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Entrevistas

24 de Mayo de 2024

La consagración del cine pesadillesco de la dupla León y Cociña: “Nuestras películas son un espejo distorsionado de Chile”

Fotos: Felipe Figueroa

Los directores de “La casa lobo” y “Los huesos” fueron aplaudidos el viernes pasado, en el Festival de Cannes, tras el debut de “Los hiperbóreos”, su segundo largometraje. Comparado con “Rabbits”, de David Lynch, el filme reconstruye un extraviado biopic del poeta Miguel Serrano en un viaje alucinante por los inicios del cine y un Chile distópico gobernado por una versión IA de Jaime Guzmán. “Nos gusta la idea de construir una mitología local, como Tolkien en ‘El señor de los anillos’”, dicen Cristóbal León y Joaquín Cociña, quienes además han colaborado con Thom Yorke, PJ Harvey y el alabado cineasta Ari Aster (“Beau tiene miedo”). Ambos reflexionan sobre el éxito y el interés que genera su trabajo, el auge del género de terror político y futuros proyectos, que incluyen una adaptación de “Hansel y Gretel”, nuevamente con el director de "Midsommar" en la producción.

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En 2019 entraron a robar al antiguo taller que Cristóbal León y Joaquín Cociña compartían en el sector oriente de Santiago. Extrajeron cámaras, equipos, pinturas y otros objetos todavía más invaluables. Mientras hacían el catastro, se percataron de que además faltaban unas latas de celuloide de 16 milímetros, que contenían una película que habían filmado años antes y que aún no estaba terminada.

La cinta era en blanco y negro, la protagonizaba la actriz Antonia Giesen (“La jauría”) y estaba inspirada en la figura y cosmovisión de Miguel Serrano (1917–2009), poeta, diplomático chileno y exponente del llamado “hitlerismo esotérico”. Los directores no habían digitalizado el material y se resignaron a la idea de que lo habían perdido por completo. Los rollos nunca más aparecieron.

En lugar de volver a grabarla, decidieron producir una nueva película y desenterrar el proceso de su extraviado filme. Lleva por título “Los hiperbóreos” y debutó el viernes pasado en la Quincena de Cineastas de la 77ª edición del Festival de Cannes.

Es la primera vez que la dupla de artistas y realizadores chilenos aterriza en el prestigioso certamen francés, aunque se fueron acercando a pasos agigantados. En 2018 estrenaron en la Berlinale su primera película, “La casa lobo”, que obtuvo el Premio Caligari, y tres años después ganaron el premio al Mejor cortometraje de la sección Orizzonti por “Los huesos” (2021).

“Los hiperbóreos” arranca con Giesen y los propios directores en pantalla anunciando lo que viene: el relato que cruza el filme es el intento por reconstruir el biopic de Miguel Serrano, pero a medida que la actriz intenta guiar ese proceso, va sumergiéndose en un frenético viaje por el cine mudo de Méliès y un Chile distópico gobernado por Jaime Guzmán en versión Inteligencia Artificial.

“En la intersección entre teatro, ciencia ficción, animación y biopic fabulado, este es el OVNI de nuestra selección 2024”, dijo el delegado de la Quincena, Julien Rejl, durante la presentación del filme que debutará a fin de año en Chile.

“El estreno estuvo muy bonito, superó mucho mis expectativas y la reacción de la gente ha sido muy positiva”, comenta Cristóbal León desde el aeropuerto de París, a minutos de tomar un vuelo de regreso a Chile tras su paso por Cannes.

“Estoy muy sorprendido de que la película haya gustado tanto. Creo que ayudó que fuera presentada desde la dirección de la Quincena como una película extraña, como un OVNI. Eso hizo que la gente fuera a verla con esa expectativa y la disfrutaran mucho. Recibimos también mucho cariño y el entusiasmo de gente que quiere trabajar con nosotros”.

“Los hiperbóreos” (2024). Foto: León y Cociña.

