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Opinión

18 de Noviembre de 2023

Columna de Hernán Rodríguez Matte | Gobernar es educar

Columna Hernán Rodríguez Matte Ilustración: Camila Cruz

El columnista escribe para The Clinic sobre la educación y el posible rol de la tecnología a la hora de atender las necesidades específicas de cada estudiante. A través del relato de una conversación entre dos amigos que se encuentran en Metro de Santiago que deben lidiar con una pareja de estudiantes, quienes están sentados en el piso del vagón al que se suben, ya que dificultan el transitar de los usuarios, se pregunta por el uso de la Inteligencia Artificial, pero remarca: "Por mucho que uno pueda aprender matemáticas o ciencias sociales de las maneras más modernas y eficientes posibles, hay cosas básicas que parecen de sentido común pero que no se enseñan ni en el colegio ni en la universidad".

Por Hernán Rodríguez Matte

-“Yo siempre fui un alumno rezagado en matemáticas. A medida que pasaban más materia de clases, más atrás me iba quedando. Cada vez se hacía más difícil alcanzar el nivel del resto de mis compañeros, hasta que llegó un punto en el que decidí soltar esa clase. Abandone cualquier intento por ponerme al día. Sentía como si ese ramo fuera un tren que se iba sin mi y que con el tiempo nunca más podría recuperar. Todas mis carencias en ciencias las volqué en los ramos humanistas y en mi pasión, por  los videojuegos. Era una forma de suplir el espacio de disco duro que quedaba disponible. Ahora miro hacia atrás y me doy cuenta que recibíamos una educación homogénea, pero nosotros no éramos un curso homogéneo. Éramos distintos. Habían unos que aprendían más rápidos y otros que aprendíamos más lentos. Y esa diferencia que en un comienzo era pequeña, a medida que pasó el tiempo se volvió más y más grande”.

Estas son palabras de Vitoco, el dueño de una exitosa start up que desarrolla videojuegos y que además se desempeña como profesor universitario. 

Nos encontramos por casualidad en el metro estación República. Apenas entramos al vagón tuvimos que tener cuidado de no pisar a un grupo de estudiantes que estaban sentados en el suelo con las piernas cruzadas tapando el pasillo.

A pocos metros de distancia, una mujer cargada con bolsas de supermercado junto a su hija intentaron cruzar el pasillo diciendo “permiso” pero la pareja de estudiantes miraron a la mujer desafiantes como diciendo no nos vamos a mover. La mujer y su hija tuvieron que saltar sobre los estudiantes para poder bajarse del vagón. “Cabros de mierda, váyanse a estudiar mejor”- dijo la señora cuando estaba fuera del vagón.  Los estudiantes ni se inmutaron. La realidad de su teléfono era mucho más entretenida que la realidad de ese vagón.  Quizás la señora estaba equivocada y los estudiantes si estaban estudiando. O quizás no, y solo estaban viendo un gatito disfrazado de pepino. 

En cualquiera de los casos, el evento hizo que habláramos sobre la capacidad de concentración que produce un teléfono y que, en lugar de estigmatizar el teléfono en la sala de clases como un elemento distractor, bien utilizado podía convertirse en el mejor aliado de un profesor. 

Han pasado dos mil años de historia y seguimos educando de la misma manera que se ha hecho siempre. Un profesor frente a un grupo de alumnos recibiendo información como unos receptáculos.

-”Yo aprendí a desarrollar videojuegos en YouTube”- dijo Vitoco -“Nunca nadie me enseñó a programar, lo aprendí todo en YouTube. De hecho, yo hice Pato Pixel con lo que aprendí ahí”-. Víctor es el creador de “El Pato Pixel”. Un juego para el teléfono que se trata de un pato que tiene que escupirle a unas amebas que están ensuciando el agua donde vive el pato junto a sus hijos. Cada vez que el pato se comía una cantidad de manzanas, el pato Pixel tenía un nuevo patito.

