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Opinión

8 de Septiembre de 2011

Viernes

Foto: Agencia UNO TVN está convertido en un lugar de procesión. Su frontis se halla repleto de velas, carteles, banderas, ramos, globos, dibujos, fotografías y una multitud de objetos inexplicables. Ronda mucho mensaje de amor explícito y metafórico. “Está comprobado: ahora, realmente hay un tesoro en el archipiélago de Juan Fernández”. Un hombre, apoyado en […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Foto: Agencia UNO

TVN está convertido en un lugar de procesión. Su frontis se halla repleto de velas, carteles, banderas, ramos, globos, dibujos, fotografías y una multitud de objetos inexplicables. Ronda mucho mensaje de amor explícito y metafórico. “Está comprobado: ahora, realmente hay un tesoro en el archipiélago de Juan Fernández”. Un hombre, apoyado en la reja, toca la guitarra y tararea canciones de iglesia, mientras una mujer de luto muestra frente a las cámaras su colección de retratos con Felipe Camiroaga, el más popular de los pasajeros del avión C212, que ese viernes no llegó a puerto. Las últimas informaciones referidas al destino de los 17 cuerpos no encontrados en el mar (4 ya fueron sepultados), resultan escabrosas, salvo que se acepte la idea de que todo se transforma, y que no sólo es admirable volver a la naturaleza como semilla. La tragedia conmocionó al país completo. Durante el fin de semana no había rincón en que no se percibiera el recogimiento perplejo que corea la muerte. Ya el sábado en la tarde las declaraciones oficiales invitaban a abandonar las esperanzas. El avión se había estrellado violentamente. Más allá de los parientes y amigos directos, entre los deudos se encontraba la audiencia televisiva. Con el paso de los días, de las muestras de dolor incuestionables, los canales han pasado a mercadear el sufrimiento.

Dicen que el lunes, cuando animadores de todos los canales llegaron al matinal de Televisión Nacional, los directores de la competencia exigieron compartir la transmisión, pero negocios son negocios, y los del Siete dijeron que no. Ya entonces, la industria no sólo sufría. Habría que ser muy ingenuo para no percibir que, rápidamente, de la conmoción se pasó a la lucha por el raiting. Tal vez me equivoque, pero no creo que a los padres, hijos o hermanos de las víctimas, tanta insistencia emotiva con sus propias penas en la pantalla, siguieran reconfortándolos a partir de cierto momento. La utilización política tampoco tardó. Desde La Moneda repiten con insistencia cuan necesaria es la unidad, buscando que el ambiente sentimental impida mantener la razón fría, y vuelva de mal gusto cualquier crítica, pregunta o disenso. No hay queja equiparable a la de un deudo. Es obvio que no hablamos de responsabilidades explícitas ni de malas intenciones, pero mientras la muerte campea, la vida continúa y el sol se sigue acostando cansado al final de cada jornada infinita.

En un instante político de mareas turbulentas, una pena compartida calma las aguas. A pasos de TVN, ya venden tazones, cirios y fotos de un tipo simpático y querible sobre fondos de santidad brumosa. Los huérfanos son personajes secundarios en esta historia. Está claro que en Chile el sentir comunitario no se ha extinguido. Nos gustan las epopeyas colectivas. En el mejor sentido de la palabra, conservamos algo de pueblo chico. Quizá esa emoción esté en el hígado de toda comunidad. Vivimos, mal que mal, en los confines del planeta, donde hay incluso islas remotas a las que aún es riesgoso partir. Las ideas se sobreponen. Las ganas de hablar de la tristeza entrechocan con las dudas de la inteligencia. Mucha parafernalia para buscar a unos amigos que ya son olas en el mar. Los pescadores sacaron del agua lo que ningún radar alcanzó a percibir.

El melodrama que continúa la tragedia, no es más dolor del bueno: es chacota o negocio, versos o estrategia. Nada que ver con los niños que se quedarán solos, ni con la mujer que durmió la última noche abrazada al cuerpo -tan querible como todos los cuerpos- del famoso. Espanta, sin embargo, que sean los hombres quienes se disputen su memoria. ¿Iba o no el avión con sobrecarga? ¿Pagará la FACH la educación de los huérfanos? ¿Correspondía que fuera ese el aeroplano que los llevara? ¿Habrá mañana una torre de control y una pista confiable en la isla de Robinson Crusoe? Porque digámoslo claramente, si las cosas se quedan como están, los grandes perjudicados no sólo serán los muertos… En las costas de la isla donde se perdieron, penarán las ánimas del miedo, mientras la historia continúa ahí, a duras penas y sin remedio.

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