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Nacional

9 de Febrero de 2024

Sobrevivientes de un infierno: seis testimonios en primera persona de una tarde de fuego y terror en Viña del Mar

Incendio en Viña del Mar Fotos: Felipe Figueroa

Algunos son héroes, otros debieron tomar difíciles decisiones para poder seguir viviendo, incluido el tener que abandonar a familiares. Las horas más terroríficas que ha vivido región de Valparaíso relatadas por quienes lucharon por sus vidas y las de sus familiares. Aquí, siete personas entregan su testimonio a The Clinic.

Por Nicholas Townsend, desde Viña del Mar

Daniel Álvarez (60), vive hace 30 años en Villa Independencia

Daniel, de Villa Independencia.
Fotos: Sebastián Olavarría.

“Yo estaba viendo un partido con mi hija de 15 y mi nieta de cinco en el comedor y el incendio agarró la casa de al lado. Empecé a mojarla, desesperado, pero ya caían cenizas prendidas. La alarma suena como a las seis y media de la tarde, cuando el fuego ya iba pasando. No podíamos salir. El viento era uno de arrastre. Era un soplete. Mande a mi hija primero y su chihuahua. Y salió ella y arranca. Atrás venían las cenizas y el fuego.

Después llegó mi nieta pidiendo auxilio. La agarro, mojé una colcha, la envolví, arrancamos… y cacho una señora, la vecina, y se cae. El niño (vecino) fue a buscar la silla de ruedas y no alcanzó (a salir). Se quemó adentro (de la casa). Yo afirmé a la hermana de ella. Se me cayó. No podía hacer nada. La señora me dijo, ‘váyase nomás’ y salí. Acá murieron como ocho personas. Arranque hacia una cancha. Encontré a mi hija andando en una esquina. Andaba perdida, porque la gente parecía un tornado.

Encontré a mi ex señora tirada. Se cayó en una salsa mora. ‘Es mi mamá’, dijo mi hija. Yo vi los cadáveres. En la cancha murieron dos personas abrazadas. Nosotros nos protegimos en un container y pasaba fuego por los lados. El viento arrastró a un caballero con muletas. Desapareció.

De repente paró un poquito el incendio. Pensamos que pasaría. Fuimos a caer a un galpón que tenía pasto sintético y nos quedamos durmiendo. Era como la una de la madrugada y, de repente, llega una cuñada llamando. Y yo, entre dormido y despierto digo: ‘Acá, acá’. Estábamos quedándonos dormidos con el tóxico abajo (pasto sintético). Falleció una pareja ahí que no la vino a buscar nadie”.

***

Claudio Pizarro (43), vive hace más de 42 años en Villa Independencia

Claudio Pizarro, sobreviviente del incendio en Villa Independencia.
Fotos: Sebastián Olavarría.

“Todo empezó un cuarto para las cinco, más o menos. Empezamos a imaginar que podía llegar (el incendio), pero no tan pronto como llegó, porque en realidad se demoró la nada misma. Yo me di cuenta simplemente porque salí al patio a tomar un poco de aire y me llamó la atención el sol como estaba. Y de ahí prendí la radio. ¡La Festival! Y ahí dijeron que había alarma de evacuación y nombraron a la Villa Independencia. Y eso me llamó la atención.

Yo decidí evacuar como a las cinco, más o menos, porque me llamó la atención el sol. No fue que las llamas estaban acá. Los animales como que atinaban (a evacuar). Los papás de familia como que eran los que decían: ‘No, si no va a pasar nada’. Pero los niños gritaban. Yo salí donde mi vecino a preguntar por él, porque estaba enfermito de la pata. Y la hija dijo que no quería irse el viejo. Le dije: ‘Váyase, váyase, váyase. En cualquier momento va a llegar el fuego y no vamos a poder arrancar’. Y en eso yo arranqué a buscar a mi hijo.

