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Opinión

6 de Julio de 2012

“Una conferencia de prensada”

Pese a que Paraguay debe pesar cientos de miles de toneladas, Argentina y Brasil lograron suspenderlo, y por eso la capital se llama Asunción, que significa “ascenso de la virgen”, la única mujer que escapó de Lugo, según me explica el taxista. Yo miro las calles con harto miedo, aprieto bien las piernas, pero gracias […]

Karin Ebenspermen
Karin Ebenspermen
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Pese a que Paraguay debe pesar cientos de miles de toneladas, Argentina y Brasil lograron suspenderlo, y por eso la capital se llama Asunción, que significa “ascenso de la virgen”, la única mujer que escapó de Lugo, según me explica el taxista. Yo miro las calles con harto miedo, aprieto bien las piernas, pero gracias al cielo, el Hugo no aparece por ningún lado. El taxista me cuenta muy orgulloso que es guaraní – yo pensé que era paraguayo- y le pregunto si acaso es millonario porque usa un Rólex de oro macizo que me fascina. Me confiesa que le costó 25 mil dólares pero que me lo obsequia porque le caí muy bien, y que solo debo cancelarle los impuestos.

Así que bajo del taxi con un Rólex de oro que solo me salió dos mil dólares, y me asalta un poco la culpa porque me siento una estafadora al lado de él, que es un verdadero ejemplo a imitar. Pero la felicidad dura bien poco: al entrar al Hyatt de Asunción el encargado me responde que no le quedan habitaciones con vista al mar, así que regreso a la calle sin disimular mi frustración. Asunción es horrible. Por algo los países del Mercosur- España, Grecia, y Disneylandia- le dieron la espalda a Paraguay y Paraguay aún no se las devuelve. Un vendedor de hamacas paraguayas, que se parece mucho a Larisa Riquelme si uno achina suficientemente los ojos, me dice que el presidente destituido mandó asesinar a muchos campesinos que protestaban. Sin embargo, yo sospecho que algo malo debe haber hecho como para que lo saquen así nomás del poder.

El vendedor me pregunta si vivo en Japón y ahí me doy cuenta de que seguía con los ojos achinados. Los abro y compruebo que son muy feos los paraguayos, se nota que Diego Forlán es la excepción. Pero su generosidad es tan ilimitada como incomprensible: él es que vende hamacas, y sin embargo me pregunta a mí cuánto cobro por una paraguaya. “Para usted, gratis”, le contesto. Después de 15 minutos, y corriendo en pelotas por la vereda, me di cuenta de que me había topado nada más ni nada menos que con el famoso y despiadado Lugo, que no solo me ultrajó, sino que me robó todo menos el Rólex de oro macizo.

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#golpe#Lugo#Paraguay

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