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Entrevistas

26 de Enero de 2024

María José Prieto: “Hoy la carrera como actriz, lamentablemente, va teniendo fecha de vencimiento”

Fotos: Felipe Figueroa

La actriz, integrante de recordados elencos como el de “Machos”, prepara un regreso al teatro en una comedia de Rodrigo Bastidas, que debutará en abril próximo y se muestra muy crítica frente al estado actual de la televisión chilena. El año pasado creó un formato de retiros llamado “Sintoniza tus hormonas”, a partir de su propia experiencia con la perimenopausia y usando sus casi 25 años de conocimiento en torno al yoga. A punto de cumplir 47 años, reflexiona sobre la maternidad y revela que la pandemia del Covid-19 le ofreció una gran oportunidad de cambio. En él están presentes la búsqueda de autoconocimiento y la necesidad de vivir muy presente cada momento.

Por Jimena Villegas

Son las 16:45 horas y es miércoles. En este día, tres de las estaciones meteorológicas de Santiago indican que hay récord de calor. La capital de Chile se derrite. Pero ella, sentada en un sofá de su silencioso departamento de Las Condes, se ve fresca y despierta, inmune a la temperatura, perfecta. A la actriz María José Prieto Larraín los ojos le brillan, sus manos nudosas se expresan y en su actitud hay una gentil tendencia a la pausa.

Durante todo este diálogo, que incluirá una breve entrada de su marido Cristián Campos para ofrecer kuchen de nuez, ella se tomará su tiempo. En esos lapsos buscará la palabra precisa, citará libros y personas que la vienen inspirando en los últimos años y acudirá a un cuaderno donde unos apuntes muy ordenados le recuerdan lo que no quiere olvidar. Es como si no quisiera perderse un segundo de esta conversación. Es como si buscara todo el tiempo exprimir el tiempo, para experimentar en cada segundo lo que las escuelas espirituales llaman el aquí y el ahora.

“Yo creo -afirma- que somos súper afortunados de estar viviendo el momento en el que estamos y siento que hay mucha responsabilidad con las nuevas generaciones. Estamos en un punto de quiebre, y tenemos que guiar a la mayor cantidad de gente posible para que se acerquen, en los años que vienen, a los sabios de la tribu. Ellos son las personas que tienen esa sabiduría para mostrarnos el camino real, de lo que se trata al final este paso por el mundo”, dice María José Prieto.

-¿Está hablando de cambiar?

Sí. Tenemos una oportunidad de delegarle un mundo mejor a la nueva generación.

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María José Prieto
María José Prieto está a punto de cumplir 47 años.

María José Prieto, la jovencísima y debutante protagonista de la telenovela “A todo dar” (1998) de Mega, está hoy a punto de cumplir 47 años. Desde entonces hasta ahora viajó a Nueva York para estudiar en la Academia de Lee Strasberg; hizo películas, series y teleseries; pasó por todas las áreas dramáticas de los canales de televisión; se trasformó en instructora certificada de Iyengar Yoga; hizo talleres multitudinarios de práctica; se casó con el marido actor, a quien conoció grabando “Corazón Pirata” (Canal 13), y fue madre de una niña llamada Julieta, que en 2024 cumplirá ya 14 años.

Por su cuerpo, que está esbelto como siempre, el tiempo también ha pasado. Pero lo ha hecho sólo para hacer su trabajo químico y natural. Prieto está, como ella misma explica, viviendo una fase llamada perimenopausia: “Es un periodo de 10 años antes de que se te corte completamente el flujo. Te da un sinfín de síntomas. Yo no tenía idea, pero hay dolores articulares, dolores de las pechugas, irritabilidad, alergias raras en la piel. Tu cuerpo está totalmente desequilibrado, desbalanceado, y es única y exclusivamente por las hormonas”.

Cuenta que al principio se sintió por completo desorientada. Dice que empezó a vivir el cambio en plena pandemia, aislada en Tunquén junto a su familia. Explica que optaron por recluirse ahí, bien lejos del mundo, para evitar que Cristián Campos, quien hoy tiene 67 años y era de riesgo por factores respiratorios, se contagiara de Covid 19.

Una vez levantadas las restricciones, empezó a buscar alguna explicación para su rareza. “Fui al doctor, al ginecólogo, a la endocrinóloga y al ginecólogo otra vez, que me dijo: ‘Bueno, como tú ya no estás fértil, no te puedo seguir viendo’. Es como que te digan: ‘Anda a comprar huevos en la otra esquina’. Y yo preguntándome a quién veo a esta edad”, recuerda María José Prieto.

