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Reportajes

28 de Octubre de 2023

¿Cuánto es poco?: Las parejas que pasan largos períodos sin tener sexo y las inseguridades que gatillan en una relación sentimental

Ilustración: Camila Cruz

¿Cuánto es mucho tiempo sin tener sexo estando en pareja? Antonieta (34) estuvo los dos últimos años de su relación con periodos de tres y cuatro meses sin sexo, Tamara (26) llegó a los seis y Martín (29) a los nueve meses sin relaciones sexuales con su novia. Discusiones, decepciones, inseguridades y falta de comunicación son las principales razones para perpetuar estos periodos, cuando quienes los atraviesan lo ven como un problema. “El deber ser es la primera palabra que saco en terapia. Sacarlo baja mucho a la calma: si lo que nos está pasando es normal o no es normal, bueno o no bueno”, dice la psicóloga Raffaella di Girolamo.

Por Paula Domínguez Sarno

“Hola, busco personas que en una relación hayan estado mucho tiempo sin tirar (es para una buena causa)”, se leía en una de las historias de Instagram de Carla (30). Ella no es periodista, pero se ofreció a buscar fuentes en sus redes para este reportaje sobre parejas que pasan largos períodos sin tener sexo, y su bandeja de entrada comenzó a llenarse de respuestas (y preguntas). “Cuánto es mucho?”, preguntó una de sus amigas.

“Yo, jajaja. Estar embarazada es raro para tirar”, responde otra. “¿Cuenta como 1 mes? ¿O es más tiempo?”, sigue. Otro de sus amigos le pregunta lo mismo. “Lo que tú consideres que es mucho”, dice Carla. “Pa mí un mes ya es harto”, responde. “Un mes”, le contesta otra de sus amigas. “Ahora q lo veo escrito, parece que es poco, jajaja”, reflexiona. “Se sintió eterno, dado q era un mes y viéndonos casi todos los días”.

De acuerdo al estudio “Importancia y satisfacción. Vida sexual de los chilenos”, realizada por Activa y cuyos resultados se dieron a conocer hace solo unos días, el 42% de los chilenos dice tener sexo de una a tres veces por semana, el 14% menos de una vez al mes y el 21% no tiene relaciones sexuales. En promedio, los encuestados dicen tener sexo 5,6 veces al mes.

En sus relaciones, Antonieta (34) ha sido varias veces de ese 14% que tiene sexo una vez al mes. Ha tenido dos relaciones largas, cada una de cinco años, y en ambas pasó periodos de más de tres meses sin tener relaciones sexuales con sus parejas. En la primera era una adolescente y cuenta que, al ser su primer pololeo, no entendía del todo lo que era el sexo. “¿Y esto es lo que toda la gente dice que es tan bacán, que es tan rico?”, se preguntaba. “Y estaba llena de trancas. En ese tiempo tenía sobrepeso y esa pareja siempre me lo hacía notar”, recuerda.

Raffaella Di Girolamo, psicóloga clínica especialista en parejas y educadora sexual, afirma que las inseguridades cumplen un rol fundamental en la sexualidad. Si bien es difícil comenzar, por ejemplo, “a sentirse bonita cuando una se siente fea”, apunta, existen mecanismos para adaptarse. “Si me acompleja que me quedó la guata llena de estrías, entonces puedo tener relaciones, pero con una polera”, comenta. “Si un hombre, por ejemplo, subió de peso y dice que no quiere tener sexo porque se encuentra gordo y su pareja le dice que no le importa que esté gordo, lo fragiliza. Porque confirma lo que le causa inseguridad, que es estar gordo”, explica la sexóloga. En estas situaciones, añade, la comunicación es fundamental, así como la proactividad al momento de proponer soluciones.

En su última relación, después de tres años juntos, la pareja de Antonieta se mudó con ella. Ambos profesionales con trabajos presenciales, había días en los que él se quedaba con la ropa de oficina jugando en el computador desde la mañana, sin lograr salir al trabajo. “Antes era el pololo que querís andar paseando y que todo el mundo lo vea. Orgullosa del huevón”, cuenta sobre cómo se sentía en un comienzo.

Empezó a subir de peso y Antonieta quiso ayudarlo, ya que desde su primera relación cuida su físico y hace deporte. “No sé si quedai con traumas, pero yo me considero una persona vanidosa y para no volver a revivir esas inseguridades, intento cuidarme y mantenerme, sin exagerar. Si él estaba un poco gordito, nunca le dije nada. Pero después ya tenía como 40 kilos de sobrepeso y el tema de la relación sexual… me acuerdo que tenía que ser como bien rápido, porque o si no, queda raja, poh”.

