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16 de Septiembre de 2023

“La virgen del puño cerrado”: la historia tras la última obra dirigida por Víctor Jara, que fue estrenada dos meses después de su muerte

Ilustración: Camila Cruz

En agosto de 1973, el cantautor asumió la dirección de una comedia musical escrita por Alejandro Sieveking e inspirada en la fiesta de La Tirana. El Golpe, su detención y posterior homicidio -un día como hoy, 16 de septiembre, hace 50 años- interrumpieron el montaje ya encaminado, pero no detuvo a la compañía: a las pocas semanas, sus integrantes retomaron los ensayos y la obra debutó en noviembre de ese año en una sala a cuadras de La Moneda, y con Bélgica Castro y María Cánepa en el elenco. Antes, el grupo optó por modificar el título y por no incluir a Víctor Jara en los créditos. 50 años después, el único integrante que queda vivo del grupo, dice: “Su nombre era conflictivo y había que sacarlo para poder estrenarla en ese momento”.

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Volver a la caja negra del teatro no estaba entre los planes de Víctor Jara a comienzos de 1973. Con 40 años, el cantautor estaba convertido en una celebridad internacional de la canción chilena y en un artista comprometido casi a tiempo completo con el proyecto político y social de la Unidad Popular. Ya había dirigido algunos de los grandes éxitos de la época y futuros clásicos del teatro chileno –como Los invasores (1963) de Egon Wolff y La remolienda (1965) de Alejandro Sieveking–, la crítica lo aclamaba y sus colegas pedían a gritos trabajar con él, pero rechazaba cada propuesta. Decía que había cumplido un ciclo. 

El autor de Plegaria a un labrador había hecho notar su distanciamiento de la escena local: renunció a su cargo como profesor en la Universidad de Chile y criticó el ambiente conventillero entre sus pares, se alejó de amigos y no dirigía obras hacía tiempo, desde su aclamada versión de Antígona (1969), en el Teatro UC, donde hizo brillar a una jovencísima Ana Reeves. Hasta hoy se establece que fue el último montaje teatral que dirigió. 

“Estábamos todo el tiempo diciéndole que nos dirigiera, pero se lo pasaba cantando. Costaba mucho que aceptara”, decía en una entrevista de 2015 la fallecida actriz y Premio Nacional Bélgica Castro, una de sus amigas cercanas y a quien dirigió en varias obras. 

Ramón Núñez –otro experimentado actor, director y Premio Nacional– recuerda hoy que a su regreso al país, luego de estudiar en Inglaterra, en 1972, no era fácil llegar a él: “A pesar de la cercanía que tuvimos, cuando llegué Víctor era una especie de embajador cultural de la canción chilena y estaba en perpetua gira en países europeos. No lo vi más”, cuenta.

Tenía otros asuntos en mente. A comienzos de 1973, Víctor Jara trabajó activamente en la campaña parlamentaria para impedir que la alianza entre la Democracia Cristiana y la derecha (Confederación de la Democracia) desestabilizara al gobierno. Pronunció también sus primeros discursos sin guitarra, en los que llamó a defender al Presidente Allende ante la inminente amenaza de un Golpe. Lo propio hacían Neruda, Inti Illimani, Quilapayún y otros creadores que se manifestaban con su propio trabajo. El clima político estaba cada vez más polarizado.

Durante ese periodo, Víctor Jara musicalizó dos poemas del poeta español Miguel Hernández que vaticinaban un trágico desenlace: “De nuevo quieren manchar mi tierra con sangre obrera (…) quieren ocultar la infamia que legaron desde siglos, pero el color de asesinos no borrarán de su cara”.

En junio de ese año, el músico aceptó una invitación del Instituto Nacional de Cultura del Perú, donde dio una serie de recitales en distintas ciudades. Estuvo en Trujillo, Chiclayo, Arequipa, Lima, Cusco y Machu Picchu. Fue allí donde posó para la última sesión de fotos que le tomaron, con la misma manta negra y roja que 36 años después cubrió su féretro. Estando allá, se enteró también del “tanquetazo” del 29 de junio de 1973, un ensayo de lo que sería el futuro Golpe de Estado del 11 de septiembre. 

