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3 de Febrero de 2024

Kioscos fantasma: el abandono que se ha convertido en foco de delitos en Santiago y La Cisterna

Fotos: Felipe Figueroa

Tomas ilegales, microtráfico y asaltos por sorpresa son algunos de los hechos delictivos que las comunas de Santiago y La Cisterna han detectado en torno a sus kioscos abandonados. Esto ha llevado a que las municipalidades retiren estas estructuras del espacio público. The Clinic conversó con autoridades, vecinos y kiosqueros de las zonas afectadas, para explorar cómo estos bienes públicos, que en un principio beneficiaban los barrios, acabaron transformándose en focos de delincuencia.

Por

“Váyase caminando derechito para allá. Ahí va a ver un kiosco igual a este. Mírelo detenidamente. Pero no fijo, porque hay una cachada de hueones traficantes”, dice el dueño de un kiosco frente a Avenida Vicuña Mackenna. Lo hace de forma muy discreta, mirando a sus costados. 

El kiosquero, quien accedió a hablar a cambio de resguardar su identidad, asegura que el puesto posicionado cerca del suyo ha sido tomado de forma forzosa: “Vas a cachar altiro que adentro hay cuestiones para dormir”.

Lo que describe está lejos de ser una situación aislada, pues constituye una de las razones de por qué, durante los últimos meses, se han realizado varios operativos para retirar kioscos abandonados en la Región Metropolitana. En específico, en las comunas de Santiago Centro y La Cisterna.

“Existe un plan a nivel municipal, y esto es solo la primera parte, que corresponde al despeje de la Gran Avenida”, comenta María José Acosta, directora de Prevención del Delito de la Municipalidad de La Cisterna. 

Una comuna que hizo noticia el pasado lunes, al destruir con retroexcavadoras antiguos kioscos en las inmediaciones de Lo Ovalle. Esto, debido a que, según denuncian sus vecinos, eran focos de delitos e incivilidades.

Robos, tomas y faltas a la higiene

Ernesto Lagos saluda a varios clientes que pasan por su kiosco ubicado a cuadras del metro Lo Ovalle; parece conocer a cada uno de ellos. Dice que todos lo conocen como “Tito”. A pesar de su personalidad afable, se nota su indignación cuando habla de los problemas en el sector.

“El de allá al frente también lo van a sacar, porque hace años que está botado. Ahora sirve de puro baño”, comenta apuntando a un kiosco ubicado en la esquina de General Freire. Es idéntico al suyo, pero cubierto de graffitis, con paredes descascaradas y olor a orina. “Este tampoco se salva, porque todos los días tengo que echarle cloro”, agrega, señalando a su propio local.

Jocelyn Belmar es presidenta del centro comercial Caracol, ubicado en las inmediaciones del metro Lo Ovalle. Ella ha mantenido reuniones con el alcalde Joel Olmos para transmitirle los problemas que generaban algunos kioscos y toldos del sector. 

“Se metía gente a drogarse, a tomar alcohol y, además, asaltaban”, comenta Belmar. Ella destaca de forma positiva el operativo que se realizó el lunes. “Existe mayor accesibilidad en la zona, lo que ha sido muy favorable para el centro comercial”, añade.

María Acosta explica que el retiro estratégico de kioscos se ha coordinado gracias a las denuncias de los vecinos y los reportes policiales de la zona. Asimismo, han revisado imágenes en donde se evidenciaban transacciones y consumo de drogas en torno a estas estructuras.

La directora indica que el pasado lunes se retiraron cuatro kioscos. Sin embargo, hasta la fecha, aún existen 10 de estas estructuras abandonadas en La Cisterna. 

En el casco histórico

La Cisterna no es la primera municipalidad que se vio obligada a impulsar este operativo. Desde agosto del año 2023, la Municipalidad de Santiago ha despejado los espacios públicos de algunos de estos focos de incivilidades. En específico, se han retirado kioscos emplazados en las las calles Matta y Portugal, así como en las cercanías del Parque Forestal.

Marco Pereira, encargado del Departamento de Operaciones de la Municipalidad de Santiago, comenta que el foco de estos operativos se ha puesto en el casco histórico de la ciudad, donde se concentran varios hechos delictuales. 

El microtráfico, la ocupación forzosa para guardar mercadería y los robos por sorpresa han sido los casos que más se han repetido en los territorios intervenidos. “Es una demanda de los vecinos. En ese sentido, creo que recuperar esos espacios, lamentablemente sacando esos kioscos, ha permitido que el vecindario se recupere”, comenta Pereira.

La Municipalidad de Santiago indica que se han retirado 49 kioscos de un total de 90 que tienen en sus registros. “Esa cantidad puede ir variando, ya que existen kioscos con permisos vigentes cuyos titulares, en rigor, deberían estar ejerciendo, pero sin aviso al municipio han dejado de ejercer”, precisa Carolina Niedbalski, jefa del Departamento de Planificación.

¿Por qué son abandonados?

