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Opinión

5 de Abril de 2024

Columna de cine de Cristián Briones | “La Primera Profecía”: hacer cine en los tiempos de franquicia

"En general, el desarrollo de la trama decide carecer de condimentos que la hagan sorpresiva, y las que lo intentan, fallan, lo cual le dificulta mucho pertenecer al género en donde se desarrolla", escribe el crítico de cine sobre la cinta de la directora Arkasha Stevenson que se estrenó el pasado 4 de abril. "Sin embargo, los méritos de Stevenson no pasan por chequear las casillas de una "Profecía", si no que en las soluciones visuales para todo lo demás. Varias de ellas en el terror corporal, algo que en estos días está empezando a ganar terreno en quienes están apostando al género. Puede que sea la perspectiva de la directora, pero muchas de las imágenes más aterradoras de la película pasan por una mirada fresca de los elementos clásicos del horror", agrega.

Por Cristián Briones

Cuenta la historia que la dupla Wachowski escribió “Assassins” para el legendario productor Joel Silver, y acto seguido, le ofrecerían una obra llamada “The Matrix”, que querían dirigir. Silver, no del todo convencido por el nivel de riesgo, les propone que ensayen con una película menor antes de llevar la propuesta a un estudio. El resultado sería el potentísimo neo-noir “Bound”.

El resto lo sabemos: “The Matrix”, una de esas películas cuya campaña fue tan sencilla como simplemente preguntar “¿Qué es la Matrix?”, sacudiría todo en su momento y vendría a cimentar un montón de aspectos hollywoodenses para el siglo XXI.

Esta semana cumple 25 años y WB anuncia una quinta parte, mientras un montón de gente recordó lo mucho que odiaron la cuarta entrega. Donde Lana Wachowski volvió a la pregunta original, y la respuesta fue un tanto más clara, pero incómoda: la Matrix sigue siendo una masa combustible que alimenta el sistema que la rige, básicamente, consumiendo algo que pueden intuir que es falso, pero prefieren ignorar.

La diferencia es que hace un cuarto de siglo, la Matrix era “el resto”, y ahora, sabemos que no. “Matrix: Resurrections” puede ser una película “inmirable” para muchos, pero el atrevimiento de exponer una radiografía de Hollywood desde la producción hasta la audiencia y la forma en que valorizamos las historias hoy, es algo que no es bueno negar.

¿Qué tiene que ver esto con “La Primera Profecía” (The First Omen)? Concédanme un párrafo más para explicarlo.

La década de los 70 es uno de los momentos más altos de Hollywood en general y del terror en particular, quizás incluso porque los géneros eran más difusos y la insistencia por parte de los autores para aspirar a contar historias, sin tener que marcar casillas en una categoría predeterminada, los llevaban a abordar temáticas diversas y las ejecuciones eran variadas. Las inspiraciones también.

“Halloween” aborda un terror urbano, mientras que “Texas Chainsaw Massacre” se expande en temas que pueden ir hasta el consumo indiscriminado de carne. “Carrie” explora el abuso parental (y escolar), “El Bebé de Rosemary” el marital, ambas con profunda raigambre en la fe cristiana. Ni hablar de “El Exorcista”. Y “La Profecía” de 1976, dirigida por Richard Donner, también bebía de ahí, con un guiño al horror nuclear que se avecinaba con la escalada de la Guerra Fría.

Películas que buscaban ser únicas, frescas, que su audiencia sintiera los temas expuestos con talento y atrevimiento. Y luego llegarían las secuelas, y cambiarían las audiencias…

Y este es justamente el problema con el que tiene que lidiar “La Primera Profecía”. No me malentiendan, las secuelas pueden ser estupendas películas, la misma década de los 70 lo demostró. Una obra que se construya en un universo que conocemos puede ser perfectamente una aspiración creativa tal como la que le dio origen, ahí están “Aliens” y “Alien 3” como ejemplo.

El problema es que en estos días hay que marcar ciertas casillas, porque así lo requiere la audiencia. Que, los números así lo dicen, quiere seguir consumiendo lo mismo, aunque sepa que es un regurgitado diseñado para mantenerla en éxtasis.