Me mostró el juego y se veía entretenido, pero había una serie de interrogantes que no le quise preguntar. Como por ejemplo: porque se llamaba Pato Pixel y no Pata Pixel si la pata es la que tiene hijos y no el pato. ¿Es un pato inclusivo que puede tener hijos? ¿Es un Pate? ¿Dónde está la mamá Pixel? ¿Murió? ¿Se separó? O es simplemente un pato soltero con hijos. Habían demasiadas interrogantes. Pero el juego ha sido un éxito y ahora está desarrollando Pato Pixel II y Pato Pixel III.

-“A mis viejos le cargaba que yo jugara Nintendo. Tenía que encerrarme en el baño para jugar tranquilo. Pero pasaba  tanto tiempo en el baño que mi mamá pensó que tenía un problema a la guata así es que me llevó al doctor. El doctor era tan chanta que dijo que tenía divertículos y había que operarme. Cuando le confesé a mi madre que estaba encerrado jugando Nintendo, lo primero que hizo fue llamar al doctor y decirle que era un estafador. El doctor ni la pesco. Mi vieja me quitó el Nintendo y me dijo que los niños quedaban tontitos si jugaban mucho videojuegos. Con el tiempo se comprobó justo lo contrario. Los videojuegos mejoran la memoria de corto y de largo plazo: aumenta la capacidad de atención y concentración, desarrolla la habilidad para resolver problemas y aumenta la capacidad para hacer multitareas. O sea, mi vieja estaba puro hueveando”

Mientras Víctor decía esto, me di cuenta que yo me había farreado la juventud por jugar fútbol en lugar de jugar Nintendo. Para lo único que me sirvió jugar fútbol fue para quebrarme el peroné, pasar 6 meses en cama y subir 20 kilos. Mi polola me dejó por un tipo más flaco, caí en depresión, me atrasé con los estudios y di una pésima PSU.  Si tuviera que darle un consejo a un niño sería: “Juega videojuegos mientras puedas”.

-“Probablemente el futuro de la educación está en los videojuegos y en la realidad virtual”- siguió Victor como un gurú del tema. -“Lo que ahora se llama Educación Gamificada o experiencias de aprendizaje inmersivas. Tú sabes que la enseñanza no es un proceso pasivo. Para que uno realmente aprenda algo tiene que haber algún tipo de interacción. Tiene que haber algún tipo de experiencia. No podemos esperar que un profesor sea como una jarra de sabiduría y los alumnos sean unos recipientes que solo reciben información. Tiene que haber interacción para que exista aprendizaje- agregó.  

“Está bien, pero siempre vamos a necesitar un profesor. Un maestro Yoda que nos inspire, que nos motive, etc”.

“Claro que sí. Pero, ¿qué haces cuando uno de los alumnos comienza a quedar rezagado? Se le empieza a ir el tren en una de las materias, como se me fue a mí. Se desmotiva y abandona la clase.

-“Puede tomar clases online o clases particulares?”.

-“¿Quién tiene plata para pagar clases particulares? Demasiado caro. Lo que necesita es un tutor de inteligencia artificial”. 

-“Ya. El profesor Blade Runner”- dije tratando de bajarle un poco de seriedad al tema.

-“En serio. Un profesor con inteligencia artificial permite que cada alumno rezagado pueda tener su propio maestro yoda. Un maestro a la medida. Un maestro que va a tener toda la paciencia del mundo para volver a explicarte la materia mil veces si es necesario. Un maestro que va a dar más ejemplos, más analogías y más formas de explicarte la materia que cualquier profesor particular. Un maestro sin ningún tipo de apuro y que jamás te hará sentir avergonzado porque no entiendes algo”.

