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27 de Octubre de 2023

Bisexualidad en jóvenes: cómo es ser bi en Chile, entre los prejuicios de ser una “moda” y el aumento de quienes declaran esa orientación

Ilustración: Camila Cruz

Según cifras de la última Encuesta Casen, en Chile el 4,59% de los jóvenes reconocen ser bisexuales, es decir, sienten atracción romántica hacia ambos sexos. La última medición, hecha en 2017, marcaba entonces un 0,33% ¿Están los jóvenes chilenos más abiertos a anunciar su bisexualidad? The Clinic conversó con cuatro jóvenes bisexuales que son parte de esta apertura y que se abren paso en medio de mitos, prejuicios y estigmatizaciones.

Por Benjamín Puentes

Fernando Marchant (24) cuenta que desde chico sabe que es bisexual. Recuerda un episodio particular de su adolescencia, en medio de una fiesta, donde pensó en la bisexualidad: 

–Un amigo, muy amigo, se puso a discutir conmigo, a pelear, y en ese típico que te dicen “uy, yapo, dense el besito mejor, arréglense”, nos dimos el besito, y el besito no duró como tres segundos, cachai,  duró mucho más. Yo estaba con mi polola, y me dijo que igual fue raro, y claro…”.

Fernando tenía 15 años en esa fiesta y si bien todas sus parejas formales han sido mujeres, ha desarrollado vínculos afectivos y sexuales también con hombres. Forma parte del 4,59% de los jóvenes que teniendo entre 18 y 25 años se reconoce como bisexual, según datos de la Encuesta Casen 2022. Esta cifra contrasta con el 0,33% reportado por la misma encuesta en 2017. En 2020, la edición en pandemia de la Casen no contó con preguntas sobre orientación sexual.

Sebastián Cortés (26) también es bisexual, y aborda el tema abiertamente con amigos y sus familiares más cercanos. “La gente está muchísimo más abierta actualmente”, asegura.

Maria José Cumplido, directoria ejecutiva de Fundaciones Iguales, menciona al respecto que “las personas que se presentan como bisexuales han ido en aumento, y eso tiene que ver con la mayor visibilización que existe, y del hecho de que en Chile, comparado con hace veinte años atrás, es más seguro para decir que eres bisexual”.

Fernando concuerda con esta percepción. Opina además que es en la universidad y entre jóvenes en donde se sienten menos incomodidades: “A mi edad está mucho más extendida en general la bisexualidad, creo que como universitarios se puede hablar más abiertamente este tipo de cosas”.  

Sam (24) estudia pedagogía y no se ha presentado a su familia como bisexual. Entrar a la universidad, en su caso, fue encontrar un espacio más libre respecto a su orientación, además de suprimir el temor de estar haciendo algo malo. “Entrar a la universidad me hizo replantearme algunas cosas; a mí, algo que me ponía súper nerviosa cuando estaba en el colegio era que mi familia se enterara. Cuando llegué a la U ya era como tan normal, algo que no tenía que aclararse o justificarse. Ahí me dejó de dar ese miedo y empecé a soltarlo un poquito más”, menciona. 

Entre los prejuicios que deben cargar quienes son bisexuales está la idea de una supuesta ambigüedad sexual, propia de las confusiones de la juventud. Sam cuenta que en su familia “no son homofóbicos, pero como que tampoco entienden el concepto de bisexualidad, así que no sé si quiero enfrentarme a esa carga emocional de tener que explicar, tener que hacer la aclaración, porque ya me ha pasado con otros familiares que le cuestionan a otras personas que son bi. Dicen, por ejemplo, si antes estaba con un hombre por qué ahora está con una mujer, si acaso es lesbiana o heterosexual”.

Sebastián, de igual manera, constata que es común tratar la bisexualidad como un estado de desvarío: “En el colegio, por ejemplo, había que esconderse, te hacían sentir que estabas de alguna manera confundido”. 

Bisexualidad, entre los prejuicios de ser “una moda”

Para Alemka Tomicic, directora de la Escuela de Psicología de la UDP, este prejuicio parte de un menosprecio hacia la bisexualidad como una orientación sexual en sí: “Existe esta idea de que quedan como en la mitad, hay una invisibilización de la bisexualidad con valor en sí misma. Ahora se ha empezado a hablar, por ejemplo, de la monosexualidad y de la plurisexualidad para poder darle un lugar que salga del binarismo actual, es decir, pensando en la monosexualidad, que incluye a las personas heterosexuales, lesbianas y gays, y en la plurisexualidad, que incluye a las personas bisexuales, pansexuales, poli románticas y pan románticas”.

A este prejuicio se le suma la idea de que la bisexualidad es una moda, lo que ha pesado entre quienes han tenido que anunciar su orientación sexual a personas de generaciones mayores. “Me di cuenta que era bisexual hace 10 o 11 años atrás, no era muy común y en ese momento decían que era una moda. Era usual escuchar eso por parte de los adultos”, afirma Sam.