Fue así como se puso a leer y a estudiar, y supo de estrógenos, de progesterona, de andrógenos. María José Prieto cuenta que comprendió que, con más hormona masculina en la sangre, esta etapa de la vida la estaba invitando a dejar un poco de lado el rol de cuidadora, que está más atado a la hormona femenina. Era -añade- el momento para empoderarse de sí misma, para ir hacia adentro: “Ya no estás al servicio de otra persona. Esta nueva visión es una oportunidad para preguntarte qué quieres ser ahora. Viví 46 años siendo mamá de, señora de, hija de, actriz, profesora de yoga. ¿Quizá ahora quiero otra cosa? Se puede mutar y ver qué resuena contigo. Es alucinante”.  

Su descubrimiento la llevó también a desarrollar un retiro-taller, que debutó a fines del año pasado. Se llama “Sintoniza tus hormonas” y por ahora es solo para mujeres. En él, María José Prieto une el aprendizaje sobre su propia perimenopausia con lo que se ha transformado en su segundo oficio: la práctica y la enseñanza del yoga.

¿Puede ayudar realmente el yoga en este proceso?

-Claro. Hay ciertas secuencias que ayudan, pero es más amplio. Yo tuve que hacer un largo periplo para darme cuenta. Fue maravilloso tomar la formación de neurociencias de la investigadora Nazaret Castellanos, donde ves que las respuestas del yoga, que antes nos parecían esotéricas, sí tienen un respaldo. El yoga, junto al chi kung o el pilates, es la única disciplina que entrelaza la postura corporal y la mental. Puedes andar menos reactiva durante el día, y no sentir esa rabia o esa irritabilidad. Se hace meditando, y está comprobado científicamente.

-Hay bastante desconocimiento de qué es la menopausia. Incluso es un estigma. Es síntoma de vejez. ¿Le pasó?

-Sí, claro. Pero también vi a mis maestras de yoga, que tienen 70 años. Vi cómo enfrentaron su propia menopausia sin terapia hormonal, yo en cambio con terapia. Las vi tan flexibles, pero no solo a nivel corporal sino también mental, porque uno se va rigidizando mucho con la edad. La información es poder y nos da libertad para visibilizar. Por eso opté por estos retiros, donde se provocan cosas muy lindas de esta cofradía de mujeres, que se abren con confianza y que es útil para las personas más jóvenes. Hay traspaso de vivencias.

-¿Qué recomienda hacer?

-Lo primero es asesorarse con doctores, que deben ver cómo están todos tus niveles y te dicen lo qué debes bajar o subir o qué suplementos tomar. Yo, por ejemplo, tenía muy poca noción de lo que aporta el ejercicio físico a nivel cerebral, para la neuro plasticidad. No sabía tampoco que la mayor cantidad de neuronas está en el intestino y por eso hay que cuidar la alimentación. Podemos generar nuevas conexiones neuronales y acompañar la menopausia, pero no solo con yoga, porque a partir de cierta edad hay que fortalecer los músculos, seas hombre o seas mujer. Hay que preocuparse de la salud física y del cuerpo, pero desde una visión más holística, para envejecer mejor y no tanto por ese culto al six pack.

– Pero convengamos una cosa. Esto del six pack lo dice la estupenda.

-Es súper complicado. Sí, yo tengo muy buenos genes. Pero hoy hay mucha información con las redes sociales, demasiada quizás. Y uno ve yoga: si quieres ir a dormir, haz este ejercicio; si te duele, haz este otro. Y no, no se te va a pasar el dolor con ese ejercicio. Lo que necesitamos es cambiar el estilo de vida y eso no es fácil, porque requiere voluntad, requiere rigor. No es que tú lo digas porque, claro, naciste privilegiada. No, yo voy al gimnasio tres veces por semana; un día hago pranayama, que es pura respiración; otro día hago estas secuencias para las hormonas que son muy tranquilas y activar ciertas glándulas. Hay que tener la voluntad y la disciplina.

-Usted dice que con más andrógenos ha podido buscar quién quiere ser. ¿Lo sabe ya?

-No, estamos en eso, en la etapa del descubrimiento. Pero sí sé algo, y es gracias al yoga. Hoy, la carrera como actriz lamentablemente va teniendo fecha de vencimiento. El yoga, que es mi otra pasión, no. Veo a mis maestras que tienen 70 años y que han pasado de ser unas instructoras de yoga a transformarse en maestras de yoga. Entonces, yo creo que en este momento apunto para allá.

