Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

28 de Octubre de 2010

Editorial: Incontinente

Patricio Fernández
Patricio Fernández
Por

Es cierto, Piñera es incontinente. Los que trabajan con él no pueden controlarlo. Desde adentro de La Moneda hay quienes aseguran que desespera a sus asesores. Ni la primera dama puede, soplándole al oído, morigerar sus ímpetus. Durante el viaje por Europa sacó el papelito de los 33 hasta que le dio puntada, jugó con cuanta pieza de museo cayó en sus manos, tocó lo que sólo se podía mirar y dijo, como un niño extasiado, cada frase que se le vino a la boca: “Deutschland über alles –Alemania sobre todo–”, una famosa sentencia nazi, tirada así como así en un país al que no deja de pesarle la culpa del Holocausto, movido por el mismo entusiasmo y atolondramiento que antes lo llevó a hablar de “marepoto”, “tusunami” y de Robinson Crusoe habitando Juan Fernández, y a referirse a Nicanor Parra como si estuviera muerto.

Le gusta ganar, quedarse con la última palabra, pasar por encima de las convenciones. Es, a decir verdad, un personaje raro, excéntrico, más parecido a un mocoso hiperactivo que a la idea que la cultura, por siglos, ha construido de un “estadista”. En la personalidad de los grandes políticos se supone que impera la templanza, la sabiduría, el autocontrol, el contar hasta mil antes de hacer una declaración que involucra a un país entero, ponderar las consecuencias, dejarse vencer si es necesario en competencias de corto alcance, para ganar el partido a la larga. Pero él no puede. Si juega fútbol con los mineros es capaz de romperle las canillas a todos los del equipo contrario con tal de meter goles. Si un lisiado lo retara a un partido de tenis, no trepidaría en intentar vencerlo 6-0. A mí no me cabe ninguna duda que quiso bajar a la mina antes del primer rescatista y que, si no lo hizo, se debió a que la resistencia fue unánime y tajante, como la de todos los inspectores de un colegio evitando que un alumno trepe al poste de alta tensión para bajar la pelota atascada, y luego alzarla como un trofeo con tal de conseguir el “¡ohhh!!” de los espectadores. Piñera quiere que lo quieran y lo admiren, al igual que esos compañeros de curso que, inseguros, hacen todo tipo de payasadas riesgosas, y sin miramientos, para llamar la atención. Como dijo Hernán Larraín, le faltan filtros, y “hay que aprender a convivir con esta situación, más que pensar que la vamos a poder corregir”. Agregó: “efectivamente pareciera, a veces, sobreactuado, hiperquinético, con exceso de protagonismo, con mucho histrionismo”. No es muy distinto de su hermano Miguel. Según mi amigo Rafael Gumucio, son la misma persona, algo así como el Doctor Jekyll y Mister Hyde, el uno de día y el otro de noche. Al salir la luna, Sebastián se oscurecería. Por eso, según el Rafa, nunca se les ve juntos. Andan siempre cerca, pero jamás aparecen al mismo tiempo frente a las cámaras.

Estas características lo volverían sencillamente gracioso y peculiar, si no se tratara del presidente de la república, porque el presidente no es sólo una personalidad, sino, y especialmente en el extranjero, el rostro en que se muestra un país entero. Pero así anda la cosa por estos tiempos, y no sólo en Chile: Sarkozy, en la solemne república francesa, ha ocupado páginas y páginas de farándula. Según dicen, con la Carla Bruni se gorrean de lo lindo. Berlusconi por poco se jacta de sus fiestas con putas caras en sus villas de lujo. Santos, el presidente de Colombia, festeja el asesinato de los dirigentes de las FARC como quien gana un campeonato, etc., etc. De tanto vilipendiarse la actividad pública, se entregó a las manos de la vulgar publicidad.

Es comprensible que a los pulcros de la vieja derecha chilena esto los espante. La elegancia, al menos en sus propios conceptos, les pertenece, y este presidente parece estar haciéndoselas añicos. En su momento, fue lo que les cargó de Joaquín Lavín. En todo caso, no es sino uno más de los golpes que, paradójicamente, este presidente le está dando a buena parte del mundo conservador que lo eligió, en los precisos instantes en que su gobierno está en gloria. Curiosa la historia: ciertos derechistas y ciertos izquierdistas se han unido para criticar los excesos del entusiasmo.

Notas relacionadas