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Opinión

25 de Mayo de 2024

Columna de cine de Cristián Briones | “Furiosa: de la saga Mad Max”: Por qué contamos historias

El pasado 23 de mayo se estrenó "Furiosa" de la saga de "Mad Max" y debutó con un porcentaje de 87% en Rotten Tomatoes. Indie Wire la calificó como "una de las mejores precuelas jamás hechas”. Para el crítico de cine, Cristián Briones, el director de la cinta George Miller "encuentra un punto maravilloso en este yermo de leyendas: al perseverar en darle valor al relato en sí mismo, encontró la razón de esos relatos". Y añade: "Miller decidió hacer crecer este nuevo árbol de historias de la carne y la sangre de las anteriores. Y de nuevo, lo puso en pantalla. A velocidad 2X".

Por Cristián Briones

“¿Pero tiene que ser ‘Furiosa’ una obra maestra?”

La pregunta surgió en un chat de aficionados hace algunas semanas, la planteaba un asiduo del grupo y era en respuesta a las primeras reacciones sobre ‘Furiosa: de la saga Mad Max’. Sobre si estaba o no a la altura de la obra maestra que era ‘Mad Max Fury Road’.

Me pareció una inquietud fascinante, a decir verdad. Porque claro, uno podría pensar que necesariamente lo que se espera al entrar al cine es ver una película magistral en todos los sentidos. Pero si vemos los registros de taquilla, eso no parece ser cierto. Vamos a la segura en la mediocridad. Sin embargo, acá estamos hablando de George Miller. Y eso de por sí, es excepcional. Las expectativas, evidentemente, aspiraban a su altura.

Por otro lado, ‘Mad Max: Fury Road’ tampoco fue recibida como la pieza fundamental que terminó siendo. Críticas a que su guion era demasiado básico, que no era más que una sola larga secuencia de acción, que el protagonista finalmente no era tal, etc. Pero todo se disipó en la conversación. En esa que da la apreciación de una obra de arte.

Lo magnífico de su escritura, en donde el cuidado por los simbolismos era tal, que cada nuevo análisis le hacía brillar más en su planteamiento: un manifiesto feminista en clave emancipadora primero, y de alianzas revolucionarias después. Todo a sangre, arena, aceite, motores, mitos, balas y fuego. Una ciudadela regida por Inmortan Joe, acaparador de recursos naturales, con un control despiadado de las mujeres en su función de engendradoras de príncipes perfectos o carne de cañón, según el resultado genético.

Un viaje que nos lleva al resto de los aspectos de esta representación patriarcal, el control económico en ‘La Ciudad Gasolina’ o de la opresión violenta como perversión del sistema judicial en ‘La Granja de las Balas’ y un larguísimo etc. Un guion “perfecto en cada aspecto”. Una larga secuencia de acción como un ejercicio de narración implacable. Y un protagonista que regresa de un lugar todavía más oscuro al que ya nos tenían acostumbrado George Miller y Mel Gibson.

Un animal que recobra su racionalidad al alimentar su sentido de supervivencia con una causa justa (dice tanto de la humanidad Miller con su Loco Max, que a veces se nos escapa la genialidad en ello). Max Rockatansky, ahora Tom Hardy, otra vez entraba de lleno, como la leyenda que siempre ha sido, a una historia que no era la suya, a conducir, pero no a guiar. Porque Mad Max: Fury Road, era la historia de Imperator Furiosa.

¿Quién es Furiosa?

Cuando Charlize Theron encarnó a la Imperator, tuvo acceso a una estructura más grande. Uno del cual a ella le tocaba ser una parte. Sabemos mucho en ‘Fury Road’. Inferimos más. De dónde viene, qué pretende. Podemos atisbar un deseo de redención en sus ojos. Pero no tenemos toda la información. No tenemos todos los “por qué”. ¿Hubiera sido perfecto si así hubiera quedado? Al fin y al cabo, Mad Max siempre ha tenido un componente antológico casi a nivel primordial.

Son cuentos de fogata elaborados por voces de un futuro lejano, relatando la leyenda de un ‘Guerrero del Camino’ que abrazaba causas aún a costa de su bienestar. No sabemos cuánto de ello es verdad o cuánto es mito. Cuánto espacio de tiempo abarca. Si siempre fue el mismo Max, etc. No era eso lo importante. Era el valor del relato en sí mismo. De la narración como cimiento de la humanidad. La imagen en movimiento. La acción como pureza cinematográfica. Ejercicio de contar, que nos permite en los peores de los tiempos, aferrarnos a un mínimo civilizatorio.

