Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Cultura

17 de Mayo de 2010

Pregúntale a Alicia

Por

    Esta crítica contiene información sobre el desenlace de la película. Así que si no quiere saberlo, no la lea.

Por Juan Pablo Barros
________
En algún sentido, debe requerir de audacia convertir a la Alicia de Lewis Carroll en “Las Crónicas de Narnia” de C.S. Lewis. Eso es lo que ha hecho Tim Burton, reinterpretándo a la niña bajo el clásico tema de la iniciación del héroe: que necesita salir al mundo, crecer, realizar hazañas y vencer al mal. En este caso, literalmente Alicia debe cortarle la cabeza a un dragón. Y mientras degüella al monstruo, por supuesto, se desarrolla la consabida batalla campal entre buenos y malos.

Es cierto, la nueva trama se basa en la historia más vieja del mundo. En ella resuena la lucha de Horus contra Seth, la vida de Cristo, la Canción de Roldán, “La Historia Sin Fin”, la explosión de la Estrella de la Muerte y la misión de Frodo. Pero en este giro hay algo mucho más inquietante y, porque no decirlo, conservador que simplemente echar mano a la guía narrativa que ofrece, día a día, el viejo folklore a los productores de películas.

No sólo por la atávica intervención del destino como motor de la acción (Alicia, al vencer a la bestia, cumple con una profecía). Burton ha introducido la moral (lo bueno, lo malo) en uno de los relatos más revolucionariamente amorales que la mente humana pueda haber ideado. Uno que, si pudiera resumirse de alguna manera, habría que describir como una sátira psicotrópica sobre la percepción, lo real, lo mental, la lógica y el lenguaje.

Tras el cambio introducido por el director, el Sombrero ya no es un desesperante enigma, sino un “personaje entrañable”. Así que salvo por detalles pintorescos, y pese a repetir todo el tiempo que está loco, no es en absoluto demente. Incluso se convierte en un simpático ayudante, o mascota de la heroína, guiándola con gran claridad de propósito y total sentido de realidad político-social de Wonderland (que, en un giro gótico, ahora resulta llamarse Underland *).

Este nuevo Sombrerero hasta sale a ratos de su proclamada locura, para preguntarle a Alicia si es que acaso estará demasiado loco como para hacer algo en contra de la tiránica Reina de Corazones. Y termina por reconocer -con un giño cómplice- que en realidad está puro hueviando cuando habla incoherencias, pues no tiene idea de en qué se parece un cuervo a un escritorio.

RESPUESTAS, DONDE HABÍAN ACERTIJOS

Lo que en Carrol era el país del delirio, las preguntas y los acertijos; en Burton se ha transformado en la tierra de todas las respuestas, la autoayuda y el crecimiento personal. Tanto, que hasta la oruga fumona ahora es una especie de guía espiritual, que invita a Alicia a evolucionar y tomar las riendas de su vida.

Este último mensaje, tan convencional, consensuado y conocido, es la idea matriz de la película. Hazte cargo… que no te digan que hacer… O -como ya veremos- triunfa, haz buenos negocios y, por qué no, paga tus imposiciones.

Alicia ahora, al ser consultada, resuelve que no puede quedarse pegada en la realidad alterada del País de las Maravillas. Debe volver a Inglaterra a hacerse cargo de sus asuntos y proyectos pendientes. En este sentido, Burton se emparenta más con “Prengúntale a Alicia” que con los libros de Carrol. Los delirios, nos dice el director, son simpáticos e interesantes. Pero en la vida tenemos demasiadas decisiones que tomar, como para perdernos en alucinaciones. La locura, es entonces, un ingrediente que, con cuentagotas, puede formar parte de la receta del éxito.

La historia propuesta por Burton, siendo una trama moral, también necesitó de alguna dosis de rebeldía ante la injusticia y algo de crítica a la sociedad convencional. La pobre Alicia, en su vida cotidiana inglesa, parece condenada a un matrimonio arreglado con un noble repelente. El argumento -claro está- trata de cómo ella debe reunir el valor para rehusarse frente a este dilema tan victoriano y lejano. El País de las Maravillas, por su parte, debe sacudirse la tiranía de la Reina de Corazones… Detalles, que sumados al uso de la estética de las dos novelas originales, pueden ganarse más de un par de almas inconformistas.

Esta aparente lucha por la liberación, culmina con Alicia encarnando, paradójicamente, el arquetipo del opresor. Pues, la emancipación de la joven consiste en convertirse en una agente comercial del Imperio Británico, que se embarca hacia Hong-Kong, a la conquista del mercado chino.

Una “solución rebelde”, en el sentido de que Alicia entra al mundo de los negocios; algo que era vedado para una jovencita de su época. Pero el espectador, tras este desenlace tan dudoso, puede quedar esperando algo que Burton no parece ni sospechar… la verdadera historia de dilemas morales: ¿Alicia participará en el comercio del opio? ¿Sobrevivirá a la rebelión de los bóxer? ¿Intervendrá en las negociaciones con franceses y alemanes para despojar a China? ¿Dudará del camino que ha escogido? ¿Se convertirá ella misma en la despótica Reina de Corazones? Por lo menos ya ha dado el primer paso, cortándo la cabeza del dragón. Mejor, pregúntenle a Alicia.

Obviamente Burton está en libertad de hacer esta nueva obra, sin rendir mayores honores al espíritu de la estrafalaria historia original. Pero, uno también queda entregado a la misma libertad al interpretar su propuesta. Y esa posición puede llevarnos a dudar de si está película no es más que un embutido de personajes y locaciones del libro, metidos a empujones en el saber industrial sobre cómo narrar películas de aventura.
__________
* El nombre lo rescata Burton del primer manuscrito de Carroll.

Notas relacionadas