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Opinión

5 de Octubre de 2024

Mujeres sacerdotes católicas: la espera eterna

Foto autor Isabel Plant Por Isabel Plant

El reciente Sínodo de la Iglesia Católica generó expectativas sobre cambios significativos, como el papel de las mujeres en la institución. A pesar de algunos avances, como la inclusión de mujeres con derecho a voto, los temas cruciales, como el sacerdocio femenino y la participación de la comunidad LGBTQ, quedaron fuera de la discusión. La columnista de The Clinic, Isabel Plant, cuestiona la resistencia al cambio y reflexiona sobre si la Iglesia puede seguir existiendo sin adaptarse a los tiempos modernos. "El Papa también ha explicado que el principio Mariano, que sí convoca a las mujeres, no es de privación. María, siendo el símbolo de amor y entrega a Dios, modelo de santidad. Madre, esposa, virgen libre de pecado. Es decir: líderes petrinos versus santas marianas", escribe.

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El año pasado hubo gran expectación: quizás se venía uno de los más grandes cambios en la Iglesia Católica en sus dos mil años de historia. Comenzaba un nuevo Sínodo de obispos, el encuentro entre los más altos poderes católicos, incluyendo al Papa, y donde se toman las grandes decisiones sobre cómo debe ir evolucionando la Iglesia. Por primera vez algunas mujeres tendrían derecho a voto: entre los 368 participantes que se reunieron hace un año se incluían, además de obispos, cardenales, laicos y  como gran novedad, 84 mujeres, de las cuales 54 podían votar. 

Los temas a discutir podían transformar a una Iglesia que pareciera ir perdiendo influencia en todo el mundo ante los cambios sociales. Se habló de tomar decisiones sobre el celibato de los sacerdotes, la participación de la comunidad LGBTQ y la posibilidad de mujeres diáconos, que no son exactamente sacerdotes, pero pueden predicar y dar algunos sacramentos. Un avance. 

Bueno, esta semana comenzó la segunda parte del sínodo y, spoiler, no se zanjará ninguno de aquellos asuntos, incluyendo ir avanzando en el rol de las mujeres. Los temas que justamente son fundamentales para la modernización de la iglesia quedaron fuera de pauta por generar mucha controversia interna todavía (cerca de un 20 por ciento de rechazo) y serán, según anunció el Papa Francisco hace unos meses, materia de estudio por separado en el futuro. 

Quiero aclarar aquí que escribo como creyente, nacida y criada católica, quien hoy ya no encuentra en la institución de la Iglesia a un interlocutor válido de su fe. 

En cuanto al rol de la mujer en la Iglesia, el Papa Francisco ha intentado ir sumando a mujeres en diferentes espacios de mayor poder; él mismo nombró a la hermana Raffaella Petrini como la primera Secretaria General de la Gobernación del Estado en el Vaticano, convirtiendo a la politóloga en la mujer de más alto rango de ese país. Además ha aumentado la dotación de mujeres en distintas áreas vaticanas. 

Pero en cuanto a dar el gran paso, la resistencia interna es mayor. La externa no lo es: en un estudio reciente de Pew Research Center hecho en seis países latinos (incluido el nuestro) y Estados Unidos, la mayoría de los encuestados opina que deberían haber mujeres sacerdotes (excepto México, órale). En Chile, específicamente, un 69% se mostró a favor de las mujeres sacerdotes y un 26% en contra. La proporción de las personas que estaría dispuestas al cambio en la última década, además, aumentó en Argentina, México y Chile.  

Si hay 700 millones de mujeres que se declaran católicas en el mundo, y que han participado con entusiasmo en roles secundarios o a veces incluso ingratos justamente por el llamado de su fe, ¿en qué topamos con verlas convertidas en sacerdotes? ¿O, bueno, en diáconos?

Varias iglesias cristianas, como algunas ramas luteranas, anglicanas o bautistas, permiten a las mujeres en el ministerio. En el judaísmo, la primera rabina data de los años 30 en Alemania, y ahora las hay en Francia, Londres, España, Estados Unidos y más (la rama ortodoxa, claro está, las prohíbe). 

El Papa Francisco ha explicado que el problema es teológico, parte de la “doctrina petrina”; Jesús le entregó el liderazgo a Pedro de la Iglesia. Él y sus sucesores, todos hombres, deben preservarla. Lo que contestan muchos en simple: Jesús sólo eligió apóstoles hombres y a las mujeres les dio otro rol. No es que no quieran, es que no pueden. 

El Papa también ha explicado que el principio Mariano, que sí convoca a las mujeres, no es de privación. María, siendo el símbolo de amor y entrega a Dios, modelo de santidad. Madre, esposa, virgen libre de pecado. 

Es decir: líderes petrinos versus santas marianas. 

No vamos a solucionar en esta columna dos mil años de tradición católica. Ni juzgar a las mujeres católicas que encuentran su llamado y espacio en la institución como está; bien por ellas. 

Lo cierto es que la mujer en la Iglesia Católica tiene un techo y este no es muy alto. Nuevamente su cúpula no solo se niega a cambiarlo, ni siquiera pueden ponerse de acuerdo en llegar a discutirlo. 

¿Puede una iglesia permitirse algo así y seguir existiendo otro milenio más?

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