Durante su extensa visita a Perú, Víctor Jara compartió su guitarra con campesinos y cantores, incluso aprendió algunas letras en quechua. “Les hablé de Chile, del sur mapuche, (…) de nuestros campos, de la Reforma Agraria. Les conté adivinanzas… algunos de ellos sonreían tímidamente”, dijo en una entrevista en Lima para Panamericana TV del 13 de julio de 1973, donde hizo su última aparición frente a un público masivo. 

De vuelta en Chile, retomó proyectos y numerosas actividades; sus trabajos voluntarios en el gobierno, su cargo en la Universidad Técnica del Estado –donde fue detenido el 12 de septiembre de 1973–, además de los ensayos de Los siete estados, un ambicioso proyecto dirigido por el destacado coreógrafo Patricio Bunster junto al Ballet Nacional, para el que estaba componiendo la música. Nunca llegó a estrenarse.

En varias biografías e investigaciones sobre su obra, se consigna otro proyecto interrumpido por el Golpe y la muerte. La compañía Teatro del Ángel –encabezada por las actrices Ana González, Bélgica Castro y el dramaturgo Alejandro Sieveking– lo había convocado para dirigir su nueva obra, La virgen del puño cerrado, una comedia costumbrista y musical escrita por éste último e inspirada en la religiosidad del norte y la fiesta de La Tirana. 

En una entrevista inédita de 2017, Sieveking reveló que en ese tiempo había un distanciamiento entre ambos y que se zanjó con su invitación a volver a compartir el escenario. “Estuvimos enojados unos cuantos meses por una copucha sin sentido. Él estaba más enojado que yo. Hacía tiempo que tenía ganas de volver a trabajar con Víctor, veníamos llegando de una gira, nos juntamos y se lo propuse. Tuvimos que convencerlo de dirigirla”, contó.

Página del álbum Castro Sieveking N° 8, portada de programa de mano de la obra La virgen de la manito cerrada, autoría y dirección de Alejandro Sieveking. Fuente: Archivo de la Escena Teatral UC.

Su reciente paso por Perú hizo que Víctor Jara enganchara rápidamente con la historia: tres generaciones de mujeres de una misma familia –“tres viudas con nombres macondianos: Otilia, Elizenda y Dominga”, consignó después la prensa de la época– deambulaban por un pueblo nortino no identificado y en compañía de una pareja de hippies, rumbo a pagar una manda para las fiestas de la ‘Virgen de la manito cerrada’. Una de ellas se ganaba la vida vendiendo billetes de lotería entre los fieles, pero todo se complicaba para ellas con la aparición de un Cristo pobre y semidesnudo que cargaba su propia cruz durante la procesión. 

Desde la Fundación Víctor Jara comentan a The Clinic que el artista se habría incorporado a comienzos de agosto de 1973 a los ensayos de La virgen del puño cerrado, y que efectivamente fue la primera obra que dirigió desde la llegada de Salvador Allende al poder. Su estreno quedó fijado para octubre de ese mismo año. 

La Tirana a escena 

Destacadas figuras de la época se reunían en La virgen del puño cerrado, partiendo por su elenco, donde estaban Bélgica Castro, María Cánepa, Anita Klesky, Luis Barahona, Marcia Maiocco, Ernesto Riquelme y el propio Sieveking. En el vestuario, en tanto, estaba el diseñador Sergio Zapata, Luis Advis en la música y Margot Loyola a cargo de las coreografías. 

El destacado arquitecto y diseñador escénico Ramón López hacía la iluminación de la obra, y es el único integrante de la agrupación que sigue vivo. Fue él quien tomó, además, las únicas fotografías que existen del montaje. Su registro acaba de ser donado al Archivo de la Escena Teatral de la UC junto a más de 7 mil negativos que recorren casi cuatro décadas de su trabajo en teatro, entre los años 1968 y 2000. 