Me quedé mirando a los estudiantes sentados en el suelo con las piernas en el pasillo. Había algo que no calzaba entre lo que me decía Víctor y lo que veía en el suelo. Por mucho que uno pueda aprender matemáticas o ciencias sociales de las maneras más modernas y eficientes posibles, hay cosas básicas que parecen de sentido común pero que no se enseñan ni en el colegio ni en la universidad. 

Cosas simples pero vitales en la vida. Cosas como aprender a ser empático. Aprender a controlar y entender tus emociones. Aprender a comer. Aprender a cocinar. Aprender a ser honestos. Aprender a tratar a tu pareja, a tus compañeros de trabajo, etc. Incluso, aprender a ser mamá o papá. Muchos podrán decir que eso se aprende en la casa pero hay muchos que no tienen casa. O que sus padres tampoco saben las cosas más elementales.  Eso no está en la malla curricular, pero es vital en la vida. 

Estamos viviendo una de las peores crisis en educación que ha tenido Chile desde que se aprobó la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria. Los profesores son de los peores pagados de la OCDE, la inversión por alumno de enseñanza media es una de las más bajas de la región y los alumnos simplemente no están yendo a clases. Sin embargo, Chile invierte un 6% del PIB en educación. Es una cifra muy alta comparado con el resto de los países. O sea que la plata está ahí, pero la educación no. 

Quizás esta crisis es una oportunidad para implementar algunas de las innovaciones de las que habla Víctor. Quizás es hora de seguir el lema de Pedro Aguirre Cerda cuando dijo que ‘Gobernar es educar’. Con o sin robots, con o sin videojuegos, en algún momento hay que entender que la educación es una prioridad y no es un slogan.  

Víctor me seguía hablando de los profesores robots y el metaverso como una experiencia de aprendizaje y ese tipos de cosas que sonaban bien, pero que ningún ministro de Educación se atrevería a implementar. Probablemente por miedo o por ignorancia. En cualquiera de los casos, Víctor me dijo que Chile tenía una enorme oportunidad para implementar esas herramientas que él había investigado mientras estuvo hospitalizado. Cuando le pregunté qué le había pasado, me confesó que el doctor tenía razón y sufría de divertículos.

Le dije a Víctor que me tenía que bajar en la siguiente estación, así es que comencé a despedirme. Me aprontaba a pasar por sobre las piernas de los estudiantes que bloquean el pasillo y eso me tenía ansioso. Ese acto era una oportunidad para demostrar algo. No sabía bien que quería demostrar, pero sabía que era una oportunidad. 

Podía decirles que era peligroso bloquear el pasillo. Podía simular que me había tropezado y aprovechar de pegarles una patada. Podía grabarlos con el celular y funarlos en redes sociales. Podía decirles que Vitoco era el creador del Pato Pixel. 

Todos mis planes se esfumaron cuando me fijé que una de las estudiantes tenía el rímel corrido y los ojos rojos. Era evidente que había estado llorando. Me vino cargo de conciencia por lo tóxico que habían sido mis planes. Sin pensarlo, me agaché y me acerque a ella

-“¿Estás bien?” – le pregunté.

-“Sí, gracias”- respondió ella con una sonrisa algo aliviada. Su amigo me miró con cara de sospecha.

-“¿Necesitas algo?”- pregunté.

-“No gracias. Ya estoy bien”- dijo y volvió a sumergirse en su teléfono.

Vitoco me miraba con cara de extrañeza. Yo tampoco sabía bien cómo reaccionar. Justo en el momento que se abrieron las puertas para bajarme del vagón, ambos estudiantes movieron las piernas para dejarme pasar. Me bajé del vagón y me di vuelta para mirarlos.

Mientras se cerraban las puertas vi como ambos habían cambiado su postura y ahora se habían sentado sin bloquear el pasillo. Víctor me hizo una seña para despedirse, y mientras el vagón se alejaba pensé que quizás ahí había una analogía. Que para educar no solo bastaban las técnicas y los conocimientos. Quizás para educar también se necesita el cariño, el afecto y una sincera preocupación.

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