“Es algo que ha existido siempre, las diversidades sexuales y de género no son un fenómeno juvenil. Cuando empiezas a decir que esto es una moda, eso está al límite de lo conversivo, ya que considera la bisexualidad como algo que debe pasar”, menciona la psicóloga Alemka Tomicic.

La bisexualidad, a pesar de lo extendida que parece estar la valoración y el respeto hacia las disidencias sexuales en la sociedad, sigue siendo una carga pesada para quienes estrechan lazos afectivos y sexuales con ambos sexos. Dado esto, el reconocimiento de esta por parte de los jóvenes sigue siendo un proceso difícil, a pesar de una aparente apertura generacional. ‘‘Creo que asumir o darte cuenta también de este proceso trae cosas muy bonitas, pero a la vez también muchas encrucijadas propias, y eso igual hay trabajarlo”, reflexiona Fernando.

AgenciaUno

¿Más bisexuales que gays y lesbianas en Chile?

Los datos de la última Encuesta Casen entregan también una comparación llamativa: mientras el 4,59% de los jóvenes de entre 18 y 25 años se reconoce abiertamente bisexual, solo el 2,9% se identifica como gay o lesbiana. Esta cifra puede explicarse por el hecho de que presentase como bisexual implicaría menor presión social que declararse directamente como homosexual. 

“Respecto a los porcentajes, estos nunca son realmente representativos, porque finalmente muestran no a todas las personas bi, no a todas las personas gays, y no a todas las personas lesbianas, sino aquellos que pueden develarse públicamente al contestar la encuesta”, comenta María José Cumplido, de Fundación Iguales. Fernando opina al respecto que “no es lo mismo decir soy homosexual a decir que soy bisexual; creo que es mucho más fácil decir bisexual, hay más estigmatización con respecto a la homosexualidad, porque se tiende a pensar que la bisexualidad es como una etapa de descubrimiento”.

Tener una orientación distinta a la heterosexual es una carga, en muchos sentidos, para quienes viven rodeados de personas que creen que las relaciones hetero son lo normal, o más aún, lo natural. Esta presión resulta particularmente excesiva en la adolescencia, ya que es a esa edad, en medio del proceso de educación, en donde se carga fuertemente el peso de esta idea de lo normal, ya sea desde figuras de autoridad como padres y profesores, o entre los mismos jóvenes.

Sam recuerda, respecto a su experiencia escolar: “Yo no solía abrirme tanto respecto a ser bisexual, solo con mis amistades, claro, pero en el colegio se tomaba para la burla, se decía como si fuera algo gracioso”.

Fernando recuerda un ambiente mucho más hostil en la escuela. En ese sentido, recién ingresando a la universidad pudo abrirse a vivir su sexualidad sin esos tapujos: “Cuando llegué a la universidad, igual se intensificaron estos gustos, estas atracciones. Como estudié en colegio de hombres, un colegio de curas, todo el rato tienes palabras nefastas como maricón, o te dicen que tienes conductas amaneradas. Todo el rato te rebotaban esos comentarios, que a veces uno mismo replicaba porque igual estás inserto en ese espacio y en sus maneras de relacionarse”.

Para la historiadora y escritora María José Cumplido la educación escolar chilena debería profundizar en temáticas de educación sexual, justamente para evitar esta presión sobre los jóvenes, además de ayudarles a reconocer su propia orientación: “La educación sexual integral es fundamental, justamente para adquirir conocimiento acerca de que la diversidades sexuales existen. Muchas veces los estudiantes no tienen las herramientas y el conocimiento para evidenciarlas, y finalmente creo que en ese proceso ha sido mucho más útil internet, por ejemplo, que la misma educación formal, porque hoy está fácilmente accesible, los estudiantes pueden ver en redes sociales a influencers que son trans, bisexuales, y eso también genera un empoderamiento mayor y un reconocimiento también sobre tu propia identidad”.

La experiencia de Constanza González (23) ha sido diferente, con menos restricciones a la hora de anunciar y vivir su identidad sexual. Estudió en el Liceo 1, donde recuerda que “tuve suficiente tiempo en la educación media para darme cuenta de que en realidad no estaba mal ser bisexual. No había un problema en nosotras, sino que en realidad era siempre una mirada patriarcal, homófoba, todo con un gran sesgo cultural”.

Un núcleo familiar abierto y una experiencia escolar alejada de prejuicios en contra de la diversidad sexual fueron claves para que Constanza no sufriera el acoso persistente y el estrés que provoca pertenecer a otra orientación sexual. Así mismo, pone énfasis en que la bisexualidad no debería porqué justificarse: “Lo de la bisexualidad para mí no es tema. O sea, a ti te gusta el helado de frutilla, a otro el de chocolate, a mi me gustan ambos, y no importa, eso es todo’’.