Martín (29) tuvo una relación de tres años en la que tuvo periodos intermitentes sin tener relaciones sexuales. Al principio la frecuencia con la que tenían sexo era casi diaria, hasta que “comenzaron a acostumbrarse a dormir sin intimar”. Así, lo que partió con algunos días a la semana sin relaciones sexuales, se convirtió en semanas y luego en meses. En un periodo esto llegó a durar nueve meses.

Oscilaban en los rechazos desde ambos lados. Había días en que ella no quería y otras veces era él quien decía que no. “Pero en el periodo más largo, ella era más tincada”, relata Martín. “Pero siento que eso estaba más ligado a su militancia que a otra cosa. Militaba en una asociación feminista radical”, define. Ante las negativas, dejó de buscar intimar. “Busqué, un par de veces, al comienzo del ‘celibato’ y había respuestas negativas, cosas incómodas que decantaban en situaciones no tan agradables y fue como ya: si no van a golpear mi puerta, yo no voy a ir a golpear puertas”.

Cuando Tamara (26) tenía 19 años, comenzó su primer pololeo. Partieron siendo amigos y luego pareja, pero fue en un viaje a Perú que perdió el deseo sexual por él. Empezó a sentir comezón en sus genitales y, aunque se le pasó por la cabeza que él la pudo haber contagiado de algo, lo más importante es que, sencillamente, le parecía incómodo tener relaciones. Aunque la comezón se fue, el periodo se alargó y pasaron seis meses sin tener sexo.

“También me fui dando cuenta de que no me gustaba tanto”, cuenta. Entre las dudas sobre su relación y la falta de deseo, comenzó un proceso de introspección que la llevó a recordar un episodio de abuso sexual que sufrió cuando tenía 15 años. “Empecé a sentir mi cuerpo sucio. Y después me di cuenta de que no quería que me tocaran, porque sentía mi cuerpo sucio”, recuerda. “Me sentía asquerosa con mi cuerpo, con mi área sexual”. Aunque intentó hablarlo con su pareja, él no logró comprender que una cosa llevara a la otra.

Cómo está todo lo demás en la relación

Por un carril paralelo, la relación de Martín no corría de la mejor forma. Discutían con frecuencia con su novia y las conversaciones se tornaban en intensas peleas emocionales. “Me hacía sentir como basura, me bajaba demasiado la autoestima. Me hacía sentir muy miserable”, realata. En esa época, asistía a sesiones con su psicólogo y, aunque a veces tocaban el tema de que no tenía relaciones sexuales con su pareja, el profesional le decía que era un “síntoma de una situación más compleja”.

Cuando la pareja de Antonieta se mudó con ella no aportaba en los gastos ni en el arriendo, ya que estaba pagando un departamento que había comprado en verde. A las jornadas jugando videojuegos en el departamento se sumaba el desorden: “Yo le decía: Oye, te pedí que lavaras la loza, ¿por qué no lo hiciste? Y él me decía: ‘Porque soy hombre y no se me ocurre y no me dís instrucciones’”, recuerda. “Agarraba sus cosas y se iba donde la mamá y volvía dos días después”, agrega. Parecían una buena pareja frente a sus amigos, pero solían hacer planes separados, cada vez conversaban menos y en cinco años nunca viajaron juntos de vacaciones, por ejemplo.

Cuando parejas que acuden a la consulta de Raffaella di Girolamo manifiestan una preocupación por no tener relaciones sexuales, la psicóloga explica que, muchas veces, se debe a que hay desencuentros no trabajados. “Pueden ser pequeñas desilusiones cotidianas, como grandes temas o temas personales que comenzaron a aparecer”, explica. “En la terapia sexual, uno resuelve muchas cosas externas y lo interno, lo de la pareja y la sexualidad suele ponerse más amoroso una vez que la relación y la comunicación están más entendidas. Están más validados los conflictos, los dolores…”, agrega.

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Muchas veces, para evitar tener relaciones, Antonieta intentaba acostarse muy lejos en la cama que compartían o trataba de no moverse en toda la noche, para que su pareja no despertara queriendo tener relaciones. “A veces llegaba a las dos de la mañana y pensaba: ‘Ojalá que esté durmiendo, para no tener que tirar’”. Al inicio del pololeo era ella quien más lo buscaba para tener sexo, pero ya en el cuarto año esa era su realidad. “El tema de la relación, sentir el poco interés, a mí me fueron matando las ganas”. Sin embargo, el deseo existía, solo que comenzó a tomar otras direcciones. “Creo que en un momento empecé a mirar para el lado y podía ser que otras personas me provocaban más cosas que él”, reconoce.

Estaba cansada de las discusiones y decepciones diarias -prosigue su relato- y la vida en pareja se hacía cada vez menos soportable. “A él le importaba una raja si estábamos enojados. O sea, si quería tirar, había que tirar”, cuenta. “Y yo, enojada, ni cagando, no me paraba ni un solo pelo que un minuto antes nos habíamos dicho de todo”.