“Muchos de estos kioscos acaban abandonados por un tema de no pago de patente, por el fallecimiento de los dueños, y también porque, post-estallido social, la pandemia afecto a mucha gente que ya no pudo trabajar en la calle”, explica el encargado del Departamento de Operaciones de la Municipalidad de Santiago.

Ana Ovalle, quien mantiene un kiosco ubicado frente al Centro Cultural GAM, confirma que varios kioscos en la zona solían pertenecerle a adultos mayores, quienes llevan años fallecidos.

La mujer de 80 años está sentada al lado de un ventilador. Se entusiasma hablando sobre los interminables desafíos en su vida: sobre cómo necesitó abrir su kiosco, debido a que su pensión no le alcanzaba. Sobre cómo fue exonerada política -”pero de las verdaderas exoneradas políticas”, precisa-. Sobre cómo torturaron a su hijo en dictadura, quien actualmente se encarga de ayudarla, debido a sus complicaciones de salud.

“Le dieron permiso a mi hijo de estar aquí por tres meses, nomás. Yo no puedo estar siempre por mi edad y porque hace mucho calor. Si a él lo pillan aquí, me sacan una multa. Es algo terrible”, relata indignada. 

Ella misma se vio obligada a abandonar un kiosco que tenía anteriormente. Durante el estallido social cuenta que lo destruyeron y, posteriormente, fue tomado por cuatro personas. “Yo le dije a la municipalidad que por favor lo sacaran. Porque yo vivo al frente, entonces cuando pasaba por ahí tenía mucho miedo de que me asaltaran”, comenta.

“Lo que pasó es que con la pandemia murieron muchas cosas, y específicamente mataron a los kioscos. La gente no se pudo reinventar”, comenta “Tito” Lagos, dueño del kiosco frente al metro Lo Ovalle. 

Otra de las razones a las que alude es el declive de la venta de periódicos impresos; lo que antaño caracterizaba a los suplementeros de Santiago. “Hoy día el diario es algo por tener nomás, una decoración. No como antes. Eso también ha matado a los kioscos”, añade.

El plan de las municipalidades a largo plazo

“Estamos pensando en un plan a futuro de cómo reacondicionar esos espacios para, por ejemplo, generar baños públicos, en conjunto con Aguas Andinas”, explica Marco Pereira desde la Municipalidad de Santiago. Toman como ejemplo la ciudad de Nueva York, que ha impulsado una tecnología en torno a los baños públicos.

María Acosta, por su parte, afirma que la Municipalidad de La Cisterna tiene proyectado un plan de urbanismo táctico, dentro de los lugares anteriormente ocupados por kioscos y toldos. Por ejemplo, instalar un paseo peatonal en la calle Carvajal y añadir luminarias en el eje de Gran Avenida.

“Nosotros queremos una Cisterna que propicie el desarrollo del uso público. Eso implica que tenemos que hacernos cargo del diseño urbano en perspectiva con la prevención del delito”, explica la directora.

Por su parte, la presidenta del centro comercial Caracol confirma que el municipio planea instalar jardineras de forma temporal en plazoleta ubicada al costado del acceso al metro Lo Ovalle. Le gustaría que pudiesen realizarse actividades culturales en este espacio recuperado.

Las dificultades diarias de los kioscos

El dueño del kiosco ubicado frente a Avenida Vicuña Mackenna relata una serie de anécdotas lamentables de sus vecinos. Señala varias direcciones, como un guía turístico, de hechos delictuales en la zona. Cuenta, por ejemplo, que la dueña de un kiosco en la calle Irrarázaval -a quien conocía- en una ocasión enfermó y debió quedarse en casa.

“Al poco tiempo el kiosco se lo hicieron mierda. ¿Porqué? porque nadie hace nada. Estamos en el mundo del ‘sálvense quien pueda'”, comenta con indignación.

Luego señala la esquina contraria. Relata que ahí estaba ubicado el kiosco de un amigo suyo. Después de la pandemia debió cerrarlo. Asegura que, inmediatamente después, fue tomado por un grupo de extranjeros. “Cogotearon tanta gente ahí que de la noche a la mañana el kiosco desapareció”, comenta, y luego culpa a la alcaldesa con varios insultos.

“En el último aniversario del estallido me hicieron tira arriba tratando de meterse”, relata Ana Ovalle, apuntando al techo de su kiosco: un menjunje de barrotes y láminas de acrílico. “No tengo plata para arreglar y se llueve en el invierno. Y en el verano, mira cómo tengo que estar”, añade. El termómetro marca los 37 grados ese día.

Ernesto Lagos asegura que le han entrado a robar “en muchas ocasiones”. La última vez, cuenta, fue durante el primer aniversario del estallido social. Explica que al ir a la comisaría, Carabineros le respondió que no tenían el personal suficiente para resguardar su kiosco.

“Bueno -le dije-, ¿entonces tendré que conseguirme una pistola´?”, relata entre risas. Luego añade, con algo más de seriedad: “Ya no hayamos qué hacer”.

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