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Nacional

21 de Agosto de 2011

Las católicas también abortan

Del aborto no se habla aunque está en todos lados. En su búsqueda para interrumpir su embarazo Daniela, Fabiola y Elena descubrieron que en su familia y entre sus amistades había muchas mujeres que lo habían hecho y que nunca habían hablado de ello. Las tres lo hicieron porque no podían tener el hijo. Para algunas fue una experiencia traumática, pero hoy la recuerdan sin culpa, sin ninguno de los remordimientos a los que nos han acostumbrado la publicidad anti-aborto. Son católicas y tenían que hacerlo. Estos son sus motivos.

Por


Por Carla Celis

Fabiola:
“Mi mamá también abortó”

Yo tenía como siete semanas de atraso cuando me di cuenta de que estaba embarazada. Me quería morir y pensé en el aborto. Mi pololo se opuso, pero yo estaba decidida y terminamos. Nunca más lo vi.

Como no tenía mucho tiempo para pensar qué hacer, empecé a preguntarle a mis amigas si sabían de algo que me pudiera ayudar. Y me pasó algo sorprendente: varias de ellas tenían datos sobre dónde ir, qué pastillas comprar, cómo conseguirlas. Todo el mundo tenía direcciones o teléfonos, ya sea porque se habían hecho o decían que conocían a alguien que se lo había hecho. Cada una tenía, muy calladita, alguna historia más o menos cercana con el aborto.

En esos días, claro, eso no me llamó mucho la atención. La verdad es que me sentía mal, presionada. Tenía miedo de morirme. Sentía que estaba pecando, que me iba a ir al infierno, y que nunca me iba a perdonar por matar una vida. Pese a todo, hablé con uno de los médicos que me habían recomendado y él me dijo que tenía que abonar cien mil pesos antes del aborto. Yo no tenía muchas alternativas, así que acepté. Me hizo una ecografía en su consulta y me dijo que no había problema.

Cuando le conté a mi mamá a mí me sorprendió su actitud. Simplemente me dijo que si yo ya lo había pensado bien, ella me iba a acompañar para que no pasara por eso sola. Me dijo que ella hubiera preferido que lo tuviera, pero que si ya estaba en esto me iba a apoyar.

Yo pensé que, como es ella,muy católica, me iba a crucificar. Pero no. Incluso gracias a ella dejé de sentirme tan culpable.
Me acuerdo que tenía que ir un miércoles en la noche a la consulta y fui con mi mamá. Pero cuando íbamos en camino no sé por qué me puse a llorar. Mi mamá iba manejando y paró el auto y ahí le dije que me daba miedo lo que me podía pasar después, de que tal vez iba a sufrir mucho, de que después no pudiera tener hijos, de que me iba a traumar para toda la vida. Me salió todo ese discurso que te meten en la cabeza para que no abortes.

Al final decidí que no iba a ir. Llamamos al doctor y le dije que me sentía mal y que tenía que posponerlo. Cuando llegamos a la casa mi mamá me acompañó a la pieza y como yo seguía muy mal me dijo que me iba a contar algo. Y ahí, se confesó. Me dijo que a los 17 años ella se había hecho un aborto. No me dio detalles pero me dijo que no tuviera miedo, que todo iba a salir bien y que ella no se arrepentía de nada y no andaba por la vida sufriendo. Y que cuando quiso tenerme, no tuvo ningún problema. Yo me quedé para dentro, pero me dio ánimo, me hizo sentir bien. Así que al otro día pedí hora de nuevo, me tomé unos remedios que me había recetado el doctor antes de ir y partimos.

