Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

16 de Marzo de 2013

Ser niño y pobre en Estados Unidos

En un banco de alimentos organizado por entidades de caridad en la ciudad de Stockton, en Iowa, Estados Unidos, los hermanos debaten con su madre acerca de los 15 productos que pueden llevarse. No les queda mucho dinero para gastos extras. Por eso, la elección es importante: ya han metido en su cesta salsa de […]

The Clinic Online
The Clinic Online
Por



En un banco de alimentos organizado por entidades de caridad en la ciudad de Stockton, en Iowa, Estados Unidos, los hermanos debaten con su madre acerca de los 15 productos que pueden llevarse. No les queda mucho dinero para gastos extras.

Por eso, la elección es importante: ya han metido en su cesta salsa de manzana y probablemente hagan lo mismo con los espaguetis enlatados, las albóndigas y los raviolis.

Pero cuando Kaylie pide carne molida, se rechaza su propuesta ya que la habitación de motel en la que vive no tiene nevera. Así que cuando quieren mantener un producto fresco lo meten en un lavadero con hielo. Tampoco tienen un lugar para cocinar.

No es la primera vez que la familia está en dificultades para conseguir comida.

“No hacemos tres comidas al día: desayuno, comida y cena”, lamenta Kaylie. “Cuando tengo hambre, me siento triste y decaída”.

Vivir en un motel
Kaylie y Tyler viven con su madre Barbara, que trabajaba en una fábrica. Tras perder su empleo, comenzó a recibir una subvención del gobierno y cupones que podía intercambiar por comida, lo que hace un total de US$1.480 al mes.

Pero ya no se podían permitir vivir en su casa, ya que tenían que pagar US$1.326 mensuales, lo que les dejaría muy poco para comida y gasolina.

Kaylie ayudaba a aumentar los ingresos familiares recogiendo latas en los alrededores de su antigua casa, en un camino que está al lado de la vía del tren. Por cada lata le daban entre dos y cinco centavos.

Su hermano Tyler también ayudó: “Por cortar el césped de algunas casas me daban US$10. Me gastaba seis en combustible y el resto se lo daba a mi madre para que comprara comida”, explica.

En lugar de comprar en el centro comercial, la ropa de Kaylie es de la tienda de la organización benéfica Salvation Army donde, para su vergüenza, las camisetas de US$0,60 están permitidas pero las que cuestan US$2 son “demasiado”.
A uno de sus dos perros, Nala, le tuvieron que llevar a la perrera para reducir aún más los gastos.

El alquiler de la habitación de motel en la que viven cuesta en torno a los US$700 mensuales, pero tratar de equilibrar los gastos supone sacrificios.

Tyler dice que hay días buenos y malos: “A veces, cuando tenemos cereales no tenemos leche y los tenemos que comer así, secos; otras veces, tenemos leche pero no cereales”.

“En ocasiones, cuando hay un programa de cocina en la televisión, me da más hambre. Quiero meterme en la pantalla y comer la comida”, señala.

Sigue leyendo acá.

Notas relacionadas