El esperado segundo largometraje de León y Cociña ya acumula elogiosas críticas en medios internacionales. “Ambicioso y experimental”, dice la reseña de Screen Daily: “Desafiando prácticamente en todos los niveles y uniendo ideas de la historia de Chile, el ocultismo, la teoría de la conspiración de derecha, la psicología junguiana, el cine mudo y otros lugares, los directores Cristóbal León y Joaquín Cociña lo logran todo en virtud del dominio de la técnica”.

“‘Los hiperbóreos’ es un logro extraordinario que es intencionalmente inquietante y, a veces, incluso bastante aterrador”, destacó International Cinephile Society. El sitio especializado In Session Films, en tanto, comparó la película de los chilenos con “Rabbits” (2002), de David Lynch, claro referente de los dos artistas formados en la Universidad Católica y quienes han colaborado con destacados artistas como Thom Yorke y su banda The Smile, en el videoclip Thin Thing (2022), PJ Harvey y el director Ari Aster en el filme “Beau tiene miedo” (2023), el mismo realizador tras “Midsommar” y “Hereditary”.

Mezcla de animación y live–action, de psicodrama y pesadilla distópica, “Los hiperbóreos” fue escrita durante la pandemia y en coautoría con Alejandra Moffat, con quien ya habían trabajado en “La casa lobo”. La película tuvo una sola locación de rodaje, en la galería principal de Matucana 100, donde los directores abrieron una muestra en la que el público podía participar siguiendo un decálogo de instrucciones firmado por ambos.

La apertura de sus procesos artísticos es parte esencial de su metodología de trabajo y del sello de los aclamados creadores locales, quienes días antes de viajar a Europa abrieron las puertas de su actual taller en una espaciosa casa en la comuna de Providencia, que a la vez es su oficina, set de rodaje y bodega.

Absolutamente nada es desecho para estos dos creadores nacidos y criados en el Chile de los 80. Sentados entre lienzos, tarros de pintura, bolsas plásticas y tablas de madera, ambos profundizan en su accidental inicio en el cine, el carácter performático, colectivo y “sagrado” de sus rodajes, y la dislocada y corrosiva mirada que tienen del pasado reciente del país.

“En todos los proyectos en los que hemos usado celuloide, algo se pierde y es imposible de recuperar. Es parecido a lo que ocurre con la memoria: si la pierdes, te obligas a recordar y a buscar rastros de algo, lo que sea, y no siempre aparecen. En el caso de ‘Los hiperbóreos’ y el robo que sufrimos fue tan radical como eso. Fue como quedarse en blanco”, recuerda Joaquín Cociña.

“La casa lobo” (2018), de León y Cociña, está disponible en la plataforma Ondamedia.

“Cuando hicimos nuestro primer corto, ‘Lucía’ (2007-2008), queríamos trabajar a partir del proceso artístico y sus materialidades. Obviamente, se trataba sobre otras cosas también, pero estaba esta idea básica de crear un corto acerca del proceso de hacer un dibujo y de borrarlo al mismo tiempo. En ‘La casa lobo’ extremamos esa idea y convertimos la producción y el rodaje de la película en una performance. El concepto de la obra en proceso es algo que ha persistido mucho en nosotros y que está también en ‘Los hiperbóreos’”, dice Joaquín Cociña.

¿Cómo surge esta película?

Cristóbal León: Cuando terminamos la ‘Casa Lobo’ (2018), nuestra intención era hacer una película rápido. Queríamos escribirla en dos meses y que fuera un live–action para no caer de nuevo en la animación y en un proceso de cinco años. Por supuesto, nada de eso funcionó: vino la pandemia y entramos en un vortex larguísimo con el proceso de guión, en paralelo a la participación que tuvimos en la película de Ari Aster. Entonces, nos tomó más tiempo del que queríamos.  

Al comienzo teníamos varias ideas, como adaptar una novela chilena. En particular, algo de Bolaño y de ‘Estrella distante’, pero cachamos que nos daba lata adaptar y surgió la idea de hacer una biografía de Miguel Serrano y más tarde un guión inspirado en él. Todas ideas se fueron enrevesando, mezclando y tuvimos un proceso muy laberíntico y demente.

