Tendencias
5 de Noviembre de 2024Ruido, olores de comida, charlas y celulares encendidos: cómo el comportamiento de los espectadores alteró la experiencia en el cine
En el estadio hay una ley tácita de no gritar el gol antes. En los conciertos, es no subir a una persona a los hombros porque tapa a todos los que están atrás. En el cine la ley tácita era no hablar durante la película. Pero hoy, en ocasiones, ya ni siquiera es algo que alguien se cuestione antes de hacerlo. "¿Por qué creo yo que me puedo comportar como en el living de mi casa viendo una película en la sala de cine? La gente se impone por lo que tiene, por lo que es, pero no por lo que hace", explica Cristian Briones de Fílmico y columnista en The Clinic, entre otras razones para entender cómo este comportamiento en el cine probablemente, llegó para quedarse.
Compartir
Se entra al cine, se encuentra la fila y el número de asiento, se acomoda y come cabritas mientras mira su celular y espera a que se apaguen las luces. Es el año 2022. Pronto va a empezar la película La Ballena, protagonizada por Brendan Fraser, que luego ganará tres Premios Oscar por mejor actor, mejor actriz de reparto y mejor maquillaje y peinado.
Empiezan los trailer de The Batman, Animales Fantásticos 2, Morbius, Sonic. Los dos asientos de al lado siguen vacíos hasta que entra una pareja. Vienen tarde, pero no importa. Las luces ya se apagaron, pero no importa, pueden usar las linternas de sus celulares para llegar hasta sus lugares. Se sientan, conversan todo lo que no conversaron durante las sinopsis. Cuando la película ya va en su momento álgido, a uno de ellos le da hambre.
De un bolso deportivo, sacan dos baldes de pollo frito del Kentucky Fried Chicken. Y así, en una yuxtaposición no tan improbable, comienzan a untar el pollo en salsa ranchera. El sonido de sus dientes rompiendo la corteza crujiente desconcentra. Cuando mastican el pollo ya disuelto en la boca, es insoportable.
En el cine, al parecer, ya no hay ley para identificar lo que está bien o lo que está mal hacer. “Alberto Fuget dijo alguna vez que ‘el estadio, el cine y un concierto, son los tres lugares donde uno está rodeado de gente, pero donde cada uno está completamente solo'”, cita Cristián Briones, dueño de Fílmico y columnista de cine en The Clinic.
Dos butacas más abajo un hombre y una mujer que probablemente tienen 50 años, gritan con cada escena de la película. Todo les impresiona, todo lo comentan. Usan garabatos para describir al personaje. Hacen sonidos de asco cada tanto. Pasan 20 minutos y la joven que está a su lado -y que probablemente esperó lo suficiente para ver si ese comportamiento cesaba- les pide que por favor se detengan. Ambos la miran como si les hubieran dicho un garabato a ellos. Se callan. La mujer joven comienza a comer sus cabritas y al segundo, la señora le dice remedándola: “Eso también molesta”.
El fenómeno individualista, según describe Briones, es algo que ahoga los espacios de uso colectivo. El metro, las calles, los cines. Pero hay razones específicas para que una persona, adentro de la sala de cine, no piense que poner los pies encima de la butaca de al frente. ¿Qué pasó que de un día para otro se empezaron a romper las barreras del comportamiento en el cine?
Razón n° 1: un lugar que ya no es colectivo
En el estadio hay una ley tácita de no gritar el gol antes. En los conciertos, es no subir a una persona a los hombros porque tapa a todos los que están atrás. Todas cosas que pueden pasar, pero que se entiende que pasan a llevar a otro. “Son experiencias colectivas e individuales a la vez”, dice Briones.
En el cine la ley tácita era no hablar durante la película. Pero hoy, en ocasiones, ya ni siquiera es algo que alguien se cuestione antes de hacerlo. La gente responde el celular en la mitad de la película. O comenta lo que opina en voz alta. También se ríe de cosas que no tienen nada que ver con lo que está pasando en la pantalla.
