Opinión
8 de Agosto de 2012Nuestro triunfo fue su derrota
El éxito del NO y de su Franja tuvo damnificados. No me refiero a los ideólogos y ejecutores de la campaña del SÍ. Tampoco a quienes se asociaron a Pinochet en esa maniobra vergonzosa que pretendía dejarlo en el poder hasta 1997, completando 24 años en el poder. Ni a quienes lo endosaron. No; me […]
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El éxito del NO y de su Franja tuvo damnificados. No me refiero a los ideólogos y ejecutores de la campaña del SÍ. Tampoco a quienes se asociaron a Pinochet en esa maniobra vergonzosa que pretendía dejarlo en el poder hasta 1997, completando 24 años en el poder. Ni a quienes lo endosaron. No; me refiero a todos aquellos opositores a Pinochet que nunca creyeron en la estrategia que desembocó en el triunfo del NO. Todos ellos se recuperaron rápido. Culparon a otros del fracaso y se reciclaron rápidamente en la empresa privada o en los espacios de poder que les había habilitado el régimen antes de su ocaso.
Los mayores damnificados estuvieron en el seno de la oposición a Pinochet. En particular entre aquellos que habían apostado por la lucha armada siguiendo el giro que dio el PC en 1980. Estos, en su mayoría, vivieron el triunfo del NO como su derrota; como su segunda derrota.
Volodia lo había anunciado: 1985 sería “un año de combates titánicos”. Lo fue. Pero la derrotada no fue la dictadura: fue el Frente.
Primero Carrizal Bajo. La inteligencia del régimen lo descubre, lo deja seguir para conocer sus ramificaciones, y el 8 de agosto de 1985 le cae encima con una eficacia espeluznante. Quizás todavía hay escondites que no han sido hallados, pero con las armas que fueron descubiertas murió cualquier ilusión de una rebelión popular armada. Ante esto el FPMR acelera sus planes y lanza el atentado de Las Achupallas, en el Cajón del Maipo. Fracasa nuevamente. A partir de ahí se desencadena la tragedia.
¿Qué habría ocurrido, me pregunto, si Carrizal Bajo no es descubierto, y la fuerza militar que venía organizando y apertrechando el FPMR a cuenta del PC se hubiese logrado constituir y desplegar? ¿O si el cohete LOW no falla, y Pinochet es abatido en Las Achupallas? La historia de Chile, seguro, habría sido muy diferente. Pero no es esto lo que aquí me importa. Lo que quiero resaltar es qué hubiese ocurrido con el NO y la Franja. Es muy simple: nunca hubiesen tenido lugar. La épica habría estado en otra parte: en la guerra. Y los héroes no serían los actores, creativos, directores, animadores o sociólogos: serían los combatientes. Pero fueron derrotados, y los derrotados no tienen lugar en la historia. Por Pinochet, desde luego; pero también por nosotros, los que impusimos el otro camino; el de la adaptación, el del plebiscito, el del NO, el de la Franja.
Algunos, los menos, sublimaron la derrota de la vía armada diciéndose a sí mismos –y a quienes les rodean—que su sacrificio sirvió para demostrar a los chilenos que si Pinochet no era alejado de la escena el país caería en la guerra civil. Vale: la tesis me despierta dudas, pero la acepto. Sin embargo, para la gran mayoría de los que entregaron lo mejor de sus vidas por la lucha armada, y vieron caer en este empeño a muchos de sus camaradas, la herida sigue abierta. Aunque pasen los años, cada vez que alguien celebra el triunfo del NO en el plebiscito, o comenta el ingenio de la Franja, o destaca el éxito de la transición, ellos sienten que alguien le está echando sal a sus heridas. Que es su épica la que debiera dar motivo de orgullo. Que es a ellos a los que les correspondía estar en el pódium de los héroes. Que es el Chile que ellos soñaban el que debió haber nacido.
Ahora entiendo por qué fue tan honda la fisura. Para ellos, los combatientes, nuestro triunfo fue su derrota.