“Víctor era muy amigo de Bélgica y Alejandro, y eran ellos los únicos que podían traerlo de vuelta al teatro. Además, el tema de la obra le interesaba; había mucho del imaginario del norte, del desierto, del altiplano, y un estudio profundo de lo folclórico y de lo religioso que tomaba ciertos aspectos de la chilenidad, algo que él y Alejandro manejaban muy bien y que ya habían trabajado en obras como Ánimas de día claro y La remolienda”, comenta López. 

Ánimas de día claro, fuera de escena, izq a der: Alejandro Sieveking, Bélgica Castro, Luis Barahona y Víctor Jara. Foto: René Combeau/Archivo de la Escena Teatral UC.

Gracias a su testimonio, hoy también se sabe que la obra se ensayó en la sala de la misma compañía, ubicada en el subterráneo de una antigua galería en calle Huérfanos, en pleno centro de Santiago y a solo cuadras de La Moneda. 

La virgen… era una obra esencialmente setentera, con hippie, desnudos y todo. Recuerdo que Víctor quería una escenografía blanca, todo el fondo blanco y luminoso. Siendo tan pequeñito, ese escenario debía lucir amplio para que por ahí pasara la procesión y el vía crucis que aparecían en la obra. No lo vimos así en ese momento, pero era una visión premonitoria de todo el horror y el calvario que se venían”, agrega.

A poco más de un mes de iniciados los ensayos, vino el golpe de Estado, la detención de Víctor Jara y su traslado al Estadio Chile. No volvieron a verlo ni a saber de él hasta algunos días después, cuando fue hallado muerto cerca del Cementerio Metropolitano, con 44 balazos y rastros de la tortura en su cuerpo, el 16 de septiembre de 1973. Solo días atrás, 50 años después de su brutal asesinato, la Corte Suprema condenó a siete exmilitares del Ejército como autores de secuestro y homicidio. 

En el libro Bélgica Castro y Alejandro Sieveking. Dos vidas para el teatro, de Rosa Rodríguez y Antonio Briones (Ventana Abierta Editores, 2022), Sieveking recordó el impacto que produjo la noticia al interior del grupo: “Nos enteramos de la detención de Víctor y nos topamos en la calle Mac-Iver con Sergio Buschmann (actor e integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, quien además fue uno de los líderes de la internación de armas de Carrizal Bajo, en 1986)”, relató Sieveking.

“Nos cruzamos sin detenernos, yo con una sensación extraña de estar jugando a los bandidos pero en un pantano que podría tragarnos en cualquier momento. Julio Jung nos llamó para decirnos que Víctor estaba en la morgue. No podíamos creerlo, pensábamos que Julio no lo conocía bastante o queríamos creer que así era”.  

Bélgica Castro rememoró también la pérdida de su amigo y ese último trabajo juntos en una entrevista abierta del año 1997 con la investigadora y académica de la UC, María de la Luz Hurtado. La escuchaban atentos un grupo de alumnas y alumnos de la escuela de teatro.

“Habíamos tenido las primeras reuniones por La virgen del puño cerrado, vino el Golpe y quedamos realmente muy mal psíquicamente con la muerte de Víctor. (…) Yo andaba llorando por las calles, en todas las esquinas había milicos con metralletas. No pude soportarlo, el toque de queda, todo eso… Nosotros escondíamos gente también. La segunda vez pensé que nos iban a agarrar”, contó Castro. 

Algunos extractos de la conversación con la fallecida actriz fueron incluidos en el documental Éramos tan felices (2022), dirigido por Hurtado junto al realizador Marcelo Porta. El filme se centra en la amistad y el vínculo artístico entre la pareja de actores y premios nacionales y Víctor Jara. Será exhibido nuevamente del 23 al 27 de septiembre en la Cineteca Nacional. 

Página del álbum Castro Sieveking N° 8, donde se registran fotografías y notas de prensa de la obra La virgen de la manito cerrada. Fuente: Archivo de la Escena Teatral UC.