Estaba muy, muy oscuro. Demasiado. Me tiré porque conozco el camino, por eso me tiré nomás. Llegué a la casa de ellos. Estaba la casa prendiéndose fuego. No pude hacer más y me devolví. Y acá ya era algo que había que meterse en medio del fuego. Había mucha gente que estaba en medio del fuego, ya no tenía para dónde ir. Yo terminé evacuando a la cancha de la Villa Independencia. Era mucha gente peleándola, haciéndose la valiente. No quedaba otra. O sea, ¿me quedo aquí tranquilo o arrancó? Era esa la decisión. Y como la gente se conoce el camino de la población por haber vivido toda la vida acá, corrimos. Y así fue.

Mis hermanos, yo perdí la comunicación con ellos. No supe de ellos. Gracias a Dios, estamos todos vivos. Y eso fue lo que nos dejó con ánimo, porque hubo mucha gente que perdió su familia. El caballero de abajo me decía que sus vecinos fallecieron ahí. Yo vi cadáveres de la forma que no me había imaginado. Nunca he mirado un cadáver de esa forma.

Yo no entiendo cómo chucha de allá, de 50 kilómetros, viene un fuego aquí en cuánto… ¿Cinco minutos? Y no estoy exagerando. Entré a una vecina que se murió acá (la entrada de su casa) porque no pude hacer más. Tuve que arrancar por mi vida. No fue una cosa de cobardía. La tomé y traté de echármela al hombro para arrancarme con ella. ¿Cuántos segundos pueden pasar? ¿Ocho segundos? Y en esos el fuego estaba encima mío. Y yo dije: ‘Ya, qué hago. O muero junto con la señora o termino viviendo porque tengo a mis hijos. Y uno corría, y uno chocaba, y uno escuchaba a la gente cómo se trataba de ayudar y se trataba de informar. Tampoco teníamos ninguna cosa así como decir ‘el día tanto nos juntamos en tal lado’. Nada.

En la cancha nos quedamos los que alcanzamos a llegar ahí. Llegó las llamas y la gente lloraba mirando cómo se quemaban sus casas y trataba de querer ir a hacer algo. Y entre nosotros, yo que no te conozco, te agarraba y te decía: ‘Córtala. Tu casa era. Hay que sobrevivir nomás. Quédate, estay aquí, estay vivo, estay con tu hijo, estay con tu marido. Quédate tranquilo’. Y así nos decíamos. Y así nos hacíamos ánimo unos con otros”.

***

Rafael (71), poblador de El Olivar

Rafael, de El Olivar.
Fotos: Sebastián Olavarría.

“Nos avisaron que se estaba quemando El Olivar y tratamos de llegar, pero no pudimos porque estaban todas las vías colapsadas. La parte alta de Viña era un caos, un caos. Vehículos que venían, que iban, bombas, ambulancias, colapsó totalmente por el incendio. Y logramos llegar hasta Miraflores. Y ahí quisimos pasar a pie y no pudimos por ninguna alternativa, porque por donde intentábamos había casas que se estaban quemando y la misma calor era algo horrible.

Eran las 12 de la noche y estábamos en Miraflores. Con toda la gente que escapó hacia allá. Y era increíble porque la cantidad de gente que andaba deambulando de allá para acá… mucha gente andaba perdida. Incluso nosotros nos encontramos con un vecino que vivía más allá, que tiene más años aquí que yo, y andaba solo. Ahí se quedó con nosotros, nos apañamos.

Un hijo logró comunicarse con él y lo vino a buscar. No había señal. Nada, nada, pero logró comunicarse porque de repente uno lo lograba. El hijo subió a Miraflores a buscarlo en auto y también nos llevó a nosotros hasta Uno Norte. Ahí en Uno Norte, mi hijo, que estaba en Antofagasta, llamó a una amiga y le dijo que si ella nos podía ir buscar. Nos llevó a la casa de un hermano.

