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Opinión

13 de Diciembre de 2009

Los vírgenes

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POR SEBASTIÁN BOWEN*

Costó aproximadamente 40.000. Tenía que enchufarle una batería, y para que esto funcionara debía comprar un convertor que traspase la energía de la batería al amplificador. Así podía contar con un micrófono absolutamente “unplugged”. Y entonces, como medio canuto, con micrófono en mano, amplificador transportable, convertor y batería, con más complejidad que simpleza, iba a la feria para hacer campaña. La verdad es que toda esta cachaña era el puro gesto, porque, para ser honesto, al aire libre y en una feria la cagada de amplificador que tenía poco podía hacer para que mi voz se escuchara más allá del metro cuadrado. Pero bueno, al menos era un gesto que mostraba decisión de querer entrar en política, porque la cosa es bien simple, para entrar en la política tienes que entrar en campaña, no hay otra. O sea, hacer puerta a puerta, escoger y defender un candidato aunque tenga defectos, trabajar con quienes no compartes estilos, mamarte cosas que no estás de acuerdo porque estás de acuerdo en las más relevantes, y olvidar tus doctorados, porque eres nada más que un voto.

El otro día conversé con un grupo de jóvenes, la mayoría con grandes proyecciones de estudios en el extranjero, y me decían que en las campañas hacían falta ideas y que a ellos les gustaría aportar desde las propuestas. “Claro, ningún problema” –les respondí de inmediato– “pero necesito una foto tuya en nuestra web, tu nombre al lado y que vayas al puerta a puerta de este sábado a las 10:00 am en Puente Alto”.

Hasta ahí no más llegaron las ganas de aportar ideas. Y es que hay una especie de paradoja en mi generación: a muchos nos atrae la idea de querer “cambiar Chile” desde la política, pero por otro lado ojalá esto sea con el menor costo posible, que no deje cicatrices, que no me encasille en algo que después me pueda arrepentir, que no me haga hacer cosas que no me interesan. Y ahí está el problema, que la política implica encasillarte, ceder constantemente tus intereses personales y gustos en función de un proyecto superior. De otra forma no será posible entenderla ni participar en ella.

Por esto no me compro el discurso del “cambio”, de la “renovación” o de la “alternancia”, como si estas fueran ideas políticas, cuando en verdad son conceptos que te permiten optar, pero sin comprometerse y hacerse cargo con estas preferencias.

Menos me compro la idea de quienes dicen que quieren aportar desde las “políticas públicas”, pero no desde la política. Es una forma de ocultar bajo la tecnocracia el temor de comprometerte con una idea política y de ser también criticado por lo mismo.

Estas son ideas propias de quienes denominaría “los vírgenes”, aquellos inmaculados sin manchas que con puritanismo caminan por el mundo criticando las opciones, pero sin pertenecer a nada, y mi impresión me dice que “los vírgenes” son falsos o no conocen el amor apasionado.

Extrañamente, “los vírgenes” son formados en el epicentro del mercado, de ahí conocen la libertad para elegir pero no la libertad de asumir. Creen que todo es desechable, que la vida se construye minimizando el costo y que un compromiso que arriesgue demasiado mi integridad no es conveniente. Es esta lógica de mercado la que cosifica el mundo para autodenominarnos como “independientes” sin comprometernos con el resto.

Y aquí viene lo interesante, porque todo este puritanismo, basado en ideas de hacer política sin asumir costos personales, es similar a lo que en la televisión es el zapping, o para las relaciones sexuales es el actual “ponceo”, es decir, ven mucho, tocan mucho, se pasean mucho, pero no han tenido el placer de ver una película completa de principio a fin, o vivir el compromiso con una pareja con todo el sufrimiento, alegría, y la vida misma que esto conlleva.

No es posible hacer política siendo de “los vírgenes”, y sinceramente tampoco creo que sea posible vivir la vida. La política se vive hasta el fondo, introducirte en ella, en la gente, en tu país, con todo el dolor y el gozo que significan al mismo tiempo, esa es la forma también de cambiarla.

No es casualidad que cuando una pareja busca tener un hijo se dice típicamente “están en campaña”. De la misma manera, para hacer un gobierno, influir en el poder e implementar políticas públicas, hay que “hacer campaña”. No es posible tener un hijo siendo miembro del club de “los vírgenes”, así como no es posible influir en Chile y su destino sin comprometerse políticamente.

Esta elección se trata sobre este punto, es el valor del puritanismo de “los vírgenes”, que no quieren ser llamados de derecha o de izquierda, que están por el cambio o la alternancia, y olvidan lo que dijeron o lo que defendieron, versus el valor de quienes asumen la historia, sus errores y sus logros, y sobre eso quieren seguir construyendo este país para sencillamente vivir mejor.

Al que le quepa el poncho, que se lo ponga.
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*Coordinador General-Campaña Eduardo Frei.

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