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María José Prieto
“Es una pena ver a tanto actor cesante”, dice María José Prieto.

María José Prieto estudió teatro en la Universidad Católica. Dice que siempre quiso ser actriz, que en el colegio era la de las ideas desordenadas y que nunca lo dudo. Pero justo ese año la postulación a la carrera estaba cerrada: “Lo hacían para que no hubiera tantos actores y lo deberían hacer así ahora. Porque, digámoslo, la oferta de trabajo está nefasta. Es una pena ver a tanto actor cesante”. Entró, entonces, a Bachillerato en Humanidades y dio la prueba especial para cambiarse de carrera sólo al año siguiente. Cuenta que fue lo mejor, que ese otro mundo le abrió la cabeza y la llenó de conocimientos nuevos.

-¿Cómo descubrió que le gustaba actuar?

-Siempre hice el taller de teatro en el colegio, desde quinto básico. Pero lo que más me llevó a conectar con esa fuerza de la naturaleza que es el teatro fue el ir a ver “Popul Vuh”, “El Hilo de Ariadna” o las obras de El Cancerbero. Era ir al teatro y quedar inmóvil cuando terminaba la función. No me podía mover de lo que había sentido, con lo que había visto, con lo que había experimentado. O era quedarme llorando sin poder parar de hacer una catarsis frente a este espectáculo. Y todavía se me paran los pelos. Sentí que yo pertenecía a esta tribu.

En este momento, María José Prieto prepara el estreno para abril de “Reunión de apoderados”, una comedia de Rodrigo Bastidas. Se trata de una pieza que aborda el estrés de vivir en una sociedad que, aunque no guste, te obliga a seguir y a competir en medio de la sobre exigencia. En el elenco, además de María José Necochea, Nicolás Saavedra y Claudio Olate, está Cristián Campos. Con él ya trabajó en la comedia romántica “Lección de baile”. También fue su director, muy al comienzo de su carrera, en “Boeing, Boeing” (2001).

-¿Cómo es trabajar con el marido?

-Es rico. Tenemos diálogo, incluso en la sobremesa. Repasamos el texto en el auto. En avión no viajamos juntos si no viaja la Julieta. Si tenemos que ir a regiones, por cualquier cosa, viajamos separados. Fue trabajando que nos conocimos y siempre hemos tenido una buena afinidad. No me cuesta, al contrario. Tengo una admiración por él. Para mí era un gran referente cuando estaba en la escuela, aunque jamás hubo una tensión sexual. Él tiene una mirada muy interesante a nivel de dirección, sabe llevar muy bien llevar a los actores.

-¿No pesa la diferencia de edad?

-No. Hay una relación de aprendizaje mutuo pese a la diferencia de edad.

-Igual él tiene mucha tabla, mucho circo, y usted es 20 años más joven. ¿No hay desequilibrio?

-No, porque él es muy juvenil… ya no lo llevo a la Blondie, como antes. Esos eran mis barrios, mis suburbios. Además, también he tenido mi camino. Por eso siento que nos complementamos bastante.

-Ustedes de conocieron grabando “Corazón pirata” (2000). Usted tenía 23 años. ¿Qué la llevó a fijarse en alguien mayor como pareja?

-Es que nunca me fijé en alguien como a largo plazo. Yo era joven y alocada. Lo pasaba muy bien. Sentía que tenía el mundo a mis pies y estaba deseosa de distintas experiencias. Entonces, esta persona me parecía muy interesante. Teníamos muy buenas conversaciones, había afinidad y bailaba bien.

-¿Y cómo siguió?

-Después de un rato, me di cuenta de que no quería casarme con él, ni que fuera mi pareja ni nada. Pero había una química especial y después, por más que queríamos y que tratamos varias veces de cortar, no había caso. Siempre volvíamos a querer estar juntos, a recaer.

-Él fue agregado cultural en Washington y se fue sin usted. Y fue largo.

-Sí. Pensamos: “Al fin, esto es lo que necesitamos”. Ya no nos íbamos a topar en las áreas dramáticas o en cualquier lugar.

-¿Y usted por qué quería espacio?

-Necesitaba mucha más experiencia, sentía que era muy chica. Yo no era de las que a los 25 años quería casarse y tener hijos. No sé si quería tener hijos siquiera. No sentía esa pulsión, esa necesidad de formar familia, que otras personas sí tienen. Quería vivir, comerme el mundo.

