los partidos, en recaudación de ganancias por sobre los 570 millones de dólares. Y acá estamos, dos semanas después, no hablando de las campeonas españolas, sino que todo gira en torno a un hombre y un beso inadecuado.

No se puede ganar en el deporte de alto rendimiento para mujeres.

A estas alturas, usted ya ha visto el video: en medio de la ceremonia de premiación a la selección de España -que derrotó por 1 a 0 a Inglaterra-, el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, le hace un “koala” a la seleccionada Jenni Hermoso, se abrazan y él toma la cara de ella entre sus manos y le planta un beso emocionado.

Hoy ya tenemos videos de lo que pasó después: las risas en el camarín, los festejos; la indignación de mujeres en todo el mundo; las disculpas-no disculpas de Rubiales y su negativa a dimitir; el comunicado de Hermoso diciendo que bajo ningún motivo ese beso fue consensuado como dice su superior; la FIFA que tuvo que intervenir ya que la asociación española salió a defenderlo a él y no la jugadora; la sororidad del equipo completo campeón que se niega a seguir jugando si no salen los dirigentes; las muestras de apoyo globales; y, en un aporte almodovariano, la madre de Rubiales haciendo huelga de hambre en una iglesia por la “persecución” a su hijo.

Si contrastamos todo esto a la celebración de los argentinos después de Qatar, es para caer en un pozo profundo de depresión. Acá en Chile, la cobertura de la final del Mundial Femenino, por lo menos en el noticiario de esa noche que yo vi, duró más o menos un minuto. Casi inexistente. La polémica posterior, en cambio, ha tenido amplia cobertura. A Jenni Hermoso y a todas sus compañeras se les ha robado el momento para el que han trabajado toda la vida. Sólo existe el beso.

Lo que yo vi en ese beso no tiene que ver con algo sexual. En cualquier trabajo (espero), en cualquier parte del mundo (espero), si un superior le da un piquito a una subordinada en público o privado, con el ánimo que sea, inmediatamente debería ser motivo de despido (espero); cualquier debate al respecto es irrisorio.

Pero juguemos el juego: ya que inicialmente Jenni Hermoso se impresionó con humor del arranque -aunque se le nota cuando les cuenta a las compañeras que lo considera una desubicación-, acá yo introduciría otro espíritu, que en este caso también es tanto grave como triste: es una conducta paternalista y, por lo mismo, ofensiva. Tanto cuando Rubiales se agarra su miembro en el palco (tuvo que pedir disculpas por haber hecho ese “Pato Yáñez” al lado de la Infanta), como cuando trata a una jugadora campeona de un Mundial como “suya” con sus toqueteos, está diciendo algo: esta copa es mía. Ellas son mías. Un beso machista, patriarcal y en el caso menos grave, insólito. Veo suficiente fútbol masculino para entender que a veces hay besos en la mejilla, abrazos y palmadas en el traste entre amigos; jamás he visto un beso en los labios. ¿Por qué a ella sí y a ellos no?

Quizás la polémica no se habría encendido tanto si, una vez pasada la noche de festejos, cuando Rubiales se da cuenta que el mundo no lo aplaude, hubiera pedido disculpas sinceras. Su primera declaración al respecto está más llena de ego que de arrepentimiento y selló todo lo que ha venido después. Podría haber sido qué vergüenza, qué torpeza, qué error, fue una locura del momento que no tiene excusa. Pero al insistir que fue consensual, que ocurrió “sin mala fe de ninguna de las dos partes”, encendió la hoguera y el resto ya sabemos.

El mundo del fútbol femenino ha crecido enormemente en la última década, pero no por ayuda de dirigentes ni federaciones en la mayoría de los casos. La selección femenina española tuvo por 27 años al mismo entrenador, Ignacio Quereda, quien en todo ese tiempo no logró ni títulos ni triunfos importantes, pero sí se dedicó a molestar, maltratar sicológicamente y denigrar a las jugadoras. Estas, tras la eliminación temprana en el Mundial de Toronto, publicaron una carta exigiendo la salida del técnico. Un documental mostró cómo no sólo las pellizcaba y humillaba, sino que les decía frases como “tú lo que necesitas es un macho”. Quereda se negó a dimitir, era amigo del entonces presidente de la Federación, quien les exigió a las jugadoras una disculpa (¿suena conocido?). Finalmente, el entrenador renunció un mes después.

En nuestro país, fueron las futbolistas quienes por su pasión y talento terminaron clasificadas al Mundial de Fútbol Femenino anterior, sin siquiera tener camarines decentes ni apoyo de la ANFP por años. Hasta el 2022, menos del 5 por ciento de las jugadoras de fútbol chilenas tenían contrato con sus clubes y sólo el 17 por ciento recibía remuneración; en octubre entró en vigor la ley impulsada por la ANJUFF, que cambia esto de manera paulatina.

En Estados Unidos, donde el equipo de fútbol femenino ha incluso ganado la Copa del Mundo, las jugadoras tuvieron que demandar para recibir igualdad salarial en comparación a la selección masculina, harto menos exitosa y sin trofeos importantes; ese embrollo legal terminó en 2022 después de seis años, con una paga de 24 millones de dólares y la promesa de equiparar pagos.

Justo días antes de la final entre España e Inglaterra, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, decía en una conferencia -recordando que tiene cuatro hijas, un clásico de clásicos antes de que un hombre diga una barbaridad- que las mujeres “deben elegir las batallas adecuadas. Ustedes tienen el poder de cambiar, de convencernos a los hombres de lo que tenemos que hacer y lo que no”, refiriéndose al reclamo de igualdad.

Y eso que ni empezamos a enumerar delitos: semanas antes de que comenzara el mundial, la selección femenina de Zambia, por ejemplo, acusó a su entrenador de abuso sexual. En Chile, una investigación de alumnas UDP -publicada luego por Ciper- incluía casos de abusos de un kinesiólogo a varias jugadoras, maltratos por parte de DT’s, y adolescentes bajo acoso. En Estados Unidos también se publicaron casos similares el año pasado, dando cuenta que los abusos emocionales y malas conductas sexuales eran “sistémicos”.

De eso hablamos cuando hablamos de fútbol femenino. Por lo mismo el beso de Rubiales es mucho más que un “piquito” mal dado: es la cristalización de una cultura deportiva que sigue considerando a las mujeres como inferiores, sin importar lo alto que lleguen.

Es la humillación que colmó el vaso, pero esta vez, las campeonas del mundo perdieron la paciencia. Bien por Jenni y por todas ellas.

*Al cierre de esta columna, Jenni Hermoso aún no anunciaba si tomará el ofrecimiento de la Fiscalía y denunciará a Rubiales por agresión sexual, mientras que Rubiales aún se negaba a dimitir. 

Isabel Plant, periodista y cocreadora de Mujeres Bacanas.

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