Joaquín Cociña: Estuvimos mucho rato encerrados en la casa en pandemia, cambiábamos el guión todas las semanas y al final tuvimos tres distintos. Escogimos uno, lo tomamos dos meses antes de la exposición en Matucana 100 y así cerramos el guión. Fue un proceso rápido, poco reflexivo y con pocas instancias de corrección, como suelen ser nuestros procesos también.

Una de las reglas fundamentales que establecieron los directores para quienes querían sumarse al rodaje de “Los hiperbóreos”, era que tanto cables como focos y demás implementos y costuras técnicas debían quedar a la vista. No querían esconder y sacar nada del cuadro.

Aprendimos de ese proceso que invitar gente que no es especialmente docta en cine o en animación ayuda mucho a refrescar cómo se ven las cosas y también el espíritu del proyecto. Nos hizo pensar ya no tanto en el diseño en términos de estilo sino de metodología, y ahora escribimos decálogos para cada película e invitamos a la gente a participar y a crear con el pie forzado de estos diez mandamientos”, cuenta Cristóbal León.

“Hay algo mágico que sucede en ese espacio delimitado del rodaje, que las cosas tienen que ser resueltas en el calor del momento, como si estuvieras en una obra de teatro. Algo de ese carácter performático hay también en ‘Los hiperbóreos’ y en nuestra idea de convertir estos rodajes como en una especie de evento sagrado”, agrega.

Cociña le sigue: “Hay muchas mentes y manos involucradas en nuestras películas. Francisco Visceral, por ejemplo, actúa e hizo casi todos los fondos pintados que aparecen en ‘Los Hiperbóreos’. Ese trabajo más de taller hace que el ‘estilo’ desaparezca o se diluya, en cierto modo, porque quedan en evidencia las distintas manos”.

“Me acuerdo de cuando estábamos exponiendo en la galería Metales Pesados, en Merced, llegaron unos chicos muy jóvenes, se metieron a animar y dibujaban en estilo manga o animé. Lo tomamos y durante unos cinco segundos los monos aparecían en una pintura en la pared, con esos ojos clásicos del animé.  Le tomamos el gustito a la idea de que se volviera súper accidental e incontrolable el proceso y la estética de la película”.

León y Cociña dicen que alistan una cinta inspirada en Hansel y Gretel.

Villanos de Chile

Sus seguidores lo llamaban “maestro”, era cercano a Neruda, Carl Gustav Jung y Hermann Hesse, y su literatura cimentó un mito que fue opacao por promover el nacionalsocialismo y negar tanto el Holocausto como el Informe Valech. Polémico y misterioso, el poeta chileno Miguel Serrano estaba en el radar de la dupla León & Cociña desde hace más de una década. En 2011, inspiró su cortometraje animado “Los santos”, y apareció también en su siguiente trabajo, “Los Andes” (2013). Ahora, literalmente, se roba la película en “Los hiperbóreos”.

¿Qué les atrajo de la figura de Miguel Serrano?

Cristóbal León se adelanta: “Hay varias razones. Una tiene que ver con que hemos trabajado muy inspirados en Bolaño y en particular en su libro ‘La literatura nazi en América’, donde Miguel Serrano es como un fantasma, una inspiración oculta. Nos interesa el vínculo entre fascismo, nazismo y germanofilia en las bases culturales de Chile, y Serrano es la versión más grande, grotesca y radical de eso, pero tiene también toda esa vanguardia en las formas creativas que generaba placeres culposos en mucha gente”.

Joaquín Cociña: “Lo más interesante de Serrano es que es una criatura difícil de categorizar; es monstruosa por la ideología que defiende y promueve, pero por otro lado es un personaje con muchas ideas fascinantes y que tuvo la intención de vincular Chile con un origen mítico, que es algo inusual y descolonializador de alguna manera: pensar Chile como el centro del mundo. Entonces, hay algo repulsivo en su figura y también algo súper atrayente”.