“Después del Golpe tuvimos que cerrar el teatro y quedamos muy angustiados de plata y muy asustados. Estábamos presentando la obra Espectros con mucho éxito, había que pagarles los sueldos a los actores invitados y logramos hacer una función un sábado a las 5 de la tarde. Se hizo propaganda y en el momento en que iba a comenzar, llegaron dos carabineros y se llevaron presa a la actriz Marcia Maiocco”. 

Maiocco estaba casada con un exmiembro del GAP, el Grupo de Amigos Personales del presidente Allende. El resto del grupo temió que el régimen pudiera caerles encima por su conocido y cercano vínculo con Víctor Jara. “Fue una época dura; sobre todo, traumática”, declaró Sieveking en el libro Acto único (2001), de Eduardo Guerrero. 

A un mes del Golpe, Ramón López conoció a un abogado que había estado detenido en el Estadio Chile durante los mismos días que Víctor Jara. “Él vio cómo lo maltrataban y me lo contó porque hasta ese momento no se sabía. El relato se armó con los testimonios de mucha gente que empezó a hablar al poco tiempo, como este abogado, que estaba aún muy shockeado por lo de Víctor. Ciertamente, todos lo estábamos”, cuenta ahora. 

Con la dictadura recién instalada en el país y la mayoría de las salas cerradas, los trabajadores del teatro debieron buscar opciones para subsistir y hacer frente a las nuevas y adversas condiciones. Algunas semanas después del Golpe y de la muerte del cantautor de El derecho de vivir en paz, el grupo El Ángel retomó silenciosamente los ensayos de La virgen del puño cerrado, ahora bajo la dirección de Alejandro Sieveking. 

Ramón López lo recuerda así: “Cuando vino el golpe, que fue un descalabro, la obra ya estaba a medio camino. Pasó un tiempo, se retomó y volvimos a ensayar en el Teatro del Ángel. Para todos fue muy difícil. En la obra había una escena en la que uno de los personajes se preguntaba: ¿y cómo seguimos? Nos hacíamos la misma pregunta y la mejor manera de recordarlo y de celebrarlo era seguir adelante y no encajonar o guardar el proyecto. Para algunos, la muerte de Víctor no era un tema político sino la pérdida de un amigo, de alguien de sus propias familias. Había muchos llantos en los camarines”, cuenta.

En la misma entrevista inédita realizada en su departamento frente al cerro Santa Lucía, a mediados de 2017, Sieveking desliza la idea de una suerte de codirección del montaje: “Casi todo lo que yo sabía de dirección, lo había aprendido de Víctor. (…) Cuando me tocó terminar de dirigir La virgen del puño cerrado, lo que hice fue seguir adelante con el proceso que ya habíamos iniciado con él antes del Golpe. Esa siguió siendo la base de todo, solo tuvimos que hacer algunos cuantos ajustes”.

El regreso póstumo y clandestino al teatro de Víctor Jara

El 9 de noviembre de 1973, la compañía El Ángel reabrió su sala en las profundidades del Barrio Cívico con el estreno de la postergada comedia musical de Sieveking. Sin embargo, el título original fue cambiado por La virgen de la manito cerrada y el nombre de Víctor Jara no apareció en los créditos del afiche ni en el programa oficial de la obra

Un total de 22 álbumes y más 30 mil archivos –entre fotografías, recortes de prensa y otros documentos– componen la valiosa colección donada en vida por el matrimonio Sieveking Castro al Archivo de la Escena Teatral UC, en 2019. El álbum número 8 contiene los registros correspondientes a los años 1973 y 1974. Allí se encuentran también las únicas fotografías y reseñas publicadas de la obra, además del material original de promoción y entrevistas a los actores del elenco. En ni un solo registro se menciona tampoco al cantautor y director.

No tuvieron otra opción, declaró el autor en una entrevista publicada en La Tercera en 2016, donde se refirió escuetamente a la modificación del título de la obra: “Tuvimos que cambiar la palabra puño por manito para evitar herir susceptibilidades”. 