Los “por qué” están enraizados a esas memorias desde los albores de la especie. Ese era Max. La leyenda de un hombre vaciado, que solo volvía a existir para ser parte de una ficción dentro de la ficción. Sin esperanza, vagando por los caminos de un mundo acabado, partícipe reacio de los anhelos de aquellos que aún se permitían soñar. Y en un cruce de caminos, halló a su reverso: Furiosa de las Vuvalini. La que retorció el destino porque cargó con la esperanza.

George Miller decide volver a limpiar el tablero y partir de nuevo. ‘Furiosa’ no es otra pieza antológica. Es lo que denominamos una precuela. Una historia previa que enlaza de manera directa con lo visto en ‘Mad Max: Fury Road’.

Ya sabíamos que la protagonista venía del ‘Verde’. Ahora podemos verlo. Sabíamos que lograba traicionar a Inmortan Joe porque era de su confianza absoluta. Ahora sabemos por qué. ‘Furiosa’ en muchos aspectos, sobre todo los textuales, viene a rellenar espacios. Qué es la ‘Granja de las Balas’. Cómo funciona ‘Ciudad Gasolina’. El equilibrio de poder con la ciudadela. El brazo de Furiosa. Los mitos de este paraje baldío dejan de ser una colección de cuentos con ciertas coincidencias y se convierten en uno solo. Con una idea de frente.

Miller encuentra un punto maravilloso en este yermo de leyendas: al perseverar en darle valor al relato en sí mismo, encontró la razón de esos relatos. Al Loco Max la cámara siempre lo dejaba atrás porque en su cuerpo ya no cabía la esperanza. A Furiosa la cámara la sigue porque es ella quien puede nutrirla. Esa semilla cuidada como un objeto obsceno e invaluable a la vez.

El páramo de Furiosa es un sitio en dónde la crueldad no es más que un reflejo exponencial de este mundo que ha decidido acelerar para llegar allá. Dementus, un Chris Hemsworth (para muchos sorprendente, para otros por fin a la altura de su talento) pronunciando discursos populistas en el camino a dilapidar los recursos, para luego culpar a todos, menos tomar responsabilidad. Con más atención a sus perros que compasión por los demás seres humanos.

Su enfrentamiento contra Inmortan Joe es tan antojadizo como infantil. No queda ningún aspecto civilizatorio. No hay ni siquiera la intención de humanidad ya. Solo queda el poder. La sangre y el fuego para obtenerlo. Y una niña con una semilla. Sobreviviendo. Aprendiendo.

Y luego está Tom Burke, como Praetorian Jack. La joven puede aprender de él, de este hombre de rostro cansado, buscando una causa justa. Podrían estar frente con frente. Tener esperanza juntos. Un guiño que terminará en unos ojos tristes, porque este mundo desolado siempre lo envenena todo. Lo sabemos. Llegaremos a Fury Road. Es inevitable.

Pero mientras más nos imbuimos y destilamos este viaje, más entendemos su atractivo. Y mucho. Esa semilla necesita también germinar en nosotros. Y si hay que recorrer este camino con ‘Furiosa’, uno de secuencias de acción como solo George Miller nos las sabe dar, con términos y personajes que solo le pertenecen a lo que ha ido construyendo con sus colaboradores, un universo como los hay pocos (muy, muy pocos), con un fondo cada vez más significativo, pues que así sea.

Que los estanques de un camión monstruoso de gasolina tengan estampada la historia de ese mundo. Que la arena, el fuego, el aceite, los motores, las tribus motorizadas, las mitologías internas, los historiadores con aspecto de hechiceros, los ataques aéreos, etc. sean parte de ese recorrido. Todo con el objetivo de construir.

Porque lo que consigue con Alyla Browne (como la niña) primero, y luego con la extremadamente dedicada Anya Taylor-Joy (ya joven) no es rellenar la historia de la Furiosa de Charlize Theron. No es solo expandir el universo de este sitio desolado. Es cimentar la razón por la que contamos historias. Lo que acarreamos con ellas. Ese pequeño espacio que destinamos a creer.

No solo en la imaginación que da pie a narrar, sino de que, al hacerlo, llevamos también las ideas de qué debemos construir. De dónde plantar esa semilla. Un obsceno mundo mejor. Porque en ese lugar despiadado y cruel, eso es la esperanza: algo sucio de lo que hablan los ilusos. Miller decidió hacer crecer este nuevo árbol de historias de la carne y la sangre de las anteriores. Y de nuevo, lo puso en pantalla. A velocidad 2X.

¿Le podíamos pedir a ‘Furiosa’ que fuera una obra maestra?

Dejemos que el paso y el peso del tiempo decida eso.

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