En el filme vuelve a aparecer Jaime Guzmán, que ya forma parte de su propia mitología.

-Cociña: Sí, y probablemente sea la última vez también que lo invoquemos. Aquí aparece como primer ministro de una distopía de Chile, y como un primer ministro digital. Es como si su mente hubiera sido extraída y traspasada a un computador, y ese computador se transforma en gobernador de Chile, que es una metáfora muy burda del país.

Nos gusta la idea de construir una mitología local, como Tolkien en ‘El señor de los anillos’, habitado por figuras públicas de la historia de Chile. Se hace mucho en las películas de ciencia ficción y de fantasía, que es inspirarse en políticos reales. Siempre dicen que Georges Lucas creó al emperador de la galaxia inspirado en un político del Partido Republicano de la época. En nuestro caso, me gusta pensar a Jaime Guzmán como ese ser monstruoso y polimorfo que aún habita y está presente.

Cristóbal León complementa: “Alguna vez escribimos un guión con varios otros personajes villanos, pero por ahí quedó. En ese ejercicio, hay algo que también hemos desarrollado y es pensar el cine y el arte en general como un sueño colectivo. Nosotros tenemos sueños individuales, pero el cine es como el sueño de la comunidad. Nuestras películas son un espejo distorsionado de Chile, y más que sueños, pesadillas”.

Cociña retoma: “La figura de Pinochet es la del típico dictador latinoamericano, con bigotes, sombrerito y que además roba y asesina. Es muy aburrido como personaje, y recién ahora es vampiro en el cine, pero en cambio Jaime Guzmán, Serrano y otros han tenido siempre una complejidad mayor. Guzmán mezcló el neoliberalismo con la facción más conservadora española, una cosa rarísima y nociva, y sigue existiendo personajes como él que nadan en distintas aguas”.

¿En quiénes los ven representados, por ejemplo?

Cristóbal León: “A mí, Fernando Flores siempre me ha parecido en lo personal un personaje muy extraño. Fue ministro de Allende y terminó siendo una especie de gurú y líder intelectual de Silicon Valley. Otra cosa rarísima”.

Joaquín Cociña: “Tere Marinovic califica también. Filósofa, de ultraderecha, benefactora social. Otro personaje fascinante y extraño en la película actual de Chile”.

León y Cociña y el cine chileno: “Aún faltan buenos contadores de historias”

Entre sus diversos referentes figuran David Lynch e Ingmar Bergman a la cabecera, además de algunas películas de David Cronenberg, Jan Svankmajer y Luca Guadagnino. Desde la literatura, en tanto, surgen nombres como Mariana Enríquez y Octavia Butler, e incluso del humor y la cultura pop, con programas como “Plan Z” y Aplaplac con “31 Minutos”.

León y Cociña se declaran también admiradores del trabajo de realizadores chilenos considerados clásicos a estas alturas –como Raúl Ruiz y Alejandro Jodorowsky, sobre todo en sus películas surrealistas en México, como “La montaña sagrada” “Santa sangre”– y contemporáneos suyos, como Pablo Larraín, Sebastián Lelio y Claudia Huaiquimilla.

Yo he escuchado varias críticas de personas que critican al cine chileno por no representar los escándalos políticos y la corrupción como sí lo hacen en Estados Unidos y Argentina”, comenta Joaquín Cociña.

“Hace un tiempo vi ‘Argentina, 1985’ y uno solo aprecia el talento evidente que hay ahí. En esos países hay, sin duda, mejores contadores de historias que en Chile, incluso inventaron un cánon y reaccionan inmediatamente a historias como esas. Aquí, eso cuesta un poco más. Aún faltan buenos contadores de historias”.

León lo interrumpe: “Viene de su tradición literaria también, en el caso de los argentinos con Borges, Cortázar. En Chile, el fuerte literario sigue siendo la poesía y eso se refleja en el cine. Todos los grandes directores chilenos siempre han hecho un cine más poético. Ruiz es el caso más claro y exagerado, lo mismo Jodorowsky e incluso Lelio, que es el más storyteller de todos y el que a mi parecer más se arriesga siempre”.