-Entonces el proyecto de pareja cambió las prioridades.

-Sí, totalmente.

-¿Y hay algo a lo que haya tenido que renunciar?

-Siempre ha estado ahí el querer hacer más cine, tal vez afuera. Siempre fue mi sueño, salir de la escuela de teatro y partir a estudiar. Cuando estudiaba en Lee Strasberg, en Nueva York, iba a castings y me rondaba ese fantasma. Con la edad, uno se va dando cuenta de que sí, los sueños existen y es precioso que estén, pero uno ya se va poniendo más concreta. No sé si más sabia, pero sí más lúcida para decir: “Puede ser, tal vez, quizás, el día de mañana, pero hoy tenemos esto y hay que disfrutar lo que tenemos, y que la vida nos sorprenda”. Es dejar de estar esperando, porque eso te lleva a una eterna ansiedad, a una falta de contentamiento con el presente.

-¿Cómo es la vida con alguien que tiene una generación más que la suya? ¿Hay brecha?

-No tanto, fíjate. Yo creo que hemos trabajado lo que cualquier pareja ha tenido que trabajar, que es más con la maternidad, con el peso de traer niños, tal vez con esa diferencia de visión. Él es del año 1956, viene de un entorno más machista, pero también es mucho más feminista, en el buen sentido de la palabra. Es mucho más madre tal vez que yo. Es patata. Tata en todo lo que es la crianza y es el que le da a los platos, el que cocina. Él mima más a la familia, a la Julieta. Yo soy más de poner las reglas. Independiente de la edad creo que tenemos roles complementarios y que él es bien mamá.

-¿Y usted bien papá? ¿O Julieta tiene dos mamás?

-Yo estoy trabajando mi lado de madre con ella y me va resultando. Pero encuentro que la maternidad está sobrevalorada, hay poca responsabilidad para vender este tema de la maternidad.

-¿Qué quiere decir con poca responsabilidad?

-Ayer escribía que nuestra cultura tiende a magnificar este regalo porque disimula todos los rigores de la maternidad, que es algo muy complejo, sobre todo para las mujeres y más las que son madres solteras. Las madres se llevan todo el trabajo. Cristián estaba ahí 24/7 para ayuda, pero es eso: ayudaba. La maternidad es de las mujeres y uno es la pechuga ambulante y se transforma en un ser que se da al otro, y eso es muy lindo. Una escritora española, creo Nuria Labari, decía que uno es una gota de agua y, cuando se transforma en madre, se transforma en el océano. Pero hay muchos momentos en que, al ser océano, uno lloraría por la evaporación o por volver a convertirse en esa gota de agua. Porque la maternidad es muy agobiante.

-¿Pero no está arrepentida, verdad?

-Para nada. O sea, para mí fue un regalo y obviamente lo volvería a hacer. Pese a que no quise tener más hijos, porque con una era suficiente. En ese momento, cuando uno es madre, no puede hacer más nada que ser madre. Hay una entrega que, como sociedad, deberíamos saber mostrarles a las otras generaciones, decirles de lo que va y lo que significa.

-Bueno estamos en una sociedad que tampoco discute mucho sobre sí misma en ningún aspecto.

-En ningún aspecto. Maternidad, menopausia. Son temas que no se discuten y somos súper ignorantes. Y hay información que te tienen que decir antes de tirarte a la piscina.

María José Prieto
“Tuve que dejar de aceptar miles de trabajos”, dice María José Prieto sobre su maternidad.

-¿Quién se la iba a decir a usted? ¿Su madre?

-No. Nunca me lo dijo, y eso que ella fue mamá bien chica. A los 20 años ya tenía dos. Para mí, la maternidad ha sido alucinante, porque además pude abocarme a eso. No tenía la necesidad de meter a mi guagüita en la sala cuna y partir a trabajar. Tenía mis ahorros, estaba acompañada, fue maravilloso. Pero sí tuve que dejar de aceptar miles de trabajos. La postergación es total. Lo hice conscientemente, porque sabía que, en la teleserie exitosa de turno o la película, iba a estar queriendo estar en la casa. Gracias al yoga he aprendido a tratar de estar en los momentos con plena conciencia. Entonces, preferí hacer la renuncia y vivir ese momento.

-Su elección la llevó a tener una especie de hija única. No es fácil ese rol.