Nosotros, al segundo día logramos regresar. Hoy día se ve todo ordenadito porque nosotros trabajamos. Un amigo de mi hijo se rompió el lomo durante tres, cuatro días, sacando los escombros. En la casa quemada se queda una cuñada mía. Ellos vinieron a ayudar, vinieron de Santiago y trajeron cosas para repartir a la gente. Y ellos se quedaron”.

***

Sandra (61), vive en Villa Independencia desde los 8 años

Sandra, de Villa Independencia.
Fotos: Sebastián Olavarría.

Mi hija vive al frente y sabía que estaba en Longotoma. Resulta que vi el incendio atrás de mi hija y mandaron la alarma. Se estaba quemando el Jardín Botánico y en un dos por tres estaba ahí. Mi otra hija me dice: ‘Se está incendiando el árbol. Ya está aquí’. Mi mamá vivía (en la casa de) abajo y la fuimos a sacar. 90 años tiene mi madre, que lo habíamos festejado el 20 de enero aquí en el patio. Y salimos todos corriendo.

Mi sobrina había llegado recién. Nos subimos al auto, pero nos tuvimos que bajar antes del colegio (en la calle Gabriela Mistral) y correr, porque el incendio estaba atrás de nosotros y el auto estaba caliente. Yo digo: ‘Hay que bajarse porque los vidrios están calientes’. No podíamos avanzar.

Seguimos corriendo. Con el humo se oscureció de la mañana a la noche. A las 18:40 fue el incendio y a las 18:44 llegamos hasta arriba de la (calle) Gabriela Mistral. Había un caballero que su casa se estaba quemando y con la manguera nos mojaba. Corrimos, corrimos, corrimos. La gente desesperada. Hasta que llegamos antes del paradero 10 (de Achupallas).

Por el mismo sector de Villa Independencia venía una micro. Venía llena de gente. Ese caballero se portó un siete, porque nos abrió las puertas. Iba llena, pero nosotros le gritamos que íbamos con mi mamá de 90 años. Nos subimos y pudimos salir. Pero la gente gritaba, lloraba, los autos quemados. Aquí era como tirar una bomba atómica y desapareció toda la Villa Independencia. Fue algo horrible. Mi sobrino, que había traído a mi mamita en los brazos, después se bajó y dijo: ‘Voy a ir a ayudar’. Me decía: ‘Tía, allá en la plaza estaban todos abandonados’. Había gente en los autos quemados.

La micro nos llevó al centro. Toda la gente se bajó. Nosotros nos quedamos en la playa, en el Muelle Vergara. Gracias a Dios no hubo desgracias dentro de mi familia por el incendio. Fallecieron al frente cinco personas: mi vecina, mi vecino, la hermana de mi vecina y dos niños que jugaban con mis nietos. Después de enterarte que pasó todas esas cosas, nosotros dijimos: ‘Dios es grande con nosotros’. Nos salvamos.

Mi madre, de 90 años, no le pasó nada con el humo. Ella estaba más tranquila que todos nosotros. Lo único que hacía era persignarse y persignar el auto para que no se quemara. Al otro día, vino un familiar y cuando llegaron, dijeron: ‘Tía, está todo quemado alrededor del auto’. Yo dije ‘las ruedas se van a quemar’ y no, nada. Ahora lo andan usando. Entonces, nosotros dijimos: ‘Mi mama persigno el auto. Fue un milagro’.

***

Estefany Carrera y José Valenzuela, viven hace 7 años en calle Gabriel Mistral

Estefany Carrera y José Valenzuela, sobrevivientes del incendio en Viña del Mar
Fotos: Sebastián Olavarría.

JV: Nosotros estábamos de cumple mes y tenemos la costumbre de celebrar todos nuestros cumple mes. Nos tocó que, al tener hijos pequeños, por primera vez pudimos salir solos, dejando a mis niños de 4 y 12 años con mi prima. Teníamos pensado todo un panorama y empezábamos con ir a Viña a cumpleaños de un amigo en 7 Norte. En eso de que llegamos allá, diez para las siete de la tarde, el hijo mayor de mi señora, Bastián, nos mandó un WhatsApp diciendo que su novia, que vive al principio de El Olivar, le estaba avisando que el fuego ya estaba llegando. Al leer el mensaje, al mismo tiempo empiezan a sonar alarmas de que había que evacuar. Decidimos devolvernos de inmediato.