“En las películas de Lelio, y también, por cierto, en ‘El conde’, de Pablo Larraín, o en ‘Bestia’ (de Hugo Covarrubias), hay una construcción de imágenes y una abstracción que despega de la historia. Son distintos los sistemas de pensamiento, pero creo que con los años han ido apareciendo buenos contadores de historias aquí también. Claudia Huaiquimilla, por ejemplo, (‘Mala junta’) a quien personalmente admiro mucho”, agrega.

La dupla ya está trabajando en dos nuevos proyectos que cuentan con financiamiento en Chile y que los mantendrán ocupados en los próximos meses. Uno de ellos es “La Plaga”, filme más autobiográfico que dejaron fuera del guión de “Los hiperbóreos” y que se grabará el próximo año, nuevamente en un rodaje abierto al público.

Cristóbal León: “‘La plaga’ partió como un diálogo o una especie de confrontación con nuestra propia educación cinematográfica. Fuimos niños en los 80 y nuestra infancia está plagada de películas de fantasía, como ‘Indiana Jones’ y ‘La guerra de las galaxias’. En paralelo, está también el intento de hacer una película ya no desde las imágenes sino desde el guión y el viaje psicológico del personaje, que es algo que siempre intentamos que esté. Es una película más madura, creo, y encarna esa fricción que suelen tener nuestros procesos”.

El segundo proyecto en desarrollo, es otro largometraje y una adaptación de “Hansel y Gretel” a partir del relato de los hermanos Grimm, que será producido nuevamente por Ari Aster. La historia tendrá a dos niños hombres como protagonistas y sus creadores la conciben como la continuación de la búsqueda que iniciaron años atrás en “La casa lobo”. “Ambas películas están hermanadas por una pregunta artística y un tratamiento de la materialidad en común”, complementa Cociña.

“‘Los hiperbóreos’ nació de un proceso laberíntico en el que separamos a dos películas siamesas. Tenía dos cabezas, dos corazones. Por un lado está el relato más político, que es la historia de Miguel Serrano, y por el otro un drama familiar en un multiverso fantástico, que decidimos cortar y separar porque la película tampoco podía absorber tanto. Esa película que quedó afuera se llama ‘La plaga’ y la empezamos a rodar el próximo año en un proceso también abierto al público”.

¿Qué cambios ha traído para ustedes el éxito y reconocimiento internacional?

León: Todos los días se aparece en nuestra cabeza la misma pregunta: qué es lo que queremos. ¿Queremos ser famosos, queremos trabajar en esto, queremos…? Hace un tiempo hicimos un mapa conceptual y cachamos que nuestro objetivo principal es seguir viniendo al taller todos los días y hacer lo que queremos, el mismo que teníamos hace 15 años, cuando empezamos a trabajar juntos y queríamos usar nuestro tiempo creativamente y a nuestro propio ritmo. Entonces, creo que el cambio que trajo es que hoy podemos disponer del tiempo como queremos y lo priorizamos en nuestros proyectos.

Cociña: Ese fue un aprendizaje del trabajo con Ari (Aster). El resultado nos gustó mucho y seguimos siendo amigos, pero para nosotros fue un proceso traumático porque somos artistas súper independientes y aquí estábamos muy coartados en nuestra libertad creativa.

Trabajar para otro artista, por más de un año, siguiendo sus propias manías y métodos de trabajo que no son los nuestros, nos hizo decidir que no queremos hacerlo más. Nos retrotrajo a los primeros años después de haber salido de la universidad, cuando estás trabajando para otra persona y pierdes control de tu tiempo. Eso nos pasó trabajando con Ari, y como dice Cristobal, hoy estamos en una posición en la que podemos elegir centrarnos solo en nuestro trabajo por el momento. Y es lo que estamos haciendo.