20 años antes, Bélgica Castro había hecho similares declaraciones en la ya citada entrevista con María de la Luz Hurtado: “Se tuvo que llamar La virgen de la manito cerrada porque el ‘puño’ tenía implicancias en ese entonces”, comentó. 

Ramón López entrega otra versión: “Yo supe que se cambió el título porque el puño, obviamente, hacía alusión al partido comunista. Yo creo que fue decisión de Alejandro; él era el dramaturgo, para qué iba a ir a meterse en la pata de los caballos. Además, la obra no cambiaba en nada más que el título, y él tuvo muy consciente esa atenuante. Con respecto a Víctor, desconozco la razón por la que no se mencionó. Su nombre era conflictivo y había que sacarlo para poder estrenarla en ese momento. No era fácil y era muy sensible la situación. Había que seguir adelante, aun cuando la obra prácticamente la había dirigido él”.

La virgen de la manito cerrada se mantuvo en cartelera hasta febrero de 1974 y con funciones a las seis de la tarde, para no toparse con el toque de queda. El grupo El Ángel fue destacado entre lo mejor del año, y el montaje, distinguido por el Círculo de la Crítica, que premió a Alejandro Sieveking en tres categorías. Sin embargo, no logró disfrutar del reconocimiento, según contó años más tarde: “La nueva vida era un asco, aunque gané el premio de la crítica por La virgen…, de actuación en Gato por liebre y dirección de Espectros. No recuerdo haberme alegrado mucho”, se lee en el libro Dos vidas para el teatro (2022)

El actor y director Ramón Núñez fue uno de los que vio La virgen de la manito cerrada. “Era una obra interesante y similar a las que ya había visto de la dupla que hacían Víctor y Alejandro, salvo por el hecho de que yo no sabía que la había dirigido Víctor. Recién ahí me hizo mucho más sentido el título original, que evidentemente hacía alusión al saludo que hacen los comunistas. Por su carácter folclórico, las canciones y el tratamiento de los personajes, parece a todas luces una obra de Alejandro Sieveking dirigida por Víctor Jara”, comenta. 

Otro que también alcanzó a verla y además escribió sobre ella, fue el crítico e investigador Juan Andrés Piña. El autor de los dos tomos de Historia del Teatro en Chile tenía 19 años y daba sus primeros pasos en la crítica en la revista Mensaje, donde escribió: “Comedia ágil y franca, la obra de Sieveking es más ambiciosa y profunda de lo que a primera vista parece. (…) Hay una especie de tierra prometida, de paraíso perdido añorado por el autor, algo mágico y puro que está lejos de nuestro conocimiento”.

Al teléfono, Piña reconoce que no sabía que Víctor Jara había dirigido ese montaje y asegura que La virgen del puño cerrado nunca ha sido ni será publicada. “Difícilmente se encontrará alguna copia, porque en ese periodo Alejandro escribía sus obras a máquina, y algunas jamás las traspasó al computador”, cuenta.

Misma suerte pudo haber corrido el manuscrito de Cama de batalla, obra que Sieveking estrenó en 1974, en el Teatro Petropol, y en la que sí hizo alusión al régimen. En abril del mismo año, el dramaturgo se embarcó con su compañía en una gira de tres meses por distintos países de América Latina. Al pasar por Costa Rica, él y Bélgica Castro decidieron establecerse allí. Dos años después, ambos reestrenaron una nueva versión de La virgen del puño cerrado en San José. Así, con su título original.

El dramaturgo estaba convencido de que en su departamento había alguna copia extraviada del texto original. Nunca apareció entre sus archivos, pero no dejó de buscarla. Así lo contó también en 2017: “No sé si la montaría nuevamente en Chile ni para qué la estoy buscando precisamente. Es una obra a la que le ha pasado el tiempo y aún posee una carga rara, pero me recuerda a Víctor. Solo por ese motivo, la sigo buscando”.

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