Los Joel Silver que corrían riesgos ya no existen en la práctica, los estudios hoy respaldan y esperan rentabilizar solo productos sí están en una marca reconocible por los espectadores, y que absorbieron en alguna fusión multimillonaria. “Prey”, “Creed”, “Halloween”, “Exorcist: Believers”, etc. Que un autor logre superar todo eso e instale una película que se pueda sostener y valorar por sí misma, es prácticamente un milagro. La debutante en la dirección, Arkasha Stevenson, no lo consigue totalmente. Pero hay ciertos aspectos que sí logran quedarse en las retinas lo suficiente para prestarles atención.

Hay muy buenas intenciones y un plan medianamente bien armado en “La Primera Profecía”: se instala algunos meses antes y empalma, con las referencias de rigor, con los hechos que ya conocemos de “La Profecía”. Todo presentado siguiendo la historia de Margaret, una joven novicia que llega a la convulsa Roma en 1971. Y aquí uno de los reconocimientos iniciales: el uso de la protagonista, Nell Tiger Free, aprovechando su capacidad de pasar de inocente a sexual o temible con un arrojo muy prometedor.

Los que la vieron en “Game of Thrones” y la reconocieron en “Too Old to Die Young” y “Servant” entenderán a la perfección esto. Lo mismo pasa con Sonia Braga, la madre superiora del convento en donde llega Margaret, que llena la pantalla en sus apariciones. Pero quienes van guiando la conspiración, hacen todo excesivamente predecible. Ralph Ineson (como el investigador padre Brennan) aporta un nivel de misterio, pero lo de Bill Nighy (como el Cardenal Lawrence), es una muy pobre decisión de casting.

En general, el desarrollo de la trama decide carecer de condimentos que la hagan sorpresiva, y las que lo intentan, fallan, lo cual le dificulta mucho pertenecer al género en donde se desarrolla. Cambiar el eje de los villanos es una buena idea, sobre todo considerando que en casi 50 años, la caída de quienes fueron los héroes en ese tiempo ha sido bastante estrepitosa. Pero la ejecución de esa idea es poco impactante.

Sin embargo, los méritos de Stevenson no pasan por chequear las casillas de una “Profecía”, si no que en las soluciones visuales para todo lo demás. Varias de ellas en el terror corporal, algo que en estos días está empezando a ganar terreno en quienes están apostando al género. Puede que sea la perspectiva de la directora, pero muchas de las imágenes más aterradoras de la película pasan por una mirada fresca de los elementos clásicos del horror.

Desde una mujer atada respirando a través de una tela, hasta un parto particularmente inquietante, la forma de mover la cámara para instalarnos en los ‘70, el uso de la música que se equilibra durante prácticamente toda la película, entre evocar la extraordinaria obra de Jerry Goldsmith de la trilogía original y servir a los nuevos derroteros del diseño sonoro que exige el terror en nuestros días.

Quizás lo de Mark Korven en este apartado y lo de Aaron Morton en la fotografía, que coquetea con el giallo hasta usar cierta frialdad para descubrir las secuencias demoníacas, sean quienes mejor cumplieron con la meta de caminar entre ambos mundos.

Mientras “La Primera Profecía” persigue “ser cine”, esperanza en sus formas y relato. Pero cuando tiene que volver a pertenecer al universo franquiciado en que tiene que existir, es cuando se pierde; en la imitación de las escenas, en la repetición de las secuencias icónicas, en la indispensable conexión explícita, porque así es requerido hoy en día.

Claro, visto en perspectiva junto a ese insulto que resultó ser “El Exorcista: Creyentes”, “La Primera Profecía” elude bastante bien la decapitación. Y esto es muy probablemente el por qué la apuesta de Stevenson puede que consiga resultar.

Entrar por la puerta grande y con el talento para respaldarlo es una cosa, conseguir los números para que la siguiente en la franquicia (que se deberá ir mezclando con “Damien”) funcione, es otra. Lo que sí es seguro, es que el nombre de la directora hay que anotarlo, porque si en la siguiente consigue el espacio para maniobrar, entonces sabremos si los atisbos que vimos en esta eran el inicio de una interesante carrera, o solo un destello de sabor en el proceso de seguir generando energía para un sistema que tiene controlado todo muy cómodamente.

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