-Bueno, mi abuela, mi tía abuela siempre me dijeron: “Dos es mucho menos trabajo que una, así que te den otra al tiro”. Pero, gracias a Dios, la Ángela mi hermana, que somos medio simbióticas, tuvo una hija y tienen como la misma edad, así que ahí tiene a su hermanita.

*****
En 2025, María José Prieto va a cumplir 25 años de práctica de yoga y el próximo mes se cumplirán 25 años desde que debutó como animadora de la última noche del Festival de Viña del Mar, que en 1999 estaba a cargo de Mega. Recuerda a su partner, Antonio Vodanovic, como alguien bien nervioso. “Era yo la que tenía que estar nerviosa, si era una niñita de 21 años. Pero él me decía: ‘¡Concéntrate’”, cuenta hoy.

“A todo dar” fue su debut en las telenovelas, el año 1998 y a cargo del director brasileño Herval Abreu, de quien prefiere no hablar. En 2003 formó parte de “Machos”, la teleserie coral que implicó el regreso de Canal 13 a la llamada “guerra de las teleseries” y en la que, además del machismo y la infidelidad, se abordaba por primera vez en el género local la homosexualidad masculina. En 2007 tomó uno de los roles centrales de otra coral: “Vivir con 10”, el culebrón creado por Coca Gómez, que abrió el área dramática de CHV. Allí, María José Prieto fue una madre soltera cuya hija es adoptada por su propia madre, en un claro guiño a uno de los hits de los años 80, “Bellas y audaces”.

-¿Qué le ha dado la actuación?

-Momentos exquisitos, desde interpretar ciertos roles a poder jugar, poder estar en ese presente, en ese mágico presente, y usar todas las herramientas y las cosas que uno va aprendiendo. Estoy bien agradecida de la actuación, he podido viajar, ir al Festival de Cine de Cuba con películas, a Chiloé con “Isla Paraíso”, y formar parte de esa misión de velar y ser un reflejo de la sociedad.

-¿Y si tiene que elegir? ¿Televisión, cine y teatro?

-Todos. Hay que hacerle en la vida. Lo que ofrezcan, si es algo interesante.

-¿Echa de menos la época opulenta?

-Tuve la suerte de vivir una muy buena época, de viajes. En Brasil, o en Sudáfrica, o en Las Tacas.

-Había harta plata para derrochar.

-Había inversión. Buena inversión.

-¿Qué ha sido lo más difícil de su oficio?

-Siento que son los momentos que estamos viviendo después de la pandemia. El estado de la cultura, la falta de trabajo, que no existan más canales que uno solo haciendo ficción. Es como decir: “Ya, menos mal, estamos sanos. Ahora hay que saber replantearse y reinventarse y sobrevivir con otras cosas”. Yo, gracias a Dios, tengo el yoga desde siempre. Pero es una mala elección en este país ser actor. No hay un sustento cultural a nivel de fondos para poder vivir de la actuación.

-¿Faltan políticas públicas? ¿Falta filantropía?

-Todas las anteriores, y que existan más canales. O sea, que TVN, que es un canal público, que apueste por hacer ficción. No puede ser que no lo haga. ¿Cómo te reflejas tú? ¿Cómo ves tu identidad? ¿En Estambul con una teleserie turca?

-¿O sea, es de las que cree que el rol de las telenovelas es reflejar la sociedad?

-Sí, absolutamente. La ficción es un reflejo de la sociedad y la gente se quiere ver reflejada. Y sí, muy lindos los pasajes de Turquía, pero estamos en Chile. Aquí no están los problemas que existen allá. Falta publicidad, faltan lucas en la cultura.

-O a lo mejor no hay audiencia y los chilenos no quieren ver ficción local.

-A lo mejor cuando ve tanto diálogo en vez de ver acción. Quizá, quieren ver que sucedan las cosas frente a sus ojos. De repente, uno ve cosas chilenas de muy buena calidad, pero solamente con diálogos, y uno dice: “Pero si estamos en el 2024”.

-Su última teleserie fue “Hasta encontrarte” (2022).

-Hice una aparición chica en esa teleserie de la tarde, una cosa que fue totalmente olvidable. No lo pasé ni bien ni mal. Era insípido, como la nada.

-¿Alguna cuenta que pasarles a los canales?

-Uuuh, ¿tienes tiempo? No, la verdad es que fundar un área dramática fue una experiencia inolvidable y siempre será mejor fundar un área dramática que cerrarla, como les pasa a muchos colegas hoy.

-El casting de “Vivir con 10” estaba un poco desequilibrado. Usted era la mamá del papel de Ignacia Allamand. No calza mucho.

