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Opinión

16 de Septiembre de 2023

Columna de Isabel Plant | De Shakira a Taylor Swift: el sano derecho a pataleo

Foto: MTV

Shakira fue la estrella de los premios MTV de esta semana e hizo bailar a Taylor Swift. Ambas han escrito varias canciones sobre sus parejas y exes, lo que ha provocado fans y detractores. La columnista Isabel Plant escribe que "reducirlas a ambas a mujeres que hablan solo de exes es no conocer sus canciones y también insultar el intelecto de sus millones de fans". Y luego agrega: "No hay cringe, solo karma".

Por Isabel Plant

Son las reinas de ser mujer, del amor y del corazón roto, cada una en su época y en su idioma, y esta semana se toparon en la VMAs, o los premios MTV. Mientras que Taylor Swift, la princesa country convertida en reina del pop-con-corazón mundial, se llevó nueve trofeos y nos mantuvo entretenidos toda la noche (había una cámara destinada solamente a ella y sus reacciones al show); Shakira, la diosa colombiana, dio una clase de diez minutos arriba del escenario ejemplificando por qué es leyenda (JLo, muérete de envidia) y se convirtió en la primera latina en recibir esa especie de premio a la trayectoria y popularidad que es el Vanguard Award.

Taylor se bailó todo el show de Shaki, incluyendo un intento de movimiento de caderas en “Suerte (Whenever/Wherever)” y, de manera más increíble aún, le explicó a sus amigas la alusión que hace la colombiana a su ex en su exitosa sesión con Bizarrap (“que te sal-Pique”).

Como ya se habrán enterado a menos que vivan en una cueva, la rubia estadounidense tiene la gira más exitosa del año, que pasará por Argentina y no por Chile, y que genera locura donde pise. En el verano pasado una amiga me preguntó por qué la gente amaba tanto a Taylor, ya que soy reconocida entre mis coetáneos como una Swiftie madurita.

Comencé mi charla TED sobre cómo sus letras confesionales generan una sensación de intimidad con sus fanáticas, su excelente uso del lenguaje y cómo le permite a las mujeres (por sobre todo las jóvenes) el no tener que hacerse las cool, porque en Taylorlandia, ser tu misma aunque sea perno es lo más cool. Si eres fan de Taylor, jamás lo que pienses o sientas será causal de “cringe”, como dirían las juventudes sobre actitudes que dan vergüenza ajena. No existen los placeres culpables, existen los placeres y solo hay que preocuparse del karma.

Expuse como caso icónico su famosa canción “All too well”, la que no fue sencillo promocional sino que las mismas fanáticas la convirtieron en himno, consagrando un tema de desamor veinteañero de una relación de tres meses a un símbolo de corazón roto. “Ah, entonces es como Shakira”, me contestaron, justo en el momento en que la canción a Piqué y Clara Chía se había apoderado de las redes, las radios y hasta de los noticieros.

Y claro, como Shakira.

Después de un par de años tratando de mantenerse al día con duetos junto a traperos o cantantes urbanos, Shakira se alió con el productor joven de moda, pero para volver a sus raíces: transformar su vida en canción y volvernos a nosotros en testigo y parte. Con 46 años, con la suegra de vecina y la deuda en Hacienda, con la humillación de la amante que se comió su mermelada, Shakira logró uno de los retornos triunfales más grandes de los últimos tiempos.

No todos estuvieron contentos, claro. Una crítica común fue que no pensó primero en sus hijos, ventilando así los problemas entre padres separados. Pero Shakira, desde que la conocemos, con pelo negro y guitarra de palo, siempre ha ventilado sus dolores. Todas sus relaciones y sus quiebres han sido cuidadosamente documentados, y quien no lo vea es que no cantó a todo pulmón “Toda escoba nueva siempre barre bien / Luego vas a ver desgastadas las cerdas / Cuando las arrugas le corten la piel /Y la celulitis invada sus piernas” en el lejano 1998.

Ni se enamoró con “Día de enero” en 2005 -de De la Rúa-, se quejó de un engaño con “Ahí te dejo Madrid” de 2002, se sonrojó pensando en la barbita de Piqué en “Me enamoré” de 2017. En esa última canción, de hecho, tenemos el detalle de cómo comenzó el romance tras grabar el video de “Waka Waka”. Con lujo de detalles.

Son el tipo de canciones, junto con esas caderas que no mienten, que la han hecho una ídola de Latinoamérica, un continente donde nos gusta el sentir cebolla y sufriente incluso en el pop, como dicta la tradición musical. ¿Qué debería haber cambiado? La maternidad? ¿Por ser madre tenía que aguantar callada que le coman la mermelada? Podríamos argumentar al revés: Piqué sabía que su vida terminaría en un single cuando entró a esa relación, ¿por qué pensó que sólo estaría lo bueno?

Hay unas entrevistas virales a Taylor Swift de hace una década aproximadamente, donde le preguntan si alguno de sus exes se queja por haberse convertido en material musical. Y ella contesta, ya aburrida de la pregunta, que nunca lo ha hablado con ellos, porque cuando hace las canciones ya no tiene ni un interés de tener a esas personas en sus vidas.

Reducirlas a ambas, Shakira y Taylor, a mujeres que hablan solo de exes es no conocer sus canciones y también insultar el intelecto de sus millones de fans. Pero quizás parte de su atractivo final: el sacar la voz ante el “calladita más bonita”, ante el mito de que la dignidad tiene que ver con el silencio y que no hay derecho a pataleo en el corazón roto, a que las mujeres lloran y facturan a la vez como a ellas se les viene en gana, y a romper ciertos tabués de lo que es “correcto” hacer o no hacer siendo mujer, o en el caso de Shakira, madre.

Después de su tremendo show en los VMAs, y de llevarse otro trofeo, Shakira volvió a dar entrevistas explicando que el pasado fue un año horrendo para ella, en alusión a su separación, y que fueron los fans y la música quienes la levantaron. Ningún intento de hacerse la cool, ningún intento de decir: “Esto no me dolió, da igual”, no: la libertad de quejarse si te hieren y de apuntar dedos si se comportan mal. No hay “cringe”, solo karma.

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#shakira#Taylor Swift

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