Para la psicóloga Alemka Tomicic, la presión ejercida por la idea de que la bisexualidad es una desviación tiene un impacto significativo sobre la salud mental: “Los mayores índices de problemas de salud mental no se deben a una característica intrínseca de la identidad sexual, sino más bien a la experiencia de estar sometidos constantemente a estigmatización, discriminación y opresión”.

En esa línea, la bisexualidad, más que reducirse a un estado de confusión, resulta en la práctica una expansión en las posibilidades de generar afectos y vínculos sexuales, apuntan. “Lo que me gusta, lo que busco de un hombre, es más cariño, creo que me gusta como el lado más romántico. Con la mujer también busco un poco eso, pero también algo más sexual, pero de romántico han sido mucho más atractivas las relaciones con hombres”, reconoce Fernando.

Constanza González ha tenido dos pololeos significativos con ambos sexos. Foto: Felipe Figueroa.

Mitos y más prejuicios

Constanza González, por su parte, se ha emparejado formalmente con hombres y mujeres, teniendo dos pololeos significativos con ambos sexos. Actualmente hace la práctica en la Presidencia, como administradora pública, y en la oficina en que trabaja en La Moneda admite que tampoco existen prejuicios ni discriminaciones. Su última relación larga fue con una mujer. Antes de eso pololeó con un hombre durante tres años. 

Otro bullado prejuicio que recae sobre la bisexualidad es el de una promiscuidad latente, lo que podría generar desconfianzas a la hora de formar relaciones de pareja. Constanza cree que el respeto a la monogamia no tiene que ver con la orientación sexual: “El tema del respeto va a ser igual, siempre que se converse. Si la relación es monógama, los límites se ponen y las restricciones van más de allá de si mi pareja es hombre o mujer”.

Para Constanza González, las diferencias entre emparejarse con un hombre y una mujer no son significativas, ya que afirma que las mismas cualidades que busca en una mujer las puede encontrar en un hombre. Sin embargo, dice que existen problemas a la hora de mantener una relación con alguien de su mismo sexo: “Son otros los conflictos, la salida del clóset, por ejemplo, la aceptación de la familia, el tener que preguntarle a tu pareja si es que puedes darle la mano, un besito, hacerle cariño frente a sus hermanos chicos”.

Constanza luce en su mano izquierda una pulsera con los colores de la bandera LGTB+. Afirma también que reconoce que su caso, en donde no tiene problemas a la hora de vivir su sexualidad, es particular: ‘‘El cabro que es bisexual y vive en una población claramente la pasa peor, existe un fuerte componente de clase a la hora de hablar de respeto a la diversidad sexual”.

Según ella, hay que tratar con cuidado la percepción de que el respeto a la diversidad está extendido de igual manera en todo el país. Respecto a su última relación con una chica, Constanza cuenta que “ella era de región, entonces es totalmente distinto, peleábamos a veces por su abuela, yo le decía que si acaso ella piensa que su abuela no sabe que somos pololas, que dormimos juntas, que andamos para todos lados juntas. Ella me respondía que pensaba que si su abuela se enteraba, la podía dejar de querer”.

María José Cumplido, de Fundación Iguales, concuerda en que el respeto a la tolerancia ha permeado particularmente en algunos sectores de la sociedad: “Más en centros urbanos, por ejemplo, o en ciertos sectores o instituciones que uno podría llamar más progresista se da y se ha visto un trabajo justamente para crear en esos espacios un lugar seguro. Y esas instituciones, por cierto, que son universidades, instituciones públicas, yo diría que cada vez más ciertos municipios han tomado también esa bandera. Esas políticas no permean a toda la sociedad en su conjunto, no a todas las familias, siempre habrá una brecha”.

Constanza afirma, desde su percepción, que el tema va más allá de lo etario: “Para ninguna persona de mi familia, ni mi tía que tiene 70 años ni para mi prima que es más chiquitita, ha sido tema. Llevé a mi polola, todos la conocieron, la querían mucho, la invitaban a todo, eran súper abiertos todos”.

Fernando apunta a que la cuestión generacional no es por sí sola suficiente para abordar el respeto a la diversidad: “Creo que hay amplios sectores de la sociedad, mucho más allá de la universidad, en donde se convive con diversidades sexuales.  Creo que no se habla tanto quizá en esos espacios, en donde hay más adultos, por un poco de represión, pero existen y no creo que en menor medida”.

La psicóloga de la UDP, Alemka Tomicic, apunta que “hay que tener cuidado con esta división intergeneracional, porque creo que hay que apuntar hacia una solidaridad de jóvenes con adultos, adultas y personas mayores. A veces uno se olvida, pero las personas gay, lesbianas y bisexuales crecen y llegan hasta grandes, tienen 90 años, no está concentrado en la juventud”.

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