¿Les ha costado hacer el cambio de giro, de artistas a directores de cine?

Joaquín Cociña: Una vez me tocó ir solo a mostrar nuestro corto “Luis” (codirigido junto a Niles Atallah en 2008) a un festival en Suiza. Nosotros habíamos ganado el primer premio en cortometraje, me invitaron a una mesa en la que estaba el director del festival y nos preguntó a todos cómo nos sentíamos como animadores. Yo respondí que venía más del mundo de las artes visuales, otro tipo dijo lo mismo, y el director me miró extrañado y dijo: acabas de ganar como primer premio en este festival de animación. Si ustedes no son animadores, ¿quiénes lo son? Fue la primera vez que me enfrenté a ese dilema y es algo que cuesta digerir.

Ha habido varias críticas, desde el sector artístico, al sistema de financiamiento público de las distintas disciplinas y, en particular, a la concursabilidad del Fondart. ¿Cómo lo ven ustedes y cuánto comparten esas críticas?

Joaquín Cociña: Cada vez que escucho una crítica destructiva hacia el Fondart, trato de detenerla porque sería hipócrita. Es una posición súper incómoda tanto defenderlo como criticarlo, porque hemos hecho básicamente toda nuestra carrera con fondos de artes visuales y luego audiovisuales. Además, estamos entre los que siempre se lo ganan. Somos el objeto muchas veces de esas críticas.

En lo personal, no concibo de qué otra manera podría ser. Me parece obvio que se financie a través del Estado con fondos públicos y privados que provengan de los gobiernos centrales y regionales, como se hace en toda Europa y en las principales dos industrias audiovisuales a nivel mundial, que son India y Estados Unidos.

Cristóbal León: Ahora, es cierto también que los fondos son perfeccionables, sobre todo en la gestión, que es donde están más cojos. La pregunta de si Chile tendría mejor o peor arte, o más interesante y de mayor proyección si hubiera más fondos, tiene un punto considerable, porque cuando se habla del auge internacional del cine chileno no está asociado a que esa gente talentosa surgió mágicamente o que se alimentó mejor desde chica, tiene que ver evidentemente con los fondos. El 1% para Cultura no es solo un piso mínimo ético, sería un antídoto efectivo para subsanar de algún modo esa crisis.

En sus películas han construido un relato alternativo y ficticio de la historia de Chile en un universo descrito usualmente como inquietante, terrorífico. ¿Ven así también el presente y el escenario actual del país?

Joaquín Cociña: Podría dar para eso al menos (ríe). Yo creo que estamos en una crisis política y de representatividad que es muy profunda y que va a seguir así hasta que no haya cambios radicales. Ya no pasa por un cambio de Constitución, y ojalá que no, porque está difícil lograrlo. También veo que la amnesia de lo que fue el estallido social también es grave. La consigna principal era que no eran 30 pesos sino 30 años de descontento, y muchos ahora lo están desconociendo.

Los últimos gobiernos han estado en una línea de flotación absurda, como tratando de salir a flote, y hoy tenemos más preguntas que respuestas. Piñera terminó el gobierno apenas y a Boric le está pasando lo mismo. Evito ser tan pesimista, porque evidentemente Chile es mucho más estable que varios otros países de la región, pero eso no quiere decir que esos vaivenes no se sientan, muy por el contrario.

Cristóbal León interviene: “Voy a ser un poco más positivo, creo (más risas). Chile se está volviendo un país extremadamente complejo y es probable que en otros momentos de la historia haya habido otros saltos todavía más exponenciales dado el contexto”.

La migración en los últimos años ha sido muy intensa: cambió el centro de Santiago, cambió lo que se escucha en las noticias, en la calle y también la gente que uno ve pasar. En ese nuevo escenario social y político, las utopías de las viejas izquierdas y derechas chilenas están tambaleando, sin duda, lo que ha vuelto cada vez más impredecible lo que viene. Eso añade un grado de incertidumbre en algunos y hace que el terror sea posible, como siempre lo es.

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