Di Girolamo afirma que, si bien una “relación tóxica” puede llevar a una adicción en la relación, codependencia y ansiedad, no es sinónimo de una mala sexualidad. “A veces la respuesta a la ansiedad es una sexualidad. Y una relación no tóxica tampoco es sinónimo de mala sexualidad”, define la profesional.

La comunicación ante la falta de sexo

Cuando Tamara intentó explicarle a su pareja que no quería tener relaciones sexuales porque despertaba en ella sentimientos hostiles por el abuso sexual del que había sido víctima, la respuesta no fue la que esperaba. “No fue capaz de entenderlo, fue muy terrible. Me acuerdo que le tuve que escribir por WhatsApp lo que sentía para que entendiera. Recuerdo que lloraba en la ducha”, cuenta. “Y él me echaba en cara que ya no teníamos sexo, me lo reprochaba desde un área cero empática”.

Sacar a relucir la falta de sexo era complejo en la relación de Antonieta también. “Tú esperái que sea una conversación, pero era siempre una explosión, no había un término medio”, cuenta. “Me decía como: “Ah, me estái cagando, por eso no querís tirar conmigo”. Evitaba tocar tema, cuenta ella.

Ahora ve el hecho como un problema, pero en ese tiempo no. “Creo que volví a caer en el mismo patrón de cuando era más chica, de ‘algo me debe pasar a mí’. Evitaba hablarlo con él, pero me lo evitaba a mí misma también”. Tampoco lo conversaba con sus amigas, por miedo a que lo encontraran extraño. “Me daba plancha. Porque tú sabías lo que te van a decir: ‘¿Cómo va a ser posible que estís pololeando y que con tu pololo no tiren, al menos, una vez a la semana?’”.

Una noche, en una junta con amigos, la pareja de Martín comenzó a hablar de su apetito sexual describiéndolo como alto entre bromas y comentarios que todos hacían al respecto. “Sentía que ella tenía una imagen de validación social con el tema, pero era una imagen así”, define.

Martín se considera sociable y le gusta hablar de sus sentimientos con sus amigos y amigas. Sin embargo, los meses que llevaba sin tener relaciones con su pareja no era algo que contara: “No me gustaba ventilar mucho las cosas, a propósito de que ella se pudiese molestar, no a propósito de que me molestara a mí. Era para que no se viese expuesta en una situación que la pudiese hacer sentir mal, era una cosa así”, explica. Pero en la intimidad tampoco abordaba el tema.

“Hay algo súper difícil y es hablar de sexualidad con las parejas”, afirma Raffaella di Girolamo. ”Suele pasar que es desde la crítica”, define. Además, explica que esto, nuevamente, despierta inseguridades en las parejas. Parte de la solución es hablarlo -recomienda-, pero escoger el momento y las palabras adecuadas.

A pesar de que tenían una relación cerrada, en una fiesta, su pareja le propuso hacer un trío con un hombre, lo que desencadenó una gran discusión. “No me parece que tratemos de solucionar el hecho de no estar tirando, metiendo a una tercera persona a la relación”, cuenta Martín que fue su respuesta esa madrugada. Al terminar la discusión, ella se enojó y salió del departamento donde estaban con amigos. “Me daba miedo enfrentar muchas situaciones con ella, a propósito de sus respuestas”, asegura.

¿Cuánto es mucho, cuánto es poco y cuánto importa el sexo?

“El sexo sí es importante, pero no sé si es más importante que la comunicación”, reflexiona Martín. “No creo que el sexo sea un deep breaker en la relación”. Cree que siempre se puede llegar a acuerdos y que depende del contexto: “Pero probablemente, si estás de vacaciones, sería raro que no pasara nada en una semana”.

Ahora que está soltera, Antonieta asegura que cuando mejor lo ha pasado teniendo relaciones sexuales, ha sido en esta época. “Pensé en algún momento que era yo el problema”, dice. “Pero después fui descubriendo que con otras personas sí quería tener sexo y lo pasaba bien. Creo que la parte sexual la he explorado y la he vivido bacán con personas con las que no he tenido relaciones serias”, reflexiona. “Hasta ahora no he podido congeniar una buena comunicación con una buena relación sexual”, añade.

“El deber ser es la primera palabra que yo saco en terapia. Sacarlo baja mucho a la calma: si lo que nos está pasando es normal o no es normal, bueno o no bueno”, dice Raffaella di Girolamo. “Qué es necesario para esta pareja, para cada individuo y cómo lo están viendo”.

Decenas de personas en sus veintes y treintas contestaron la historia de Instagram sobre relaciones con largos períodos sin sexo. Historias entre mujeres, hombres (que en menor medida están dispuestos a reconocerlo) y de amplio rango etario. “Era más común de lo que creía”, dice Carla.

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