Entramos a la consulta, todo muy limpio, mi mamá me esperó en la sala de al lado y yo entré a una de las habitaciones. Me puse una bata, me recosté en una cama que había y me puso anestesia local. Yo no me acuerdo cuánto rato duró, no me acuerdo bien de ese momento, se que estaba con las piernas abiertas y él me hacía algo, pero yo no sentía nada. Cuando terminó el raspaje me dio otras pastillas y me dormí un rato. Cuando desperté me sentía un poco decaída y con molestias, pero como las de cualquier intervención. Mi mamá me ayudó a vestirme, le pagamos el resto de la plata y nos fuimos. El médico me dijo que me tenía que hacer un control médico la semana siguiente para ver cómo estaba y que cualquier cosa lo llamara. Me recetó otras pastillas para los dolores y nos fuimos.

Estuve en reposo dos días, pero sólo por precaución porque no tuve hemorragia. Después tuve un sangramiento, pero como una regla normal, y algunas contracciones, me aguanté porque no quería llamar a nadie y se me pasaron luego. A la semana volví para hacerme el control, me hicieron otra ecografía y no quedaba nada en el útero, estaba tan normal como siempre.

La culpa demoró más en desaparecer. Yo iba siempre a la Iglesia y al principio no me confesaba para que el padre no empezara a mirarme como si me estuviera juzgando. De hecho yo me excomulgué sola, porque me sentía tan mal que no me sentía en condición para comulgar. Me daba vergüenza. Pero eso empezó a pasar. Y la verdad es que desapareció cuando entendí que no había sido un pecado: fue la decisión que tenía que tomar en ese momento. Hoy me siento en paz con Dios.

Elena, 47 años:
“No podía tener otro hijo”

Yo ya tenía dos hijos cuando me hice un aborto. Fue el año 91 y tenía 31 años. Antes había estado casada con el padre de mis hijos. Me casé a los 19 porque estaba embarazada. Cuando me separé, la niña iba a cumplir tres años y el niño tenía cinco meses. Tuve que volver a la casa de mis papas y dedicarme a cuidar a los niños no más. Mi mamá y mi familia me ayudaban, pero fue muy difícil. Solo cuando estuvieron más grandes y no había que ir a dejarlos al colegio empecé a armar mi vida, me puse a estudiar contabilidad en la noche, y fue ahí donde quedé embarazada. Yo no quería por ningún motivo tener más hijos. No podía. Me había costado tanto tenerlos sola, sin papá. Ahora estaba estudiando y quería trabajar en lo que había estudiado.

Logré a regañadientes que mi pareja me consiguiera el dato de alguien que hiciera abortos. En el fondo ninguno de los dos quería tener un hijo, no estaba en nuestros planes. Él se consiguió con unos amigos carabineros el dato de una partera que vivía por un cerro. Y lo pagamos mitad y mitad. En ese tiempo salieron como 70 mil pesos. Me acuerdo que llegué a la casa de ella en la noche. Me hizo dormir y cuando desperté no estaba sangrando. Pasó otro día y no pasaba nada tampoco.

Llamé a la señora y me dijo que me tomara unas pastillas y entonces sangré como si tuviera una menstruación. Nada más. A principios de enero me fui a hacer un control de PAP en el consultorio y la matrona me dice que estoy embarazada de cuatro meses. Yo estaba horrorizada, la tipa nos había engañado. Me costó ubicar a mi ex pareja, porque ya no nos veíamos, y pa rematarla él no me creía. Fue todo un cuento convencerlo de que no era que yo le quisiera sacar más plata.

Cuando llegamos donde la señora me dijo que me iba a cobrar igual, aunque un poco menos. Y finalmente me hizo el aborto… Cuando terminó de hacerme el aborto yo le pedí que me mostrara que efectivamente había sacado algo. Tenía que cerciorarme de que esta vez no me hiciera lesa. Fue dolorosísimo. Estuve sangrando como una regla abundante durante varios días. Un domingo me levanto para ir a misa y me sentí muy mal. Llamé a la señora para contarle lo que me estaba pasando y me dijo que me comprara unas pastillas. Me dijo que no se me ocurriera ir a la posta porque íbamos a terminar presas. Tomé antibióticos y estuve aguantándome sola en la casa. Esos día recé mucho. Dije que me dolía la cabeza para poder acostarme y que nadie se diera cuenta de lo que me estaba pasando. Estuve acostada toda la tarde y rezaba y rezaba y en el minuto en que yo me sentía más mal, sentí que alguien me estaba ayudando. Siempre he creído que fue la virgen, porque yo le pedía que no me dejara morir porque no quería dejar a mis niños. Estoy segura de que fue ella, porque yo soy muy católica y creo que los milagros pueden ocurrir.