“Es lo que los gringos llaman el ‘entitlement’. Tiene que ver con qué me siento yo con derecho a hacer”, explica Briones. “¿Por qué creo yo que me puedo comportar como en el living de mi casa viendo una película en la sala de cine? Porque pagué por la entrada. ¿Por qué no respeto a la persona que también pago la entrada al lado mío? Porque así es el mundo hoy día. La gente se impone por lo que tiene, por lo que es, pero no por lo que hace”.
Razón n°2: no se va al cine a apreciar una película
2023 fue el año con más estrenos de películas desde que la Cámara de Exhibidores de Multisala de Chile (CAEM) los empezó a contar en 2001. Nunca antes se había registrado tanta oferta cinematográfica en el país.
Hubieron 333 estrenos y casi 25 millones de espectadores. El mes con más asistencia fue julio con casi 4 millones de espectadores. Se explica por las vacaciones de invierno. Pero también, por el estreno de Barbie y Oppenheimer.
Le sigue abril con 3 millones de espectadores, fecha en la que se estrenó Super Mario Bros 2, responsable del 81% del total del los espectadores del mes. Avatar 2, Guardianes de la Galaxia 3, La Monja 2, Spider Man a través del Spider-Verso, Rápido y Furioso X también son parte de la lista de grandes éxitos de taquilla en el año. Todas, fueron secuelas o sagas.
La de Rápido y Furioso es la décima, sí, la décima película de la franquicia. Lo que pasa con este formato de películas que vende, “es que mientras más popular es la película, va más gente que no tiene intención de ver la obra, sino de asistir ‘al último evento'”, dice Briones.
Eso afectaría directamente, a que la atención no esté en la foto, ni en la música, ni en los diálogos o las actuaciones. “La gente no va a apreciar la obra en sí misma. Va a ver quizás, la última de una saga donde ha visto siete partes. El perder esa apreciación, hace que tengan un comportamiento de muy escasa educación”, continúa.
¿Es posible recuperar el respeto en las salas de cine?
Hay una generación nueva de cinéfilos que está volviendo a ir a las funciones de cine arte o a las salas nacionales. Entre Arica y Coyhaique, según la Red de Salas de Cine chilena, hay 17 lugares para asistir a funciones donde el 28,4% es de cine chileno. El año pasado, tuvieron casi 250 mil espectadores en más de siete mil funciones. “Esta generación es más respetuosa”, relata Cristián Briones sobre los jóvenes que quieren volver a apreciar el cine. “Pero también es un poco exigua todavía. No da para contrarrestar el otro fenómeno”.
Incluso, esta generación está traspasando la esfera de asistencia a cine que solo está en formato “cine-arte”. “Si uno se fija, el fenómeno de “La Sustancia” tiene que ver con que mucha gente la ha ido a ver, pero las recaudaciones en general son bajas en comparación a todo el contenido que ha ido presentando en redes sociales. Eso es porque la audiencia que está yendo al cine, va con la entrada con estudiante”, dice Briones.
Más allá de la generación de la que venga el espectador, o el nivel de interés que traiga para ver la película, existe una arista ineludible en torno al control del comportamiento en el cine. No hay autoridad que lo fiscalice. Existen 481 salas de cine a lo largo de todo Chile. El último dato de recaudación fue de 67 mil millones de pesos en un año.
Pero aunque hayan recursos para invertir en el resguardo de la experiencia, “si tú le vas a pedir a una persona del cine que vaya a fiscalizar, la persona del cine no va a hacer nada”, opina Briones. “Primero, porque no tiene compromiso con su trabajo porque le pagan muy mal. Segundo, porque sabe que no tiene que hacerse mala sangre con alguien que no va a cambia”. Se trata de la falta de cultura e inversión en hacer del cine un espacio respetuoso.
Y a pesar de que se esté formando una esperanzadora generación de espectadores interesados por la obra que significa la película, no parece haber vuelta atrás. “Así es como va a ser el comportamiento de la gente en las salas de cine, en el metro, en la calle o en donde sea de ahora en adelante. Para retroceder al otro espacio, habría que hacer un ‘retroceso’ que más encima, es concebido como tal: sería perder el ‘derecho que me gané a comportarme como me venga la gana'”, finaliza Briones. Igual, no se pierde nada con seguir intentando pedir silencio cuando las luces se apagan.