EC: Nuestra misión era llegar porque pensábamos que Bastián estaba acá todavía. Yo rezaba y pedía a Dios que estuviera bien. Y cuando me la encontré, atravesamos con la camioneta. Los locales de acá cerca ya habían explotado e, incluso, seguían explotando tanques de gas.

Llegamos hasta la esquina, y ahí no pude pasar los autos. Trataban de girar y sus neumáticos se les derretían. Entonces, yo por más que los chocara, no iba a pasar, entonces giré y me estacioné. Me puse en la tierra. Si yo hubiera quedado detenida en el asfalto, me hubiera derretido. Quedé ahí estacionada, y le digo: ‘José, anda a buscar al Bastián’. Él abre la puerta y mi ventana era roja, era fuego, no era como gris o blanco. Me dice ‘me estoy quemando, me estoy quemando’, y yo lo miro con tanta desesperación y miedo, y le digo: ‘Lo siento mucho mi amor, pero, por favor, tráeme a mi hijo’.

JV: Me bajé con una botella que había sacado de un local que una señora, mirando cómo el incendio se le venía, dejó abierto para que sacaran cosas. Me puse mi polera de mascarilla, pesqué la botella y desde la esquina de acá arriba empecé a bajar caminando por la hilera de vehículos que se estaban quemando. Yo escuchaba los gritos de las personas pidiendo ayuda.

Un cabro con su mamá en silla de ruedas me pidió ayuda y yo no lo pude ayudar porque, en un minuto, claro, por inercia lo intenté, pero no pude porque él intentaba arrancar en subida y no se podía. Él gritó desesperado por ayuda, que alguien lo pudiera ayudar, y yo sentía que estaba contra el reloj para poder encontrar a Bastián. Bajé por la parte de la tierra, porque si hubiese pisado el asfalto, también me hubiese calcinado los zapatos. Llegué y justo estaba quemándose todo alrededor, excepto mi casa.

Me encuentro a mi suegro, con un balde, tirándole agua a la casa, que todavía no prendía, y al food truck que tengo. Cuando lo veo, le grito: ‘Suegro, ¿dónde está Bastián?’ Y me dice ‘no, sí se fue’, dándome a entender que él se había ido a rescatar a la polola que vive en El Olivar. Yo me sentí pésimo, pensé que lo habíamos perdido. Gracias a Dios, él escapó mucho antes, se dio cuenta que esto no estaba bien, pescó un gatito de nuestras mascotas, lo metió a su mochila y se fue caminando a Gómez Carreño.

Me doy cuenta de que mi suegro no se quiere ir, y le digo ‘vámonos, suegro’, y me dice, ‘no, si yo me quedo aquí’. No podía seguir peleando, porque sabía que arriba estaba estaba todo lleno de fuego. Intentaba mojarme para poder aguantar el calor. Era impresionante. El humo cubrió todo de negro, era todo negro acá, era todo oscuro y mi casa, se veía la luz. Cuando me devuelvo, lo único que pedí fue poder salvar a mis hijos. Entonces, desesperado, llego a la camioneta de mi señora, le digo que nos vamos porque Bastián no estaba y mi suegro se quiso quedar. A ella le empieza a dar un ataque de pánico, claro, porque pensó que iba a dejar acá a su papá. Era tan desesperante la situación que la obligué a irnos porque o sino nos quedábamos ahí a morir.

Logramos salir con la camioneta. Tiró reversa y explota justo un basurero al lado. Se nos sube un caballero con un perrito y nos pide por favor que lo llevemos. Se arrepiente a los diez segundos de avanzar y dice: ‘No puedo, dejé a mi mamá sola’. Todo era una situación desesperante, era una pesadilla. La camioneta tiene estas ruedas que son como para tracción y pudo correr vehículos.