Pero en ningún momento me arrepentí de lo que había hecho. A media noche, me senté en la bacinica y seguía con hemorragia, de repente siento que cae algo, lo miré y parecía como un resto de algo. De ahí me acosté y me empecé a sentir normal. Pero estuve menstruando como quince días.

Años después le conté lo que había pasado a mi hermana, y ella me dijo que también se había hecho uno. No hablamos detalles, sólo lo mencionamos cuando estábamos hablando del tema. Yo también tengo mis serias sospechas en el caso de mi mamá. Creo que cuando joven ella también se hizo algo. Me di cuenta una vez que contó algo como que un compañero de trabajo de mi papá, tenía una tía que trabajaba en una farmacia y que ella le dio unas pastillas para ayudarla a no tener otro hijo. Pero nunca diría la palabra aborto. Ella es de las que se horrorizan con el tema.

Daniela:
“No fue fácil que mi mamá entendiera mi decisión de abortar”

Yo quedé embarazada apenas salí del colegio. Para mí fue una tragedia.

Apenas lo supe, empecé a tomar cualquier pastilla, lo que pillara. Simplemente no quería tenerlo. Así que fumaba, tomaba, hasta cruzaba la calle sin mirar, porque lo único que quería era deshacerme de esto. No me importaba nada de lo que pasara conmigo.

Al mismo tiempo me sentía culpable de estar haciendo eso. Mi familia es católica. Mucho. Si la Iglesia dice que el aborto es malo, es malo. Como pasa con la mayoría de los católicos que se pegan con una piedra en el pecho. Pero cuando están en la situación, cuando se dan cuenta de que la única opción que tienen es ésa, no tengo dudas de que lo hacen.

Pensaba en el futuro, en que no era independiente y no podía hacer nada. En ese momento tenía que pensar en mí. Yo creo que para muchas mujeres tener un hijo a corta edad, es un trauma. Y en mi caso, tenerlo habría sido irresponsable. Hoy pienso que la mujer tiene que decidir y que si considera que el aborto es la mejor opción, entonces es una decisión válida.

Pese a todo lo que intentaba, seguía embarazada. En el momento en que estaba más desesperada me decidí a contarle a mi mamá. Le dije que era imposible que tuviera esa guagua. No fue fácil que ella entendiera mi decisión, que me ayudara a terminar con mi sufrimiento. Al final entendió y ella quedó en que se iba a encargar de todo, que yo no me preocupara y que dejara de estar haciendo locuras.

Ella fue la que se consiguió la partera. Nos cobró 200 lucas y yo fui con una amiga. Mi mamá no me acompañó porque tenía que trabajar. Llegamos en la tarde y la señora me recibió en su casa. No sufrí mucho, pero cuando me iba a mi casa, estábamos en el paradero esperando la micro, me sentí mareada. Tenía ganas de vomitar. Me tuve que sentar un rato y después decidimos volver a la casa de la partera. Ella me recostó en su sillón, me dio unas pastillas, agua, y me estuvo cuidando toda la tarde. En la noche nos fuimos y me sentía un poco mejor. Cuando llegué a mi casa me volví a sentir mal, estaba mareada, pero ya no podía hacer nada, me aguanté y en mitad de la noche empecé a sangrar mucho. Boté sangre como por tres días sin parar. Esos días me quedé en cama. Mi mamá me atendía. Se sentía culpable de haberme apoyado porque me veía tan mal que le daba miedo de que me fuera a morir. Al tercer día ya me empecé a sentir mejor, y pronto se me pasó todo.

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