-No, a lo mejor no. Pero esa fue una experiencia súper rica.

-Y modesta…

-Pero esas cosas tienen como más gustito. No sé si a triunfo, pero sí a una recompensa. Salíamos, después de cada día de grabación, con el equipo y el equipo técnico después de las grabaciones en el galpón en Exequiel Fernández al local del frente, que tenía suelo de tierra a tomar terremoto.

María José Prieto

-Usted pasó la pandemia en Tunquén. Hay quienes dicen que fue una oportunidad para conocerse.

-Yo siento que, pese a todo lo terrorífico del miedo y de la incertidumbre que vivimos, obligarnos a parar y a dejar de hacer, fue algo rescatable. Podíamos conectarnos con ese ser y con los maestros de la tribu, como la Patricia May, Gastón Soublette, Gonzalo Pérez o la Lola Hoffman. Estamos muy ansiosos como sociedad, pero a algunos les hizo un clic.

-¿Y a usted?

-Sí, pero a mí el yoga me ha acompañado desde siempre. Siento que el yoga me ha estado mostrando, y fue por lo que me quedé con él. El yoga es, a través del cuerpo, para la mente. Yo soy acelerada y ando haciendo muchas cosas, y el yoga es lo que me retiene los caballos. La pandemia nos permitió, nos obligó, a decir: ‘Mírate, ya no tienes nada más que hacer, ya no tienes que ir a ninguna parte’. Y nos hizo acudir esos maestros de la tribu, personas que han estado siempre con nosotros, y que cobraron su valor.

-¿Qué escuchó de ellos usted?

-Creo que la sociedad está derramada hacia afuera. Hay algo que dice Claudio Naranjo: “Cuando uno no hace nada, algo hace en uno”. Entonces, menos es más. Hay que detenerse más. Hay que escucharse más, aquietar los sentidos de la percepción, bajar tus órganos de acción y estar ahí, en silencio, en ese momento. Y eso es lo que te da la libertad. Esa conexión pequeña con la conciencia universal y ese dios, porque lo buscamos, pero no se busca afuera. No, está adentro.

-¿Y esto lo descubrió en la pandemia?

-Creo que tenía atisbos, pero no algo tan tangible, y creo que es por los maestros que van apareciendo. Como dice Pablo D’ors, de ser un vagabundo me transformé en un peregrino. La pandemia abrió cosas. El tema telemático hizo que la gente pudiera empezar a darse cuenta de que los trabajos no son todo y que hay que priorizar. Puedes querer hacerte rico, y trabajar y trabajar. Pero, para qué, si el día de mañana no vas a estar, porque se nos apareció la muerte y uno nunca sabe cuándo va a partir. Entonces, la vida también se trata de estar en algún momento conectado contigo, con tus placeres. Para qué toda esa avaricia. ¿Qué vas a hace con tanta plata? Lamentablemente hay una sociedad con una desigualdad feroz y eso hay que cambiarlo. Pero si ya tienes tus necesidades cubiertas, ten cuidado, ¿para qué querer tanto más?

-Parece ser un cambio profundo.

-Bienvenidas las crisis, como dice Lola Hoffman. Son oportunidades que te pueden iluminar, en el sentido más humilde de la palabra. Te pueden despertar y eso te va ayudando a ver por dónde seguir, cómo seguir el camino, y de pasadita poder llevar a más gente. Yo puedo ser una persona que puede ayudar con el yoga.

-Eso tiene un riesgo, ¿no? El riesgo del ego.

-Se puede caer muy fácilmente en yo te voy a decir lo que tú no sabes o yo voy a crear mi propio método de yoga porque yo tengo la panacea y los voy a salvar a todos. En ese sentido me imagino que hay falsos profetas y falsos maestros y hay que estar atentos a ellos.

-Y a tu propio falso profeta o tu propio falso maestro interno. ¿Le ha permitido el yoga trabajar su propio ego?

-Cuando más chica sí. No es que ahora tenga dominado el ego, pero puedo verlo y cuando se ve se domina más fácilmente. Y a propósito de los maestros, claro que hay ciertas personas que sí te pueden guiar, pero al final independiente de eso, el trabajo es tuyo y tu maestro está dentro tuyo. Entonces no hay que perderse ni encandilarse.

-Pero los humanos vivimos buscando afuera.

Sí, buscar guía afuera, que me digan lo que tengo que hacer, pero al final el maestro está acá adentro.

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