Después de eso fui al mirador y le digo a mi cuñado que me entregue a mis niños. Me los entrega y le digo que evacue él con sus niñas. Él me dice que como no estaba mi prima tenía que esperar y así me fui yo con mi señora. Doblando la esquina llega el primer mensaje de Bastián, que estaba bien. Yo me quedé con la sensación de que dejé morir a mi suegro, al tata de mis hijos que lo adoran.

Mi hijo mayor me preguntaba por mi suegro, qué le había pasado, por qué yo estaba así. Yo, en shock, no pude mentirle y me arrepiento tanto de haberle hecho sentir que lo había perdido. Le dije: ‘Perdón hijo, tu tata se quedó cuidando a los animales’. Teníamos acá varios animales. Y él se quiebra, obviamente, porque lo adoran, y se pone a llorar, y nos pusimos a llorar juntos ahí en la camioneta, en un taco, mientras la gente evacuaba.

Creo que la vecina de acá al lado nos dio la noticia de que se había ido, creo que con el otro vecino que es mayor, y que había sobrevivido. Que se había ido para la casa de mi cuñado y ahí decidimos ir a buscarlo. Yo con ansiedad, porque pensé que todo se estaba quemando aún, que íbamos a tener que volver a este infierno, porque él estaba en la casa. Al llegar nos encontramos cadáveres en el piso, gente que se abrazó a los postes, y murió calcinada, encontramos personas en autos. Esto parecía como que hubiese explotado una bomba.

Lo fuimos a buscar y lo encontramos obviamente quemado. Estaba todo negro, los ojos se le reventaron, se le derritieron las pupilas por el incendio. Creo que perdió la vista de un ojo, solo ve manchones. Y ahí empezamos a preguntarle cómo fue que sobrevivió. Resulta que se metió a la piscina, menos mal habíamos llenado la piscina unos días antes. Se quedó en la piscina hasta que empieza a quemarse todo, empezó a no aguantar más el calor dentro de la piscina y se fue a la cancha que tenemos al lado. Al medio de la cancha, con una mascarilla de las K-95, la mojaba, respiraba y empezó a llenarse de tierra, se hizo bolita y cada vez que podía, se mojaba y se llenaba de tierra en medio de la cancha, que era lo más lejos a todo lo que podía prenderse.

***

Sigrid Jaramillo (23), vive en pasaje Las Torres, Achupallas

“Tengo tres hijos chiquititos, los dos menores tienen dos años, y bueno, vivo aquí en pasaje Las Torres (Achupallas). Estábamos tranquilos grabando el fuego desde lejos, el humo en realidad, y en un segundo ya teníamos las llamas alrededor de todos lados como a las seis de la tarde más o menos. Evacuamos cuando nos empezó a llegar la alerta. Yo arranqué para arriba, (calle) Luis Hurtado, parada en el auto con mis papás y los niños. Estábamos ahí y no podíamos avanzar. Nos estábamos ahogando dentro del auto y las llamas venían a dos autos de nosotros.

Para salvarnos, nos separamos con mi papá. Mi prima, que iba adelante, empezó a empujar autos con su mismo auto para correr y nosotros corrimos con los niños al paradero 8. Si parábamos no la contábamos. Mi papá dejó el auto a salvo, yo perdí comunicación con él. Pero él se devolvió y empezó a atravesar el incendio. Vio mucha gente muerta, trató de ayudar, pero no podía hacer nada. Y él salvó, bueno, la Escuela de Lenguaje Divina Misericordia y estas casitas que se salvaron en el pasaje de arriba, en Curimón.

Él las salvó. Se mojó con agua, botellas de agua que se consiguió con gente que todavía estaba como a salvo. Le dieron agua y él se empezó a tirar agua en el cuerpo y atravesaba las llamas. Apagó los focos que estaban prendidos. Mi papá de verdad es un héroe”.

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