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Opinión

4 de Octubre de 2011

Labbé cabalga por Ercilla

Ilustración Marcelo Calquin Las versiones son opuestas. Según los mapuches, John Regle Rucal, de 13 años, arreaba animales de su familia ya que estos habían ingresado por un portón abierto al predio del agricultor y descendiente de colonos, Leandro Seitz Muñoz. De acuerdo a su familia, el menor mapuche se encontraba ya en el camino […]

Pedro Cayuqueo
Pedro Cayuqueo
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Ilustración Marcelo Calquin

Las versiones son opuestas. Según los mapuches, John Regle Rucal, de 13 años, arreaba animales de su familia ya que estos habían ingresado por un portón abierto al predio del agricultor y descendiente de colonos, Leandro Seitz Muñoz. De acuerdo a su familia, el menor mapuche se encontraba ya en el camino de vuelta a su casa cuando fue interceptado por el agricultor y su capataz. El niño habría respondido airadamente tras recibir insultos racistas de ambos, a lo que Seitz respondió disparándole con su escopeta e hiriéndolo con perdigones en brazos y piernas. La versión del agricultor, por cierto, niega todo lo anterior. “Es todo falso. No he disparado ni un solo tiro. Carabineros que protegen el predio están de testigos”, se defendió el agricultor de la comuna de Ercilla, “vecino” de la comunidad Huañaco Millao, donde reside Regle.

¿Qué paso realmente? Será trabajo del fiscal de Collipulli, César Shibar, dilucidarlo. Lo cierto es que un menor de edad resultó herido con perdigones y pensar que se disparó a sí mismo resulta cuando menos un absurdo. “Heridas leves”, diagnosticó el médico que lo trató de urgencia. Esto, obviamente, enfureció a los miembros de su comunidad, hastiados de que un disparo a quemarropa sea tratado casi como si fuera un accidente doméstico. Y es que sí, puede que hayan sido solo un par de perdigones; puede también que aquello, en la jerga médica, no pueda ser diagnosticado como de “extrema gravedad”; puede incluso que el menor haya salido caminando del recinto asistencial. Pero todos saben en el sur -todos sabemos en el sur- que si el chico vivió para contarlo se debió probablemente más a la impericia del agresor con su arma que a lo trivial del incidente.

No crean que soy un mal pensado. Leandro Seitz Muñoz, empresario agrícola y fanático de las armas largas, se las tenía prometida hace tiempo a sus vecinos mapuches. Estos, papeles en mano, reclaman hace años derechos sobre el fundo Santa Cristina, propiedad legal del agricultor. Este año, al camino del derecho que ofrece el Estado (consistente en esperar una década promedio a que Conadi compre el predio… eso sí, siempre y cuando el dueño legal esté de acuerdo) los comuneros sumaron el camino de los hechos. Varias veces han ocupado el predio en lo que va del año. Nunca buscaron enfrentarse al dueño, me comenta un dirigente. Era más bien su forma de presionar y de ser vistos. Que las autoridades supieran que existen, en definitiva. Pero no contaban con Seitz y su astucia. O mejor dicho, con Seitz y su escopeta Winchester de dos cañones.

“Voy a ir armado. Mataré a los indios que están en mi predio, sin importar consecuencias… No quiero que se meta nadie en el cuento. Ni la policía ni los diarios, porque yo voy a hacer justicia con mis propias manos. Con los colonos nos vamos a armar y vamos a poner en orden a estos indios”. No, no se trata de los diálogos de una película de John Wayne y Maureen O’Hara, acechados por pieles rojas malas pulgas. Son las declaraciones que el propio Leandro Seitz dio en entrevista con El Mercurio el pasado 26 de julio, ello tras ser ocupado parte de su predio por familias campesinas del sector. “Es mi propiedad. Ahí no se puede meter nadie. Ni el Presidente”, advirtió airado tras ser consultado por la “legalidad” de sus intenciones. “Carabineros no hace nada, la justicia tampoco, menos el Gobierno… Si muero acá, muero en mi ley”, concluyó mientras posaba orgulloso para el gráfico de El Mercurio con su Winchester de dos cañones. Bienvenidos todos al Lejano Oeste.

¿Qué diferencia al señor Seitz con el alcalde de Providencia, Cristian Labbé? Poco y nada, a decir verdad. Ambos, fascismo puro y duro. Cero inteligencia emocional, como diría mi tía Dominga. Ambos responden de la misma forma a la hora de enfrentar un conflicto; con prepotencia y una carencia absoluta de argumentos. “Esta tierra es mía, aquí no se puede meter nadie”, advierte el agricultor de Ercilla, de la misma forma que lo dice el ex coronel del Ejército y miembro de la DINA respecto de los colegios municipales de su comuna. ¿Y qué impide a los mapuches decir lo mismo? “Esta tierra es nuestra, el winka se larga vivo o muerto y se acabó, peñi, la discusión”, bien podrían decir los lonkos. Yo jamás he escuchado, de la boca seria de los mapuches, tal pobreza de argumentos. Asumen la mayoría que se trata de un conflicto histórico, cultural, no abordado debidamente por el Estado y sus autoridades. De allí tal vez que insistan en el diálogo político. De allí, tal vez, que el propio Seitz siga en este mundo respirando. Y por lo visto, también disparando a niños de vez en cuando.

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