Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

3 de Marzo de 2024

Columna de Gloria Hutt: El método como relato

La exministra y columnista de The Clinic aborda los desafíos de la clase política, mediante la analogía del relato ideológico, y define que "debe lograr un acercamiento en el plano de las emociones, para crear la sintonía con la ciudadanía". En ese sentido, aborda la necesidad de que los políticos sean capaces de cumplir con sus promesas de campaña, y afirma que "el trabajo de recuperar credibilidad en la política atraviesa dos desafíos clave: la seriedad, ofreciendo cambios con su respectivo soporte, y una descripción del método a través del cual esas promesas se harán realidad", postula.

Por Gloria Hutt

Una discusión recurrente en los partidos políticos, es la definición de un relato que permita reflejar, en pocas palabras, los principales elementos de su identidad, para transmitir a las personas su oferta política. Por esa vía se busca atraer los votos y avanzar en la dirección del proyecto que cada sector considera más beneficioso para el país.

El componente ideológico del discurso generalmente se plantea en términos de modelos de desarrollo que marcan distintos grados de libertad individual. Rol del Estado, protección de la naturaleza, institucionalidad, prioridades de política pública y sistema económico, entre los más frecuentes.

El relato, en cambio es un texto que, idealmente en forma simple y breve, debe lograr un acercamiento en el plano de las emociones, para crear la sintonía con la ciudadanía. Por esto tiene el gran desafío de construir una imagen que despierte su entusiasmo, y que abra una vía de apoyo fuertemente afirmada en la expectativa de mejorar las condiciones propias y las perspectivas del país. Es por eso que conceptos como sueños, visiones y cambios, están presentes en casi todos los casos.

Una dificultad de esos relatos, es que –a pesar de la genuina convicción que inspira a quienes los formulan-, en la mayoría de ellos no pueden confrontarse con escenarios que hagan creíble la promesa a los posible electores. Por otra parte las personas, con una lógica que nadie podría cuestionar, se abren a apoyar las promesas y creer en ellas como alternativa a lo conocido, frente a la oportunidad de cambiar sus condiciones.

Es así como se genera la espiral que ya conocemos: promesas que entusiasman, cambios en los equipos que gobiernan, desilusión si no se concreta la promesa y nuevo ciclo de ofertas de un futuro mejor. Esta dinámica, si bien contribuye a imaginar futuros mejores para el país, sufre un grave desgaste si la reiteración de planes incumplidos termina generando desconfianza en el sistema, como lamentablemente ha sucedido en Chile.

El índice de confianza en las instituciones sitúa al parlamento y a los partidos políticos al final de la tabla, con niveles que ni siquiera alcanzan el margen de error de las encuestas. La causa puede ser multifactorial, pero nadie duda que el desencanto que generan reiteradas desilusiones, está también en la raíz de ese problema.

El fallecimiento, triste e inesperado, del Presidente Piñera, ha tenido diferentes impactos. Uno de ellos, a mi juicio, ha sido la valoración de su capacidad de gestión, y su foco en los resultados. Breves conversaciones con familias que esperaron varias horas al sol para despedirlo el día de su funeral, me dejaron claro que las personas reconocían en él “menos palabras y más acción”. Algo tan simple y obvio como que el trabajo duro y riguroso produce resultados, y los resultados benefician a las personas, se ha transformado en un elemento claro de identidad de sus administraciones.

Contrario al proceso habitual, aquí ocurren dos fenómenos que cambian la dinámica. El primero es que el relato se escribió solo, en la calle, con posterioridad a la administración, a través de los ciudadanos y a partir de evidencia comprobable. El relato tantas veces discutido, y tan esquivo mientras gobernaba, terminó siendo la capacidad para materializar avances que marcaran su visión del país libre y democrático que defendió. El segundo, es que la acción concreta genera credibilidad y reconocimiento, lo que es claramente valorado por la ciudadanía.

Lo anterior ha mostrado que -al menos en el caso comentado- el método ha sido tan importante como el texto que configuraba sueños en su programa de gobierno. La acción política en general se vería muy beneficiada si a la ilusión que todos compartimos, de un país mejor, agregáramos la prueba de viabilidad de las promesas. El trabajo de recuperar credibilidad en la política atraviesa dos desafíos clave: la seriedad, ofreciendo cambios con su respectivo soporte, y una descripción del método a través del cual esas promesas se harán realidad.

Esto nos lleva a poner atención en atributos de los líderes, en sus formas y estilos, en sus prioridades y disciplinas. Marcar una identidad formal consistente con la promesa de cambio, posiblemente abra una vía fructífera para recuperar el interés ciudadano en la tarea política, y consolide de mejor manera su importancia para la marcha del país.

Este año electoral abre una buena oportunidad para mostrar seriedad, compromiso y capacidad real, para afirmar las promesas electorales con evidencia concreta de ejecución, para priorizar el realismo por sobre las ofertas insostenibles.

También para dar valor al conocimiento y la experiencia, después de varios años de dificultades, en que tal vez el mejor relato sea volver a la estabilidad que muchos añoran, para continuar con confianza construyendo sus proyectos de vida. La seriedad puede ser menos atractiva en el corto plazo, pero parece indispensable si queremos que Chile vuelva al rumbo de desarrollo con justicia que transversalmente anhelamos. Y demos un espacio para que finalmente el relato sea el reconocimiento de las personas a los beneficios que les hayan mejorado la vida.

Notas relacionadas

Deja tu comentario